martes, 14 de junio de 2011

Juana de Arco: La doncella guerrera

La extensa historia del hombre siempre se ha visto provista de personajes emblemáticos o héroes que han trascendido el tiempo por sus valerosos actos y han logrado marcar un camino dentro de su contexto, logrando, en algunos casos, convertirse en símbolos de respeto y veneración. Un ejemplo de ello, es la singular Juana de Arco.

Conocida también como la Doncella de Orléans y nacida en Domrémy, un pequeño poblado situado en la localidad de Lorena, Francia, esta pequeña niña, que posiblemente no sabía ni leer ni escribir, lideró un ejército, otorgado por el rey Carlos VII (El Delfín) con el fin de expulsar a los ingleses, con sólo diecisiete años de edad.

Aunque parece totalmente irreal, Juana afirmó a los trece años de edad haber escuchado la voz de Dios o un ángel (posteriormente diría que fue Santa Catalina de Alejandría y de Santa Margarita de Antioquía), quien la incito a concurrir a la iglesia y que además le declaro que sería ella quien levantaría el asedio en que estaba sometida Orleans. Inesperadamente la Iglesia Católica y sus fieles le creyeron.

De esta manera, durante los años 1429 y 1430, Juana encabezo el sitio de Orleans, la batalla de Patay y otros enfrentamientos en los cuales triunfo, para el asombro de muchos, logrando, como consecuencia, que su pueblo natal fuera exento del impuesto anual a la corona y que Carlos VII fuera coronado. Al parecer el camino de la Doncella de Orleáns se trazaba a la perfección y gracias a su intrepidez, Francia había alcanzado en poco tiempo lo que durante muchos años anhelo. Pero no toda historia posee un final feliz.

Luego de la campaña de La Charité, Juana decidió aislarse en el castillo de Sully mientras El Delfín acordaba una tregua con el Duque de la Borgoña por la ciudad de Compiègne. Lamentablemente el trato se trunco cuando el rey francés descubrió que el Duque paralelamente realizaba acuerdos con Inglaterra con lo cual decidió avanzar militarmente sobre Compiègne para tomarla nuevamente.

Y fue aquí donde después de muchas pruebas Juana es capturada, al igual que su hermano Pierre, por los borgoñeses para luego ser entregada a manos de los ingleses quienes la condenaron por herejía, entre otros cargos, y dictaminaron que sea quemada en Ruán.

Muchos años después, otros reyes lucharon por reabrir el caso a fin de que revisaran aquel juicio inquisitorial hasta que en 1456 Juana de Arco fue reconocida inocente, y además se declaró herejes a los jueces que la habían condenado. Su vida pasaría a la inmortalidad.

Durante el siglo XVI fue venerada por la Liga Católica y adoptada como símbolo cultural por los círculos patrióticos franceses desde el siglo XIX. En la actualidad es santa patrona de las guías en el movimiento del escultismo, fue una fuente de inspiración durante la primera y segunda guerra mundial para los aliados y además es tenida muy en cuenta por países como Irlanda, Canadá, Estados Unidos, entre otros.

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