miércoles, 31 de octubre de 2007

Hombres Lobo

LA BESTIA OCULTA
Los hombres lobo, las imágenes actuales de estos monstruos semi-humanos provienen en su mayoría del mundo irreal de Hollywood; pero los antiguos griegos y romanos creían que los hombres lobo existían y que eran totalmente fatales. Sorprendentemente, en la Francia del siglo XVI, 30.000 personas fueron acusadas de ser hombres lobo...
Las personas siempre han tenido una fascinación macabra por lo que más las aterra, bien sea que se trate del salvajismo real de asesinos seriales o de monstruos imaginarios como Frankenstein o Dráckula. A los seres humanos le llaman poderosamente la atención estos sujetos horripilantes. Uno de los más antiguos y perdurables es el hombre lobo.
En los albores de la civilización, era muy poco lo que separaba al hombre de la bestia. Las personas, en aquel entonces, pensaban que los humanos podían volver a ser animales, una creencia conocida como "cambio de forma". Casi todas las sociedades primitivas tienen historias y creencias sobre la transformación de forma animal a humana y viceversa. En todas las civilizaciones ha habido historias sobre cómo saber controlar ciertos impulsos, emociones y deseos. La mayoría son los instintos más primitivos, los instintos animales. Desde que el hombre se civilizó el hombre lobo ha acechado en las sombras.
No estaban tan ocultos como para que no los notara el padre de la historia griega antigua, Herodoto. En el siglo V antes de Cristo, reportó en sus viajes acerca de un pueblo que cambiaba de forma conocido como los neurianos. "Cada neuriano se transforma una vez al año en un lobo, y continúa de esta manera por varios días al cabo de los cuales vuelve a su forma original" (Herodoto).
Hay mitos muy poderosos sobre hombres lobo entre los griegos y los romanos. Hay historias romanas que parecen producciones de Hollywood de hoy en día. Una de éstas provino de un satírico romano llamado Petronio, quien fue uno de los primeros en escribir crónicas sobre la perdurable relación entre los hombres lobo y la Luna llena.
Petronio escribió acerca de un hombre que, en una noche de Luna llena, fue a visitar a su amada. Le pidió a un amigo soldado que lo acompañara. En el camino, el soldado se detuvo repentinamente, se quitó la ropa, se transformó en lobo y se perdió en la oscuridad. Al llegar a la casa de su amada, el hombre escuchó que uno de los sirvientes se había enfrentado contra un lobo y lo había herido con su espada en el cuello. Al día siguiente, el hombre encontró al soldado en el cuartel muriendo por una herida de espada en su cuello.
Estas historias eran muy difundidas y creídas. Si uno era herido siendo hombre lobo, se transformaba otra vez a la forma humana pero conservaba la herida.
La Luna llena – la cual influye sobre los mares y cualquier líquido sobre la tierra (siendo el humano más del 70% líquido) – tiene una conexión con la leyenda del hombre lobo, porque existe la creencia que la Luna llena causa la locura en la gente, lunáticos. La Luna llena y la transformación de hombre a bestia es una conexión natural y mágica.
Un relato aún más horroroso sobre un hombre lobo provino del poeta romano Ovidio. En el siglo I narró la historia de un antiguo rey griego llamado Licaon, cuya crueldad era tan conocida que el rey de los dioses, Júpiter, lo fue a visitar. Pero Licaon se rehusó a creer que su visitante fuera un dios, y lo puso a prueba al servirle un suntuoso banquete en el que secretamente había mezclado carne humana. Aún entre los antiguos griegos el canibalismo estaba vedado. Era un verdadero tabú. Ofrecerle comida caníbal a un dios era una gran ofensa. Júpiter inmediatamente detectó la comida contaminada, furioso, convirtió a Licaon en lobo para que orientara su afición por la carne humana de una mejor manera.
Del nombre del rey Licaon surgió la palabra Licántropo, cuyo significado es: el que se transforma en lobo. Esta historia tiene un profundo significado para comprender a los hombre lobo. Aquí se reconoce desde el principio que toda la idea de licantropía estaba relacionada con los aspectos del ser humano que se oponían a la sociedad civilizada.
Durante la Edad Media, la creencia que los humanos se transformaban en animales predadores prevalecía en el mundo y bajo ninguna circunstancia se limitaba a los lobos. Estamos hablando de un fenómeno donde la gente creía que algunos de sus vecinos podían transformarse en un animal. Y ese animal era el depredador que predominaba el área.
Entonces se pensaba que utilizar la piel o el cuero de un animal era una forma de convertirse en ese animal. Los vikingos hicieron de esa creencia parte de su arsenal militar ya que se colocaban pieles de oso antes de la batalla. Esta práctica contribuyó con su reputación de ser guerreros totalmente intrépidos y maníacos.
Sin embargo, en la Europa medieval, el animal más temido era el lobo. Considerado como el mayor carnívoro del continente se creía que era el predador más peligroso que pudiera existir. Montague Summers, una autoridad del siglo IXX en ocultismo y lo sobrenatural, describió adecuadamente lo que significaba el lobo para los europeos medievales: "las características más notables del lobo, son la crueldad desmedida, la ferocidad bestial y el hambre insaciable. Tiene algo de demonio infernal. Simboliza la noche y el invierno, la presión y la tormenta, el oscuro y misterioso emisario de la muerte" (Summers).
Los cuentos cautelosos acerca de lobos eran repetidos ampliamente, sobretodo a los más vulnerables de la población, los niños. Uno de los más famosos es el de la Caperucita Roja. Es un cuento muy siniestro y claramente uno de hombres lobo. Está la pequeña y el lobo vestido como la abuela; quien habla con Caperucita. No es un lobo común, está muy claro que es un hombre lobo.

LICANTROPOS HEREJES
En los siglos XVI y XVII, Europa era un hervidero de actividades de hombres lobo. Eran tiempos tumultuosos en los que imperaban miedos irracionales, supersticiones y cambios religiosos radicales.
En la cúspide de la Edad Media, sobretodo cuando estaba por empezar la Reforma, comenzaron las luchas contra la brujería y las quemas en la hoguera. Junto con la lucha contra la brujería, empezó una nueva lucha contra la licantropía y surgió una nueva ola de creencias que los hombres lobos y las brujas existían y que tenían un impacto sobrenatural y negativo sobre la sociedad.
El pánico que rodeaba a los hombres lobo aumentó con la histeria de la brujería. De 1300 a 1700, miles de personas fueron enjuiciadas bajo el cargo de brujería. Las acusaciones de sacrificios humanos, canibalismo y libertinaje sexual, provenían principalmente de los campesinos. Pero los acusados también eran, casi en su totalidad, campesinos.
La histeria por la brujería fue alimentada en parte por los problemas económicos y sociales. La pobreza, las enfermedades, el crimen y el hambre azotaban a los europeos. Los campesinos trabajaban mucho y recibían muy poco. Imposibilitados para surgir, muchos campesinos atribuían su pobreza y otros problemas a las brujerías de sus vecinos. Por esta razón, otros campesinos se convirtieron en chivos expiatorios de males sociales incurables.
Sus temores también estaban alimentados por la religión. En ese entonces, la Iglesia católica era la fuerza que regía la vida de las personas, dictaba los patrones de conducta y daba explicaciones a los fenómenos que la gente no comprendía. De acuerdo con la doctrina eclesiástica, la intención de Satanás era destruir la civilización cristiana; y para ello requería de hordas de discípulos, de brujas. La hechicería era considerada como una traición, un atentado para derrocar a la Iglesia.
Para detener la hechicería, la Iglesia creó la Inquisición, un proceso legal extremo que hizo posible una cacería de brujas masiva. Los obispos, que fingían de inquisidores, buscaban herejes en aquellos que hablaban contra las tradiciones de la Iglesia católica.
Hacia el año 1231, las cortes inquisidoras bajo el control directo del papado, se establecieron en toda Europa. Los herejes que se arrepentían recibían una sentencia de cadena perpetua; aquellos que no se arrepentían generalmente eran quemados en la hoguera. La Inquisición perseguía despiadadamente una acción sangrienta. Su meta era aniquilar a todo aquel que no fuera un sincero cristiano católico. Entre las víctimas estaban protestantes, judíos, brujos, místicos y hombres lobo.
La licantropía era considerada como una especie de brujería ya que implicaba un pacto con el demonio, la herejía.
Para el siglo XVI, las cortes eclesiásticas habían adoptado los procedimientos de la Inquisición para proteger a la sociedad de las brujas y de los hombres lobo. En 1532, la tortura judicial se convirtió en el medio legal para determinar la brujería malévola y la licantropía. No se podía probar el crimen materialmente ni probar que alguien hizo un hechizo. La única forma de obtener un veredicto era la confesión, y la mejor forma de obtenerla era aplicando la fuerza.
Los inquisidores, al escuchar estas confesiones y contemplar con dificultad el horror inhumano y sádico de los crímenes enumerados, prefirieron pensar que habían sido cometidos por un verdadero monstruo mitad hombre mitad lobo en conjunción con el demonio.
En Francia, el término hombre lobo era Loup-Garou, y repentinamente, a principios de 1500, comenzaron a aparecer en proporciones epidémicas. Según las leyendas, podían ser identificados con facilidad. Las cejas que se unen en el centro, pelos en las palmas de la mano, etc. Cualquiera que viviera en Francia en el siglo XVI, solo, aislado de los demás, que fuera desaliñado y que se comportara de forma rara o desagradable, fácilmente podía ser visto como un hombre lobo.
En una serie de acusaciones y arrestos entre 1520 y 1630, solo en Francia, más de 30.000 personas fueron enjuiciadas bajo la acusación de ser hombres lobo. Típica fue la historia del siglo XVI de un campesino llamado Gilles Garnier. Tenía reveladoras cejas que se unían en el medio y vivía como un ermitaño en un choza en las afueras de Dole. Los pobladores que rescataron a una niña del ataque de un lobo, pensaron reconocer a Gilles en el animal. Ellos creían que se había transformado al frotarse la piel con un ungüento mágico. Una semana más tarde atraparon a Gilles y lo torturaron bárbaramente hasta obtener su confesión para luego quemarlo en la hoguera.
Pero las víctimas de las cacerías de hombres lobo no estaban limitadas a los hombres. Del centro de Francia surgió una famosa leyenda de una mujer lobo. En la región de Auvernia, un cazador fue atacado por un lobo en 1558. En la feroz batalla, el cazador logró cercenarle una pata. Éste colocó el miembro cortado en su saco y en el camino se detuvo en la casa de un noble para relatar su aventura. Pero cuando sacó la pata se encontró con la delicada mano de una mujer cuyo dedo portaba un anillo de matrimonio. Al reconocer el anillo, el noble subió las escaleras y encontró a su esposa vendándose el brazo sangrante. Ella confesó ser una mujer lobo y fue quemada en la hoguera.
Sin embargo, las confesiones eran de una dudosa autenticidad debido al proceso de interrogación. Hervían la gente en aceite, las torturaban con tenazas calientes, etc. Bajo esas circunstancias confesaban rápidamente que eran hombres lobo o brujas.
Tal fue el destino, en 1589, de un pobre campesino llamado Peter Stump, quien fue acusado de ser un hombre lobo al colocarse una piel mágica. No importó que esa piel nunca hubiera sido hallada. Las autoridades lograron su confesión utilizando pinzas al rojo vivo, la rueda y arrancándole la piel de sus huesos. Todo aquello fue narrado en una publicación sensacionalista de gran formato de la época. El destino de Stump fue el mejor conocido de todos los hombres lobo, ya que la gente devoraba ese tipo de publicaciones para escapar de la implacable rutina diaria.
Un juicio a un hombre lobo en 1604, logró sentar precedente en la historia legal con un caso de compasión. El acusado era Jean Grenier, un pastor de 14 años de la región francesa de Bordeaux. Era un chico entregado a recorrer los campos que hoy en día sería calificado de discapacitado mental. Cuando una testigo aseguró que lo había visto colocarse una piel mágica y convertirse en lobo, fue arrestado. Él dijo que un misterioso extraño, tal vez el demonio, le había dado la piel que lo convertiría en hombre lobo. Cándidamente admitió haber estado al asecho y atacado a niños. La sala de la corte rompió en incómodas carcajadas cuando Grenier describió su preferencia por la sangre joven, por cuanto una mujer vieja era tan dura como el cuero. Esto lo hacía un candidato seguro para la ejecución. No obstante, un abogado dio un apasionado discurso alegando que era una víctima de su descontrolado cerebro. El argumento de demencia prevaleció, y en vez de vérselas con la muerte Grenier fue sentenciado a prisión en un monasterio, donde se fue deteriorando hasta que murió antes de los veinte años.


LA CIENCIA OPINA
En el siglo II después de Cristo, los médicos, sorprendentemente, reconocían la conversión de un hombre a lobo como una enfermedad psicológica, una forma de depresión. Pero el tratamiento resultaba ser tan terrible como el ataque de un hombre lobo: la apertura de una vena y desangramiento. Aunque la cura era bárbara el diagnóstico era bastante perspicaz.
Hoy en día, los psiquiatras tienen un nombre para esta enfermedad mental: licantropía. Una persona durante un ataque de este mal podría aullar, querer comer carne cruda y hasta correr en cuatro patas.
Para mediados del siglo XVII la gente comenzó a darse cuenta que aquellos que se proclamaban lobos eran en realidad dementes. Muchas víctimas fueron enviadas a monasterios en vez de ser quemadas en la hoguera. No obstante, algunos creían que los hombres lobo no estaban locos sino que quizás estaban bajo el efecto de drogas.
A menudo supuestas brujas preparaban ungüentos para tratar las enfermedades de los campesinos. En un caldero se mezclaban plantas y hierbas, como semillas de amapola del opio, acónito o napelo, que disminuye el ritmo cardíaco, y belladona, una planta altamente venenosa. Al ser frotado en la piel este preparado mágico, entraba en el torrente sanguíneo e inducía confusión mental, excitaciones salvajes y delirios. Pensar que alguien se convirtiera en hombre lobo no resultaba imposible.
Otro posible alucinógeno se producía en el pan de centeno, alimento esencial en la dieta del campesino europeo del medioevo. Cuando los inviernos eran extremadamente fríos, un hongo llamado "cornezuelo del centeno", infectaba el centeno. El pan podía inducir alucinaciones como las del LSD, así una persona podía ver a un hombre lobo o creerse uno.
Los informes de los pobladores asustados por las visiones de un humano harapiento corriendo por el bosque alimentaban los temores por los hombres lobo. Pero a menudo el criminal era un ermitaño o, en unos pocos casos, niños salvajes.
Otra explicación para las visiones de hombres lobo pudo tener relación con dos enfermedades clínicas descubiertas más tarde. Una, la hipertricosis, es un raro desorden genético que ocurre en uno de cada millón de nacimientos. Ésta causa un crecimiento desmedido del cabello en todo el cuerpo. La segunda enfermedad que podría haber ayudado a perpetuar el mito del hombre lobo es la porfiria. Es una forma extremadamente rara de desorden sanguíneo genético que se reconoció por primera vez en el siglo XX. En algunos casos graves los pacientes son tan sensibles a la luz del Sol que una prolongada exposición podría resultar en la pérdida de tejido de las extremidades, la cara y la cabeza. Alguien con esta enfermedad saldría tarde de noche. Si tienen sus tejidos muy dañados, sobre todo las manos, éstas tenderían colgar como garras. Si han perdido tejido de los labios, tendrían los dientes más expuestos y tendrían un color marrón, que podría asociarse con la sangre. Y el crecimiento adicional de pelo, sobretodo alrededor de la sien.
Algunos expertos disputaban los datos médicos y científicos al afirmar que eran explicaciones insuficientes para la creencia ampliamente fundamentada y dominante en los siglos XVI y XVII.
La creencia en los hombres lobo no existe sólo en algunos lugares donde el LSD pudo llegar a los alimentos o donde pudo haber epidemias o existe la porfiria. Es un fenómeno más grande que eso. Este mito nos ha llegado a través de las épocas y básicamente trata sobre nuestra naturaleza interna. El lado animal que tenemos, como lo consideramos, a diferencia del lado espiritual. Tiene un gran atractivo porque después de todo somos animales. Tal vez sea un error buscar explicaciones racionales, porque en cierto grado no lo es. Siempre nos fascinó el límite confuso entre los seres humanos y los animales, especialmente por el temor de la bestia interior.

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