martes, 26 de mayo de 2009

Levitación: Desafío a la gravedad

La posibilidad de vencer la fuerza de gravedad puede ser el resultado de un largo adiestramiento, o puede presentarse espontáneamente, asombrando tanto al que levita como a quienes le observan. Muchos pueblos antiguos conocieron el arte de la levitación. Pero también en la actualidad, algunas personas afirman que pueden lograr la ingravidez a voluntad.

Tres destacados miembros de la sociedad londinense del siglo pasado fueron testigos, el 16 de diciembre de 1868, de un incidente tan extraordinario que aún sigue provocando controversias.

El vizconde Adare, el señor Lindsay y el capitán Wynne contemplaron cómo el famoso médium Daniel Dunglas Home se elevaba en el aire, salía flotando por una ventana de la casa -se encontraban en Londres- y entraba también flotando, por otra, a unos 24 m de altura, según dijeron los testigos. D.D. Home se hizo famoso sobre todo por sus levitaciones, arte que ejercía sobre sí mismo y sobre otros objetos -en una ocasión, un piano de cola-; pero no fue el único que gozó de la «imposible» capacidad de desafiar la ley de gravedad. San José de Cupertino (1603-63) levitaba con frecuencia y ante testigos. Era un simple campesino originario de Apulia, Italia, y pasó su juventud tratando de llegar al éxtasis religioso por medios como la autoflagelación, el ayuno y los cilicios. A los 22 años se hizo franciscano y entonces su fervor religios literalmente, «desapareció».

San José y sus «mareos»

José resultaba molesto para sus superiores. Durante 35 años fue excluido de todas las ceremonias públicas a causa de su desconcertante costumbre, pero a pesar de todo, los relatos de sus levitaciones se propagaban. En una ocasión, mientras paseaba con un fraile benedictino por los jardines del monasterio, se elevó volando hacia un olivo. Un domingo, durante la misa, se elevó en el aire y voló hacia el altar, en medio de los cirios.

Un médico, dos cardenales por lo menos y un Papa (Urbano VIII), entre otros muchos, fueron testigos de las momentáneas ingravideces de José; él las llamaba «mis mareos». Pasó toda su vida en oración, y la lglesia decidió que las levitaciones debían de ser obra de Dios.

Otra santa que levitaba fue Santa Teresa de Ávila, que murió en 1582. Esta notable mística y escritora española experimentaba las mismas sensaciones que tienen muchas personas cuando sueñan que vuelan. Ella misma describió sus levitaciones en el Libro de su vida:

«Es así que me parecía, cuando quería resistir, que desde debajo de los pies me levantaban fuerzas tan grandes, que no sé como compararlo... Y aún yo confieso que gran temor me hizo, al principio, grandísimo; porque verse así levantar un cuerpo de la tierra, que aunque el espíritu le lleva tras sí y es con suavidad grande, si no sé resiste, no se pierde el sentido; al menos, yo estaba en de manera en mí, que podía entender era llevada.»

Tan frecuentes eran sus levitaciones que rogaba a las hermanas que la sujetaran cuando sentía que se acercaba «un ataque».

La mayor parte de quienes levitan creen en un sistema religioso particular, sea el cristianismo, el misticismo hindú, los antiguos misterios egipcios o el espiritismo. D.D. Home pertenecía a esta última categoría.

Nacido en Escocia y criado en Estados Unidos, Home fue un niño débil y de temperamento artístico. A los 13 años tuvo una visión de un amigo, Edwin. Home anunció a la familia de su tía que eso significaba que Edwin había muerto tres días antes. Era cierto. La carrera de Home como médium había comenzado, pero hasta los 19 años no desafió la ley de gravedad.

Ward Cheney, próspero fabricante de soda organizó una sesión en su casa de Connecticut. en agosto de 1852. D.D. Home estaba presente para provocar las manifestaciones «espiritistas» habituales: pero sucedió algo imprevisto que le hizo famoso de un día para el otro. Flotó por el aire hasta que su cabeza tocó el cielorraso. Entre los invitados se encontraba un escéptico periodista, F. L. Burr, director del Hartford Times, quien escribió lo siguiente acerca del insólito suceso: «De pronto, sin que nadie lo esperase, Home se elevó en el aire. Yo le cogía la mano en ese momento y le miré los pies: estaban a 30 cm del suelo. Dos veces se elevó del suelo, y la tercera vez fue aupado hasta el cielorraso de la habitación, con el que sus manos y sus pies entraron en suave contacto.»

La carrera de Home progresó rápidamente. Fuese donde fuese, se producían fenómenos extraños: soplaban vientos en habitaciones cerradas, flores recién cortadas caían del techo, las puertas se abrían y se cerraban, globos de fuego zigzagueaban por la habitación... y Home levitaba.

La famosa ocasión ya mencionada en la que salió flotando por una ventana y entró por otra se discute aún con color, sobre todo porque el incidente fue atestiguado por personas muy respetables. Uno de ellos, el señor de Lindsay (después conde de Crawford), escribió:

«Estábamos en una sesión con el señor Home, lord Adore y un primo de éste (el capitán Wynne). Durante la sesión el señor Home entró en trance y, en ese estado, fue transportado fuera de la ventana de la habitación contigua a la que estábamos y volvió a entrar por nuestra ventana. La distancia entre las ventanas era de unos 2,30 m, y entre ambas no se tendía el menor apoyo. En cada ventana había un alféizar de sólo 30 cm de anchura, quo se empleaba para poner macetas de flores. Oímos cómo se abría la ventana de la habitación contigua y casi inmediatamente después vimos a Home flotando en el aire en el exterior de nuestra ventana. La luna iluminaba bien la habitación; yo estaba de espaldas a la luz y vi la sombra del alféizar y los pies de Home a unos 15 cm de altura por encima de éste. Se quedó en esa posición unos segundos, después abrió la ventana, de deslizó en la habitación con los pies por delante y se sentó.»

Los escépticos como Frank Podmore o, más recientemente, John Sladek, han tratado de refutar esta levitación. Sladek intentó desacreditar a los presentes comparando los detalles de sus relatos, como la altura de los balcones con respecto a la calle o, de hecho, la existencia o no de balcones.

Podmore, en cambio, da muestras de un escepticismo más sutil. Menciona el hecho de que, pocos días antes de la levitación, y en presencia de los mismos testigos, Home había abierto la ventana y se había encaramado en el alféizar. Podmore observa secamente que «el médium, al actuar así, proporcionó una especie de boceto de la imagen que se proponía crear». En otra ocasión Home anunció súbitamente «Me elevo, me elevo» antes de levitar en presencia de varios testigos.

Podmore insinuaba que las levitaciones de Home no eran más que alucinaciones provocadas por sugestión hipnótica, del mismo modo que se dice que el truco hindú de la soga que se eleva al son de la flauta o con una simple mirada no es más que una alucinación masiva, provocada por la mirada o la charla del mago.

Pero pese a la hostilidad generalizada, Home siguió realizando con éxito sus levitaciones durante 40 años. Entre sus testigos figuraron Napoleón III, John Ruskin y muchos cientos de personas más, cuyo testimonio, en general, no fue tan incongruente como el de Adare, Wynne y Lindsay. Además, la mayor parte de sus exhibiciones se realizaron a la luz del día, y nunca se demostró que fuera un impostor. Pese a las acusaciones de Podmore, Home nunca se esforzó mucho por crear una atmósfera llena de sugerencias. De hecho, fue uno de los pocos médiums que preferían evitarla: actuaba bajo una luz normal o más bien brillante en lugar de la oscuridad, y alentaba a los participantes en las sesiones a conversar con normalidad en vez de «cogerse de la mano y concentrarse». Aunque en su madurez Home podía levitar a voluntad, aparentemente también lo hacía sin darse cuenta. En una ocasión, cuando su anfitrión le hizo notar que flotaba sobre los cojines del sillón, pareció muy sorprendido.

Los ilusionistas teatrales se enorgullecen de su piéce de resistance: ponen a su ayudante -generalmente una mujer- en «trance», la apoyan en las puntas de dos espadas y después retiran las espadas, de modo que flota en el aire sin soporte aparente. Pueden suceder dos cosas: o no se eleva (o sea, los espectadores sufren una alucinación colectiva), o lo hace con la ayuda de aparatos que no vemos.

Por supuesto, Home y otros espiritistas también atribuirían sus hazañas de portación o levitación a «aparatos que no vemos», pero en su caso los aparatos los manejarían espíritus.

Hasta el fin de sus días, Home afirmó que volaba porque era elevado por espíritus, los cuales demostraban así su existencia. Pero describió una levitación típica como sigue:

«"No siento manos que me sostengan y, desde la primera vez, nunca he sentido miedo, aunque si me hubiera caído desde el techo de algunas habitaciones en las que levité no hubiese podido evitar sufrir heridas graves. En general me elevo perpendicularmente; mis brazos con frecuencia se ponen rígidos y se elevan por encima de mi cabeza, como si estuviera tratando de aferrar al poder invisible que me eleva lentamente desde el suelo.»

El enigma de la gravedad

Pero nosotros, al igual que los espiritistas, nos tendremos que referir al «poder invisible» que nos mantiene en el suelo. Todos conocemos a Newton y su descubrimiento de la ley de gravedad. Pero las investigaciones psíquicas señalan la relativa facilidad con que algunos sensitivos pueden invertir esta ley.

En su libro Mystére et magie au Thibet (Misterio y magia en el Tíbet) publicado en 1931, la señora Alexandra David-Neel, exploradora francesa que pasó 14 años viajando por el Tíbet y sus alrededores, relata cómo encontró un hombre desnudo y cargado de cadenas. Su acompañante le explicó que su adiestramiento místico le había vuelto tan ligero que, a menos que llevara las cadenas, flotaba.

Parecería que la gravedad no tiene tanto control sobre nosotros como se nos ha dicho. Sir William Crookes, hombre de ciencia a investigador psíquico, dijo acerca de Home:

"Estoy dispuesto a declarar que los fenómenos son tan extraordinarios y se oponen tan directamente a los artículos de fe científicos más arraigados -entre otros la ubicuidad a invariabilidad de la fuerza de la gravitación-, que aún ahora, al recordar los detalles de lo que he presenciado, surge un antagonismo en mi mente entre la razón que afirma que son científicamente imposibles y la conciencia de que mis sentidos de la vista y del tacto constituyen testigos veraces. De modo que llegamos a la conclusión de que, en algunos casos especiales -como los santos o médiums especialmente dotados-, la levitación existe. Pero hay una tendencia creciente a suponer que cualquiera puede hacerlo, si adquiere el adiestramiento necesario; los estudiantes de meditación trascendental afirman que lo consiguen muy a menudo.

¿Arte, don o superchería?

En la revista Illustrated London News del 6 de junio de 1936 apareció una serie única de fotografías. Mostraban las sucesivas etapas de la levitación de un yogui indio, Subbayah Pullavar, demostrando que, aunque de naturaleza desconocida, no se trataba de una ilusión hipnótica.

Un testigo europeo del acontecimiento, P. Y. Plunkett, describía la escena:

«Sucedió alrededor de las 12:30 de la mañana, con el sol justo encima de nosotros, de modo que las sombras no desempeñaron ningún papel en el espectáculo... A poca distancia, de pie y en silencio estaba el protagonista, Subbayah Pullavar, de cabellos largos, bigotes caídos y una extraña mirada. Nos saludó y conversó un momento con nosotros. Practicaba este tipo de yoga desde hacía casi 20 años, tal como habían hecho antepasados suyos. Le pedimos permiso para tomar fotografías de su actuación y accedió gustosamente...»

Plunkett reunió a unos 150 testigos, mientras el protagonista comenzaba sus preparativos rituales. Se virtió agua alrededor de la tienda de campaña en la que iba a tener lugar la levitación; se prohibieron los zapatos con suela de cuero dentro del círculo y el levitador entró solo en la tienda de campaña. Unos minutos después, los ayudantes la retiraron y allí, dentro del círculo, se hallaba el fakir, flotando en el aire.

Plunkett y otro testigo se adelantaron para investigar; el fakir estaba suspendido en el aire, a un metro más o menos del suelo. Aunque estaba agarrado a un bastón cubierto de tela, eso parecía ser sólo para mantenerse en equilibrio, no para sostenerse. Plunkett y su amigo examinaron el espacio debajo y alrededor de Subbayah Pullavar y lo encontraron desprovisto de cuerdas o cualquier otro aparato «invisible». El yogui estaba en trance y muchos testigos creyeron que había levitado, aunque otros sugirieran que sólo se trataba de un estado cataléptico. Las famosas fotografías fueron tomadas desde varios ángulos, durante los cuatro minutos que duró el espectáculo; después, la tienda de campaña fue montada nuevamente alrededor del fakir. Evidentemente, el «descenso» era muy privado, pero Plunkett se las ingenió para presenciarlo a través de las delgadas paredes de la tienda:

«Al cabo de un minuto, aproximadamente, pareció oscilar y entonces empezó a descender muy lentamente, siempre en posición horizontal. Le llevó unos cinco minutos resbalar desde el extremo del bastón hasta el suelo, una distancia de un metro, más o menos. Cuando Subbayah estuvo en el suelo, sus ayudantes lo trajeron hasta donde estábamos sentados y nos pidieron que tratásemos de doblar sus miembros. Aún con ayuda, fue completamente imposible.»

El yogui fue friccionado y mojado con agua fría durante otros cinco minutos antes de que saliera de su trance y recuperara la movilidad de sus miembros.

El movimiento oscilante y la posición horizontal que observó Plunkett parecen ser esenciales en la verdadera levitación. Los estudiantes de meditación trascendental (MT) aprenden a levitar en algunos centros. Un estudiante describió este logro «imposible»:

«La gente se balancea suavemente, luego más y más y después empieza a elevarse en el aire. Hay que estar en la posición del loto para conseguirlo; puedes hacerte daño al bajar si llevas el tren de aterrizaje colgando. Cuando empiezas, es como el primer vuelo de los hermanos Wright; te das un porrazo. Por eso nos sentamos en cojines de gomaespuma. Después aprendes a controlarlo mejor y es una experiencia que provoca euforia.»

Entonces, ¿puede levitar cualquiera? Los estudiantes de MT creen que sí, después de un riguroso adiestramiento mental; las disciplinas espirituales y físicas de los yoguis parecen proporcionarles una preparación adecuada para desafiar la gravedad.

Al parecer el fervor religioso puede tener alguna relación con el fenómeno; hay muchos informes de levitaciones de monjes, tanto budistas como cristianos. En 1902, el ocultista Aleister Crowley encontró a su compatriota Alan Bennett, que se había hecho monje budista, en un monasterio de Birmania; él también se había vuelto tan ligero que el viento «lo arrastraba como a una hoja».

Alexandra David-Neel, exploradora francesa de principios del siglo XX, describe la extraordinaria forma de recorrer largas distancias de un lama tibetano a quien pudo observar: «El hombre no corría. Parecía elevarse desde el suelo, dando saltos. Parecía tener la elasticidad de un balón y rebotaba cada vez que sus pies tocaban el suelo. Sus pasos tenían la regularidad de un péndulo.» Se dice que el lama corría cientos de kilómetros usando esta extraña forma de locomoción, mientras mantenía los ojos fijos en alguna meta muy distante.

Por otro lado, es bastante fácil conseguir un estado de semiingravidez, como en el caso de una exhibición frecuente, en que se levanta en el aire a una persona normal. El procedimiento consiste en sentar al sujeto en una silla y demostrar previamente la imposibilidad de levantarlo usando sólo los dedos índices de cuatro personas. Acto seguido, esas cuatro personas amontonan sus manos sobre la cabeza del sujeto, cuidando de alternarlas de forma que no se toquen las dos manos de una misma persona. Los cuatro se concentran profundamente durante unos 15 segundos y, al oír una señal convenida, colocan de nuevo sus dedos índices bajo los sobacos y las rodillas del sujeto que debe levantarse... y, sin ninguna dificultad, el sujeto flota en el aire.

Este fenómeno ha sido contemplado cientos de veces en bares, casas y patios de escuelas.

Si funciona -y no resulta difícil comprobarlo- ¿cómo es posible?

Hay quien piensa que la súbita concentración de cuatro personas con una única finalidad «imposible» puede dar salida a la magia oculta de la voluntad humana. También se ha sugerido que una fuerza natural poco conocida, quizás la misma que guía la vara del zahorí, interviene y logra el milagro de anular la fuerza de la gravedad.

Como muchos fenómenos inexplicables, la levitación parece ser totalmente inútil. La distancia recorrida pocas veces excede unos pocos decímetros o, como máximo, la altura de una habitación... Pero hay quien cree que los antiguos levitaban con facilidad y lo hacían para diseñar obras enormes que sólo podían ser apreciadas desde el aire, como las líneas del desierto de Nazca, en Perú, o los caballos de las mesetas de creta, en Inglaterra.

Las limitaciones de la levitación moderna quizás no se aplicaran a los antiguos; puede ser que hubieran desarrollado mucho ese arte y se elevaran hacia el cielo a voluntad. Como otras facultades psíquicas, la levitación parece un arte casi perdido y que ahora vuelve a interesar a estudiantes decididos. Quizás algún día los levitadores modernos podrán «volar» como aquellos druidas de la antigüedad.

Las noticias acerca de los «vuelos» de los antiguos sugieren a algunos investigadores que se trataba de viajes astrales, más que de un traslado del cuerpo. Ciertamente, muchos relatos de levitaciones y vuelos parecen sueños lúcidos, y los sueños en que se vuela son una experiencia muy corriente.

Salvo contadas excepciones, parece que es posible levitar sólo después de largos períodos de entrenamiento y disciplina; de esa forma se le permite al cuerpo desafiar la ley de la gravedad. Quizás exista una «ley de levitación» con una fórmula secreta, un «Ábrete, Sésamo» que usa el iniciado antes de elevarse.

Esta teoría podría explicar los poco habituales casos de levitación espontánea o fortuita que fascinaban al coleccionista de rarezas Charles Fort. Uno de esos casos fue Henry Jones, un niño de 12 años inglés, quien durante el año 1657 se elevó varias veces a la vista de otras personas. Una vez pudo apoyar las palmas de las manos en el techo de la habitación y en otra ocasión despegó y voló 27 m, pasando sobre el muro del jardín. Este fenómeno sólo duró un año, pero bastó para que se corriera la voz de que estaba «embrujado».

Otro de los levitadores más conocidos fue el famoso médium victoriano Daniel Dunglas Home, a quien nunca se había sorprendido en actividades fraudulentas durante sus 1.500 sesiones registradas. Mr. Home protagonizó uno de los acontecimientos más controvertidos y sospechosos en la historia de los fenómenos paranormales. El hecho consistió en su supuesta levitación, saliendo por una ventana -situada a considerable distancia del suelo- y entrando por otra. Este curioso incidente tuvo tres testigos: todos ellos miembros preeminentes y acreditados de la sociedad londinense. Lo curioso es que ésos son los únicos detalles que se conocen con certeza, pues todo lo demás parece rodeado de vaguedades y contradicciones.

Siguiendo las huellas de D.D. Home

El 13 de diciembre de 1868 esos tres caballeros se encontraron con Home para hacer una sesión en un apartamento del centro de Londres. Allí tuvo lugar el controvertido fenómeno, sobre el cual circulan múltiples versiones. Es significativo que la única declaración registrada de uno de los testigos diga: «Home salió por una ventana y entró por otra».

Sin embargo, la posibilidad de desacreditar a los testigos citando las discrepancias de sus declaraciones no significa, necesariamente, que el incidente no haya ocurrido.

Para añadir un elemento más de sospecha a este fenómeno poco claro, investigaciones modernas, que han permitido establecer con certeza el lugar en que ocurrió dicha «levitación», han evidenciado también algo que no era mencionado en ninguno de los relatos de los testigos: había una cornisa de unos 13 cm de ancho, justo debajo de los balcones. Quizás, después de todo, el irreprochable Home había recorrido la distancia entre los balcones apoyándose en ella. Pero pronto se demostró que era imposible ir de un balcón al otro por allí: una empresa así hubiera significado la muerte segura.

Otra explicación posible era que quizás Home hubiese utilizado un alambre de volatinero, tensándolo entre los balcones y sujetándolo en los cerrojos de las persianas, que sobresalían de las ventanas. Aunque la viabilidad de este procedimiento no ha podido probarse, es posible que Home haya falsificado su piéce de résistance con algún elemento artificial, ya fuera andando sobre una cuerda o balanceándose, al estilo Tarzán, de un balcón al otro.

Hay, desde luego, dos detalles poco usuales en la «levitación» de la noche del 13 de diciembre de 1868. Uno es la insistencia de Home en que levitaría, saliendo por una ventana y entrando por otra. Sin embargo, el mismo médium había comentado con frecuencia que no podía controlar a los «espíritus» que, según creía, lo levantaban. Si era así, ¿por qué ponerlos a prueba con 13 metros de aire y un pavimento de piedra bajo sus pies?.

Además, antes de salir por la ventana, Home hizo que los tres testigos le prometieran que no se moverían de sus sillas hasta la vuelta.

Cuando reapareció les agradeció su colaboración en ese sentido. ¿Qué habrían visto si hubiesen corrido hacia la ventana? ¿Qué hubiesen estropeado? ¿Los poderes de los espíritus? ¿La concentración de Home mientras andaba por la cuerda o se balanceaba entre los dos balcones? ¿La reputación de Home? Nunca lo sabremos porque, como caballeros ingleses que eran, cumplieron su promesa y permanecieron sentados, lejos de la ventana. Lo vieron salir por una ventana y entrar por la otra, tal como afirma uno de los testigos, nada más.

Y, sin embargo, cientos de personas habían visto levitar a Home en salones de América y Europa. No tenían ninguna duda de que las levitaciones que habían observado eran totalmente genuinas, fenómenos inexplicables. Sería muy triste que Home sólo hubiese hecho trampa con ocasión de su más famoso «triunfo».

Es cierto que la levitación es un fenómeno poco frecuente, pero cuando se lo considera junto a los relatos de otros atributos humanos igualmente escasos y extraños, como la incombustibilidad, el alargamiento y la fuerza sobrehumana, debe ser tomado en serio. Madres que levantan coches que aprisionan a un hijo, personas que andan sobre el fuego y sonámbulos que realizan hazañas «imposibles» plantean profundos interrogantes acerca de la naturaleza del potencial físico y psíquico del hombre. Quizás hemos sido creados para desafiar la gravedad a voluntad. Pero hasta que podamos entender la naturaleza del fenómeno, seguirá siendo uno de los misteriosos poderes ocultos del hombre.

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