viernes, 22 de julio de 2011

La leyenda de los hijos de Lir: Leyenda tradicional celta

Esta preciosa y triste historia nos llega desde la cultura celta. En él aparecen figuras que nos son muy familiares en los cuentos que hemos oído desde muy niños, como la malvada madrastra y los cisnes encantados.

Esta leyenda empieza con la coronación del rey de Erín (la antigua Irlanda). Los candidatos eran los cinco gobernantes de las tierras irlandesas y cuando eligieron a Dearg, el rey Lir se marchó muy enfadado a su corte, ya que esperaba ser él el elegido para el cargo. Con la intención de mantener la paz y evitar todo tipo de conflictos, el nuevo gran Rey Dearg decidió ofrecerle la mano de una las tres hijas de Oilell de Arán.

El rey Lir aceptó la oferta y eligió a Ove, la mayor de las hermanas. No transcurrió mucho tiempo cuando fueron padres de gemelos, un niño y una niña, Aod y Fingula. Pero cuando nacieron los otros dos, también niña y niño, cuyos nombre serían Conn y Fiachra, Ove murió en el parto. Sólo la presencia de las criaturas impidió que el rey no muriese de pena, dado el amor que profesaba a su esposa.

Cuando llegó a oídos del rey Dearg la fatídica noticia, el pesar invadió su corazón y sintió una inmensa pena por Lir. Así que decidió ofrecerle a Oifa, la hermana de su difunta esposa, para que aliviara su sufrimiento.
Y durante un tiempo así fue. Hasta que Oifa comenzó a sentir celos de los niños, sus propios sobrinos, unas criaturas a las que todo el mundo quería y adoraba.

Un día, Oifa los subió en un carro y los llevó a un lago. Allí propuso a los moradores del lugar deshacerse de los niños a cambio de lo que quisiesen, pero ellos la ignoraron. Al verse sola, les dijo a sus sobrinos que fueran a bañarse al lago y cuando estaban en el agua les apuntó con una varita, regalo de un hechicero, a la vez que arrojaba a los cuellos de los niños unas cadenas de plata.

En ese preciso instante los pequeños se convirtieron en bellos y blancos cisnes. La única en protestar fue Fingula, que ya había sospechaba algo de su malvada tía. Le gritó que parase el hechizo pero Oifa se negó y le dijo que la maldición no se rompería hasta que Lairgnen de Connaught se uniese a Deoch de Munster, algo que pasaría en un futuro muy, muy lejano...

Cuando la cruel Oifa llego a la corte de Dearg fue preguntada por los niños. Ella respondió que Lir no quería que estuvieran allí. Incrédulos por la respuesta de Oifa, los cortesanos de Dearg enviaron un mensajero al palacio de Lir para preguntar si los niños estaban con él. Lir lo negó y también negó haber dicho a su esposa que no deseaba que sus hijos fuera a la corte del rey Dearg.

Tal era la confusión y la preocupación que se originó con todo este asunto, que Lir fué en busca de sus hijos al lago donde Oifa había los llevado. A su llegada, los cisnes comenzaron a cantar y éstos le revelaron quiénes eran realmente y lo que les había pasado. Completamente enfurecido, Lir le contó a Dearg lo que había hecho Oifa. Su castigo fue convertirla en un demonio con la misma varita que ella usó para maldecir a los hijos de Lir. Así quedó hasta el final de sus días.

Un buen día, los niños-cisne decidieron que tenían que partir hacia otra tierras y cuando lo hicieron, toda Erín quedó sumergida en la tristeza. Después de muchas vicisitudes, llegó la hora del regreso al hogar que habían dejado hacía tanto tiempo. Ya no quedaba nada, solo ruinas y desolación. Habían pasado cientos de años...

La profecía que marcaba el final del encantamiento estaba a punto de cumplirse. El compromiso entre Deoch de Munster y Lairgnen de Connaught ya había sido estipulado. Pero la boda no se llevaría a cabo hasta que Lairgnen no le llevara a la novia aquellos hermosos cisnes.

El príncipe fue en su busca al lago conocido como Lago de los Pájaros. Cuando se acercó a ellos les quitó las cadenas de plata y en ese justo momento recobraron su forma humana. Más no como los niños que fueron, sino como ancianos totalmente demacrados y famélicos.

Su triste final llegó en una hora. Sus cuerpos ya inertes fueron enterrados igual que cuando se cobijaban durante las tormentas cuando eran cisnes: Fingula en el centro, Conn y Fiachra bajo sus brazos y Aod sobre su pecho.

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