Durante toda la Historia, han sido recurrentes las leyendas, cuentos y crónicas que se han hecho eco de la fábula sobre un hombre o una mujer que caen presos de un profundo sueño, despertando al cabo de unos años o, en algunos casos, siglos más tarde. Otro de los puntos comunes que estas historias suelen compartir, es el hecho de que cuando estos “bellos durmientes” se despiertan, el mundo que les rodea está igual al momento en el que se quedaron dormidos.
Todo parece indicar que, la fuente de la que todas estas leyendas beben es la conocida como “los siete durmientes de Éfeso”, una de las más antiguas que atestigua el cristianismo y que ha llegado hasta nuestros días gracias a la labor del hagiógrafo medieval Simón Metafraste.
La historia narra un episodio que tuvo lugar durante el mandato de Decio, emperador romano en la zona durante los años 249-251 d. C, que emprendió una campaña de recuperación de los antiguos cultos para recuperar el favor de los dioses, el cual él creía perdido. Esta acción, chocó con el auge de la religión cristiana, por lo que su orden de realizar un sacrificio a los dioses paganos en la ciudad de Éfeso, tropezó inmediatamente con la resistencia de siete jóvenes nobles: Maximiliano, Iámblico, Martín, Juan, Dionisio, Exacustodio y Antonino.
Ante su negativa, el emperador decidió darles un tiempo para que reflexionaran y pudiesen cambiar de opinión ya que, de no hacerlo, serían ejecutados. Los jóvenes desoyeron las advertencias imperiales y decidieron repartir todo su dinero entre los pobres y huir a la sierra, donde se ocultaron en una de las grutas. Cuando los hombres de Decio dieron con ellos, los encontraron profundamente dormidos y el emperador no dudó en ordenar cerrar la boca de la cueva para que muriesen.
Sin embargo, al final el cristianismo acabó triunfando como religión oficial del Imperio y con la llegada al poder de Teodosio (379-395) se decidió darle un uso a la cueva por lo que, al ser abierta, los chicos despertaron de su largo letargo creyendo que aún estaban bajo las órdenes de Decio.
De este modo, los siete durmientes fueron descubiertos y, tras presentar sus respetos a las autoridades cristianas del momento y rezar, murieron.
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