jueves, 30 de julio de 2009

Armas modernas: ¿Quién disparaba balas en la prehistoria?

El discutido y famoso Erik von Däniken publica en una de sus obras la fotografía de un cráneo de bisonte con un su puesto orificio de bala en el centro. Este bisonte, que tiene 10.000 años de antigüedad, se encuentra en el Museo Antropológico de Moscú.

Von Däniken publica esta impresionante fotografía en su obra Meine Welt in Bildern (Mi mundo en imágenes), traducida al castellano con el ampuloso título de El mensaje de los dioses. Al pie de dicha fotografía, se hace esta pregunta: "Se puede ver aquí un agujero como el que produciría un proyectil balístico. ¿Quién poseía entonces armas modernas?"

En 1921, el British Museum recibió un cráneo humano, hallado en curiosas circunstancias. Cuando los trabajadores de una mina de cinc de Zambia (antigua Rhodesia del Norte) se dedicaban a terraplenar una colina llamada Broken Hill, y que no medía más allá de veinte metros de altura, encontraron una galería obstruida que desembocaba en una caverna. La cueva estaba abarrotada de restos humanos, y todo daba la impresión de ser aquél un lugar de enterramiento prehistórico. Pero no se tuvo gran cuidado en la recuperación de los huesos: entre los pocos que llegaron a manos de los paleontólogos, se encontraba un enorme cráneo humano de frente huidiza, grandes arcos superciliares y una estructura facial muy brutal y primitiva, de tipo netamente neanderthaloide. Pese a que no se pudo establecer una estratigrafía precisa, la antigüedad de los restos óseos era evidente.

Los paleontólogos colocaron al "hombre de Broken Hill" u "hombre de Rhodesia", que por ambos nombres se le conoce, en la estirpe filogenética humana, y le llamaron "el Neanderthal africano". Pero estudiando el cráneo vieron dos cosas, una de ellas aparentemente inexplicable: aquel ser, que había vivido quizá hacía un millón de años, había sufrido una enfermedad dental. Y a ambos lados del cráneo presentaba dos orificios de igual diámetro, que dejaron perplejos a los expertos. A juicio del profesor Mair, de Berlín, parecían los orificios de entrada y salida que dejaría una bala moderna.

El enigma que esto planteaba parecía insoluble. Alguien aventuró una hipótesis imposible: ¿Y si el hombre de Broken Hill hubiese sido un fósil superviviente, muerto de un disparo por un cazador moderno? Esto aparte de ser absurdo no explicaba, su presencia en una caverna que llevaba cerrada, al parecer, miles de años. Y ante este "hecho condenado", la Ciencia se encogió de hombros...

El cráneo de Moiá

Este cráneo encontrado, es ya el de un hombre moderno: un ejemplar de la raza de Cro-Magnon, que vivió sin duda hace seis o siete mil años. Pertenece a un hombre de gran talla y edad avanzada para la época: aproximadamente 1,70 m de estatura y unos cincuenta años de edad. Procede, como el resto del esqueleto y otros esqueletos contemporáneos, de la cueva del Toll (Moía, Barcelona, España), interesante cavidad subterránea recorrida por un curso de agua y que constituyó un albergue humano durante unos cinco mil años, desde los albores del Paleolítico hasta la Edad del Bronce. Los restos de animales (Ursus spaeleus u oso de las cavernas, tigre de dientes de sable, hienas e incluso huesos de rinoceronte lanudo) abundan en ella, junto con restos, utillaje y ajuar humanos. Todo ello ha permitido montar varias salas interesantísimas en el Museo Arqueológico de Moiá.

En Moiá

El esqueleto encontrado esta perfectamente conservado, cuyo hueso frontal presentaba una perforación perfectamente circular, que evocaba de inmediato la que produciría una bala moderna. El orificio era completamente circular, por lo que se descartaba que hubiera podido ser causado por una punta de lanza de sílex, que hubiera producido una fractura traumática irregular, estrellada, el ángulo de penetración del supuesto proyectil causante de la herida era de arriba abajo y ligeramente de derecha a izquierda, el orificio se abría en el hueso frontal y daba directamente al seno frontal derecho, en cuyo tabique del fondo no se apreciaba orificio de salida y el supuesto proyectil, por tanto, debió de quedar alojado en el seno frontal. Según se dedujo el sujeto debió sobrevivir a la herida, pues los bordes del orificio aparecían esclerosados (callo óseo), y, además, ésta no afectaba a ninguna parte vital.

También se manejo la posibilidad de que se tratase de una trepanación, pues se sabe que los hombres prehistóricos la practicaban. Pero la trepanación se solía hacer en los parietales, y los orificios eran más grandes e irregulares. El enigma de los disparos imposibles sigue sin respuestas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en nuestro blog...