El gran montículo de la Serpiente (Great Serpent Mound) se encuentra en el condado de Adams, Ohio, junto a un arroyo llamado Bush Creek, dentro de un territorio que antes de la llegada del hombre blanco habitaron sucesivamente los indios Adena (1000-100 a.C.), los Hopwell (100 a.C.-500 d.C.) y los representantes de la llamada Cultura del Fuerte Antiguo (900-1400 d.C); pueblos los tres constructores de misteriosos monumentos con forma de animal.
El de la Gran Serpiente destaca sobre los demás por la singularidad de su trazado y por su tamaño. Se trata de la mayor efigie de un animal encontrada en Norteamérica y también de la mayor del mundo representando a una serpiente. A pesar de existir imágenes similares tanto en el continente americano como en otras partes del planeta, ninguna se acerca remotamente a sus dimensiones.
Desde la espiral casi perfecta que forma su cola, el cuerpo de la serpiente zigzaguea sinuoso a lo largo de 405 metros hasta desembocar en la cabeza, cuyas mandíbulas se encuentran abiertas, a punto de devorar una enigmática figura ovoide. Dos apéndices, en otro tiempo más visibles, le sobresalen de los laterales de la cabeza, remitiéndonos a las Serpientes de Cuernos, habituales en los mitos y las representaciones iconográficas de los indios americanos. Según algunos testimonios, en el siglo XIX todavía se podía distinguir los restos de un sapo saliendo de la figura ovoide, se supone que huyendo de la devoradora serpiente, aunque su rastro ha sido ya completamente borrado por el paso del tiempo.
El montículo se ha interpretado como una representación del viejo enfrentamiento entre las dos fuerzas antagónicas que rigen universo: las positivas de la vida y las negativas de la muerte. La figura ovalada, que además apunta hacia el lugar por el cual se pone el sol en el solsticio de verano, sería el astro rey, el dador de luz, calor y vida.
Por su parte, la serpiente, cuyo cuerpo forma unos meandros que señalan hacia los lugares más al norte al sur y al centro por los que surge y se pone la luna, representaría a la noche, al frío y a la muerte. Así como la serpiente devora al huevo, la oscuridad sucede a luz del día, el frio del invierno pone fin al calor del verano y la muerte acaba con la vida. Es posible que en este lugar se celebrasen durante ciertas fechas del año ceremonias encaminadas a asegurar la necesaria renovación cósmica y a mantener el equilibrio entre estas dos fuerzas que dan forma al mundo.
Los materiales empleados en la construcción del montículo son piedras, arcilla y tierra. Un primer contorno hecho de piedra fue cubierto por una capa de arcilla, a la cual se añadió una última capa de tierra entre cuatro y cinco pies de alta. En las excavaciones realizadas se han encontrado también restos de cerámica, ceniza, piedras quemadas y algunos huesos de animales.
Su autoría se suele atribuir a los indios Adena. Sin embargo, a pesar de que cerca de la serpiente se encontraron enterramientos de este pueblo, la complejidad geométrica del trazado correspondería mejor con los Hopwell, y una reciente prueba de carbono hecha a un carboncillo recuperado del montículo situaba su construcción en torno al 1070 d.C., sin que esto sea definitivo, ya que la muestra podría pertenecer a materiales aportados por Fredric Putnam, del museo Peabody, quien lo restauró en el siglo XIX.
Este monumento pasó inadvertido hasta 1848, cuando los arqueólogos Ephraim Squier y Edwin Davis repararon en él por primera vez. Fue estudiado en profundidad en 1885 por Putnam, que, preocupado por su conservación, además de restaurarlo promovió su compra por parte del museo para el que trabajaba. Actualmente el montículo es gestionado por la Sociedad Histórica de Ohio.
El de la Gran Serpiente destaca sobre los demás por la singularidad de su trazado y por su tamaño. Se trata de la mayor efigie de un animal encontrada en Norteamérica y también de la mayor del mundo representando a una serpiente. A pesar de existir imágenes similares tanto en el continente americano como en otras partes del planeta, ninguna se acerca remotamente a sus dimensiones.
Desde la espiral casi perfecta que forma su cola, el cuerpo de la serpiente zigzaguea sinuoso a lo largo de 405 metros hasta desembocar en la cabeza, cuyas mandíbulas se encuentran abiertas, a punto de devorar una enigmática figura ovoide. Dos apéndices, en otro tiempo más visibles, le sobresalen de los laterales de la cabeza, remitiéndonos a las Serpientes de Cuernos, habituales en los mitos y las representaciones iconográficas de los indios americanos. Según algunos testimonios, en el siglo XIX todavía se podía distinguir los restos de un sapo saliendo de la figura ovoide, se supone que huyendo de la devoradora serpiente, aunque su rastro ha sido ya completamente borrado por el paso del tiempo.
El montículo se ha interpretado como una representación del viejo enfrentamiento entre las dos fuerzas antagónicas que rigen universo: las positivas de la vida y las negativas de la muerte. La figura ovalada, que además apunta hacia el lugar por el cual se pone el sol en el solsticio de verano, sería el astro rey, el dador de luz, calor y vida.
Por su parte, la serpiente, cuyo cuerpo forma unos meandros que señalan hacia los lugares más al norte al sur y al centro por los que surge y se pone la luna, representaría a la noche, al frío y a la muerte. Así como la serpiente devora al huevo, la oscuridad sucede a luz del día, el frio del invierno pone fin al calor del verano y la muerte acaba con la vida. Es posible que en este lugar se celebrasen durante ciertas fechas del año ceremonias encaminadas a asegurar la necesaria renovación cósmica y a mantener el equilibrio entre estas dos fuerzas que dan forma al mundo.
Los materiales empleados en la construcción del montículo son piedras, arcilla y tierra. Un primer contorno hecho de piedra fue cubierto por una capa de arcilla, a la cual se añadió una última capa de tierra entre cuatro y cinco pies de alta. En las excavaciones realizadas se han encontrado también restos de cerámica, ceniza, piedras quemadas y algunos huesos de animales.
Su autoría se suele atribuir a los indios Adena. Sin embargo, a pesar de que cerca de la serpiente se encontraron enterramientos de este pueblo, la complejidad geométrica del trazado correspondería mejor con los Hopwell, y una reciente prueba de carbono hecha a un carboncillo recuperado del montículo situaba su construcción en torno al 1070 d.C., sin que esto sea definitivo, ya que la muestra podría pertenecer a materiales aportados por Fredric Putnam, del museo Peabody, quien lo restauró en el siglo XIX.
Este monumento pasó inadvertido hasta 1848, cuando los arqueólogos Ephraim Squier y Edwin Davis repararon en él por primera vez. Fue estudiado en profundidad en 1885 por Putnam, que, preocupado por su conservación, además de restaurarlo promovió su compra por parte del museo para el que trabajaba. Actualmente el montículo es gestionado por la Sociedad Histórica de Ohio.
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