jueves, 29 de diciembre de 2011

La misteriosa muerte de Hitler: Su paso hacia la Patagonia

Recientemente un periodista argentino ha reavivado el fuego de esa lumbre nunca del todo apagada que representa la rumorología en torno a los últimos días de Adolf Hitler. Quizá lo más relevante del nuevo giro de tuerca de esta vieja historia o leyenda urbana sea el dato de que Führer alemán se ocultó algunos días en España en su paso hacia la Patagonia.

El exilio de Hitler es el libro donde se narran estas y otras aventuras. Su autor es un señor llamado Abel Basti, y dice aportar algunas importantes pruebas. Lo cierto es que la obra se acaba de publicar en Argentina y está a punto de hacerlo en el mercado español, de manera que lo que sabemos de ella es apenas lo que el propio Abel Basti cuenta en las entrevistas concedidas para la promoción del libro.

En el fondo viene a redundar en las teorías defendidas por el mismo Basti, y algún otro, desde hace años. El periodista argentino lleva tiempo intentando desentrañar las claves de la presencia de jefes nazis en la Argentina, destacando por una parte la existencia de los planes de evacuación de los alemanes si la guerra se perdía (como así fue) y por otro lado buscando las necesarias complicidades con los aliados para que la huida pudiese realizarse (sobre todo EEUU y Gran Bretaña).

En este punto debemos recordar los hechos tal como y nos ha legado la historiografía oficial que, por cierto, no es ni siquiera reducible a “occidental” en sentido pleno sino que coincide en esencia con la investigación soviética. Cuando en los 90 se abrieron los archivos de los servicios secretos de la URSS referidos al caso Hitler, se comprobó que la versión confirmaba el temprano testimonio de Hugh Trevor-Roper en su obra Los últimos día de Hitler (1947).

Mientras la Armada Rosa entraba en Berlín, varios agentes acompañaban a los tanques en misión impuesta por el mismo Stalin. Había que coger a Hitler, vivo o muerto. Stalin no se hacía ilusiones: sabía que resultaría casi imposible atraparlo con vida pero, en todo caso, quería el cuerpo del Führer a toda costa.

La historia oficial cuenta que cuando por fin los rusos entraron en el Búnker de Berlín encontraron en el jardín varios cuerpos quemados, entre ellos los de una pareja que parecía corresponder a Hitler y a Eva Braun. Stalin ordenó detalladas investigaciones y los rusos intentaron capturar a todos quienes habían vivido las últimas horas alrededor de Hitler.

Los aislaron y los interrogaron durante meses. Querían cotejar las informaciones por si se detectaban incongruencias. Pero no fue así. Los testimonios parciales dieron un cuadro completo en el que apenas había fisuras y que, en suma, perfilaba un cuadro de acontecimientos muy parecido al que, por ejemplo, puede verse en la película El Hundimiento.

Claro que la camarilla de Hitler bien pudo haber diseñado una estrategia previa, es decir, tener ensayados cada uno de los testimonios de manera colectiva. Es algo difícil de creer, pero no imposible. Revelaría, por cierto, que la devoción que sentían por Hitler era sincera e iba más allá de la muerte o desaparición de su líder.

Pero volviendo a las teorías como las de Basti: al menos aciertan en el hecho de que los nazis tenían varios planes para la huida de su Führer (por no hablar de sus dobles) y de otros jerarcas. O sea: ¿pudo haber escapado Hitler de Berlín incluso apenas unas horas antes de que el Búnker cayese? Estamos casi seguros de la respuesta: sí.

Ahora bien: ¿estaba dispuesto Hitler a ello? Sinceramente, nos cuesta creer que quien se emborrachó de poder, fue aclamado como un semidiós, puso a Europa sino al mundo bajo la suela de su bota y soñó los mil años planetarios de dominio nazi, pudiese aceptar la idea de una vida anónima, aburrida y aletargada en una granja perdida de la fría Patagonia.

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