jueves, 3 de diciembre de 2009

La conquista de Marte y el Nuevo Orden Mundial

El salto a Marte parece estar estrechamente vinculado con la decisión de iniciar sobre el terreno la ofensiva del Nuevo Orden Mundial. Y si como se ha comprobado el motivo no es militar, ni económico, ni científico, sólo puede ser político. Pero, ¿qué relevancia política tan notable puede tener dicho planeta para el Nuevo Orden Mundial en fase de consolidación, después de una cuidadosa planificación y preparación?

Recapitulemos. No fue este presidente, sino su padre quien anunció solemnemente un Nuevo Orden Mundial en 1990. Ya hace más de una década –antes de Bill Clinton- que los cerebros de la actual administración Bush ya habían declarado, e incluso filtrado deliberadamente a la prensa, cuáles serían los objetivos y las líneas maestras de la actual política, destinada a convertir a E.E.U.U en la única superpotencia hegemónica a escala planetaria, incluyendo la advertencia de que recurrirían a “guerras preventivas” para que cualquier otro estado “ni siquiera pudiera soñar con desarrollar un poder militar capaz de oponerse a su liderazgo”.

Como es evidente, lo que anunció al mundo hace tantos años tuvo que decidirse mucho antes. Para algunos, esto indica que, detrás de las sucesivas administraciones republicanas y demócratas, existe una instancia que realmente es la que da coherencia a la política de E.E.U.U a muy largo plazo. El presidente y sus hombres no serían sino los rostros visibles de ese poder en la sombra. Pero ellos no habrían tomado la desición de lanzar el Nuevo Orden Mundial. Y tampoco la de dar un impulso decisivo a la aventura de la conquista de Marte en paralelo. Las dos operaciones ya habrían estado en la agenda secreta de ese poder en la sombra. Y esta agenda se asociaría a la transformación de E.E.U.U en la única potencia hegemónica a escala planetaria.

Quizá, ese sería el primer paso para posteriormente hacer “sabedora” a la opinión pública mundial de “que no estamos solos en el Universo”. Con lo cual ellos, como potencia hegemónica se arrogaría los poderes de gobierno mundial.

El objetivo Marte, abordado en paralelo a la conquista de la Luna como primer paso de la carrera espacial en los años sesenta, adquirió todo el protagonismo en los mismos años en que los presidentes de E.E.U.U empezaron a anunciar ante la opinión pública la inminencia del Nuevo Orden Mundial. El proyecto hegemónico ya se encontraba estampado en el billete de un dólar, diseñado en 1934 por altos cargos de la administración de F.D. Roosevelt. Pero apareció en la agenda política como un proyecto oficial en 1968, cuando Nelson Rockefeller lo incluyó en su campaña como aspirante a la presidencia de los estados Unidos. Jimmy Carter lo reiteró en 1976. George Bush padre volvió a insistir en ello cuando aún era vicepresidente de la administración Reagan. Y siendo ya presidente, en 1990 declaró públicamente que la Guerra del Golfo señalaba el comienzo de esta operación para consolidar una globalización regida por E.E.U.U.

Pero, ¿qué tienen en común Marte, la Luna y el Nuevo Orden Mundial? Como ya hemos comentado anteriormente, algunos piensan que la Humanidad está siendo preparada psicológicamente para el anuncio oficial de que se ha establecido contacto con una civilización extraterrestre. Con lo cual y como potencia mundial ellos tendrían la representación oficial de “gobierno terrestre”. Otros creen que se trata del desarrollo de un ambicioso proyecto ocultista, cuya supuesta finalidad sería inaugurar una Nueva Era en la Tierra.

A primera vista, parecen teorías delirantes. Pero examinemos sin prejuicios esta polémica cuestión. Como dicen los científicos, el punto de partida deben ser los hechos. Y posteriormente, alcanzaremos a ver el guión que entrelíneas se adivina.

Todo indica que existió una voluntad de hacer coincidir la ofensiva militar de este Nuevo Orden Mundial en Oriente Próximo con la promoción a escala planetaria del interés por Marte en la conciencia colectiva. La gran operación destinada a consolidar “la aldea global” protagonizaba la escena terrestre, mientras en desembarco en el Planeta Rojo acaparaba el escenario celeste.

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