lunes, 14 de abril de 2008

ÁNGELES

En la Biblia se los menciona 387 veces, en la Cábala judía se calcula su cantidad entre 49 y 100 millones. En todo caso cifras tan misteriosas como la naturaleza, funciones y alas de los ángeles.
Santo Tomas de Aquino explicó que los ángeles pueden tomar forma humana pero carecen de materia, y que solo son pensamiento.
La pregunta es el pensamiento de quién? Obviamente, del Creador de todas las cosas. La misma palabra ángel nos llega de la traducción griega del original hebreo mal´akh, que significa la cara oculta de Dios, luego devenida en mensajero. Representa un espíritu celestial considerado precisamente como mensajero, o intermediario, entre Dios o los dioses y la humanidad. Todas las religiones están relacionadas con el vínculo que los seres humanos tienen o deben tener con el reino sobrenatural. En la religión griega antigua, en el judaísmo y cristianismo, y en el Islam se piensa que esta relación incluye a los ángeles, enviados como mensajeros divinos a la humanidad para instruirlos, informarlos o dirigirlos. Un ángel puede actuar también como guardián protector, como guerrero celestial, e incluso como poder cósmico. Más aún, la línea divisoria entre un ángel bueno y un ángel malo, o demonio, está a veces poco clara. Por lo tanto, los ángeles pueden describirse en general como poderes personificados mediadores entre lo divino y lo humano.
Incluso a pesar de su absoluto monoteísmo, adoración a un solo dios, el antiguo Israel fue capaz de asumir la imagen de un concilio de dioses convirtiendo a todos ellos en ángeles que sirven a un solo dios, lo mismo que los cortesanos terrenales sirven sólo a su rey. Esta aceptación de una creencia en la existencia de ángeles se desarrolló de forma relativamente fácil porque tanto los dioses menores como los ángeles podían ser llamados hijos de Dios. En el pensamiento hebreo tradicional, se asumía que los ángeles tenían la forma de varones humanos, por lo que podían ser confundidos con hombres. Después del periodo del exilio babilónico de Israel (597-538 a.C.), el pensamiento judío con respecto a los ángeles fue considerablemente alterado y enriquecido. Basándose en el arte mesopotámico, los artistas y escritores comenzaron a dotar de alas incluso a los serafines antropomórficos, y se desarrolló un interés por las prendas de los ángeles, sus nombres y sus categorías. Además de la influencia mesopotámica, la tradición dualista persa añadió otra dimensión a la angeolología hebrea postulando ángeles hostiles y destructivos que se rebelaban contra Dios. La secta judía Qumran, o de los Esenios, por ejemplo, veía el mundo como un campo de batalla, la escena de un combate entre el espíritu de la Verdad y el espíritu del Mal, este último, un poder demoníaco opuesto a Dios llamado Belial. Posteriores desarrollos, tanto en el judaísmo como en la cristiandad, mostraron un importante crecimiento del mundo angélico, no menor al hecho de la continuidad de la antigua práctica de aceptar a los dioses de religiones politeísticas convirtiéndolos en querubines. Aunque la creencia en los ángeles es ampliamente testificada en la Biblia, muchos teólogos, a pesar de todo, sugieren que el concepto fue adoptado por los escritores bíblicos tanto como mecanismo literario para personificar la presencia divina, como un medio para degradar a los dioses de religiones politeístas. Basándose en las tradiciones del judaísmo y el cristianismo, que eran consideradas como auténticas revelaciones anteriores a la revelación final de Mahoma, el Islam desarrolló su propia jerarquía angélica. Muchos de ellos, tales como los arcángeles Miguel y Gabriel o los portadores del trono de Alá (un león, un águila, un toro y un hombre), muestran su clara inspiración judeo-cristiana. La religión preislámica árabe era politeísta, lo que explica el desarrollo en el Islam de una jerarquía de tales espíritus celestes.
Que los ángeles son enviados a la Tierra para cumplir misiones defensivas contra el mal lo indican los textos religiosos. Así el ángel iraní Vophu Manah o espíritu del bien le llevo la palabra divina a Zoroastro hace más de 2500 años, y el arcángel Gabriel le dictó el Corán al profeta Mahoma un milenio después, corporizándose ante el como lo había hecho siglos atrás ante la Virgen María, para anunciarle que Dios la había elegido para ser madre de Jesús.
Pero antes de todo esto Dios le asignó a cada mortal, por infiel o pecador que fuera, un custodio celestial especifico: el ángel de la guarda, sin duda el más popular entre las miríadas de ángeles destinados a cuidar desde las órbitas planetarias hasta el crecimiento de las plantas, pasando por la salud, las artes y el estado de ánimo. Esto sin incluirlas legiones de ángeles desterrados que Lucifer envía a boicotear cuando les sea posible, la obra del Creador.
En los antiguos ritos indoeuropeos, los ángeles nacían de cinco años y en un repollo. En los primeros relatos del Antiguo Testamento, los ángeles seducían a las mujeres hermosas. Esta circunstancia desapareció en tiempos de Jesús: por entonces las criaturas celestiales estaban instaladas en esferas celestiales muy elevadas y de ningún modo podían tener contacto con los humanos. Lo cierto es que los ángeles no aparecen en el arte cristiano antes del siglo IV d. C., tal vez porque los antiguos judíos tenían prohibida su representación figurativa y en términos sintéticos, sus rasgos físicos parecen provenir del arte asirio a través del legado griego y romano. No obstante las Crónicas de Enoc, inmensa recopilación de textos primitivos hecha en el siglo II a, C., detallaban el aspecto y el hábito de los ángeles y demonios. Crónicas a las que San Jerónimo declaró apócrifas precisamente unos 400 años después de Cristo, condenando su visión maniqueísta del bien y del mal enfrentados a muerte, pero sin poder impedir su definitivo ingreso al Antiguo Testamento. Si bien ese santo logró minimizar los sórdidos poderes de los ángeles malos y destacar las luminosas virtudes de los buenos, luego ya en tiempos del Nuevo Testamento, su doble esfuerzo pasó al olvido: ahí apareció claramente como un tercio de todos los ángeles del cielo se reveló contra Dios bajo la influencia de Lucifer, y tras su derrota en el combate, lo siguieron al infierno.
En la historia de la humanidad, ningún dilema suscitó tantas y tan largas controversias como la existencia del Bien y el Mal, representados desde siempre por ángeles y demonios ya presentes en el año 4241 a.c en Egipto, y en Asiría y Babilonia en el siglo XXIX a.C.
Por ese entonces, Marduk era la única deidad alada y los babilonios difundían su creencia en seres bondadosos y etéreos que protegían uno por uno a cada simple mortal: los ángeles custodios, defensores del hombre contra toda influencia maligna.
Para Zoroastro, el Mesías persa del siglo VII a.C., la vida era regida por dos principios: la luz y las tinieblas, en un eterno antagonismo. Con estos antecedentes, el relato bíblico da cuenta de un Dios omnisciente que creó a los ángeles sólo para cumplir un rol de emisarios cósmico, y también de cómo nacieron los ángeles caídos o demonios. El ángel más amado por Dios, quiso ser tan perfecto como su creador y, en abierto desafio a su poder supremo, organizó ejércitos de ángeles rebeldes que condujo hasta las mismas puertas del cielo. En el Apocalipsis, San Juan narra dramáticamente la batalla entre los ángeles leales guiados por San Miguel Arcángel, lo que también figura en una parte del Corán, incluyendo las denominaciones Ibis y Shaitan, que en occidente significan Diablo y Satán.

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