viernes, 26 de diciembre de 2008

LA ESTRELLA DE BELÉN

Ha sido siempre un misterio para los astrónomos cuál pudo ser la estrella que guió a los Magos de Oriente... Para cualquiera que tenga aunque sea una escueta noticia de cuán aficionados eran a buscar señales en el cielo los pueblos que crearon la astronomía y la astrología, los que dibujaron las constelaciones y los caminos del cielo, los que pusieron nombre a cada estrella. Es indudable que hubo estrella, es decir fenómeno astronómico. Otra cosa es la concreción de ese fenómeno en el nombre de estrella y la ingenuidad de la narración bíblica (la única posible: en un relato mítico no cabe una descripción astronómica).

En el relato bíblico de Mateo (el único evangelista que habla de la estrella) se esconde la pincelada del astrólogo: el mundo romano en cuya dominación se produce el gran acontecimiento del Nacimiento de Cristo anunciado por los astros, estaban muy arraigadas las creencias astrológicas. Y los judíos participaban de la cultura astrológica oriental. Cuando llegan los magos al palacio de Herodes preguntando por el recién nacido Rey de los judíos que les ha anunciado la estrella, guiándoles además hasta allí, al rey Herodes no le da la risa ni se le ocurre pensar que aquellos Magos están locos, sino que manda a sus sabios que investiguen, y la cosa acaba en la matanza de los Inocentes. Todo muy verosímil: estaba en la cultura del tiempo y del lugar.

El primero que se planteó desde una perspectiva científica el tema de la Estrella de Belén fue Orígenes (185-253), que dedicó parte de su abundante obra a la exégesis bíblica, sostenía que estaba próxima a la naturaleza de los cometas. A partir de él siguieron ofreciéndose diversas hipótesis. Tres son las que han dado más juego: la de que se trató de un cometa (sólo podría ser el Haley, pero habría que forzar un tanto las fechas, pues pasó el año 11 antes de Cristo). La segunda hipótesis es la de la supernova: la explosión de una estrella cuya brillante luz puede verse durante meses, incluso de día. Pero dados como eran en esa época a registrar minuciosamente estos fenómenos, no es probable que habiéndose producido, no se hubiese registrado, máxime cuando sí se registró la explosión de una supernova el año 135 a. JC. y otra el 173 de nuestra era. Nos queda por tanto la tercera hipótesis, la que formuló Johannes Kepler (1571-1630), el astrónomo alemán que defendió el revolucionario sistema heliocéntrico de Copérnico (el giro copernicano) y enunció las leyes que llevan su nombre sobre el movimiento de los planetas…

Según este insigne astrónomo, la estrella de los magos no fue otra cosa que la triple conjunción de la Tierra con los planetas Júpiter y Saturno, estando el Sol pasando por Piscis. Es una conjunción que se produce muy raramente. En ella los planetas se ven como uno solo, produciendo como resultado una luz muy brillante, y que da la imagen de una estrella nueva cuya presencia en el firmamento dura tan sólo unos días. Los cálculos de Kepler determinaron que la conjunción se dio en el año 7 a. JC., un poco más cerca que el cometa Haley de la fecha del nacimiento de Jesús que la crítica histórica considera más probable.

Finalmente está la explicación puramente religiosa, según la cual a Dios no le costó ningún trabajo crear una estrella de las características que quisiera para guiar a los magos desde Oriente. Pero de la estrella de Belén se apropió la fe popular al margen de la iglesia, que al condenar la magia como contraria a la fe, no podía promocionar a unos magos por más que viniesen a tan noble misión. Ese fue el motivo por el que primero se les hizo reyes, y luego se procuró hacer poco ruido sobre su condición de magos, en cuyo caso se hubiese podido relacionar la estrella con la magia.

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