A medianoche las brujas bailan en sus aquelarres, danzan ellas y sus sombras, bailan rondos vertiginosos alrededor de la hoguera, formando un gran círculo que aumenta y disminuye de tamaño. “Pasad, comadre, delante;”, cantan,” pasad, comadre. Y si no queréis pasar, entonces haceros a un lado y dejadme pasar a mí”, hasta que no falta ninguna por unirse al baile. ¡Ay de quien las interrumpa mientras ejecutan su rondo!
En el condado de Cumbria la encargada de dirigir la danza era una bruja llamada Meg, quien durante el Sabbat reunía a todo el cónclave en un prado de la comarca. Una noche un desconocido irrumpió en el lugar de celebración, atrayendo las miradas indignadas de las brujas, que se dispusieron a descargar los más terribles conjuros sobre él.
Sin embargo, no les dio tiempo a mover los labios. Apenas detuvieron su baile ―fue una cuestión de segundos― quedaron completamente paralizadas, incapaces de mover un solo músculo: se habían convertido en pesadas rocas. El desconocido, que no era un hombre corriente sino el sabio escocés Miguel Escoto, el más célebre y temido mago de su tiempo, las había aprisionado mediante un poderoso hechizo. Desde entonces verían pasar los siglos atrapadas en su cárcel de piedra.
Este es el origen, según la leyenda, del círculo de piedras conocido como “Long Meg and Her Daughters” (Meg la Larga y sus hijas) o “Maughanby Circle”, el cual procede en realidad de la Edad de Bronce. Su forma es ligeramente oval, con casi 100 metros de diámetro en su eje mayor, lo que lo convierte en el círculo de piedras más grande del norte de Inglaterra y uno de los seis mayores del mundo. En la actualidad lo conforman unas cincuenta piedras, de las cuales solo veintisiete permanecen erguidos. Los arqueólogos piensan que originalmente tendría unas setenta.
“Long Meg”, la piedra que da nombre al conjunto, se encuentra fuera del círculo, unos cuantos metros al sureste, en el punto por el cual un observador vería ponerse el sol durante el solsticio de invierno si se situase justo en el centro del círculo. Esta gran piedra de roca arenisca mide más de tres metros y medio de alto, y en su superficie pueden distinguirse varios círculos concéntricos grabados, además de una espiral y otros símbolos.
El conjunto lleva muchos años despertando la admiración de los visitantes. El poeta inglés William Wordsworth, que visitó el círculo durante el verano de 1833, dijo de él: “Aunque no es comparable con Stonehenge, debo decir que no he visto ninguna otra reliquia de aquella época oscura que pueda rivalizar con ella en singularidad y dignidad de apariencia”. La vieja Meg y sus hijas realmente cautivaron la imaginación del poeta, que les dedicó además un soneto.
Dicen que la vieja Meg y sus brujas aún conservan parte de su poder. En el 1700 un terrateniente local intentó volar las piedras, pero antes de que sus hombres encendiesen la pólvora, se desató una terrible tormenta que le hizo desistir. Según la tradición, si alguien se atreviese algún día a quebrarlas, estas sangrarían.
Se asegura también que las piedras del círculo no se pueden contar, por lo que cada vez que se intenta sale un número distinto. Si algún día alguien obtiene el mismo número dos veces, ese será el momento en el cual se rompa el hechizo del mago Escoto y las brujas salgan de su prisión.
Tal vez por ello, algunos visitantes dejan pequeñas ofrendas envueltas en tela colgando de los árboles cercanos, bien para ganarse los favores de la vieja Meg o de los dioses ancestrales en honor de los cuales fue erigido el círculo.
En el condado de Cumbria la encargada de dirigir la danza era una bruja llamada Meg, quien durante el Sabbat reunía a todo el cónclave en un prado de la comarca. Una noche un desconocido irrumpió en el lugar de celebración, atrayendo las miradas indignadas de las brujas, que se dispusieron a descargar los más terribles conjuros sobre él.
Sin embargo, no les dio tiempo a mover los labios. Apenas detuvieron su baile ―fue una cuestión de segundos― quedaron completamente paralizadas, incapaces de mover un solo músculo: se habían convertido en pesadas rocas. El desconocido, que no era un hombre corriente sino el sabio escocés Miguel Escoto, el más célebre y temido mago de su tiempo, las había aprisionado mediante un poderoso hechizo. Desde entonces verían pasar los siglos atrapadas en su cárcel de piedra.
Este es el origen, según la leyenda, del círculo de piedras conocido como “Long Meg and Her Daughters” (Meg la Larga y sus hijas) o “Maughanby Circle”, el cual procede en realidad de la Edad de Bronce. Su forma es ligeramente oval, con casi 100 metros de diámetro en su eje mayor, lo que lo convierte en el círculo de piedras más grande del norte de Inglaterra y uno de los seis mayores del mundo. En la actualidad lo conforman unas cincuenta piedras, de las cuales solo veintisiete permanecen erguidos. Los arqueólogos piensan que originalmente tendría unas setenta.
“Long Meg”, la piedra que da nombre al conjunto, se encuentra fuera del círculo, unos cuantos metros al sureste, en el punto por el cual un observador vería ponerse el sol durante el solsticio de invierno si se situase justo en el centro del círculo. Esta gran piedra de roca arenisca mide más de tres metros y medio de alto, y en su superficie pueden distinguirse varios círculos concéntricos grabados, además de una espiral y otros símbolos.
El conjunto lleva muchos años despertando la admiración de los visitantes. El poeta inglés William Wordsworth, que visitó el círculo durante el verano de 1833, dijo de él: “Aunque no es comparable con Stonehenge, debo decir que no he visto ninguna otra reliquia de aquella época oscura que pueda rivalizar con ella en singularidad y dignidad de apariencia”. La vieja Meg y sus hijas realmente cautivaron la imaginación del poeta, que les dedicó además un soneto.
Dicen que la vieja Meg y sus brujas aún conservan parte de su poder. En el 1700 un terrateniente local intentó volar las piedras, pero antes de que sus hombres encendiesen la pólvora, se desató una terrible tormenta que le hizo desistir. Según la tradición, si alguien se atreviese algún día a quebrarlas, estas sangrarían.
Se asegura también que las piedras del círculo no se pueden contar, por lo que cada vez que se intenta sale un número distinto. Si algún día alguien obtiene el mismo número dos veces, ese será el momento en el cual se rompa el hechizo del mago Escoto y las brujas salgan de su prisión.
Tal vez por ello, algunos visitantes dejan pequeñas ofrendas envueltas en tela colgando de los árboles cercanos, bien para ganarse los favores de la vieja Meg o de los dioses ancestrales en honor de los cuales fue erigido el círculo.
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