viernes, 17 de abril de 2009

¿Qué sucedió en Hanging Rock?

El melancólico paisaje australiano, rico en antiguos símbolos, fue en el año 1900 escenario de la misteriosa desaparición de un grupo de colegialas que participaban en una merienda campestre.

El día de San Valentín de 1900 amaneció soleado y hermoso en el pueblo de Woodend, cerca de Melbourne (Australia). Era el día de la excursión anual en el colegio para señoritas Appleyard, sitio en las afueras del pueblo, y a primera hora de la mañana un grupo de alumnas y profesoras de dicha escuela salieron con la intención de efectuar un almuerzo campestre en un hermoso paraje local. Al final del día cuatro personas habían desaparecido; tres de ellas no volverían a ser vistas nunca más.

Esta extraña historia se ha convertido en un episodio célebre, tan misterioso como el caso del buque abandonado, el Mary Celeste. Se ha convertido en tema de incontables teorías, numerosos artículos de revistas, al menos dos libros y una película, Picnic at Hanging Rock (1975). Pero como en tantos otros misterios históricos, lo acontecido en Hanging Rock no es todo lo que aparenta ser.

La historia nos cuenta que el grupo de chicas y profesoras partió en un coche alquilado para dirigirse a Hanging Rock a celebrar su almuerzo campestre anual. Un típico lugar de excursión al que solía acudir la gente de principios de siglo era una insólita formación geológica llamada Hanging Rock. Esta formación de origen volcánico y de varios millones de años de antigüedad se levanta majestuosamente unos 150 metros por encima de la llanura en que está emplazada, y culmina con la mezcla de piedras y monolitos en equilibrio que le dieron su nombre (Hanging Rock significa, en inglés, «roca que se balancea»). Muy cerca de la base de la roca había un buen lugar para comer y descansar, consistente en algunas improvisadas mesas de piedra y un adecuado y discreto servicio de lavabos.

El grupo escolar estaba compuesto por 19 chicas, la mayoría adolescentes; y dos profesoras; mademoiselle Diane de Poitiers, la más joven de las dos, enseñaba francés y danza, y Greta McCraw, una solterona escocesa de mediana edad, era la profesora de matemáticas. El otro adulto del grupo era Ben Hussey, conductor del coche alquilado por el colegio. Mistress Appleyard, la directora, no formaba parte de la expedición.

El grupo partió temprano aquel sábado por la mañana para cubrir los siete kilómetros que mediaban hasta el lugar del almuerzo, y llegaron poco antes del mediodía. El día era cálido y soleado, y después de comer la mayoría de las chicas dormitaban apaciblemente a la sombra de los árboles y las rocas. Algo más allá, al otro lado de un pequeño riachuelo que fluía de la pared de la roca, se había instalado otro pequeño grupo. Estaba compuesto por el coronel Fitzhubert (veterano del Ejército de la India, ahora retirado a climas más suaves), mistress Fitzhubert, su sobrino, el honorable Michael Fitzhubert (de visita y proveniente de Inglaterra) y el lacayo Albert Crundall.

Un paraje traicionero

Hacia las tres de la tarde, tres de las chicas mayores pidieron permiso a la profesora de francés para explorar la roca. Las tres jóvenes -Irma Leopold, Marion Quade y una muchacha a la que se recuerda simplemente como Miranda- tenían todas diecisiete años y destacaban por ser sensatas y responsables. Tras un breve comentario entre los adultos (durante el cual se observó que los relojes de Ben Hussey y de miss McCraw se habían parado a mediodía), se acordó dejarlas ir. Posteriormente dieron también permiso a Edith Horton, una chica más joven, de catorce años, para acompañarlas. Se advirtió a las cuatro que no subieran demasiado por la roca, que procuraran evitar los riscos, cuevas y precipicios, y que tuvieran cuidado con las serpientes, arañas y otros bichos peligrosos.

Las muchachas se alejaron de la zona de picnic, cruzaron el riachuelo y se perdieron de vista hacia las 3:30 de la tarde. Michael Fitzhubert y Albert Crundall, que estaban sentados junto al riachuelo, las vieron pasar; Irma iba delante, seguida de Marion, Miranda y Edith. Albert soltó un silbido piropeándolas, y Mike se levantó con la intención de seguirlas, pero desistió después de andar sólo unos metros, cuando ellas desaparecieron tras unos árboles.

En el lugar de la merienda todos dormían. Hacia las 4:30, Hussey deseaba ya reunir a todo el personal. Él y mademoiselle de Poitiers se dieron cuenta de que faltaba también miss McCraw; nadie la había visto marchar, pero se creía que había seguido a las chicas exploradoras. El grupo de Fitzhubert acababa de recoger sus cosas y se había marchado.

Irritados al principio y después cada vez más consternados, Hussey y mademoiselle de Poitiers buscaron a las ausentes. Hussey organizó a las chicas para que buscaran por parejas, dando voces a cada momento. Un rastro de helechos partidos y arbustos torcidos llevaba del este a la cara sur de la roca, pero más allá, donde empezaba el terreno propiamente rocoso, los rastros iban desapareciendo.

Los alarmados excursionistas buscaron durante casi una hora; hacia las 5:30, Edith Horton salió medio atontada de los matorrales del lado suroeste de la roca. Gritaba histéricamente y no pudo contar a los que la interrogaban nada de lo que había pasado. No había ninguna señal de Miranda, Irma, Marion y miss McCraw.

Al llegar la noche, los dos adultos decidieron reunir a las chicas que quedaban y volver al colegio. A la vuelta, se detuvieron en la comisaría de Woodend, donde Hussey informó de lo acontecido al agente Bumpher.

Al día siguiente, domingo, se inició una búsqueda activa de las mujeres que faltaban. Se pensaba que las muchachas y su maestra simplemente se habían perdido en el bosque, y la policía alistó a una serie de voluntarios, entre los cuales se hallaban Mike Fitzhubert y Albert Crundall, para buscarlas en la roca. Esta no fue tarea fácil, puesto que Hanging Rock es una zona traicionera, repleta de cuevas y abismos (tradicionalmente se creía que no tenían fin) cubiertos de espesos matorrales. Al cabo de un día de búsqueda, nada se había encontrado.

Mientras tanto, el médico de Woodend, el doctor McKenzie, examinaba a Edith Horton. Parecía sufrir una leve conmoción y presentaba numerosos cortes, arañazos y magulladuras debido a su carrera entre los matorrales, pero no heridas graves. No podía recordar nada de cuanto vivió en la roca. Sin embargo, a la semana siguiente, el miércoles, fue interrogada por el agente Bumpher, a quien inusitadamente reveló que cuando volvía había pasado cerca de miss McCraw, la cual se dirigía hacia la roca. La vio a cierta distancia, y la profesora no había prestado atención a los gritos de Edith. Además, Edith confesó avergonzada que la solterona, habitualmente tan recatada, vestía de modo indecente: no llevaba falda encima, solamente sus bragas.

La búsqueda continuó durante varios días, mientras la policía interrogaba sistemáticamente a todos los testigos. El joven Michael Fitzhubert parecía ser el más sospechoso en el caso de que se hubiese realizado un acto impúdico, pues él había sido la última persona que había visto a las chicas y admitió que había empezado a seguirlas. No obstante, no había ningún otro indicio de que él hubiese sido el responsable de la desaparición de las muchachas y, posiblemente debido a la presión ejercida por los influyentes Fitzhubert, la policía abandonó esta parte de la investigación.

El jueves siguiente a la excursión, la policía recurrió a un rastreador aborigen y a un sabueso. Tras haber olido ropa de miss McCraw, el sabueso siguió una pista que ascendía por la roca; luego se detuvo, con los pelos de punta y gruñendo durante casi 10 minutos, en una plataforma circular a medio camino de la cima; sin embargo, no encontró ninguna pista tangible. Convencida de que nadie podría haber sobrevivido durante tan largo tiempo en la espesura de los matorrales, la policía decidió abandonar la investigación.

Al día siguiente, viernes, Mike Fitzhubert y Albert Crundall decidieron investigar por su cuenta. Al final del día, sin haber encontrado nada, Mike decidió pasar la noche en la roca.

Albert volvió a la residencia del coronel Fitzhubert para excusar a Mike. A la mañana siguiente, cuando volvió a la roca, siguió el rastro de Mike y lo encontró inconsciente, con una insolación y un tobillo gravemente torcido. Mike fue llevado a casa y visitado por el doctor McKenzie; aquella noche Albert encontró en un bolsillo de Mike una nota escrita con precipitación y que, pese a su incoherencia, reflejaba que Mike había encontrado algo en la roca. En la mañana del domingo se llevó a cabo otra investigación y, con gran sorpresa por su parte, los buscadores hallaron a Irma Leopold.

¿Surgida de la nada?

Estaba inconsciente. Sufría varios golpes y pequeños cortes en la cabeza, y las uñas de sus manos estaban rotas, pero por otra parte no parecía muy afectada después de haber pasado más de una semana en el bosque: sus pies, descalzos, estaban limpios y sin marcas. Lo más extraordinario de todo era que le faltaba el corsé, pero no habían abusado sexualmente de ella. Cuando recobró el conocimiento, no podía recordar nada de lo que le había sucedido.

Y aquí acaba la historia. Irma no pudo decir nada de lo que le había ocurrido; Miranda, Marion y miss McCraw no serían vistas nunca más. Como consecuencia del episodio, las alumnas del colegio Appleyard fueron cambiadas de colegio, y aquél fue clausurado. Unos meses más tarde, mistress Appleyard se dirigió a Hanging Rock y subió sola. Su cuerpo fue hallado posteriormente al pie de un precipicio.

El misterio de Hanging Rock ha suscitado infinitas especulaciones. Para quienes no estén dispuestos a aceptar una explicación paranormal, existen dos posibilidades. Las chicas pudieron haberse perdido y muerto en la roca debido a las condiciones climatológicas. Sus cuerpos pudieron permanecer escondidos en la maleza al pie de un risco, o en una cueva donde pudieron haber caído, hasta ser devorados por los animales, insectos y bacterias (lo cual sucede bastante a menudo en el bosque australiano). La amnesia de Edith podría deberse a la histeria o a una caída; la de Irma, a la traumática experiencia de quedar separada de las demás y sobrevivir sola una semana. El corsé se lo debió de quitar para moverse más libremente (ésta pudo ser también la razón por la que miss McCraw se desprendió de su falda).

La segunda posibilidad es que las muchachas fuesen víctimas de algún crimen. Se ha sugerido la teoría de que Mike Fitzhubert y Albert Crundall pudieron haber raptado a las muchachas (después de asesinar a miss McCraw) y mantenerlas escondidas en las tierras del coronel para satisfacer sus deseos sexuales. Marion y Miranda, o bien murieron a causa de las lesiones sufridas, o fueron asesinadas; Irma debió de salvarse por azar. Desarrollando esta hipótesis, Mike pudo haber sido un pervertido sexual al que su familia hubiera enviado a las colonias para deshacerse de él; pero toda esta teoría se viene abajo por el hecho de que Irma siguiese siendo virgen.

Las demás teorías son menos sostenibles. Se ha sugerido que las chicas fueron misteriosamente atrapadas por un vehículo espacial. Ciertamente, la roca es lo suficientemente peculiar como para servir de faro intergaláctico, como la Torre del Diablo que aparece en la película Encuentros en la tercera fase (1977). La presencia de un OVNI podría explicar el hecho de que los relojes se parasen. Cuando Edith contaba que había visto a miss McCraw, dijo que había. percibido una misteriosa nube rosa hacia aquella hora; ¿es esto una prueba de que pudiese haber extraños objetos volantes en el espacio?

Otra teoría es que las muchachas pudiesen haber realizado algo así como un viaje en el tiempo, en el que se trasladaron a otra época pasada o futura. Esta teoría queda muy relacionada con la nube rosa, pues Christian Doppler y Albert Einstein sugirieron que los cuerpos que desaparecían de la vista a una velocidad tremendamente elevada adquirían un tono rojizo que la vista percibía: una distorsión del espectro de la luz. La nube rosa podría haber sido la desaparición de miss McCraw a enorme velocidad viajando a través del tiempo.

Otras ideas son que las chicas se introdujeron en un universo paralelo, o que las propiedades originarias de la roca absorbieron misteriosamente a las víctimas, teoría que la película Picnic at Hanging Rock, con su angustiosa visión del paisaje australiano y su afirmación de la roca como un gigantesco símbolo fálico, parecía favorecer.

Así pues, ¿qué sucedió exactamente en aquel lejano día de San Valentín?

Gran parte de la historia de Hanging Rock está basada en la novela de Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock (1967). Pese a que ésta es una obra de ficción, su creadora obviamente desea que sus lectores la tomen por una historia real. En el prefacio, la autora dice: «Si se trata de una realidad o de una ficción, mis lectores deben decidirlo por sí solos.» Al final del libro hay una larga cita, aparentemente extraída de un periódico de Melbourne, en el que se describen los rasgos más importantes de la historia. Otras circunstancias han contribuido a engañar a los investigadores. Todos los lugares mencionados en la historia existen, incluido un colegio para señoritas en Woodend. Los hermanos Hussey dirigían unos almacenes cerca de Woodend, y un tal doctor McKenzie trabajaba en las proximidades a finales del siglo XIX. Sin embargo, hoy en día no pueden hallarse referencias a las desapariciones.

De hecho, el día de San Valentín de 1900 cayó en miércoles, no en sábado. El colegio para señoritas (llamado Clyde College) fue inaugurado en 1910 en un suburbio de Melbourne, y no pasó a Woodend hasta 1919. Ni el periódico local, el Woodend Star, ni los dos diarios de Melbourne, el Age y el Argus, hablaron de las desapariciones en febrero de 1900, ni tampoco en años anteriores ni posteriores. La cita periodística del final de la novela dice que Irma fue entrevistada varias veces por la Society for Psychical Research: dichas entrevistas no han podido ser localizadas.

Ante esta falta de pruebas, Joan Lindsay se mantiene inquiétantemente enigmática. En una entrevista con un periódico de Melbourne, en 1977, se le preguntó sin reservas:

«¿Es su novela una realidad o una ficción?» «Para mí, ésta es una pregunta imposible de contestar -replicó-. La realidad y la ficción están íntimamente relacionadas.»

De cualquier manera, poco parece importar si la historia es verdadera o no. Parece haber pasado ya a formar parte de la mitología moderna. La gente que ha leído el libro o ha visto la película asegurarán que los acontecimientos descritos sucedieron en realidad. Al parecer, la historia ha cuajado perfectamente en el inconsciente colectivo australiano.

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