Hoy está considerado como el mago más importante de nuestro siglo, del que surgió buena parte del ocultismo moderno. Sus contemporáneos le calificaron como «la bestia humana» o «el hombre más perverso del mundo». Sin embargo, esa leyenda negra estaba sostenida por el interés del propio Aleister Crowley en escandalizar a la pacata sociedad victoriana que le rodeaba.
A los ocho años Aleister Crowley cogió un gato, le administró arsénico y, para que no opusiera resistencia, le suministró cloroformo. Así pudo gasearle en el horno, después quemarle y, tras otras torturas, le despellejó vivo.
Su madre le llamaba «La Bestia» y «666» porque su hijo le recordaba las dos bestias del Apocalipsis, cuyo texto dice: «Vi como salía del mar una bestia, que tenía diez cuernos y siete cabezas... Abrió su boca en blasfemias contra Dios... Fuéle otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos... El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis».
El niño no se amilanaba ante la comparación y la llamaba «estúpida santurrona». Cuando su madre murió, ya adulto, añadió «¡que el diablo tenga su alma!». Crowley no sentía más simpatía por su padre, llegando a sustituir su nombre, Edward Alexander, por el de Aleister.
No hubo persona a la que no destrozara, juramento que no incumpliera, vicio que no probara. Su primera mujer era hermana de uno de sus amigos, una joven viuda harta del acoso de sus pretendientes, a la que Crowley ofreció «matrimonio sin consumación» para que se librase de ellos. Se casaron y, a las pocas horas, Crowley incumplía su compromiso. Ella se hizo alcohólica y murió en uno de sus delirium tremens. Antes de divorciarse, Crowley casi mata a su suegra al tirarla por la escalera cuando la echaba a patadas de su casa.
Su segunda esposa también acabó alcoholizada. Él mismo era un drogadicto que consumía heroína, cocaína, opio, hachís, marihuana, peyote y mescal, entre otras drogas.
Era bisexual y le gustaba colgar a sus amantes boca abajo en el guardarropa y marcarles con sus dos caninos que, según dicen, se afiló con este propósito. Algunos de sus discípulos sufrieron alteraciones nerviosas, como Lord Tankerville o Victor Neuburg al que Crowley maldijo. Victor decía que esa era la razón de sus múltiples enfermedades.
Otros tuvieron menos suerte y perdieron la vida como Raoul Loveday, de quien se dijo que había sido envenenado por «La Bestia». También murió Alexis Pache, un alpinista suizo, cuando se encontraba a solas con Crowley en una escalada. Otro, Norman Mudd, se suicidó. Pero no sólo sus discípulos; también uno de sus maestros, Liddell MacGregor Mathers, murió convencido de que le aniquilaban las poderosas emanaciones mágicas procedentes de Crowley.
Los periódicos de la época le llamaron, entre otras lindezas: «el hombre más perverso del mundo», «el rey de la depravación», «el hombre al que nos gustaría ahorcar», «el caníbal», «la bestia humana», y el peor insulto para un inglés de su época, «germanófilo».
Ni siquiera con su muerte cesaron los ataques furibundos, incluso del máximo representante de la justicia británica, el Ministro de Su Graciosa Majestad, quien declaró: «Aleister Crowley es el personaje más inmundo y más perverso del Reino Unido».
Esta es la leyenda que le acompañó toda su vida, azuzada por la prensa durante más de treinta años. No hay perversidad, ni crimen, ni acción maligna de la que no fuese acusado. Pero en el año 2001 no estamos en la Inglaterra victoriana y el mundo es hoy mucho más tolerante y libre que lo que era a principios del siglo XX.
La otra cara de la leyenda
Algunas de las «maldades» de Crowley como, por ejemplo, tomar el sol desnudo en la playa pueden hacernos reír. Pero sólo hasta que recordamos que en los años sesenta hubo que imponer la tolerancia en las playas para que los turistas nos dejaran sus divisas.
A la luz de sus biógrafos, podemos entender mejor la leyenda negra creada alrededor de su persona. Trasladémonos a Leamington, en el condado inglés de Warcwickshire, el 12 de octubre de 1875. Acaba de nacer Edward Alexander, que más tarde conoceremos como Aleister Crowley.
Su infancia se desenvuelve en un ambiente opresivo y puritano, ya que sus padres pertenecen a la secta más intransigente y rigurosa de la época, los «Hermanos de Plymouth». Para ellos todo es pecado o debilidad inaceptable. Por eso, Emilie, su madre, nunca le abraza, ni le besa, ni le cuenta cuentos, ni le deja leer ningún libro, excepto la Biblia.
Aleister, a pesar de la rigidez familiar, hace trastadas que Emilie castiga llamándole «la Bestia del Apocalipsis», el sumum de la maldad para los «Hermanos de Plymouth». Él se defiende asumiendo el nombre de «La Bestia» y rebelándose contra todo aquello que representa su familia. Si en nombre del «bien» le torturaban y le hacían desgraciado, él adoraría al «mal». Se convertirá así en un mago luciferino, que no diabólico, adorador sistemático del mal.
En una de sus conferencias explicará por qué torturó al gato que mencionábamos al principio. Su madre le había dicho que los gatos tenían nueve vidas y decidió comprobarlo constatando, una vez más, que sus enseñanzas eran falsas. El torturador del gato no era un sádico desalmado, sino un crío inquisitivo.
Su padre, el hombre cuya boca nunca había blasfemado o dicho una injuria, que había abandonado su imperio económico para dedicarse a la religión, muere de cáncer de lengua, cuando Aleister tiene doce años. Su tío materno se encargará de que su educación sea aún más rígida a partir de entonces.
El Crowley adolescente, con una inteligencia superior a la normal y en un ambiente represivo, se salta continuamente las reglas. Desde leer a escondidas, a perder la virginidad a los catorce años con una de las criadas, pero ¡en la cama de mamá! que tiene más mérito transgresor.
A los diecisiete años, su madre y su tío deciden dejarle por imposible e ingresa en el Trinity College de Cambridge sintiéndose, por primera vez en su vida, libre. Sorprendentemente, no le escatiman los medios económicos, y él los aprovecha para divertirse, salir, beber o tener relaciones. Pero Crowley también estudia y mucho, aunque se niega a examinarse. Sin embargo, su erudición y seriedad en el trabajo es tal que el Profesor Hastings cuenta con él como colaborador en la «Enciclopedia de la Historia de las Religiones y de la Ética».
En esta época, se rebela contra la hipocresía social, haciéndose pasar por Conde Ruso y publicando una obra erótica: White Stains (Manchas Blancas) que se la dedica a su «pío» tío materno.
El escándalo es tal que prepara una conferencia: «La miseria sexual en Gran Bretaña, por el Doctor Aleister Crowley, escapado de la Universidad de Cambridge. Preside la sala un tapiz indio con un enorme falo, y Crowley se dirige a los asistentes: «¡Las manchas blancas no están sólo en las sábanas sino en las gafas de los que "ven" febrilmente la perversión!».
Se hace amigo de intelectuales y artistas con continuas estancias en Londres y en París, donde conoce al escultor Rodin, al novelista Somerset Maughan, a la bailarina Isadora Duncan, a Rilke, el poeta, etc... Descubre el alpinismo, que ejerce con entusiasmo, participando en importantes expediciones a los Alpes, el Himalaya y México, generalmente acompañado del científico Oscar Eckenstein.
Nace el mago
El hombre que está considerado como el mago más importante del siglo XX se ha ido preparando, probablemente sin saberlo, para la magia. Dispone de un profundo saber religioso por su colaboración en la Enciclopedia del Profesor Hastings. Tiene conocimientos científicos, es un excelente ajedrecista, sabe astrología y su carta astral indica que es un semidios. Además, apuntan sus seguidores, ha nacido con las señales búdicas: la lengua pegada que requirió cirugía a los dos días de su nacimiento, la fimosis de la que le operaron a los quince años y los cuatro pelos en forma de esvástica al lado del corazón que indica encarnaciones sobrenaturales.
Crowley comienza su camino mágico de forma consciente en Cambridge al leer el libro de Mathers: «La Cábala desvelada». Después descubrirá la compilación del ceremonial mágico realizada por A.E. White. El 31 de diciembre de 1896, en Estocolmo, tiene su primera experiencia de liberación interior: «Descubrí que poseía una capacidad mágica que formaba parte de mí. Fue una experiencia dolorosa y terrible a la vez, que me dio la llave del placer y el éxtasis espiritual».
A los veintitrés años ingresa en la Golden Dawn, la más importante sociedad iniciática del mundo moderno, con conexiones en toda Europa y gran influencia en su historia reciente. Su jefe es Mathers y Crowley recibe el nombre de Perdurabo, montando un templo de magia blanca y otro de negra.
En este período los logros mágicos son constantes y Crowley asegura realizar viajes y entrevistas astrales, materializaciones de los elementales, de los silfos y de diversas fuerzas celestiales y demoníacas.
Mathers encuentra en París un manuscrito del siglo XV, «El libro de la magia sagrada de Abramelin el mago», y este se va a convertir en el centro de los estudios y prácticas de Crowley. Para ello precisa construir un oratorio en lugar mágico, aislado y tranquilo que encuentra en Escocia: la finca Boleskine, frente al lago Ness.
Allí construye Crowley su oratorio según establece el libro, con una, salita para los espíritus. En ese lugar conjura a su Ángel de la Guarda, su verdadero ser, con quien establece una perfecta comunión. Sólo cuando lo consigue puede convocar a los cientos de espíritus, ángeles y demonios, que figuran en el citado grimorio y realizar talismanes.
Boleskine le permite provocar de nuevo. Cambia el título de Conde Svareff por el de Señor de Boleskine y viste la falda escocesa ante la alegría de las damas que pueden ver sus estupendas piernas.
Otro país clave en la vida de Crowley es la India. Allí se inicia en el tantrismo, la erótica sagrada, el sexo sagrado como vía de acceso al conocimiento iniciático, que practicaría asiduamente con hombres y mujeres, y en China descubre el I Ching.
Con la llegada del siglo XX, Crowley inicia un período de grandes viajes por todo el mundo en la línea de su admirado Sir Richard Burton.
En 1901 la muerte de la reina Victoria le pilla en México, preparando una de sus escaladas. Cuando el alcalde de Amecameca le da la noticia, Crowley se pone a lanzar gritos de júbilo y a bailar una frenética danza de los pieles rojas, explicando al alcalde que la muerte de la reina era el fin del peor símbolo humano de intolerancia social y religiosa.
México se convierte en un país clave en su vida al entrar en contacto con Don Jesús Medina, que le introduce en la masonería y en los secretos de mayas y aztecas. Es aquí donde Crowley asegura haber verificado su método para lograr la invisibilidad y haber descubierto la llave secreta de la Gran Obra.
La mujer escarlata
El mago ha buscado en vano a la mujer escarlata que pueda ser compañera de vida y de magia. Por fin la halla en su esposa, Rose Kelly, con la que llega a Egipto, haciéndose pasar por un príncipe persa. Rose, la mujer a la que, según la leyenda, Crowley habría forzado, era feliz con él.
A través suyo, el dios Horus, le manda que entre en la sala de la Gran Pirámide a mediodía de los días 8, 9 y 10 de Abril de 1904 y que escriba todo lo que oiga. Crowley así lo hace y escribe «El Libro de la Ley», un libro de inspiración divina y por tanto sagrado. Crowley era el mensajero de su verdad trascendental: el ocaso de los dioses ha llegado y una nueva época ha comenzado. El nuevo «eon» liberará al hombre a través del conocimiento de su libro, la esencia de la ley será: «Haz lo que quieras». Según este principio no hay ley por encima de la voluntad individual.
En 1920, Crowley vive de acuerdo con el Libro de la Ley en el pueblo siciliano de Cefalú donde funda la Abadía de Thelema con sus dos amantes y sus hijos, en la que recibe múltiples visitas. «Haz lo que quieras» se concreta en una vida comunal en la que hay libertad sexual, droga y magia.
A Cefalú llega un joven especialmente dotado, Raoul Loveday, en el que Crowley cree ver su heredero. Pero éste muere y el escándalo hace que Mussolini ordene la expulsión de toda la comuna.
Se enfrenta entonces a una de las épocas más amargas de su vida, de la que le salvará la O.T.O. (Orden de los Templarios de Oriente) llevándoselo a Alemania. Durante el resto de su vida continuaron acosándole y acusándole, suspendiendo la publicación de sus obras y cancelando sus intervenciones públicas.
El 1 de diciembre de 1947, a los setenta y dos años de edad, Crowley moría de una crisis cardíaca. Una edad sorprendente para un drogadicto del que se decía que tomaba once gramos diarios de heroína. Sus últimas palabras fueron: «Estoy perplejo».
Y en los años 60... resucitó
La Bestia había muerto y cuando sus contemporáneos creían descansar de ella, sus nietos la subían a los altares. Los Beatles incluyeron su foto en la portada de «Sargent Pepper's» bajo un texto que decía: «Gente que nos gusta». Los Rolling Stones se inspiraron en él para su elepé «Their Satanic Majesties Request» y especialmente en su canción «Simpathy for the devil». Los hippies predicaban y practicaban el amor libre, consumían drogas y vivían en comunas como él.
En California, algunos de sus seguidores, como Manson, asesino de Sharon Tate, realizaban ritos satánicos. En la década de los 70, David Bowie habla de Crowley en su álbum «Hunky Dory». Posteriormente, grupos de rock duro como Iron Maiden están influenciados por el ocultismo en sus letras y en las portadas de sus discos. Jimmy Page (Led Zeppelin) incluye en una de sus canciones el lema del Libro de la Ley: «Haz lo que quieras».
Sin embargo hay un hecho a favor de Crowley: nunca pudieron probar nada contra él aunque lo intentaron. Basta recordar que la sociedad victoriana en la que vivió, envió a Oscar Wilde a la cárcel durante dos años por homosexual y le desterró hasta su muerte. Nada les hubiera gustado más que hacer lo mismo con Crowley. ¿Acaso fue más hábil o simplemente inocente?.
Crowley y España
El primer contacto de Crowley con España se produce en Cambridge donde partidarios carlistas recogen fondos y reclutan jóvenes. La detención del barco enviado con armas y municiones impide que Crowley acabe en nuestro país.
En 1908, junto con Victor Neuburg, realizará un viaje iniciático en el que recorren el país a pie. Desde Bayona cruzan los Pirineos y pasan por Pamplona, Logroño, Soria, Burgo de Osma, Aranda de Duero y Madrid. En su recorrido les confunden con mendigos, bandidos y anarquistas, llegando a arrestarles, pues nadie entiende que quieran recorrer el país a pie. En sus «Confesiones», Crowley dice que la gente es sucia, salvaje y vive en condiciones miserables.
En el Museo del Prado contempla el que considera el mejor cuadro del mundo: Las Meninas de Velázquez. «Me enseñó lo único que quería saber de la pintura: que el sujeto del cuadro es una mera excusa para mostrar formas y colores de tal forma que expresen la parte más íntima y recóndita de su autos».
El estado físico de Neuburg no es bueno y deciden continuar por tren. Así llegan a Granada y Ronda; pasando finalmente a Gibraltar. Años después, a la vuelta de un viaje por África, Crowley volvería a Granada y visita la Alhambra donde tiene la sensación de haber vivido en una reencarnación anterior: «...debía tener por costumbre ir a la torre occidental para mirar el valle y la ciudad, con la sierra al fondo...»
Un día acude a ver bailar y cantar a las gitanas y vive una noche de amor inolvidable que cuenta en uno de sus poemas de «Nubes sin agua»: «Tu pelo estaba lleno de rosas a la caída del rocío mientras bailábamos. La bruja encantando y el paladín en trance. A la luz de las estrellas mientras tejíamos una red seda y acero. Inmemorial como el marmol en las salas de Boabdil...»
A los ocho años Aleister Crowley cogió un gato, le administró arsénico y, para que no opusiera resistencia, le suministró cloroformo. Así pudo gasearle en el horno, después quemarle y, tras otras torturas, le despellejó vivo.
Su madre le llamaba «La Bestia» y «666» porque su hijo le recordaba las dos bestias del Apocalipsis, cuyo texto dice: «Vi como salía del mar una bestia, que tenía diez cuernos y siete cabezas... Abrió su boca en blasfemias contra Dios... Fuéle otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos... El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis».
El niño no se amilanaba ante la comparación y la llamaba «estúpida santurrona». Cuando su madre murió, ya adulto, añadió «¡que el diablo tenga su alma!». Crowley no sentía más simpatía por su padre, llegando a sustituir su nombre, Edward Alexander, por el de Aleister.
No hubo persona a la que no destrozara, juramento que no incumpliera, vicio que no probara. Su primera mujer era hermana de uno de sus amigos, una joven viuda harta del acoso de sus pretendientes, a la que Crowley ofreció «matrimonio sin consumación» para que se librase de ellos. Se casaron y, a las pocas horas, Crowley incumplía su compromiso. Ella se hizo alcohólica y murió en uno de sus delirium tremens. Antes de divorciarse, Crowley casi mata a su suegra al tirarla por la escalera cuando la echaba a patadas de su casa.
Su segunda esposa también acabó alcoholizada. Él mismo era un drogadicto que consumía heroína, cocaína, opio, hachís, marihuana, peyote y mescal, entre otras drogas.
Era bisexual y le gustaba colgar a sus amantes boca abajo en el guardarropa y marcarles con sus dos caninos que, según dicen, se afiló con este propósito. Algunos de sus discípulos sufrieron alteraciones nerviosas, como Lord Tankerville o Victor Neuburg al que Crowley maldijo. Victor decía que esa era la razón de sus múltiples enfermedades.
Otros tuvieron menos suerte y perdieron la vida como Raoul Loveday, de quien se dijo que había sido envenenado por «La Bestia». También murió Alexis Pache, un alpinista suizo, cuando se encontraba a solas con Crowley en una escalada. Otro, Norman Mudd, se suicidó. Pero no sólo sus discípulos; también uno de sus maestros, Liddell MacGregor Mathers, murió convencido de que le aniquilaban las poderosas emanaciones mágicas procedentes de Crowley.
Los periódicos de la época le llamaron, entre otras lindezas: «el hombre más perverso del mundo», «el rey de la depravación», «el hombre al que nos gustaría ahorcar», «el caníbal», «la bestia humana», y el peor insulto para un inglés de su época, «germanófilo».
Ni siquiera con su muerte cesaron los ataques furibundos, incluso del máximo representante de la justicia británica, el Ministro de Su Graciosa Majestad, quien declaró: «Aleister Crowley es el personaje más inmundo y más perverso del Reino Unido».
Esta es la leyenda que le acompañó toda su vida, azuzada por la prensa durante más de treinta años. No hay perversidad, ni crimen, ni acción maligna de la que no fuese acusado. Pero en el año 2001 no estamos en la Inglaterra victoriana y el mundo es hoy mucho más tolerante y libre que lo que era a principios del siglo XX.
La otra cara de la leyenda
Algunas de las «maldades» de Crowley como, por ejemplo, tomar el sol desnudo en la playa pueden hacernos reír. Pero sólo hasta que recordamos que en los años sesenta hubo que imponer la tolerancia en las playas para que los turistas nos dejaran sus divisas.
A la luz de sus biógrafos, podemos entender mejor la leyenda negra creada alrededor de su persona. Trasladémonos a Leamington, en el condado inglés de Warcwickshire, el 12 de octubre de 1875. Acaba de nacer Edward Alexander, que más tarde conoceremos como Aleister Crowley.
Su infancia se desenvuelve en un ambiente opresivo y puritano, ya que sus padres pertenecen a la secta más intransigente y rigurosa de la época, los «Hermanos de Plymouth». Para ellos todo es pecado o debilidad inaceptable. Por eso, Emilie, su madre, nunca le abraza, ni le besa, ni le cuenta cuentos, ni le deja leer ningún libro, excepto la Biblia.
Aleister, a pesar de la rigidez familiar, hace trastadas que Emilie castiga llamándole «la Bestia del Apocalipsis», el sumum de la maldad para los «Hermanos de Plymouth». Él se defiende asumiendo el nombre de «La Bestia» y rebelándose contra todo aquello que representa su familia. Si en nombre del «bien» le torturaban y le hacían desgraciado, él adoraría al «mal». Se convertirá así en un mago luciferino, que no diabólico, adorador sistemático del mal.
En una de sus conferencias explicará por qué torturó al gato que mencionábamos al principio. Su madre le había dicho que los gatos tenían nueve vidas y decidió comprobarlo constatando, una vez más, que sus enseñanzas eran falsas. El torturador del gato no era un sádico desalmado, sino un crío inquisitivo.
Su padre, el hombre cuya boca nunca había blasfemado o dicho una injuria, que había abandonado su imperio económico para dedicarse a la religión, muere de cáncer de lengua, cuando Aleister tiene doce años. Su tío materno se encargará de que su educación sea aún más rígida a partir de entonces.
El Crowley adolescente, con una inteligencia superior a la normal y en un ambiente represivo, se salta continuamente las reglas. Desde leer a escondidas, a perder la virginidad a los catorce años con una de las criadas, pero ¡en la cama de mamá! que tiene más mérito transgresor.
A los diecisiete años, su madre y su tío deciden dejarle por imposible e ingresa en el Trinity College de Cambridge sintiéndose, por primera vez en su vida, libre. Sorprendentemente, no le escatiman los medios económicos, y él los aprovecha para divertirse, salir, beber o tener relaciones. Pero Crowley también estudia y mucho, aunque se niega a examinarse. Sin embargo, su erudición y seriedad en el trabajo es tal que el Profesor Hastings cuenta con él como colaborador en la «Enciclopedia de la Historia de las Religiones y de la Ética».
En esta época, se rebela contra la hipocresía social, haciéndose pasar por Conde Ruso y publicando una obra erótica: White Stains (Manchas Blancas) que se la dedica a su «pío» tío materno.
El escándalo es tal que prepara una conferencia: «La miseria sexual en Gran Bretaña, por el Doctor Aleister Crowley, escapado de la Universidad de Cambridge. Preside la sala un tapiz indio con un enorme falo, y Crowley se dirige a los asistentes: «¡Las manchas blancas no están sólo en las sábanas sino en las gafas de los que "ven" febrilmente la perversión!».
Se hace amigo de intelectuales y artistas con continuas estancias en Londres y en París, donde conoce al escultor Rodin, al novelista Somerset Maughan, a la bailarina Isadora Duncan, a Rilke, el poeta, etc... Descubre el alpinismo, que ejerce con entusiasmo, participando en importantes expediciones a los Alpes, el Himalaya y México, generalmente acompañado del científico Oscar Eckenstein.
Nace el mago
El hombre que está considerado como el mago más importante del siglo XX se ha ido preparando, probablemente sin saberlo, para la magia. Dispone de un profundo saber religioso por su colaboración en la Enciclopedia del Profesor Hastings. Tiene conocimientos científicos, es un excelente ajedrecista, sabe astrología y su carta astral indica que es un semidios. Además, apuntan sus seguidores, ha nacido con las señales búdicas: la lengua pegada que requirió cirugía a los dos días de su nacimiento, la fimosis de la que le operaron a los quince años y los cuatro pelos en forma de esvástica al lado del corazón que indica encarnaciones sobrenaturales.
Crowley comienza su camino mágico de forma consciente en Cambridge al leer el libro de Mathers: «La Cábala desvelada». Después descubrirá la compilación del ceremonial mágico realizada por A.E. White. El 31 de diciembre de 1896, en Estocolmo, tiene su primera experiencia de liberación interior: «Descubrí que poseía una capacidad mágica que formaba parte de mí. Fue una experiencia dolorosa y terrible a la vez, que me dio la llave del placer y el éxtasis espiritual».
A los veintitrés años ingresa en la Golden Dawn, la más importante sociedad iniciática del mundo moderno, con conexiones en toda Europa y gran influencia en su historia reciente. Su jefe es Mathers y Crowley recibe el nombre de Perdurabo, montando un templo de magia blanca y otro de negra.
En este período los logros mágicos son constantes y Crowley asegura realizar viajes y entrevistas astrales, materializaciones de los elementales, de los silfos y de diversas fuerzas celestiales y demoníacas.
Mathers encuentra en París un manuscrito del siglo XV, «El libro de la magia sagrada de Abramelin el mago», y este se va a convertir en el centro de los estudios y prácticas de Crowley. Para ello precisa construir un oratorio en lugar mágico, aislado y tranquilo que encuentra en Escocia: la finca Boleskine, frente al lago Ness.
Allí construye Crowley su oratorio según establece el libro, con una, salita para los espíritus. En ese lugar conjura a su Ángel de la Guarda, su verdadero ser, con quien establece una perfecta comunión. Sólo cuando lo consigue puede convocar a los cientos de espíritus, ángeles y demonios, que figuran en el citado grimorio y realizar talismanes.
Boleskine le permite provocar de nuevo. Cambia el título de Conde Svareff por el de Señor de Boleskine y viste la falda escocesa ante la alegría de las damas que pueden ver sus estupendas piernas.
Otro país clave en la vida de Crowley es la India. Allí se inicia en el tantrismo, la erótica sagrada, el sexo sagrado como vía de acceso al conocimiento iniciático, que practicaría asiduamente con hombres y mujeres, y en China descubre el I Ching.
Con la llegada del siglo XX, Crowley inicia un período de grandes viajes por todo el mundo en la línea de su admirado Sir Richard Burton.
En 1901 la muerte de la reina Victoria le pilla en México, preparando una de sus escaladas. Cuando el alcalde de Amecameca le da la noticia, Crowley se pone a lanzar gritos de júbilo y a bailar una frenética danza de los pieles rojas, explicando al alcalde que la muerte de la reina era el fin del peor símbolo humano de intolerancia social y religiosa.
México se convierte en un país clave en su vida al entrar en contacto con Don Jesús Medina, que le introduce en la masonería y en los secretos de mayas y aztecas. Es aquí donde Crowley asegura haber verificado su método para lograr la invisibilidad y haber descubierto la llave secreta de la Gran Obra.
La mujer escarlata
El mago ha buscado en vano a la mujer escarlata que pueda ser compañera de vida y de magia. Por fin la halla en su esposa, Rose Kelly, con la que llega a Egipto, haciéndose pasar por un príncipe persa. Rose, la mujer a la que, según la leyenda, Crowley habría forzado, era feliz con él.
A través suyo, el dios Horus, le manda que entre en la sala de la Gran Pirámide a mediodía de los días 8, 9 y 10 de Abril de 1904 y que escriba todo lo que oiga. Crowley así lo hace y escribe «El Libro de la Ley», un libro de inspiración divina y por tanto sagrado. Crowley era el mensajero de su verdad trascendental: el ocaso de los dioses ha llegado y una nueva época ha comenzado. El nuevo «eon» liberará al hombre a través del conocimiento de su libro, la esencia de la ley será: «Haz lo que quieras». Según este principio no hay ley por encima de la voluntad individual.
En 1920, Crowley vive de acuerdo con el Libro de la Ley en el pueblo siciliano de Cefalú donde funda la Abadía de Thelema con sus dos amantes y sus hijos, en la que recibe múltiples visitas. «Haz lo que quieras» se concreta en una vida comunal en la que hay libertad sexual, droga y magia.
A Cefalú llega un joven especialmente dotado, Raoul Loveday, en el que Crowley cree ver su heredero. Pero éste muere y el escándalo hace que Mussolini ordene la expulsión de toda la comuna.
Se enfrenta entonces a una de las épocas más amargas de su vida, de la que le salvará la O.T.O. (Orden de los Templarios de Oriente) llevándoselo a Alemania. Durante el resto de su vida continuaron acosándole y acusándole, suspendiendo la publicación de sus obras y cancelando sus intervenciones públicas.
El 1 de diciembre de 1947, a los setenta y dos años de edad, Crowley moría de una crisis cardíaca. Una edad sorprendente para un drogadicto del que se decía que tomaba once gramos diarios de heroína. Sus últimas palabras fueron: «Estoy perplejo».
Y en los años 60... resucitó
La Bestia había muerto y cuando sus contemporáneos creían descansar de ella, sus nietos la subían a los altares. Los Beatles incluyeron su foto en la portada de «Sargent Pepper's» bajo un texto que decía: «Gente que nos gusta». Los Rolling Stones se inspiraron en él para su elepé «Their Satanic Majesties Request» y especialmente en su canción «Simpathy for the devil». Los hippies predicaban y practicaban el amor libre, consumían drogas y vivían en comunas como él.
En California, algunos de sus seguidores, como Manson, asesino de Sharon Tate, realizaban ritos satánicos. En la década de los 70, David Bowie habla de Crowley en su álbum «Hunky Dory». Posteriormente, grupos de rock duro como Iron Maiden están influenciados por el ocultismo en sus letras y en las portadas de sus discos. Jimmy Page (Led Zeppelin) incluye en una de sus canciones el lema del Libro de la Ley: «Haz lo que quieras».
Sin embargo hay un hecho a favor de Crowley: nunca pudieron probar nada contra él aunque lo intentaron. Basta recordar que la sociedad victoriana en la que vivió, envió a Oscar Wilde a la cárcel durante dos años por homosexual y le desterró hasta su muerte. Nada les hubiera gustado más que hacer lo mismo con Crowley. ¿Acaso fue más hábil o simplemente inocente?.
Crowley y España
El primer contacto de Crowley con España se produce en Cambridge donde partidarios carlistas recogen fondos y reclutan jóvenes. La detención del barco enviado con armas y municiones impide que Crowley acabe en nuestro país.
En 1908, junto con Victor Neuburg, realizará un viaje iniciático en el que recorren el país a pie. Desde Bayona cruzan los Pirineos y pasan por Pamplona, Logroño, Soria, Burgo de Osma, Aranda de Duero y Madrid. En su recorrido les confunden con mendigos, bandidos y anarquistas, llegando a arrestarles, pues nadie entiende que quieran recorrer el país a pie. En sus «Confesiones», Crowley dice que la gente es sucia, salvaje y vive en condiciones miserables.
En el Museo del Prado contempla el que considera el mejor cuadro del mundo: Las Meninas de Velázquez. «Me enseñó lo único que quería saber de la pintura: que el sujeto del cuadro es una mera excusa para mostrar formas y colores de tal forma que expresen la parte más íntima y recóndita de su autos».
El estado físico de Neuburg no es bueno y deciden continuar por tren. Así llegan a Granada y Ronda; pasando finalmente a Gibraltar. Años después, a la vuelta de un viaje por África, Crowley volvería a Granada y visita la Alhambra donde tiene la sensación de haber vivido en una reencarnación anterior: «...debía tener por costumbre ir a la torre occidental para mirar el valle y la ciudad, con la sierra al fondo...»
Un día acude a ver bailar y cantar a las gitanas y vive una noche de amor inolvidable que cuenta en uno de sus poemas de «Nubes sin agua»: «Tu pelo estaba lleno de rosas a la caída del rocío mientras bailábamos. La bruja encantando y el paladín en trance. A la luz de las estrellas mientras tejíamos una red seda y acero. Inmemorial como el marmol en las salas de Boabdil...»
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