Unos extraños golpeteos en casa de la familia Fox causaron sensación en los Estados Unidos; muchas personas los consideraron como la prueba de la comunicación entre vivos y muertos.
Lo que le sucedió a Margaretta Fox y a sus hermanas, si las apariencias no engañaban, fue el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Una prueba concluyente de que podemos comunicarnos con los espíritus de los muertos –lo que presupone que los muertos existen en forma de espíritus con los que es posible la comunicación– significaría el fin de miles de años de especulación: se demostraría que la muerte no es el fin de la vida, sino el traslado de la existencia a otro plano superior. De ahora en adelante, nuestro paso por la Tierra podría ser considerado no como un breve incidente biológico sino como parte de un proceso mayor. Esto, y nada menos que esto, parecía quedar demostrado por lo que ocurrió en un pequeño chalet de madera en el pueblo de Hydesville, en él estado de Nueva York, el 31 de marzo de 1848. Esta «apertura» marcó el comienzo del movimiento espiritista moderno, cuyos adherentes alcanzarían posteriormente cifras millonarias en todo el mundo.
Los hermanos Fox eran siete, pero sólo tres participaron en los hechos: Leah, que tenía treinta y cuatro años en 1848, Margaretta, de catorce, y Catherine, de doce. El relato definitivo del incidente, que hizo época, lo proporcionó la madre cuatro días después en una declaración jurada, y ratificada como exacta por su marido. Contó que la casa donde vivían provisionalmente había padecido temblores inexplicables en las paredes y muebles, ruidos de pasos y golpes en las paredes y puertas. La familia llegó «a la conclusión de que la casa debía albergar a algún espíritu inquieto y desgraciado».
Cansada por las molestias, la familia se acostó temprano la noche del viernes 31 de marzo. Margaretta y Catherine –las únicas que vivían aún con sus padres– sentían miedo de los ruidos y se habían instalado en la habitación de sus padres. Sin duda, fue la presencia tranquilizadora de su padre y su madre lo que animó a las chicas a responder con tanto descaro cuando comenzaron los golpeteos.
Las niñas oyeron los golpes y trataron de hacer un ruido parecido, chasqueando los dedos. Mi hija menor, Cathie, dijo: «Señor Slipfoot, ¡haga como yo!», golpeando las manos. El sonido dio inmediatamente la misma cantidad de golpes. Cuando ella se detuvo, el sonido cesó un rato. Entonces Margaretta dijo, en broma: «No; haga como yo. Cuente uno, dos, tres, cuatro», golpeando las manos al mismo tiempo, y los golpeteos volvieron como antes. Tuvo miedo de repetirlo...
De esto pasaron gradualmente a comunicaciones más elaboradas, usando un código alfabético por medio del cual se descubrió que los golpes eran obra de un espíritu; finalmente, la entidad se identificó como un buhonero de treinta y un años que afirmaba haber sido asesinado en esa misma casa y cuyos restos estaban enterrados en el sótano.
Acudieron vecinos a verificar lo que ocurría; ellos también escucharon los golpes, hicieron sus propias preguntas y recibieron respuestas. Al día siguiente llegaron más visitantes y por la noche, a petición del espíritu, algunos hombres se pusieron a excavar en el sótano, para ver si podían comprobar la historia; desgraciadamente el pozo se llenó de agua y hubo que abandonar el intento.
Para la familia Fox, en aquel momento, se trataba de la presencia de un fantasma. A lo largo de la historia se han dado miles de relatos en que los muertos vuelven a la Tierra para transmitir mensajes o advertencias a los vivos, pero en este caso aparecía un nuevo elemento: una conversación entre vivos y muertos. Posteriormente una historiadora del movimiento espiritista, Emma Hardinge Britten, observó que eso significaba que no sólo el buhonero supuestamente asesinado, sino legiones de espíritus, buenos y malos, encumbrados e inferiores, podían comunicarse con la Tierra en ciertas condiciones incomprensibles para los mortales; que esas comunicaciones eran producidas por medio de las fuerzas del magnetismo espiritual y humano, en una afinidad química; que las variedades del magnetismo de diferentes individuos proporcionaban «poder mediúmnico» a unos y se las negaban a otros.
Al principio nadie entendió esas sutilezas, pero estaba claro que las hermanas Fox, de alguna manera, estaban dotadas para recibir esas comunicaciones: los golpeteos sólo se presentaban en su presencia y, además, ocurrían dondequiera que fueran ellas. Como sus vidas habían sido trastornadas por la publicidad, las niñas y su madre se marcharon de Hydesville y se instalaron en casa de la hermana mayor, Leah, en Rochester, pero los golpeteos viajaron con ellas. Una y otra vez los mensajes insistían: «Habéis sido elegidas para comparecer ante el mundo y convencer a los escépticos de la gran verdad de la inmortalidad.»
Si ese mensaje hubiese llegado, un buen día a unas escolares jóvenes e ignorantes de un distrito rural, podría haber supuesto una prueba convincente de que seres en otro plano de existencia trataban de comunicarse con nosotros en la Tierra. Pero la situación no era tan simple, ya que esas ideas eran corrientes en los Estados Unidos durante los años 1840.
En el siglo anterior hubo gente que consideró el recién descubierto mesmerismo no como un estado mental alterado que podía ser explicado en términos humanos, sino como un proceso previsto para permitir la comunicación con los espíritus. La controversia continúa. Dos años antes de los acontecimientos de Hydesville, un comentarista anotó que «periódicos y revistas rebosan de mordaces discusiones en torno al magnetismo y la clarividencia».
Ese comentarista era Andrew Jackson Davis, un místico norteamericano semianalfabeto que, en estado de trance, producía libro tras libro de sorprendentes revelaciones acerca de la vida, del Universo, de cualquier cosa. El hecho de que sus relatos estén plagados de errores no favorece su credibilidad, pero en su época muchos aceptaron sus predicciones acerca de una nueva era:
Es verdad que los espíritus se comunican entre sí mientras uno está en el cuerpo y el otro en una esfera más elevada, y eso también cuando la persona que está en el cuerpo no es consciente del influjo, y por lo tanto no puede ser convencida del hecho; y esta verdad seguirá presentándose en forma de demostración viva y el mundo saludará con deleite la llegada de esa era en que el interior de los hombres se abrirá y se establecerá una comunicación intelectual, como la que ahora poseen los habitantes de Marte, Júpiter y Saturno.
El amanecer de una nueva era
A partir de semejantes declaraciones no es sorprendente que Davis haya sido considerado el san Juan Bautista del movimiento espiritista. Sus escritos inculcaron una sensación de expectativa en los Estados Unidos y explican por qué el público interpretó rápidamente los acontecimientos de Hydesville como signos de una nueva era.
Las cosas avanzaron con extraordinaria rapidez. Mientras ellas vivían con su hermana Leah, en Rochester, los espíritus explicaron a las chicas que debían alquilar el salón más grande de la ciudad y dar una demostración de sus poderes; lo hicieron el 14 de noviembre de 1848. Ahora, por fin, todo el asunto había salido a la luz y pronto se vio que la opinión pública estaba claramente dividida entre los adherentes entusiastas que habían estado esperando una revelación de este tipo y los escépticos, no menos decididos, que veían estas manifestaciones como una impostura en el mejor de los casos y como obra del demonio en el peor.
Las emociones estaban exacerbadas. Las chicas fueron ridiculizadas y sufrieron con frecuencia agresiones físicas; hasta se atentó contra sus vidas. Cuando un comité investigó los fenómenos y no pudo encontrar pruebas de superchería, sus conclusiones fueron ignoradas y se nombró un segundo comité, más severo. Cuando también éste informó que no había encontrado pruebas de engaño, los enemigos de las chicas se enfadaron aún más. Las hermanas Fox no podían llevar una vida normal. Se marcharon de Rochester a Troy, después a Albany, capital del estado, y finalmente a Nueva York, donde llegaron en junio de 1850.
Aunque es cierto que los procedimientos de investigación eran primitivos, desde el punto de vista actual, debemos aceptar que los neoyorquinos que acudieron a ver a las hermanas Fox no estaban dispuestos a que nadie se burlara de ellos; cientos de espectadores acudieron dispuestos a ser los que revelarían al mundo cómo se fraguaba la impostura, y salieron –si no persuadidos de que el mensaje de los espíritus era genuino– convencidos de que el fenómeno desafiaba las explicaciones normales. Horace Greeley, director del Tribune y uno de los hombres más influyentes del país, estaba persuadido de la honestidad de las chicas y se transformó en su ardiente paladín.
A esas alturas habían aparecido otros médiums que pretendían emular a las hermanas Fox, pero ninguno amenazó su preeminencia. Los fenómenos evolucionaron desde las preguntas y respuestas por medio de golpes hasta la escritura automática y las manifestaciones en voz alta, culminando en la comunicación oral, en la que los espíritus se «apoderaban» de las médium. Los mensajes eran acompañados por toda clase de fenómenos físicos: movimientos de muebles, teleportaciones, levitaciones de los asistentes o de la médiums, toda clase de ruidos y una amplia variedad de fenómenos luminosos. Una y otra vez, las hermanas fueron puestas a prueba, con más severidad cuando Kate se sometió a las investigaciones de William Crookes mientras visitaba Inglaterra. Crookes dio fe de su autenticidad con persuasiva insistencia:
Durante varios meses he disfrutado de la oportunidad casi ilimitada de comprobar los diversos fenómenos que ocurrían en presencia de esta dama, y examiné especialmente los fenómenos auditivos... Parece que sólo es necesario que coloque su mano en cualquier sustancia para que se produzcan en ella fuertes golpes, como una pulsación triple, que a veces son tan fuertes que se oyen a varias habitaciones de distancia. He escuchado... esos sonidos que provenían del suelo, las paredes, etc., cuando las manos y los pies de la médium estaban sujetos, cuando estaba de pie sobre una silla, cuando estaba suspendida del techo en un columpio y cuando se desvaneció en un sofá... Los comprobé de todas las formas que se me ocurrieron, hasta que tuve que llegar a la conclusión de que eran hechos auténticos y objetivos, no producidos mediante trucos o medios mecánicos.
Pero no todos estaban tan convencidos. Desde el principio, los escépticos afirmaron que las hermanas hacían trampa. Nunca lograron demostrar sus afirmaciones, y las explicaciones que proponían eran, en general, totalmente inadecuadas. Pero sus teorías iban a recibir un inesperado apoyo, primeramente de la familia de las hermanas Fox y después de las mismas médiums.
¿Confesión o Confusión?
El día en que las hermanas Fox admitieron haber cometido fraude, fue un día feliz para los escépticos. No obstante, esta confesión fue posteriormente revocada. ¿Qué pensar de las fundadoras del espiritismo?
Tres años después de aquellos acontecimientos que marcaron época, ocurridos el 17 de abril de 1851 en casa de la familia Fox, en Hydesville (Estados Unidos), una tal señora Culver hizo unas declaraciones en Arcadia (Nueva York) que causaron gran revuelo. Estaba emparentada con los Fox, ya que la hermana de su marido era la esposa de David, hermano de las Fox. Declaró que:
Durante dos años había creído sinceramente en la comunicación por golpeteos; sin embargo, algo que vi en una visita que hice a las hermanas me hizo sospechar que hacían trampa. Decidí que de alguna manera debía salir de dudas, y algún tiempo después me ofrecí a Catherine para ayudarla en sus demostraciones.
Catherine, al parecer, aceptó de buen grado su ofrecimiento, y pasó a enseñarle cómo se hacían los trucos:
Los golpes se producen con las puntas de los pies. Hay que utilizar todos los dedos. Después de practicar durante casi una semana, con Catherine al lado enseñándome, también yo fui capaz de producir estos golpes.
Hoy en día es imposible averiguar cuál fue el motivo de la revelación de la señora Culver. Puede que se tratara simplemente de amor a la verdad, o que hubiera por medio una cuestión de celos. A primera vista su revelación no parece que pueda explicar todos los fenómenos relacionados con las hermanas Fox.
Por otro lado, es un hecho que se observó y examinó una y otra vez a las hermanas y que nunca fueron descubiertas en flagrante impostura. Tal como señaló su defensor, Horace Greeley, editor del Tribune, era, en efecto, posible que muchas cosas de las que ellas realizaban las pudiera hacer también un mago en el escenario. Sin embargo éstos eran artistas profesionales con experiencia, y en cambio las dos niñas no poseían las mismas habilidades que ellos, ni estaban entrenadas.
Sin embargo, los razonamientos de sus defensores y los resultados favorables de las investigaciones fueron olvidados cuando el 24 de septiembre de 1888 Margaretta (entonces señora Kane) comunicó a un periodista del New York Herald que tenía la intención de revelar que su actuación como médium había sido un engaño desde el principio basta el fin. Su hermana menor, Catherine (entonces señora Jencken) acudió desde Inglaterra para apoyarla. El 21 de octubre se congregó en la Academia de la Música de New York una gran multitud que quería oír la confesión:
Estoy aquí esta noche para denunciar, como una de las fundadoras del espiritismo, que todo ha sido un engaño desde el principio al fin, que se trata de la más absurda de las supersticiones, la más vil blasfemia conocida en el mundo.
El New York Herald describió la reacción:
Se produjo un terrible silencio. Todos sabían que se encontraban ante la principal responsable del espiritismo, su fundadora, su más alta sacerdotisa y médium. Se puso de pie sobre una pequeña mesa de pino, calzada sólo con medias. Mientras ella se mantenía inmóvil pudieron oírse diversos golpes fuertes, tan pronto en las bambalinas, como detrás del escenario o en el pasillo... La señora Kane se excitó. Comenzó a dar palmadas, a bailar y chilló: «¡Es un engaño! ¡El espiritismo ha sido desde el principio al fin una farsa! ¡No es más que un truco! ¡No hay nada de verdad en ello!» Siguió un torrente de aplausos.
Ese hubiera debido ser el golpe mortal al movimiento de cuyo nacimiento Margaretta era responsable. No obstante, pese a que la mayoría de los presentes quedaron convencidos, otros no, y sus reservas se vieron justificadas al cabo de un año, cuando Catherine primero y Margaretta después se retractaron de su confesión. Margaretta recalcó que todo lo que había dicho en contra del espiritismo era «absolutamente falso». Se negó a decir quiénes la presionaron, pero mencionó que «altas jerarquías de la Iglesia Católica hicieron todo lo que pudieron para que entrara en un convento». De hecho, se había convertido al catolicismo poco después de la muerte de su marido.
También culpó a su hermana Leah, acusándola de haberlas arrastrado a ella y a Catherine en ese asunto. Pudo muy bien ser que Leah animara a sus hermanas menores y que, siendo la que tenía más sentido práctico y visión del futuro, tomara la decisión de embarcarse las tres en un tipo de vida en el que el stress emocional y social era inevitable. No obstante, nunca anteriormente sus hermanas habían mostrado resentimiento.
¿Cuál era, pues, la verdad que se escondía detrás de la confesión y posterior retractación? Indudablemente, si Margaretta era capaz de producir sobre el escenario golpes simulados, demostrando así sus facultades para engañar al público, hay motivos más que suficientes para pensar que también utilizó estos trucos durante sus actuaciones como médium.
La sospecha de que, al menos algunas veces, hacía trampa fue confirmada por una fuente inesperada: su marido. El explorador del Ártico Elisha Kent Kane se había enamorado de Margaretta cuando ésta contaba sólo 13 años de edad. En contra de la voluntad de su familia la estuvo cortejando durante tres años, hasta que finalmente se casó con ella. A su muerte, Margaretta publicó las cartas y versos que él había escrito durante aquellos años. Contenían abundantes pruebas de que su marido creía que hacía trampas. «Oh, Maggie –escribió en una carta–, ¿no te cansas nunca de esta monotonía sin fin de continuos engaños?» Y en otra: «No puedo soportar el pensar que estás enredada en un asunto de maldad y engaños.»
El hecho de que Margaretta autorizara la publicación de estos documentos acusatorios sugiere que era consciente de haber estado empleando trucos. Sin embargo, si aceptamos la declaración hecha en 1888 de que todo fue un engaño desde el principio al final, nos encontramos casi con tantas cuestiones por resolver como si aceptamos que todo es verídico. Una de las personas más famosas que se sentaren junto a las hermanas Fox fue la cantante Jenny Lind, que distinguió entre los fenómenos físicos y mentales: «Aunque vosotras fuerais capaces de producir estos sonidos, es imposible que contestéis las preguntas que me han sido contestadas esta noche.»
Nos han quedado docenas de testimonios contemporáneos de gente convencida –a menudo en contra de su escepticismo inicial– de las cualidades psíquicas de las hermanas Fox. Esto no significa que las actuaciones de las hermanas se aceptaran como lo que pretendían ser. Muchas personas entre ellas, Horace Greeley, admitían la veracidad del fenómeno como tal, pero mantenían una opinión más abierta con respecto a su naturaleza:
Sea cual sea el origen o la causa de los golpeteos, lo que es un hecho es que las señoritas en cuya presencia se dan estos ruidos no los producen. Las señoritas afirman haber sido informadas de que esto no es más que el comienzo de una nueva era, en la cual los espíritus encarnados estarán más estrecha y claramente conectados con aquellos que han adquirido inmortalidad... De todo esto no sabemos nada, ni podemos aventurar nada. Pero si nos limitáramos a escribir las preguntas que hicimos y las respuestas que obtuvimos durante una sesión, se nos acusaría de haberlo hecho adrede para apoyar la teoría que considera estos fenómenos como manifestaciones de espíritus difuntos.
Parece razonable atribuir las «confesiones» de las dos hermanas menores a los avatares de su vida personal: ambas eran aún colegialas cuando todo comenzó; ambas habían sido catapultadas desde un oscuro medio rural hasta una posición prominente en una de las ciudades más grandes del mundo. El trágico fin de la romántica historia de amor de Margaretta hubiera desequilibrado a cualquier muchacha menos vulnerable. Margaretta se dio a la bebida y a la droga, como había hecho su hermana antes de casarse con el abogado Henry Jencken. A pesar de que este matrimonio le dio dos hijos, terminó también con la temprana e inesperada muerte del marido. En estas circunstancias, y quizás influenciadas también por los enemigos del espiritismo, no es de extrañar que las dos hermanas –ninguna de las cuales fue nunca muy inteligente– llegaran a un estado de confusión en el que la verdad y la falsedad se confundían.
En 1904, cuando todas las hermanas Fox habían muerto, una de las paredes de su vieja casa de Hydesville se derrumbó. Entre las ruinas se encontró los restos de un cadáver. Fue imposible identificar a quién había pertenecido el cuerpo. Sin embargo, constituye una curiosa afirmación del «mensaje» que habían recibido las hermanas Fox medio siglo antes.
Lo que le sucedió a Margaretta Fox y a sus hermanas, si las apariencias no engañaban, fue el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Una prueba concluyente de que podemos comunicarnos con los espíritus de los muertos –lo que presupone que los muertos existen en forma de espíritus con los que es posible la comunicación– significaría el fin de miles de años de especulación: se demostraría que la muerte no es el fin de la vida, sino el traslado de la existencia a otro plano superior. De ahora en adelante, nuestro paso por la Tierra podría ser considerado no como un breve incidente biológico sino como parte de un proceso mayor. Esto, y nada menos que esto, parecía quedar demostrado por lo que ocurrió en un pequeño chalet de madera en el pueblo de Hydesville, en él estado de Nueva York, el 31 de marzo de 1848. Esta «apertura» marcó el comienzo del movimiento espiritista moderno, cuyos adherentes alcanzarían posteriormente cifras millonarias en todo el mundo.
Los hermanos Fox eran siete, pero sólo tres participaron en los hechos: Leah, que tenía treinta y cuatro años en 1848, Margaretta, de catorce, y Catherine, de doce. El relato definitivo del incidente, que hizo época, lo proporcionó la madre cuatro días después en una declaración jurada, y ratificada como exacta por su marido. Contó que la casa donde vivían provisionalmente había padecido temblores inexplicables en las paredes y muebles, ruidos de pasos y golpes en las paredes y puertas. La familia llegó «a la conclusión de que la casa debía albergar a algún espíritu inquieto y desgraciado».
Cansada por las molestias, la familia se acostó temprano la noche del viernes 31 de marzo. Margaretta y Catherine –las únicas que vivían aún con sus padres– sentían miedo de los ruidos y se habían instalado en la habitación de sus padres. Sin duda, fue la presencia tranquilizadora de su padre y su madre lo que animó a las chicas a responder con tanto descaro cuando comenzaron los golpeteos.
Las niñas oyeron los golpes y trataron de hacer un ruido parecido, chasqueando los dedos. Mi hija menor, Cathie, dijo: «Señor Slipfoot, ¡haga como yo!», golpeando las manos. El sonido dio inmediatamente la misma cantidad de golpes. Cuando ella se detuvo, el sonido cesó un rato. Entonces Margaretta dijo, en broma: «No; haga como yo. Cuente uno, dos, tres, cuatro», golpeando las manos al mismo tiempo, y los golpeteos volvieron como antes. Tuvo miedo de repetirlo...
De esto pasaron gradualmente a comunicaciones más elaboradas, usando un código alfabético por medio del cual se descubrió que los golpes eran obra de un espíritu; finalmente, la entidad se identificó como un buhonero de treinta y un años que afirmaba haber sido asesinado en esa misma casa y cuyos restos estaban enterrados en el sótano.
Acudieron vecinos a verificar lo que ocurría; ellos también escucharon los golpes, hicieron sus propias preguntas y recibieron respuestas. Al día siguiente llegaron más visitantes y por la noche, a petición del espíritu, algunos hombres se pusieron a excavar en el sótano, para ver si podían comprobar la historia; desgraciadamente el pozo se llenó de agua y hubo que abandonar el intento.
Para la familia Fox, en aquel momento, se trataba de la presencia de un fantasma. A lo largo de la historia se han dado miles de relatos en que los muertos vuelven a la Tierra para transmitir mensajes o advertencias a los vivos, pero en este caso aparecía un nuevo elemento: una conversación entre vivos y muertos. Posteriormente una historiadora del movimiento espiritista, Emma Hardinge Britten, observó que eso significaba que no sólo el buhonero supuestamente asesinado, sino legiones de espíritus, buenos y malos, encumbrados e inferiores, podían comunicarse con la Tierra en ciertas condiciones incomprensibles para los mortales; que esas comunicaciones eran producidas por medio de las fuerzas del magnetismo espiritual y humano, en una afinidad química; que las variedades del magnetismo de diferentes individuos proporcionaban «poder mediúmnico» a unos y se las negaban a otros.
Al principio nadie entendió esas sutilezas, pero estaba claro que las hermanas Fox, de alguna manera, estaban dotadas para recibir esas comunicaciones: los golpeteos sólo se presentaban en su presencia y, además, ocurrían dondequiera que fueran ellas. Como sus vidas habían sido trastornadas por la publicidad, las niñas y su madre se marcharon de Hydesville y se instalaron en casa de la hermana mayor, Leah, en Rochester, pero los golpeteos viajaron con ellas. Una y otra vez los mensajes insistían: «Habéis sido elegidas para comparecer ante el mundo y convencer a los escépticos de la gran verdad de la inmortalidad.»
Si ese mensaje hubiese llegado, un buen día a unas escolares jóvenes e ignorantes de un distrito rural, podría haber supuesto una prueba convincente de que seres en otro plano de existencia trataban de comunicarse con nosotros en la Tierra. Pero la situación no era tan simple, ya que esas ideas eran corrientes en los Estados Unidos durante los años 1840.
En el siglo anterior hubo gente que consideró el recién descubierto mesmerismo no como un estado mental alterado que podía ser explicado en términos humanos, sino como un proceso previsto para permitir la comunicación con los espíritus. La controversia continúa. Dos años antes de los acontecimientos de Hydesville, un comentarista anotó que «periódicos y revistas rebosan de mordaces discusiones en torno al magnetismo y la clarividencia».
Ese comentarista era Andrew Jackson Davis, un místico norteamericano semianalfabeto que, en estado de trance, producía libro tras libro de sorprendentes revelaciones acerca de la vida, del Universo, de cualquier cosa. El hecho de que sus relatos estén plagados de errores no favorece su credibilidad, pero en su época muchos aceptaron sus predicciones acerca de una nueva era:
Es verdad que los espíritus se comunican entre sí mientras uno está en el cuerpo y el otro en una esfera más elevada, y eso también cuando la persona que está en el cuerpo no es consciente del influjo, y por lo tanto no puede ser convencida del hecho; y esta verdad seguirá presentándose en forma de demostración viva y el mundo saludará con deleite la llegada de esa era en que el interior de los hombres se abrirá y se establecerá una comunicación intelectual, como la que ahora poseen los habitantes de Marte, Júpiter y Saturno.
El amanecer de una nueva era
A partir de semejantes declaraciones no es sorprendente que Davis haya sido considerado el san Juan Bautista del movimiento espiritista. Sus escritos inculcaron una sensación de expectativa en los Estados Unidos y explican por qué el público interpretó rápidamente los acontecimientos de Hydesville como signos de una nueva era.
Las cosas avanzaron con extraordinaria rapidez. Mientras ellas vivían con su hermana Leah, en Rochester, los espíritus explicaron a las chicas que debían alquilar el salón más grande de la ciudad y dar una demostración de sus poderes; lo hicieron el 14 de noviembre de 1848. Ahora, por fin, todo el asunto había salido a la luz y pronto se vio que la opinión pública estaba claramente dividida entre los adherentes entusiastas que habían estado esperando una revelación de este tipo y los escépticos, no menos decididos, que veían estas manifestaciones como una impostura en el mejor de los casos y como obra del demonio en el peor.
Las emociones estaban exacerbadas. Las chicas fueron ridiculizadas y sufrieron con frecuencia agresiones físicas; hasta se atentó contra sus vidas. Cuando un comité investigó los fenómenos y no pudo encontrar pruebas de superchería, sus conclusiones fueron ignoradas y se nombró un segundo comité, más severo. Cuando también éste informó que no había encontrado pruebas de engaño, los enemigos de las chicas se enfadaron aún más. Las hermanas Fox no podían llevar una vida normal. Se marcharon de Rochester a Troy, después a Albany, capital del estado, y finalmente a Nueva York, donde llegaron en junio de 1850.
Aunque es cierto que los procedimientos de investigación eran primitivos, desde el punto de vista actual, debemos aceptar que los neoyorquinos que acudieron a ver a las hermanas Fox no estaban dispuestos a que nadie se burlara de ellos; cientos de espectadores acudieron dispuestos a ser los que revelarían al mundo cómo se fraguaba la impostura, y salieron –si no persuadidos de que el mensaje de los espíritus era genuino– convencidos de que el fenómeno desafiaba las explicaciones normales. Horace Greeley, director del Tribune y uno de los hombres más influyentes del país, estaba persuadido de la honestidad de las chicas y se transformó en su ardiente paladín.
A esas alturas habían aparecido otros médiums que pretendían emular a las hermanas Fox, pero ninguno amenazó su preeminencia. Los fenómenos evolucionaron desde las preguntas y respuestas por medio de golpes hasta la escritura automática y las manifestaciones en voz alta, culminando en la comunicación oral, en la que los espíritus se «apoderaban» de las médium. Los mensajes eran acompañados por toda clase de fenómenos físicos: movimientos de muebles, teleportaciones, levitaciones de los asistentes o de la médiums, toda clase de ruidos y una amplia variedad de fenómenos luminosos. Una y otra vez, las hermanas fueron puestas a prueba, con más severidad cuando Kate se sometió a las investigaciones de William Crookes mientras visitaba Inglaterra. Crookes dio fe de su autenticidad con persuasiva insistencia:
Durante varios meses he disfrutado de la oportunidad casi ilimitada de comprobar los diversos fenómenos que ocurrían en presencia de esta dama, y examiné especialmente los fenómenos auditivos... Parece que sólo es necesario que coloque su mano en cualquier sustancia para que se produzcan en ella fuertes golpes, como una pulsación triple, que a veces son tan fuertes que se oyen a varias habitaciones de distancia. He escuchado... esos sonidos que provenían del suelo, las paredes, etc., cuando las manos y los pies de la médium estaban sujetos, cuando estaba de pie sobre una silla, cuando estaba suspendida del techo en un columpio y cuando se desvaneció en un sofá... Los comprobé de todas las formas que se me ocurrieron, hasta que tuve que llegar a la conclusión de que eran hechos auténticos y objetivos, no producidos mediante trucos o medios mecánicos.
Pero no todos estaban tan convencidos. Desde el principio, los escépticos afirmaron que las hermanas hacían trampa. Nunca lograron demostrar sus afirmaciones, y las explicaciones que proponían eran, en general, totalmente inadecuadas. Pero sus teorías iban a recibir un inesperado apoyo, primeramente de la familia de las hermanas Fox y después de las mismas médiums.
¿Confesión o Confusión?
El día en que las hermanas Fox admitieron haber cometido fraude, fue un día feliz para los escépticos. No obstante, esta confesión fue posteriormente revocada. ¿Qué pensar de las fundadoras del espiritismo?
Tres años después de aquellos acontecimientos que marcaron época, ocurridos el 17 de abril de 1851 en casa de la familia Fox, en Hydesville (Estados Unidos), una tal señora Culver hizo unas declaraciones en Arcadia (Nueva York) que causaron gran revuelo. Estaba emparentada con los Fox, ya que la hermana de su marido era la esposa de David, hermano de las Fox. Declaró que:
Durante dos años había creído sinceramente en la comunicación por golpeteos; sin embargo, algo que vi en una visita que hice a las hermanas me hizo sospechar que hacían trampa. Decidí que de alguna manera debía salir de dudas, y algún tiempo después me ofrecí a Catherine para ayudarla en sus demostraciones.
Catherine, al parecer, aceptó de buen grado su ofrecimiento, y pasó a enseñarle cómo se hacían los trucos:
Los golpes se producen con las puntas de los pies. Hay que utilizar todos los dedos. Después de practicar durante casi una semana, con Catherine al lado enseñándome, también yo fui capaz de producir estos golpes.
Hoy en día es imposible averiguar cuál fue el motivo de la revelación de la señora Culver. Puede que se tratara simplemente de amor a la verdad, o que hubiera por medio una cuestión de celos. A primera vista su revelación no parece que pueda explicar todos los fenómenos relacionados con las hermanas Fox.
Por otro lado, es un hecho que se observó y examinó una y otra vez a las hermanas y que nunca fueron descubiertas en flagrante impostura. Tal como señaló su defensor, Horace Greeley, editor del Tribune, era, en efecto, posible que muchas cosas de las que ellas realizaban las pudiera hacer también un mago en el escenario. Sin embargo éstos eran artistas profesionales con experiencia, y en cambio las dos niñas no poseían las mismas habilidades que ellos, ni estaban entrenadas.
Sin embargo, los razonamientos de sus defensores y los resultados favorables de las investigaciones fueron olvidados cuando el 24 de septiembre de 1888 Margaretta (entonces señora Kane) comunicó a un periodista del New York Herald que tenía la intención de revelar que su actuación como médium había sido un engaño desde el principio basta el fin. Su hermana menor, Catherine (entonces señora Jencken) acudió desde Inglaterra para apoyarla. El 21 de octubre se congregó en la Academia de la Música de New York una gran multitud que quería oír la confesión:
Estoy aquí esta noche para denunciar, como una de las fundadoras del espiritismo, que todo ha sido un engaño desde el principio al fin, que se trata de la más absurda de las supersticiones, la más vil blasfemia conocida en el mundo.
El New York Herald describió la reacción:
Se produjo un terrible silencio. Todos sabían que se encontraban ante la principal responsable del espiritismo, su fundadora, su más alta sacerdotisa y médium. Se puso de pie sobre una pequeña mesa de pino, calzada sólo con medias. Mientras ella se mantenía inmóvil pudieron oírse diversos golpes fuertes, tan pronto en las bambalinas, como detrás del escenario o en el pasillo... La señora Kane se excitó. Comenzó a dar palmadas, a bailar y chilló: «¡Es un engaño! ¡El espiritismo ha sido desde el principio al fin una farsa! ¡No es más que un truco! ¡No hay nada de verdad en ello!» Siguió un torrente de aplausos.
Ese hubiera debido ser el golpe mortal al movimiento de cuyo nacimiento Margaretta era responsable. No obstante, pese a que la mayoría de los presentes quedaron convencidos, otros no, y sus reservas se vieron justificadas al cabo de un año, cuando Catherine primero y Margaretta después se retractaron de su confesión. Margaretta recalcó que todo lo que había dicho en contra del espiritismo era «absolutamente falso». Se negó a decir quiénes la presionaron, pero mencionó que «altas jerarquías de la Iglesia Católica hicieron todo lo que pudieron para que entrara en un convento». De hecho, se había convertido al catolicismo poco después de la muerte de su marido.
También culpó a su hermana Leah, acusándola de haberlas arrastrado a ella y a Catherine en ese asunto. Pudo muy bien ser que Leah animara a sus hermanas menores y que, siendo la que tenía más sentido práctico y visión del futuro, tomara la decisión de embarcarse las tres en un tipo de vida en el que el stress emocional y social era inevitable. No obstante, nunca anteriormente sus hermanas habían mostrado resentimiento.
¿Cuál era, pues, la verdad que se escondía detrás de la confesión y posterior retractación? Indudablemente, si Margaretta era capaz de producir sobre el escenario golpes simulados, demostrando así sus facultades para engañar al público, hay motivos más que suficientes para pensar que también utilizó estos trucos durante sus actuaciones como médium.
La sospecha de que, al menos algunas veces, hacía trampa fue confirmada por una fuente inesperada: su marido. El explorador del Ártico Elisha Kent Kane se había enamorado de Margaretta cuando ésta contaba sólo 13 años de edad. En contra de la voluntad de su familia la estuvo cortejando durante tres años, hasta que finalmente se casó con ella. A su muerte, Margaretta publicó las cartas y versos que él había escrito durante aquellos años. Contenían abundantes pruebas de que su marido creía que hacía trampas. «Oh, Maggie –escribió en una carta–, ¿no te cansas nunca de esta monotonía sin fin de continuos engaños?» Y en otra: «No puedo soportar el pensar que estás enredada en un asunto de maldad y engaños.»
El hecho de que Margaretta autorizara la publicación de estos documentos acusatorios sugiere que era consciente de haber estado empleando trucos. Sin embargo, si aceptamos la declaración hecha en 1888 de que todo fue un engaño desde el principio al final, nos encontramos casi con tantas cuestiones por resolver como si aceptamos que todo es verídico. Una de las personas más famosas que se sentaren junto a las hermanas Fox fue la cantante Jenny Lind, que distinguió entre los fenómenos físicos y mentales: «Aunque vosotras fuerais capaces de producir estos sonidos, es imposible que contestéis las preguntas que me han sido contestadas esta noche.»
Nos han quedado docenas de testimonios contemporáneos de gente convencida –a menudo en contra de su escepticismo inicial– de las cualidades psíquicas de las hermanas Fox. Esto no significa que las actuaciones de las hermanas se aceptaran como lo que pretendían ser. Muchas personas entre ellas, Horace Greeley, admitían la veracidad del fenómeno como tal, pero mantenían una opinión más abierta con respecto a su naturaleza:
Sea cual sea el origen o la causa de los golpeteos, lo que es un hecho es que las señoritas en cuya presencia se dan estos ruidos no los producen. Las señoritas afirman haber sido informadas de que esto no es más que el comienzo de una nueva era, en la cual los espíritus encarnados estarán más estrecha y claramente conectados con aquellos que han adquirido inmortalidad... De todo esto no sabemos nada, ni podemos aventurar nada. Pero si nos limitáramos a escribir las preguntas que hicimos y las respuestas que obtuvimos durante una sesión, se nos acusaría de haberlo hecho adrede para apoyar la teoría que considera estos fenómenos como manifestaciones de espíritus difuntos.
Parece razonable atribuir las «confesiones» de las dos hermanas menores a los avatares de su vida personal: ambas eran aún colegialas cuando todo comenzó; ambas habían sido catapultadas desde un oscuro medio rural hasta una posición prominente en una de las ciudades más grandes del mundo. El trágico fin de la romántica historia de amor de Margaretta hubiera desequilibrado a cualquier muchacha menos vulnerable. Margaretta se dio a la bebida y a la droga, como había hecho su hermana antes de casarse con el abogado Henry Jencken. A pesar de que este matrimonio le dio dos hijos, terminó también con la temprana e inesperada muerte del marido. En estas circunstancias, y quizás influenciadas también por los enemigos del espiritismo, no es de extrañar que las dos hermanas –ninguna de las cuales fue nunca muy inteligente– llegaran a un estado de confusión en el que la verdad y la falsedad se confundían.
En 1904, cuando todas las hermanas Fox habían muerto, una de las paredes de su vieja casa de Hydesville se derrumbó. Entre las ruinas se encontró los restos de un cadáver. Fue imposible identificar a quién había pertenecido el cuerpo. Sin embargo, constituye una curiosa afirmación del «mensaje» que habían recibido las hermanas Fox medio siglo antes.
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