jueves, 11 de agosto de 2011

La leyenda de la laguna de Leandro: El ambicioso de la Puna

La leyenda de la laguna de Leandro es una de las más famosas de la zona de la Quebrada de Humahuaca. La misma nos cuenta que hace más de cien años vivía en dicha región, precisamente en Queragua, un aborigen runa llamado Leandro, el mismo que dedicaba sus días al trabajo y al cuidado de su familia. Leandro y su mujer vivían en una precaria choza típica de la época.

Leandro solía realizar largos viajes por sus tierras, sobre todo para vender los animales de su pequeña granja: llamas y ovejas. En uno de ellos hacía la localidad de Tres Morros logró entrar en contacto con un lugareño de allí, un típico arriero de la Puna quien en una larga conversación le contó sobre los Incas de Atahualpa, quienes habían llegado en la época de la colonización española a la región como emisarios.

El arriero continuó su historia: le contó a Leandro que en uno de sus viajes de regreso de alguna de las misiones, uno de los incas murió asesinado por los mismos españoles, el mismo que contaba con grandes fortunas, entre ellas, muchos objetos de oro. Los compañeros del inca asesinado decidieron esconder sus pertenencias enterrándolas cerca de una laguna al oeste del Humahuaca, a más de 4 mil metros por sobre el nivel del mar.

Al regresar a su choza, Leandro le cuenta esta misma historia a su mujer y totalmente maravillados los dos por la misma deciden pensar la mejor forma de encontrar el tesoro oculto. Luego de varios días de pensarlo, se le ocurrió que la única forma de desenterrar el tesoro era vaciar la laguna. Al día siguiente, Leandro comenzó a construir una especie de zanja que serviría como desagüe de la increíble cantidad de agua que poseía la misma.

En uno de los laboriosos días que Leandro pasaba en la laguna surgió un hecho inesperado. Estaba por caer la noche y el cielo se cubrió de nubes grises y espesas, y desde el centro de la casi ya seca laguna se erigió una figura que representaba un cuadrúpedo con las astas de oro puro. Sumido en la desesperación y el miedo, Leandro corrió hasta su choza jurando no volver a la laguna ya que dicha figura le parecía porvenir del infierno.

Después de varios días la ansiedad y la ambición volvieron a apoderarse del aborigen de Humahuaca, por lo que decidió terminar con lo que había empezado. Tan sólo dos días después de su regreso vuelve a ocurrir lo mismo: la figura del cuadrúpedo se levanto entre las aguas y por medio de una fuerza inexplicable atrajo a Leandro hasta el centro de la laguna, hundiéndolo junto con él y por ende, acabando con su vida.

Este el trágico precio que Leandro tuvo que pagar por su avaricia y ambición. Los lugareños de hoy en día afirman que todavía se escuchan gritos y el ruido de las piedras que, pareciese ser, que las lanza el mismo Leandro, tratando de tapar la zanja que lo llevaría a su muerte en poco tiempo.

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