En tiempos de las Cruzadas, vivía en las cercanías de Madrid, un rico moro, tan famoso por sus riquezas como por la belleza de su única hija quien, a pesar de los muchos jóvenes que la pretendían en matrimonio, no mostraba ningún deseo de casarse.
Sucedió que una tarde, durante un paseo por las orillas del Manzanares, se encontró con un joven caballero cristiano que abrevaba a su caballo y de ese encuentro, nació un amor tan intenso, que enseguida desearon contraer matrimonio.
Los jóvenes fueron a pedir permiso al padre de ella, que se negó rotundamente a la boda y ordenó que el joven fuera expulsado de su casa y encerró bajo siete llaves a su hija.
Desesperado, el joven le hizo llegar un mensaje de despedida a su amada y embarcó hacia Tierra Santa a luchar contra el infiel.
La joven mora, esperó en vano meses y meses el regreso del caballero. Jamás volvió a tener noticias suyas y tampoco jamás quiso casarse con ninguno de los pretendientes que su familia le propuso. Su padre amenazaba, su madre rogaba, pero nada podía convencerla de que tomara esposo.
Por ver si conseguía doblegar su voluntad, su padre ordenó que fuera encerrada en una cueva de pastores y que sólo se le diera para alimentarse pan y agua y unos pobres harapos con que cubrir su cuerpo.
Pero todo fue en vano. La joven no opuso resistencia alguna y se dejó encerrar y encerrada siguió llorando y anhelando el regreso de su amado
Al cabo de algunos meses, las sirvientas que le llevaban a la cueva el pan y el agua, la encontraron muerta.
Cuentan que todos los años, en la fecha de la partida de su caballero, el espíritu de la joven mora, aparece en lo alto de algún otero con la vista fija en el horizonte, esperando ver el regreso de su amado.
Sucedió que una tarde, durante un paseo por las orillas del Manzanares, se encontró con un joven caballero cristiano que abrevaba a su caballo y de ese encuentro, nació un amor tan intenso, que enseguida desearon contraer matrimonio.
Los jóvenes fueron a pedir permiso al padre de ella, que se negó rotundamente a la boda y ordenó que el joven fuera expulsado de su casa y encerró bajo siete llaves a su hija.
Desesperado, el joven le hizo llegar un mensaje de despedida a su amada y embarcó hacia Tierra Santa a luchar contra el infiel.
La joven mora, esperó en vano meses y meses el regreso del caballero. Jamás volvió a tener noticias suyas y tampoco jamás quiso casarse con ninguno de los pretendientes que su familia le propuso. Su padre amenazaba, su madre rogaba, pero nada podía convencerla de que tomara esposo.
Por ver si conseguía doblegar su voluntad, su padre ordenó que fuera encerrada en una cueva de pastores y que sólo se le diera para alimentarse pan y agua y unos pobres harapos con que cubrir su cuerpo.
Pero todo fue en vano. La joven no opuso resistencia alguna y se dejó encerrar y encerrada siguió llorando y anhelando el regreso de su amado
Al cabo de algunos meses, las sirvientas que le llevaban a la cueva el pan y el agua, la encontraron muerta.
Cuentan que todos los años, en la fecha de la partida de su caballero, el espíritu de la joven mora, aparece en lo alto de algún otero con la vista fija en el horizonte, esperando ver el regreso de su amado.
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