viernes, 30 de julio de 2010

La Mano Negra (Leyenda de Morelia)

En una de esas noches de invierno en que llovizna y hace frío, en que rodean los niños la cazuela de los buñuelos comiendo anticipadamente de los que se quiebran, en que solo se están quietos si la abuela de cabeza blanca y ojos amorosos les cuenta algo de aparecidos, oí lo que a mi vez refiero.

El padre Marosho de cuyo nombre no puedo acordarme, era una celebridad en la basta provincia de agustinos de Michoacán, distinguiéndose principalmente por sus virtudes y después por ser pintor excelente que cubrió de cuadros de indiscutible mérito artístico todos los conventos de la provincia; por ser orador consumado, que con sus sermones llenos de elocuencia y de unción conmoví profundamente al; auditorio por distraído que éste fuese; por ser teólogo y canonista como pocos de gran memoria y aguda inteligencia. Por todo lo cual era uno de los primeros que asistían a los capítulos de su provincia.

Por entonces había capítulo en el convento de San Agustín de Valladolid y los padres capitulares habían venido de las más remotas regiones de la provincia, y entre ellos el padre Marocho que residía de ordinario en el convento de Salamanca.

La sala capitular estaba a la derecha del claustro románico situado junto a la iglesia bizantina. Una ancha puerta de medio punto abierta a la mitad del salón daba acceso a él. Casi frente a la puerta de entrada se erguía una tribuna tallada en nogal negro. En los cuatro tableros de enfrente en forma de medallones se habían esculpido a los cuatro evangelistas. En el respaldo que remataba en un tornavoz figurando una concha, estaba esculpida en el centro la imagen de san Agustín.

Tanto en el pie como en los barrotes que encuadraban los tableros, había esa rica flora retorcida y gallarda que los maestros carpinteros de los pasados siglos desarrollaban en sus obras, haciendo gala de una imaginación tan fecunda como bella, y de una habilidad nunca igualada ni mucho menos superada para manejar los instrumentos de tallar y esculpir en madera. En armonía con la cátedra o tribuna y a lo largo de los muros en dos galerías alta y baja se desarrollaba una doble sillería de asientos giratorios labrada también en nogal negro. Cada silla era un prodigio de talla, teniendo en el respaldo esculpida la imagen de un santo de la orden. En uno de los testeros se levantaba sobre una plataforma el trono del provincial y en el otro había una preciosa mesa cuyas patas eran garras de león, sobre la cual destacaba un crucifijo de cobre dorado a fuego, en medio de dos candeleros con sus cirios y un atril de plata cincelada para los santos evangelios.

De la bóveda de cañón pendían tres arañas de cobre dorado a fuego cuajadas de ceras que iluminaban el salón con una luz tenue y dorada. Sobre los muros colocados a iguales distancias había colgados retratos de personajes prominentes, religiosos de la provincia de Michoacán, como era el del apóstol de la Tierra Caliente, de fray Diego Basalenque, de fray Alonso de la Vera Cruz sentado en su cátedra dando clase a varios discípulos, entre ellos al inteligente y aprovechado joven don Antonio Huitzimengari de Mendoza hijo del ultimo emperador de Michoacán, Caltzonzin.

Siempre el padre Marocho, por su antigüedad en la orden y por los cargos que en la misma desempeñaba, tenía el segundo lugar después del provincial en el capítulo y se sentaba en el primer sitial a su derecha.

No había discusión en que no tomase parte ya suministrando datos históricos, ya recordando cánones, y citando autoridades filosóficas y teológicas, ya discurriendo de modo que sus palabras eran escuchadas con verdadera sumisión y sus sentencias eran decisivas, influyendo grandemente en los resultados del capítulo, en donde se decidían cuestiones de capital importancia para la provincia y para la orden. Por tanto a pesar de que en lo general el padre Marocho tenía una vasta erudición, sin embargo, mientras duraba el capítulo, estudiaba en su celda o en la biblioteca del convento hasta las altas horas de la noche.

La biblioteca próxima a la sala capitular y en comunicación con ella, era también un gran salón abovedado circuido de una estantería de oloroso cedro que contenía cerca de diez mil volúmenes sobre todos los amos del saber humano de entonces aparte de los nunca bien ponderados manuscritos relativos a las misiones e historias de los michoacanos. En el centro mesas de roble sobre las cuales había atriles y recados de escribir, tinteros de talavera de Puebla y plumas de ave.

Allí estaba una noche el padre Marocho. El silencio mas profundo reinaba en aquel recinto donde el hombre del presente entabla pláticas con los hombres del pasado; en donde el genio se comunica con el genio; se borra la noción del tiempo penetrando en las puras regiones del espíritu, echa a un lado la materia; en donde las pasiones callan y se doblegan ante la razón, su reina y señora.

De repente el padre Marocho, según lo cuentan papeles viejos de aquella época de duendes y aparecidos, notó un ruido extraño a su lado, vuelve el rostro y ve que una mano negra cuyo brazo se perdía en las tinieblas, tomando entre sus dedos la llama de la vela, la apagó, quedando humeante la pavera. Con la mayor tranquilidad y presencia de ánimo dijo al diablejo: -Encienda usted la vela, caballero.

En aquel momento se oyó el golpe del eslabón sobre el pedernal para encender la yesca. Ardió la pajuela exhalando el penetrante olor del azufre y se vio de nuevo que la mano negra encendía la vela de esperma.

-Ahora para evitar travesuras peores, con una mano me tiene usted en alto la vela para seguir leyendo y con la otra me hace sombra a guisa de velador, a fin de que no me lastime la luz.

Así pasó. Y era de ver aquel cuadro. El sabio de cabeza encanecida por los años, los estudios y las vigilias, inclinado sobre su infolio de pergamino. A su lado dos manos negras cuyos brazos eran invisibles, una deteniendo la vela de esperma amarilla y la otra velando la flama. La luz apacible reflejándose sobre el busto del padre Marocho le dibujaba en el ambiente con ese claro- obscuro intenso de los cuadros de Rembrandt, que tanto estiman los artistas.

Vino la madrugada con sus alegrías. Aunque tenues, pero llegaban hasta aquel retiro, los cantos de las aves que saludaban a la rosada aurora desde las ramas de los fresnos del cementerio. Por los ojos de buey de la biblioteca comenzaban a penetrar dudosamente los primeros rayos de Sol. Entonces como ya no era necesaria la luz de la vela, exclamó el padre Marocho: -Pues bueno. Apague usted la vela y retírese si necesito de nuevo sus servicios, yo le llamaré.

Entre tanto que el padre bostezaba, restregándose los ojos, se oyó un ruido sordo de alas que hendían el aire frío y húmedo del nuevo día.

No tardó en concluir el capítulo, quedando arregladas todas las cuestiones que hubo para convocarlo. Con todo, el padre Marocho se quedó en el convento a descansar por algunos días más. Vivía en una celda que termina en un ambulatorio que va de oriente a poniente iluminado en el centro por una cúpula con su linternilla. La celda era la última del poniente a mano izquierda con su ventana para la huerta del convento. Desde allí, como en un observatorio, contemplaba aquel artista un espléndido panorama.

Las desiguales azoteas de las casas de aquel barrio, la loma de Santa María y el cerro azul de las Animas, sirviendo de fondo al paisaje. Como en estos días pasaba el Sol por el paralelo de Valladolid, al ponerse su disco rojo antes de ocultarse tras las montañas se asomaba curioso en el cañón aquel, tiñendo de rojo, los suelos, los muros, las bóvedas, los marcos de las puertas de las celdas, las imágenes de piedra colocadas en sus hornacinas, produciendo unos tonos nacarinos y unas transparencias admirables.

El padre Marocho quiso pintar aquellos juegos de luz, aquellos muros envejecidos tiñéndose de arrebol y mientras el Sol no pasó del paralelo se sentaba frente a su caballete con su paleta en la mano izquierda y su pincel en la derecha y cuando menos acordaba, aquella mano negra le presentaba los colores y los pinceles que necesitaba para manchar su tela. Un noche, víspera de su partida del convento al ir el padre Marocho a recogerse, vio en cierto lugar de la celda la misma mano negra que apuntaba fijamente. El no hizo caso, porque ni tenía ni podía tener hambre de tesoros. Cerró sus ojos y se durmió.

Después de muchos, muchísimos años, un pobre, habitando la misma celda y de un modo quizás casual, o más bien sabiendo esta leyenda que había visto en los papeles viejos del convento cuando era novicio de la orden de San Agustín; se halló un tesoro en el mismo lugar apuntado por la mano negra.

jueves, 29 de julio de 2010

La leyenda de Tepoztecatl

Se dice que Tepoztécatl nació de una princesa cuyo embarazo fue producto del amor de un pajarillo (o según otra versión, del dios Ehécatl). Los padres de la princesa, enojados, la obligaron a deshacerse del niño, quien fue abandonado en un hormiguero, pero las hormigas en vez de devorarlo lo alimentaron con gotas de miel.

Luego fue dejado entre las pencas de un maguey, mas éste lo abrazó con sus pencas, lo alimentó con aguamiel y finalmente lo mandó corriente abajo del río Atongo en una caja de madera. De ahí lo recogió una pareja de ancianos que lo adoptaron, criaron y enseñaron todo lo que sabían.

Años después, en Xochicalco, Tepoztécatl derrotó al monstruo Xochicálatl, por lo que fue festejado a su regreso a Cuernavaca. Al salir de Cuernavaca se llevó el sonoro teponaztli y corrió con él a Tepoztlán, evitando que lo alcanzaran al provocar con su orina una gran barranca, lo que le permitió llegar a tocar el teponaxtli sobre el cerro del Tepozteco.

En 1538 Tepoztécatl fue convertido al cristianismo por fray Domingo de la Anunciación, quien lo bautizó el 8 de septiembre, dando origen así a la fiesta que cada año se realiza en ese día.

miércoles, 28 de julio de 2010

El Barrio Antiguo de Monterrey

En el Barrio Antiguo, según cuentan las crónicas y las voces heredadas de generación en generación, se vivió siempre en armonía absoluta. Las familias avecindadas en ese espacio urbano eran como una sola, tanto en los sucesos alegres como en aquellos marcados por el dolor.

La religiosidad caracterizaba al pueblo de aquellos días: era obligada la asistencia a misa diaria de cinco o a las que tenían lugar a lo largo del día en Catedral; desde luego, no se podía faltar al rosario ni a la hora santa que durante muchos años el padre Jardón-fundador de la Congregación Mariana- celebró exclusivamente para los señores. Andrés Jardón, su hermano, recitaba el rosario en los velorios de los vecinos y les acompañaba hasta el panteón para rezarlo ante el sepulcro.

También se asistía a misa o a otros actos piadosos en, la capilla del Colegio de San José, los vecinos en el ala que daba a Abasolo y las alumnas internas en la nave que miraba hacia el patio.

Por muchas décadas vivieron en el Barrio Antiguo, además del padre Jardón -a quien la gente veía pasar rodeado de niños y haciendo flotar su enorme capa negra-, el canónigo Juan Treviño, mejor conocido como "el padre Juanito", y el padre Juan José Hinojosa, a quien no pocos vieron en levitación no sólo al celebrar los oficios, sino también cuando caminaba por la calle con su semblante de asceta.

Durante el rigor del verano las aceras se poblaban de sillas y mecedoras austriacas o de la Malinche. Allí se saludaba con afecto a don Celedonio Junco, que pasaba con el periódico bajo el brazo, o al general Garza Ayala, quien, a decir del doctor Gonzalitos, manejaba tan bien la pluma como la espada. Entretanto, los muchachos en la calle jugaban sin riesgo alguno a la roña, a las escondidas, a los encantados o al burro saltado.

Los cumpleaños y los días de santo de jóvenes y mayores eran motivo de convivencia y de alegría en la merienda y en la ingenua piñata; igual desbordamiento se observaba durante la temporada navideña en las posadas y pastorelas.

En cada casa había un piano o se tocaba algún instrumento como el violín y la guitarra. Fueron famosas las tertulias de la casa de don Celedonio Junco; las canciones, los versos y las improvisaciones hacían la delicia de los asistentes.

Por su parte, las muchachas formaban estudiantinas y participaban en las fiestas cívicas y sociales. Era tal la alegría que propios y extraños llamaron a esa zona “ el barrio de Triana”.

Era común que además del comentario sobre los acontecimientos políticos o de la Revolución, o sobre el último capítulo de la novela por entregas que incluía El Imparcial, la conversación bordara sobre lo acaecido en el barrio: la niña que se cayó del balcón, don Genaro que salió de su tienda y jamás volvió, el joven a quien se le desbocó su caballo y le arrastró varios metros, etcétera.

Algunos sucesos tenían tinte violento, como el del oficial que exigió a la familia Castillón desalojar su casa en 24 horas, para hospedar en ella a Carranza, sin conocimiento de éste. Otros eran de carácter chusco, como el de la muchacha que concertó con su novio la fuga y acordó llevar un manto verde para identificarse. Su abuela, única persona con quien vivía, iría a misa de cinco, y esa sería la hora oportuna para escapar. Pero la abuela tomó el manto de la nieta, que fingía dormir. El enamorado galán, al identificar el manto, la tomó en sus brazos y la subió en su caballo, pero en el-primer farol encendido se dio cuenta de la confusión. Cuentan que la abuela iba eufórica en brazos del jinete.

La leyenda se ha enseñoreado también en el Barrio. Ruidos, pasos y sombras se oyen y se ven en los antiguos caserones. Huesos enterrados en el tronco del nogal; túneles secretos de la catedral al colegio; mujeres emparedadas en los gruesos muros; coronas de imágenes que al frotarlas hacen realidad los deseos; pianos que tocan solos; o algún caballero endeudado que a punto del suicidio encuentra en la puerta norte de la catedral a un obispo que le entrega la suma de dinero para que salve el compromiso.

Historia, tradición y leyenda, eso ha sido el Barrio Antiguo a través de los siglos. Su significación y rescate restituirán a Monterrey este bello girón de su pasado.

martes, 27 de julio de 2010

La leyenda de la Casa de los Tubos

En la parte alta de la colonia Contry La Escondida en ciudad Guadalupe, existe una gran casa que fue construida a principios de los años de 1970´s, la cual se encuentra abandonada desde entonces; desgraciadamente ha sido víctima de vándalos, sin embargo esa casa esta rodeada de misterios.

José Daniel Castilleja quien es policía de ciudad Guadalupe cuenta que "una niña que se cayó en una silla de ruedas, y que era de una persona anciana, y que en la casa aparte se habían caído dos albañiles, y por el miedo abandonaron la casa y ya no quisieron construirla".

Sobre esta casa cuentan muchas historias y rumores, el misterio la ha rodeado desde hace muchos años y hasta el momento no se sabe cual sea su historia real. "Dicen que cuando toman vídeo o fotos, parece que ven sombras o figuras de algo en la fotografía" comenta el oficial de policía José Daniel Castilleja.

La casa es vigilada constantemente por policías municipales que no permiten la entrada a curiosos por lo riesgoso de la construcción; sin embargo se cuentan varias leyendas pero todas rondan sobre una tragedia ocurrida a una jovencita que usaba una silla de ruedas; de esa casa algunos cuentan que se ha visto el supuesto fantasma de una mujer rondar el lugar por las noches, aunque no todos creen en estos rumores. Una vecina del lugar que no quiso identificarse dijo "yo no he visto nada, yo todas las noches paso por ahí, y no he visto nada".

Acompañados por varios oficiales acudimos al lugar, y lo que captamos fue algo realmente insólito; en el área correspondiente al sótano de la casa fue captado la imagen de algo semejante a la silueta de un cuerpo humano, la imagen aparentaba ser la de alguna tipo de entidad; pero la mejor opinión de la de usted.

Por los rumores de fenómenos paranormales, algunos curiosos van ahí en busca de ver algo fuera de lo normal. "Se dice que se aparece una niña que tuvo un accidente... incluso viene gente del extranjero, chinos, japoneses, estadounidenses, sobre todo vienen a checar el vídeo, o sea, esta casa tiene años y es muy famosa por la historia de la niña que se aparece", menciona Juan Antonio Ledezma quien es policía de ciudad Guadalupe.

La leyenda de la casa de los tubos esta rodeada de muchos misterios, seguirá siendo todo un caso para archivo insólito.

lunes, 26 de julio de 2010

La niña fantasma de Protección Civil del Estado de Nuevo Leon

En las instalaciones de Proteccion Civil del Estado de Nuevo León, ubicadas en la parte alta de la Loma Larga en la ciudad de Monterrey, algunos elementos de la corporación han reportado varios sucesos extraños. "Lo que pasa es que vi que alguien atravesó la maya ciclónica, entonces, luego y luego, mis compañeros a traer lamparas y a los perros, fuimos a buscar y no había nadie" expresó Adrián Licón rescatista de Protección Civil del Estado.

Entre ellos la misteriosa aparición de una niña que ronda por los pasillos de esa institución. Carlos Eduardo Aguilar quien es el radio operador de esta dependencia menciona "nos han comentado los compañeros de aquí, de Protección Civil del Estado, junto con las secretarias y personal del helicoptero, que han visto a una niña en los pasillos, en áreas de las oficinas, en los baños, así mismo como en la cocina, que han platicado con ella".

Las instalaciones de la corporación de rescate están ubicadas en lo que fue una antigua escuela que fue cerrada y abandonada en 1980 y así continuó hasta 1998, cuando fue instalada la corporación de rescate en ese lugar. Se rumora entre los miembros de la corporación que en ese tiempo una niña sufrió una tragedia. "Se menciona de que aquí hubo una muerte violenta de una niña, que fue violada en estas instalaciones, cuando estaban abandonadas durante mucho tiempo" narra el comandante Martín Castillo Subdirector de Protección Civil del Estado.

Varios son los que cuentan que se han tenido encuentros con la fantasmagórica entidad. "Era un mecánico de los helicópteros, él llega entra aquí a la cocina, pasa por el área de la alacena, entra y ve a la niña y le dice ¡Hola! ¿Cómo estas?... se mete a la alacena, saca una naranja, saca una para él y otra para la niña, porque él no sabía, entonces él sale y estira la mano buscando a la niña, entonces no la encuentra" cuenta Adrián Licón rescatista de la institución.

Sin embargo y a pesar de que varios comentan que han visto a la niña fantasma, muchos se mantienen escépticos. El comandante Martín Castillo opina al respecto "no deja de ser una situación qu en algunos momentos tenga una explicación lógica o científica, por condiciones climatológicas, algunos efectos que se generan o en algunas circunstancias".

El fantasma de la niña de Proteccion Civil del Estado, sigue siendo todo un misterio, los reportes han continuado, es todo un caso para Archivo Insólito.

viernes, 23 de julio de 2010

El Escudo de Armas de Monterrey

Existe una leyenda referente al Escudo de Armas, el Doctor Regino F. Ramón escribió una historia sobre el estado de Coahuila que nunca se público pero que otro a su vez al leerla, transcribe un documento que se encontró en el Archivo de la Nación y que en la parte que interesa dice lo siguiente: que Urdinola, desde Saltillo mandó por el rumbo del oriente a Don Diego de Montemayor, quien emprendió la marcha el 22 de Agosto de 1555, hasta que llegó a una gran planicie donde corría un hermoso riachuelo a cuyas márgenes estaban acampadas numerosas tribus indígenas, seguramente eran lo ojos de agua de Santa Lucía, estos indios medios domesticados no eran belicosos. Al salir el sol practicaban una curiosa ceremonia, se formaban todos dando frente al oriente y al aparecer el astro del día por entre los picachos del cerro de la Silla, le disparaban sus flechas, no de una manera hostil, sino con cierta humildad y reverencia que indicaba ser un acto de homenaje y veneración.

Don Diego de Montemayor quedó tan impresionado que muchos años después, que fundó en ese propio lugar de la ciudad de Monterrey, pidió y le fue concedido por el virrey, que el emblema de la ciudad metropolitana fuera un sol sobre el cerro de la Silla, al que disparaba un indio sus flechas.

Sin embargo y haciendo caso omiso de lo anterior, lo que si puede asegurarse sin lugar a dudas, es que el escudo data de mediados del siglo XVII, pues en la carta que envío el Gobernador de Nuevo Reino de León. Don Nicolás de Azcárraga a la reina Doña Maríana de Austria el 29 de Septiembre de 1667 y en la siguiente de fecha 5 de Abril de 1669, le decía textualmente que la ciudad necesitaba de privilegio de armas y que se cediesen según el escudo que hubiese acostumbrado, lo que confirma que el blasón ya existía para entonces.

jueves, 22 de julio de 2010

La comadre bruja (Leyenda de Monterrey)

Las leyendas de "brujas" son comunes en la región noreste de México y envuelven una mezcla de tradiciones y costumbres antiguas de la región, las cuales muestran una parte de la forma de pensar de las personas en aquellos lugares. Pero los relatos modernos de "brujas" aparentan más algo de apariencia "paranormal" que a simples relatos surgidos de la imaginación de las personas; sin embargo algunos afirman que tanto los relatos antiguos como los contemporaneos podrían ser reales, y que se trata de la forma de interpretar un fenómeno aún desconocido y sin explicación para las personas.

El presente relato se remonta a la primera mitad del siglo XX, me lo contó hace varios años mi señor padre, que en el Cielo está; él fue un gran practicante del montañismo en su juventud y recorrió practicamente todas las montañas y cerros del estado de Nuevo León, en sus excursiones conoció algunos relatos de este tipo. Espero sea de su agrado.

"La comadre bruja"
Hace ya mucho tiempo, un ranchero iba cabalgando de noche por una brecha que cruzaba el monte, allá en el municipio de Sabinas Hidalgo. Había muy buena luz de Luna por lo que era fácil ir por aquella brecha en medio de aquel gran terreno despoblado. De pronto una lechuza negra comenzó a seguir al ranchero, lo seguía haciendo pequeños vuelos en zigzag, posándose sobre las ramas secas de algunos mezquites, palmas y quiotes del lugar.

De pronto la lechuza empezó a hacer un ruido muy parecido al chistido de una persona, como queriendo llamar la atención del ranchero, y sus vuelos comenzaron a ser más cercanos al ranchero al grado de pasar rozando su sombrero. Entonces el ranchero sospechó que pudiera tratarse de una "bruja", de esas que cuentan que se convierten en lechuza por las noches.

Este ranchero tenía una comadre de la cual sospechaba que era alguna bruja, y que además no se llevaba bien con ella, así que pesó que pudiera tratarse de ella. El ranchero decía "A que comadre tan argüendera, así que ahí anda volando". Así que sin hacer muchos movimientos, desenfundó su machete y lo puso junto a su pierna escondiéndolo para que no se viera, pero el mango lo agarró al reves para poder golpearla con el lado sin filo, pues si aquella lechuza se trataba en realidad de su comadre quería comprobarlo, y aunque le caía mal no quería causarle la muerte, nada más darle un susto.

Y él continuó cabalgando a paso lento para permitir que la lechuza lo alcanzara y estuviera más cerca, y en uno de esos vuelos que paso rozando su sombrero, le lanzó un fuerte golpe que derribó a la lechuza y fue a caer entre los matorrales; el ranchero desmontó y corrió hacia donde había caído la lechuza y aunque esta intentó defenderse con sus garras y pico, este le propinó varios golpes con la hoja del machete y unos cuantos puntapiés, hasta que quedó totalmente inconsciente aquel animal.

Ya estaba cerca del pueblo donde quedó la lechuza así que decidió irse a su casa a dormir, pues ya era muy noche. A la mañana siguiente, se despertó algo tarde y al levantarse su esposa llegó corriendo toda asustada diciéndole "¡Viejo, encontraron a la comadre toda golpeada tirada junto a una brecha, vamos a verla, pobre de ella!". El ranchero ya sospechando el porqué de aquel alboroto se vistió y acompaño a su esposa a ver a su comadre que vivía cerca de su casa.

Al llegar había varias personas acompañándola, entre vecinas, familiares y curiosos. La comadre se encontrada con un vestido negro en su cama toda llena de moretones y raspones, al parecer causadas por haber sido golpeada con la hoja de un machete y haber recibido varias patadas. Ella se lamentaba con unos leves quejidos algo pausados, pero al entrar el ranchero al cuarto y decir con algo de sarcasmo "¿Cómo está comadre? ¿Qué la golpearon?", ella comenzó a dar grandes quejidos y a llorar con mucho ímpetu.

El ranchero y su esposa se fueron del lugar, pero él decía con algo de sarcasmo mientras se retiraba "Pobre de la comadre, pobrecita, la golpearon mucho" y ella lloraba y se quejaba más al escuchar sus palabras.

Algunos meses después la comadre del ranchero falleció de causas desconocidas.

miércoles, 21 de julio de 2010

Las Momias de Guanajuato

Guanajuato es una ciudad con muchos atractivos para el viajero, por su fisonomía que es única, por su historia que es maravillosa, por su abolengo cultural que la coloca en un sitio de privilegio en el país y más allá de sus fronteras; por sus manifestaciones artísticas a través de su teatro universitario, su Orquesta Sinfónica y su Estudiantina.

Sí, así es en efecto pero las cosas raras siempre serán motivo de singular atracción.
La gran mayoría de turistas, los que por primera vez vienen a Guanajuato, han recibido de los anteriores, de manera especial, dos recomendaciones: el Callejón del Beso y que vean las Momias.

La momificación se debe, sin que sea esta una opinión científica, a la ventilación especial, es decir, a la altura más bien que al terreno pues lo mismo ocurre en las gavetas que en el suelo.
Con toda seguridad que el fenómeno tiene lugar desde que fueron exhumados del Panteón Municipal, al termino del tiempo reglamentario, los primeros cadáveres.

Ese termino es de cinco años, pero la momificación debe consumarse antes.
El dato de mayor importancia para nuestra población es la circunstancia de la gran mortandad que hubo y porque varios de los cuerpos, por temor a que se propagara más la peste eran inhumados casi en seguida de que se declaraban muertos.

Así sucedía que en algunos casos se les sepultaba cuando en realidad todavía no expiraban, de modo que al volver de aquel estado cataléptico, ya en la tumba, morían finalmente por desesperación, por angustia o por asfixia. De ahí esa mueca de dolor que hay en algunas momias.
Esto fue cuando la peste del cólera morbus que registró en nuestra población allá por 1833. Aun no existía el panteón actual (1861), que es donde se verificó la momificación.

Tal era la cantidad de muertos, que fue necesario abrir panteones complementarios en las de la Compañía San Francisco, San Diego, Santa Belén, San Roque, San Sebastián. Esta es una de las más antiguas.

A partir de 1861, fecha en que se inauguró el Panteón Municipal siendo Gobernador del Estado del General Francisco Pacheco, datan las primeras momificaciones. El primer cadáver momificado que se exhibió correspondió al doctor francés Remigio Leroy, en 1965, que aún existe.

Desde hace muchos años las momias se exhiben al publico en una cripta que se halla justamente debajo del lugar donde se registra este hecho curioso. En una galería que hay al fondo se ofrece el macabro espectáculo, formando las momias una doble fila como 15 metros de fondo y acertadamente detrás de una vidriera.

Por todo lo anteriormente expuesto en forma tan llana, el publico debe desechar, por inciertas, todas esas leyendas baratas que cuenta la gente.

martes, 20 de julio de 2010

La increíble riqueza de Don Ramón Alcázar

Una de las familias verdaderamente adineradas que sobrevivieron a la época bonancible de Guanajuato fue la de Don Ramón Alcázar, cuyas proezas de bolsillo se prolongan hasta poco después da la Revolución, de modo que todavía hay personas a quienes consta como vivió el minero, el comerciante y el banquero. Éste último llegó a reunir fabulosas fortunas, cuando nuestra moneda estaba casi a la par con el dólar.

Se dice que nuestro acaudalado banquero nació en la hacienda de Cotija, Michoacán, pero su lapida asienta que era originario de esta ciudad. Lo cierto es que aquí fue donde hizo el cuantioso capital que comentamos en este relato.

Su esposa, Luisa de Ibargüengoita, también pertenecía a familia acomodada. De ese matrimonio hubo tres hijos. Luisa que se casó con el rico español Don Benigno Elola, dueño de varias fincas, entre ellas la que fue estimable Lic. Don Pedro P. Arizmendi y ahora de su yerno el Lic. Jesús Cardona.

También des varones, Carlos y Ramón, por cierto que uno de ellos, parece el segundo, fue enviado a los mejores colegios de los Estados Unidos, pero, lejos de aprovechar el estudio, dilapido lo que entonces era una gran fortuna algo así como un cuarto de millón de pesos.

En esta familia se cumplió la sentencia que sirvió tema a una obra teatral del escritor Don Carlos Díaz Duffo: Padre mercader, hijo caballero y nieto pordiosero.
La casa que fue escenario de esta riqueza es la que se encuentra en la Plaza de la Paz, marcada con el número 20.

En esta casa Don Ramón tuvo un museo de arte prehispánico y colonial, considerado por entonces como el más valioso de Latinoamérica, por las ricas colecciones que poseía.
Se cuenta, que cuando había una ceremonia de tipo religiosa en la familia, sale a relucir una alfombra importada, que tenía entretejidos hilos de oro y de plata. Esa alfombra se extendía de la casa a la Parroquia, llamando como es de suponer, la atención general.
Era este un acontecimiento del Marques de San Juan de Rayas, de quien se dice que en lugar de tapetes, tendía a manera de pasillo varias hileras de barras de plata.

Esta casa (el dato es rigurosamente cierto) fue construida por el Ingeniero francés Camila Saint Germain, igual que la casa Kloster, la del Truco No. 5 la que ocupa el Antioch College, en Sopeña 18, y la de la familia del Lic. Eduardo Trueba.

Don Ramón como banquero tuvo su propia institución de crédito en la misma casa donde vivió con la firma Staford−Alcázar, letrero que todavía se conserva sobre el marco de la primera puerta a la entrada, a la derecha, y contribuyó a la construcción del ferrocarril de Veracruz a México por lo cual una calle de la metrópoli lleva su nombre.

lunes, 19 de julio de 2010

La leyenda del Callejon del Beso

La leyenda se narra es una de las de mayor tradición y difusión en Guanajuato; sin embargo, guarda celosa fragmentos del vivir y sentir cultural de su gente, parte del México que queremos descubrir para todos.

Sin lugar a dudas Guanajuato es la ciudad idónea para dejar atrás el automóvil y caminar por sus plazuelas escondidas, sus museos y sus callejones, donde hacen su aparición las estudiantinas que, como Orfeo o como el flautista de Hamelin, atraen a una gran cantidad de público, en la típica callejoneada.

Lo anterior, claro está, lo podemos encontrar en algunas revistas de turismo, pero ¿qué es Guanajuato para los guanajuatenses? Para algunos es un lugar mágico lleno de tranquilidad, libertad y naturaleza, donde niños, jóvenes y adultos pueden salir a las calles a recrearse sin temor ni angustia de ningún tipo. Una canción nos dice que la ciudad se encuentra entre sierras y montañas, bajo un cielo azul. Para alguien es tierra de oportunidades. Un amigo me comentó que esta ciudad es un hoyo, cuya fuerza de gravedad es de tal grado que no deja salir a los guanajuatenses con posibilidad de destacar. Otro me dijo que Guanajuato es una casa vieja que siempre se debe estar arreglando...

Desde mi punto de vista, Guanajuato es una ciudad sacada de un cuento de hadas donde no pasa el tiempo. Es una casa mágica rodeada de sierras y montañas, bajo un cielo azul, y cuyos inquilinos no pueden salir de ella pero viven con tranquilidad y se recrean libremente.

Definitivamente es una ciudad con una arquitectura de lo más extraña, lo cual se debe a que está construida sobre una cañada. Pero hay otra razón de índole sociohistórica. Como se sabe, las leyendas y tradiciones medievales hablaban de grifos, gorgonas, amazonas y otros seres fantásticos, así como de tierras paradisiacas que contaban con alimentos exquisitos y desconocidos, de ciudades de oro y de extraños sitios donde se encontraba la fuente de la eterna juventud. Leyendas que entraban por los oídos de aventureros y exploradores del Viejo Mundo y les despertaban su imaginación y su codicia; de esta forma se lanzaron al mar, en busca de esas tierras, a sabiendas de que habrían que atravesar grandes peligros.

Motivados así por las leyendas y por la ciencia, los europeos arribaron a nuevos continentes, unos para conquistarlos y otros para instaurar la Utopía de Tomás Moro. De esta manera llegaron al orífero territorio llamado Guanajuato. Fue en 1542 cuando fray Sebastián de Aparicio consumó un camino que comunicaba a la ciudad de México con Zacatecas; los arrieros, al transitar por este camino, encontraron el mineral a flor de tierra, lo que trajo como consecuencia el establecimiento de grupos mineros, que empezaron a constituir el principio de la ciudad de Guanajuato.

La ciudad no tuvo una planificación previa, sus edificios fueron construidos de acuerdo con la ubicación de las minas. Seguramente por ello los habitantes dicen que los cimientos de Guanajuato son de oro, pero soy del pensar que parte de esos cimientos son sus leyendas, una de las cuales hemos de tratar aquí.

Antes de continuar diré que la leyenda como acto cultural es un mito histórico, pero no porque tenga sentido de ilusión o fantasía, como muchos piensan. El mito es algo más, algo que une y nos recuerda el origen del mundo, nuestra relación con las divinidades, y ningún hombre religioso puede negar la verdad que encierran esas narraciones, ya sean escritas o de tradición oral. Es en el mito donde se establece, a través de palabras, alegorías y símbolos, la realidad trascendente, donde se muestran los valores éticos y morales de un pueblo. Ahora bien, el mito es una narración sacra donde sus personajes son dioses o héroes civilizadores, pero la leyenda es el mito de lo profano porque en ella el narrador tiene la libertad de expresar acontecimientos pasionales, cómicos, épicos, etcétera, en los cuales se habla de personas y lugares especiales que se recuerdan de generación en generación. Esa es la razón por la que digo que la leyenda es el mito de la historia, porque nos muestra las pautas sociales e históricas de un pueblo, aunque en ocasiones tengan un tinte mágico y fantástico.

La leyenda de la que he de hablarles es una de las de mayor tradición; tiene como escenario un callejón de sesenta y ocho centímetros de ancho, tamaño exacto para proporcionar una historia que perdura hasta nuestros días y que nos narra un encuentro de enamorados con trágico fin. Esta leyenda esconde parte del vivir y del sentir cultural de Guanajuato, y versa así:

Se cuenta que doña Carmen era hija única de un hombre intransigente y violento, pero como suele suceder, el amor triunfa a pesar de todo. Doña Carmen era cortejada por don Luis, un pobre minero de un pueblo cercano. Al descubrir su amor, el padre de doña Carmen la encerró y la amenazó con internarla en un convento; según su padre, ella debía casarse en España con un viejo rico y noble, con lo cual el padre acrecentaría considerablemente sus riquezas.

La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, Brígida, lloraron e imploraron juntas y resolvieron que la dama de compañía le llevara una misiva a don Luis con las malas noticias.

Ante ese hecho don Luis decidió irse a vivir a la casa frontera de la de su amada, que adquirió a precio de oro. Esta casa tenía un balcón que daba a un callejón tan angosto que se podía tocar con la mano la pared de enfrente.

Un día se encontraban los enamorados platicando de balcón a balcón, y cuando más abstraídos estaban, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que el amo entrara a la alcoba de su señora. Por fin, el padre pudo introducirse, y con una daga que llevaba en la mano dio un solo golpe, clavándola en el pecho de su hija.

Doña Carmen yacía muerta mientras una de sus manos seguía siendo posesión de la mano de don Luis, quien ante lo inevitable sólo dejó un tierno beso sobre aquella mano.

A través de esta leyenda podemos darnos cuenta de que en el siglo XVI y XVII no se podía dar el casamiento de ciertas clases sociales con otras de inferior categoría, y que tener una hija significaba poder obtener un orden jerárquico mayor dentro de la escala social. También vemos que por aquellos tiempos no existía una división tan tajante en la disposición urbana, con esto quiero decir que las clases sociales no se distinguían por zonas habitacionales, sino en los espacios públicos. Los amores tendían a realizarse a escondidas, pues los padres no aceptaban la relación si el muchacho no llenaba los requisitos de abolengo y de riqueza. Cabe aclarar que estamos hablando tal vez de una clase media alta, entre la cual en cuestión de amor siempre era necesaria la participación de una chaperona para recibir cartas a escondidas.

Aún en la época en que existía el casino en la ciudad de Guanajuato era de muy mal gusto que se viese a una doña Carmen con un don Luis. Si la dama asistía con sus padres al casino, el caballero buscaba la forma de internarse con los músicos al recinto de juego, en esos momentos con solo mirar a la dama bastaba, y después de una escapada furtiva se colmaba el espíritu de los enamorados.

En la actualidad se ha acabado la fiebre del oro y el pobre convive, juega, estudia, entre otras actividades, con el rico. Hoy no existen clases sociales tan marcadas; muchos de los habitantes se conocen desde la infancia y podemos ver cómo un individuo con licenciatura o doctorado platica con el bolero, sin distinciones ni reverencia alguna. La zona urbana sigue siendo igual que antaño, lo único que se mantiene es el apellido: “éste es el hijo de fulanito”, o “tu padre es sutanito”. Ahí todos conocen las historias individuales de los sujetos, aunque sea de oídas, y entre los habitantes no hay nada que esconder. Quien quiere que su hija se case con una persona de valía económica, la manda a buscar partido a León, Guadalajara, Ciudad de México o al extranjero. Aún el padre tiene dominio sobre estos aspectos del amor, y antes de aceptar una relación formal el joven debe ser presentado a la familia para averiguar sus intenciones, y después el padre y la madre buscarán entre sus conocidos las referencias del muchacho.

Lo más seguro es que si la joven encuentra en su fuero interno un amor intenso, buscará la manera de escabullirse con la ayuda de sus chaperonas amigas y tal vez hasta con la de su madre.

Los enamorados buscarán el lugar exacto, un sitio de poco tránsito para establecer su relación sin peligro alguno. Pobre de ese amor si el padre se da cuenta o se entera de esas salidas, porque Guanajuato retumbará con el grito de “¡Ah, pérfida, con ese no!” Con esa pequeña interpretación podemos decir que la leyenda del Callejón del Beso no nada más es histórica, sino también ahistórica, se mantiene en el tiempo del vivir de los guanajuatenses. Se recuerda esta leyenda porque refleja de manera simbólica la vida amorosa de los inquilinos de esa casa vieja. La leyenda se ha convertido en tradición, y los turistas, lo mismo que algunos oriundos, ritualizan ese encuentro en el tercer escalón del callejón, donde todo se sella con un beso, en el lugar indicado de dos casas que se yerguen como si estuvieran entre dos columnas, una femenina, la otra masculina, para elevar de esta forma al cielo ese amor. La forma del beso es lo de menos, el amor es lo que cuenta, de modo que usted no se asuste si un día visita esta ciudad y escucha el grito de “¡Ah, pérfida, con ese no!”; al contrario, alégrese porque está en el momento exacto de la rememoración de aquel amor entre doña Carmen y don Luis.

viernes, 16 de julio de 2010

El usurero del Baratillo (Leyenda guanajuatense)

En la Plaza del Baratillo fue muy conocido. Allí vivió todavía en tiempos de la Revolución de 1910. Dos o tres veces al día, cuando el hambre lo acosaba materialmente clavando sus aguijones en las paredes del estomago bajaba la escalera de su casa. Sólo así se habría el pesado zaguán, hermético por el resto de las 24 horas del día. Rápidamente cambiaba unos centavos por atole y tamales o bien por nopales y tortillas, según la hora, y sin cruzar palabra con nadie, volvía otra vez a su encierro.

La gran puerta de madera dejaba oír el crujido de sus goznes herrumbrosos, para continuar irremediablemente cerrada. Era el usurero del Baratillo, como dio en llamarle la gente del pueblo.

Hombre enjuto, de mirada extraviada, blanco, estatura regular, bigote y piocha que dejaban ver evidentemente un rostro sin afeitarse. Vestía pantalón negro y camisa que se suponía blanca en otros tiempos. Este hombre eran tan rico, que por haber acumulado tan inmensa cantidad de monedas de oro perdió la razón. Del ropero y del arcón donde guardaba su caudal, llevaba las talegas a su casa y allí las depositaba. Ese ruido tan peculiar era toda su obsesión...Dicen que ese tesoro provenía del montepío que tuvo en su propia casa por muchos años y por prestar con muy altos intereses.

Fue también proverbial que la gente atribuyera al sombrío prestamista esta frase: "peso que no deje diez, para qué es." Prestaba su dinero en oro y ponía como condición que se le devolviera en oro. Una ocasión tropezó con un hombre demasiado listo, quien logró sacarle a plazo corto como dos mil pesos con el 25 por ciento, pagaderos en ocho días, pero que lejos de liquidarle, huyó llevándose el dinero. Fue esta la causa definitiva de su locura. Desde ese día para el usurero no hubo más obsesión que contar su dinero y chapotear con sus manos repletas de monedas, que dejaba escurrir para escuchar cómo sonaba al golpear unas con otras.

Los vecinos lo ven casi todas las noches, y las familias que han vivido en esa casa oyen sus pasos en las escaleras que suben o bajan, y por las noches oyen también en tintineo de las monedas. Es el usurero del Baratillo que cuenta su tesoro, tesoro que, como hasta ahora nadie lo ha encontrado, se asegura que sigue escondido en varios sitios de la casa, pues en medio de su gran avaricia pensaba que de ese modo jamás podrían encontrarlo.

jueves, 15 de julio de 2010

Leyenda de la Calle del Truco

Según se dice, el nombre de esta calle viene de esa palabra que significa ardid o artimaña, trampa en el juego aún cuando también puede ser corrupción de la voz "trueque", que significa cambio o permuta.

La gente que vive por allí asegura que una sobra de varón, vestido a la usanza, con larga capa, sombrero de ancha ala calado hasta las cejas, de modo que sólo deja de ver dos chispas a manera ojos sobre el rostro pálido y desencajado, se desliza apresurado a lo largo de esta calle cuando el silencio y las sombras de la noche son completas

Es la sombra de Don Ernesto, que sigiloso se detiene delante de una puerta.

Llama tres veces. Se oye un chirrido de ultratumba. Entra el caballero. Es la Casa de Juego, a la que sólo van los más ricos. Se juega en grande, Primero las bolsas repletas de oro, después las fincas, luego las haciendas. Es mal día para don Ernesto. Ha perdido tres o cuatro de sus mejores propiedades. Está nervioso como nunca. La Fortuna le ha dado las espaldas. Hace un recuento en la mente y advierte que lo ha perdido todo.

"No todo, amigo, aún queda algo de valor".
-"¡ El diablo lo supiera! ¿Qué es?"
-" Y va en una jugada por cuanto habéis perdido, en el primer albur" – agrega la primera voz.
Don Ernesto, fuera de sí exclama:
-"¿ A qué os referís? ¡Decidlo de una vez!- y hace él además de incorporarse.
¡"Calma, calma!" –Agrega el contrincante.
"¡ Que tenga vuestra madre!
- grita de nuevo el desafortunado caballero
Su adversario se inclina sobre la mesa para musitar unas palabras al oído de don Ernesto...
-"¡No por Dios! ¡Ella no! –Grita el perdidoso en el colmo de la exaltación.
-" Resolveos, así podréis recuperar vuestras riquezas"...
Transcurre unos instantes de lucha en el interior del sombró jugador, y al fin exclama
-"¡Sea pues! ¡A la carta mayor!"
Su amigo, parsimoniosamente, coloca sobre la mesa dos cartas; una sota de oros y un seis de espadas...
-"¡ A la sota !" – Grita don Ernesto temblando de emoción.
Se deslizan los naipes fatídicos... siete de bastos, tres de oros, caballo de copas y al fin aparece la carta maldita, el seis.
-"Perdéis nuevamente".
El caballero queda mudo, sin moverse, como desplomado sobre sí mismo.
Ha jugado a su bella esposa. Es hombre de palabra y tiene que cumplir.
Esa vez su adversario fue el propio diablo, por eso don Ernesto no vio una sola jugada...
Es la Calle del Truco.

miércoles, 14 de julio de 2010

La Plazuela de Carcamanes

Hace más de siglo y medio que viniero a establecerse a esta ciudad dos hermanos extranjeros procedentes de Europa, según se decía por entonces.

Su apellido Karkaman fue degenerado en "Los Carcamanes" para referirse a ambos.

Su opcupación de comerciante, pronto los hizo muy populares. La casa en que vivieron, aún puede verse al fondo, a la izquierda, de la que se llama Plazuela de San José, por su proximidad al Templo de este nombre. Es una casa de tres pisos, de la cual los hermanos ocuparon el entresuelo.

La vida transcurría tranquila y bonancible para los hermanos, pero un mal día, al amanecer la mañana del 2 de junio de 1803, ocurrió como reguero de pólvora la noticia de que los vecinos habían encontrado los cuerpos yertos de los hermanos "Carcamanes".

Y cuentan cuando entraron a la casa que se hallaba abierta, el cuadro que se ofrecía a su vista era horrible, trágico y espeluznante.

Un doble asesinato para robarlos, fue la primera hipótesis que se formo en torno a su inesperada muerte.

Sin embargo, la realidad fue otra.

Una joven también bella como frívola que allí vivía, fue hallada también con una tremenda herida en medio del corazón esa misma mañana del 2 de junio.

El lector podrá dilucidar que la frívola doncella sostenía relaciones amorosas con los hermanos, Arturo y Nicolás. El primero, poseído de profunda cólera, esperó a que llegara el segundo y, como acontece en esos casos, ni el parentesco ni la vida en común a través de los años fueron obstáculo para que ocurriera la terrible tragedia.

En ciega e iracunda pelea se trabaron los "Carcamanes", de la cual quedo tendido Nicolás, Arturo a pesar de hallarse muy mal herido, apoyándose en la pared con las manos ensangrentadas llegó hasta donde vivía la infiel y en su propio lecho la asesinó, volviéndose luego a su casa, donde se suicidó con la misma arma homicida.

Cuando las autoridades intervinieron y se corrieron los trámites de rigor, el cuerpo de Nicolás fue inhumado en el que es templo de San Francisco, y Arturo en el Panteón de San Sebastián.

Y cuenta la leyenda que por, ese rumbo de San José, a la casa hacen el recorrido, apenas cae la noche, hasta la madrugada lamentando su suerte y llorando su castigo.

martes, 13 de julio de 2010

La leyenda del judío

En lo que podría ser el Acto de Fe más sobresaliente, fue relajado al fuego don Tomás Treviño y Sobremonte, nacido en Castilla la Vieja. Su madre, Doña Leonor Martínez de Villagómez, fue relajada en estatua por judaizante en la Inquisición de Valladolid.

Se ignora cuándo Don Tomás, pasó a la Nueva España, pero continuó con la tradición familiar impuesta por su madre y fue apresado por el Santo Oficio a finales del siglo XVII, pero como fingió arrepentimiento fue reconciliado y puesto en libertad. Poco tiempo después se casó con María Gómez procreando dos hijos llamados Rafael de Sobremonte y Leonor Martínez, quienes fieles a la familia también cayeron en las prisiones de la Inquisición.

Pero ¿cuales fueron los crímenes cometidos por Don Tomás Treviño?
He aquí una breve descripción de ellos.

Cuando vivía en Guadalajara tuvo una tienda con dos accesos. Bajo una de las puertas había enterrado un Cristo, y se cuenta que todos aquéllos que entraban por ahí, les vendía más barato que a los que entraban por la otra. Comentaban también que en las noches azotaba a un Niño Dios de madera el cual conservaba las marcas de los azotes y por esto se consideró como milagroso venerándose en la Iglesia de Santo Domingo.

Cuando regresó a México fue nuevamente hecho prisionero por el Santo Oficio con la respectiva incautación de bienes, nuevamente fingió arrepentimiento y fue puesto en libertad.

En el nuevo proceso que se le siguió en donde fue condenado a la hoguera, los cargos fueron los siguientes:

Realizar ceremonias judaicas, cubrirse la cabeza al momento de comer, iniciar la comida con un plato de buñuelos cubiertos con miel, degollar las gallinas con un cuchillo diciendo una oración con la vista hacia el oriente, se le acusó de obligar a su mujer y a su cuñada a denunciarse al Santo Tribunal porque ya estaban presos sus cuñados y su suegra, de haberse circuncidado, de no oír misa, cuando le decían buenos días o buenas tardes, él respondía beso las manos de vuestras mercedes, en lugar de alabado sea el Santísimo Sacramento, de que su mujer lo llamaba Santo de su Ley, y de maldecir al Santo Oficio y a sus ministros.

La sentencia se cumplió el 15 de abril de 1649, saliendo Don Tomás Treviño de Sobremonte con San Benito y coroza, sin vela verde porque no la quiso, se le amordazó por blasfemo y fue entregado a la justicia y brazo seglar. Una vez en poder de la justicia fue montado en una mula, la cual reparaba cambiándosele a varias, la gente comentaba que los animales no querían llevar en su lomo a tan perro judío. Después de muchos intentos fue montado en un caballo que era conducido por un indio, el cual le aconsejaba se arrepintiera respondiendo Don Tomás con golpes y patadas.

Ya en el Quemadero ubicado entre el convento de San Diego y la Alameda se le amarró al garrote de los suplicios y se encendió la hoguera. Don Tomás, a pesar del fuego y el humo no se quejó ni gritó, al contrario, acercaba las brazas y recordando sus bienes confiscados exclamó:

-¡Echen más leña que mi dinero me cuesta!

lunes, 12 de julio de 2010

Los Bandidos de Agua Zarca y su tesoro

En las inmediaciones del pueblo de Otzoloapan, perteneciente a la jurisdicción del Valle de Bravo, Estado de México, hay un barranco que baja del rancho de Agua Zarca y cuentan las historias antiguas que, una partida de ladrones que conducía al lomo de poderosas mulas un cuando de alhajas y onzas de oro y plata robado a innumerables víctimas que habita rico mineral de Temascaltepec, era perseguida por la justicia que estaba a punto de darles alcance .

Los bandidos aquellos, viéndose perdidos, resolvieron descargar las mulas de los pesados sacos que fueron arrojados en una cueva que había en aquel barranco y que precisamente taparon Con tierra, ocultándolos de esta manera a los ojos de sus perseguidores teniendo la esperanza de que libres de ellos, algún día podrían volver allí, para desenterrar el tesoro.

Aligeradas las acémilas de aquel peso y montados en ellas los ladrones emprendieron con más velocidad la huida; pero en esto último no fueron ayudados por la fortuna porque los dados que los perseguían les dieron alcance matándolos a todos cuando iban en la fuerza de la carrera. Y al ser identificados sus cadáveres, los agentes de la justicia se dieron cuenta de que ya no llevaban absolutamente nada de lo robado, abrigando la íntima convicción de que únicamente en el barranco que baja del Agua Zarca lo pudieron haber ocultado ya que todo el resto del camino era llano y parejo, no pudiéndolo haber abandonado allí.

Desde luego mucho se buscó el escondite; pero todo fue en vano, pues nunca se encontró.

Pasaron muchos años de aquel suceso; pero su memoria no pereció, porque de generación en generación se iba renovando el recuerdo y sobre todo en las personas mas ancianas había la plena seguridad de que ese tesoro continuaba enterrado pues no habia sido descubierto por nadie en aquel lugar.

Entre estas personas había tres sumamente caracterizadas, cuyos nombres eran Antonio Sánchez, Juan Hernández y Rafael Flores; los dos primeros originarios y vecinos de San Martín Otzoloapan y el último del Valle de Bravo.

Convencidos hasta la saciedad de que en la barranca que baja del Agua Zarca estaba escondido un gran botín, determinaron irlo a buscar con todo ahínco, y para el efecto invitaron para que los acompañara a Primo Castillo del Valle de Bravo, hombre decidido para cualquier empresa y de un valor casi temerario.

Hechos todos los preparativos se encaminaron cierto día al lugar de referencia y despues de trazar planos y conbinar el trabajo, comenzaron a escarbar en y un lugar que creyeron más seguro; y cuando hacian esta operación, hé aquí que escucharon unos quejidos huecos que salian de la tierra: los oyó primero Primo Castillo quien me contó esta leyenda y también los demás acompañantes, quienes poseídos de terror, acobardados emprendieron precipitada fuga.

Dos veces más fueron y en ellas también volvieron a oír los lúgubres quejidos que les impedían proseguir su trabajo y que les hicieron comprender que el demonio estaba apoderado de esas riquezas y no permitía que las sacaran.

En cierta ocasión Antonio Sánchez llevó un rosario bendito y se lo colgó en el cuello creyendo que con aquella prenda el demonio los dejaría trabajar; pero no fue así, porque cuando menos pensaron, el del rosario sintió que se le acercaba un hombre que intem pesitvamente había aparecido; y cuando llegó a él, lo saludó dándole las "buenas tardes". ..y esto diciendo le arrebató el rosario y desapareció en la medianía de la barranca. Tan raro Suceso los desconcertó e hizo que emprendieran precipitada fuga.

Pero aquellos hombres estaban decididos a todo; y aunque se apoderaba de su ánimo un temor natural, en otra ocasión fueron de nuevo en busca del ambicionado tesoro, y entonces una extraña aparición les trastornó sus mentes, al ver que en un tepeguaje estaba un mono negro con un sombrero que casi le tapaba la cara y al acercarse a ellos se reía a carcajadas. Creyeron firmemente que era el demonio; y Antonio Sánchez que era el más piadoso de todos, rezó el Magnificat; el mono se esfumó, pero a poco tiempo volvió a salir de un antro y aquellos hombres amedrentados por esas muestras misteriosas y sobrenaturales, huyeron y ya no volvieron a presentarse más en aquel lugar.

Esto pasaba por el año de 1880.

viernes, 9 de julio de 2010

Leyendas de las Peñas

Cuenta la leyenda que las Peñas de nuestro querido Jilotepec era en la antigüedad un pueblo al que los dioses habían dotado de toda clase de privilegios, mucha agua, comida, trabajo y diversiones, sin embargo la gente vivía tan plenamente que comenzó a abusar de la naturaleza, y a cometer toda clase de excesos y desvaríos tal como las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra, por lo que los dioses quisieron darle un castigo para que las generaciones futuras aprendieran a valorar lo que la naturaleza y la vida nos da. Así que decidieron encantar la ciudad convirtiéndolos en piedra.

Tiempo después el pueblo que se ubica en las faldas de esos cerros, decidió hacer el rito que contaban los ancianos según el cual, de seguirse al pie de la letra, desencantaría al antiguo pueblo de las Peñas. Así que se reunieron todos en torno a la fuente que todavía se puede ver y ahí tomó la palabra el más viejo de los habitantes diciendo- “Estamos aquí reunidos para pedir su ayuda y desencantar el antiguo pueblo de las Peñas, díganos por favor ¿Qué debemos hacer?

De pronto se apareció una mujer hermosísima que nunca antes nadie había visto, al tiempo que una voz como de ultratumba les decía:

"El más puro y honesto del pueblo debe llevar en sus espaldas a esta mujer hasta la capilla de su pueblo, pero nunca, por nada del mundo debe voltear a verla, por más curiosidad, o invitaciones que reciba de ella, no deberá voltear ni mucho menos mirarla”

De pronto un joven, al que todos en el pueblo apreciaban dijo: “Yo la llevaré, yo puedo hacer ese encargo y tendré cuidado en cumplir mi misión”

Así que el joven entusiasmado también por la belleza de la mujer la tomó sobre sus espaldas y comenzó a caminar por el camino hacia la capilla del pueblo. Sin embargo, conforme avanzaba, la carga empezó a hacerse más pesada. Cada vez que daba un nuevo paso parecía que aumentaba el peso de la mujer y su misión parecía complicarse a cada momento. Seguía, aunque a cada momento sus piernas le respondían menos. Muerto de curiosidad por saber qué era lo que tanto le pesaba volteó hacia la mujer olvidando lo que le habían dicho los dioses y se dio cuenta que su pesada carga era una enorme serpiente que conforme avanzaba crecía y crecía por eso el peso aumentaba cada vez más. Justo en el momento en el que el joven cruzo su mirada con la serpiente, todos los que habían subido a ver el momento en que se desencantaría el pueblito de las peñas quedaron convertidos en piedra, incluyendo a la serpiente y a su cargador.
Las Peñas

Cuentan las personas que viven en el pueblo de Dexcani, que cada 3 de mayo las peñas durante la noche recobran vida y que se alcanzan a escuchar los gritos de los niños jugando, el agua que cae en la fuente y las voces de las personas que vivieron ahí.

La comunidad de Dexcaní Alto se encuentra en una pequeña cadena montañosa al sureste de Jilotepec, con la mayor reserva de bosques de encinas en el Estado de México.

Árboles y Peñas de formas singulares conforman un lugar de armonía para la meditación. Al caminar por cuestas y bajadas, se siente la energía de este místico lugar donde los árboles y arbustos todo el año permanecen verdes alegrando el paisaje.

Este lugar es propicio para escalar más de 40 rutas de adrenalina pura y es visitada por expertos de México y otros Países, así como para la práctica de bicicleta de montaña y caminatas que paso a paso van acelerando el ritmo cardiaco.

Algunas de las actividades a realizar en Las Peñas son montar a caballo y respirar la pureza del aire, así como rentar cabañas o campamentos con asadores.

En los meses de lluvias los riachuelos abundan nutriendo la flora y en consecuencia beneficiando a su fauna. Además, en la cúspides de las peñas anidan aves de muchas variedades como águilas.

jueves, 8 de julio de 2010

El Hechizo del Pando (Leyenda colimense)

Hilario sentía que su enfermedad se agravaba cada vez más. Desde hacía ya mucho tiempo que padecía, y habían sido vanos todos los esfuerzos que había hecho por curarse. Bien es verdad que, como sucede siempre con los enfermos que sufren por largo tiempo, no había sido constante en curación; nunca había sido atendido por un médico siquiera por el espacio de un mes. El se decía para sus adentros:

¿Para qué curarme un médico? Los médicos no curan el hechizo. No pueden curarlo ni creen en él. Y sin embargo, por algo dicen que cuando el tecolote canta, el indio muere...¡yo no tengo remedio!

Hilario estaba enhechizado por una mala mujer a quien desgraciadamente había él querido con todo el corazón; pero, al fin, se habían separado por no haberse podido comprender una a otro.

Ella tenía mal carácter, y ahora se vengaba del pobre hombre causándole un mal incurable. Todo el barrio, de Manrique lo sabía, y aun había personas que aseguraban que Teofila, la amada perversa, tenía en un lugar secreto de su casa, un muñeco que era el vivo retrato de Hilario, con una espina clavada en la espalda...

Aquel infeliz se moría a pausas, sufriendo atroces dolores, ¿La espina? La espina que tenía el muñeco clavada en a espalda le causaba terribles dolencias que los médicos no saben curar, porque dicen que son los riñones. ¡Los riñones!... ¡El hechizo! El hechizo era lo que hacía padecer a Hilario. Margarita, su hermana, le hacía cuanto remedio le aconsejaban los vecinos del barrio, y sobre todo los boticarios, que en Colima presentaba a los médicos una gran ayuda en el ejercicio de la profesión, pues ellos curan la bilis, sin cobrar más que la medicina; curan piadosamente y con toda generosidad, el mal del amor, principalmente a los rancheros decepcionados que acuden a ellos en busca de consuelo, y les venden unos polvitos blancos y dulces, como si fuera de azúcar molida, diciéndoles que es el polvo de enamorar, mucho más eficaz que elixir del doctor Dulcamara; ellos venden unciones de manteca de elefante y aceite de cocodrilo legítimo para las riumas, y preparan polvos de víbora inmejorables para las enfermedades de la sangre... Pero el hechizo... ¡el hechizo no lo curan ni los boticarios de Colima!

Un día, ya al atardecer ya con la esperanza perdida, la atribulada Margarita pensó hablarle a un médico que fuera a hacerle una visita a su hermano, no para que lo curara, sino para que lo viera y en trance fatal de la muerte que ya esperaba, le diera el certificado de defunción, sin el cual no podía enterrar el cadáver.

¡Tiene una ocurrencias el gobierno! ¿Qué necesidad hay que sea un médico el que asegure que está muerta una persona, cuando la presencia del cadáver es prueba mejor que cualquier papel escrito?, pero así son las cosas.

El médico llegó ya casi entrada la noche.

La pieza estaba apenas alumbrada por una vela de grasa de buey que difundía una tenue luz amarillenta y vacilante, dando a la estancia un aspecto fantástico y lúgubre, desde la mesa en que estaba colocada, hasta otra mesa corriente llena de botellas y trastos de cocina. El enfermo, con una respiración fatigada y angustiosa, yacía en un catre de madera. En el semblante expresaba la cercanía del último momento. El médico lo examinó; escuchó silencioso y atento algunas palabras entrecortadas por la angustia de la respiración, sacó del bolsillo algunas hojitas de papel, y recetó. ¿Qué recetó? ¡Letra ininteligible, como la de todos los médicos! Letra que solo saben entender los boticarios, porque ellos todo lo saben. Antes de retirarse, el médico dio al enfermo lo único que podía darle: la esperanza. (Le prometió que se aliviaría, aunque fuera un poco tarde).

Pero llamó aparte a Margarita para explicarle como debía darle la medicina al enfermo, y advertirle que ya era extemporáneo el esfuerzo por la curación, esfuerzo que hacía en cumplimiento de un deber profesional, porque un buen médico, como el buen soldado, tiene la obligación de luchar, aunque sea inevitable la derrota, haciéndose la ilusión de conseguir la victoria. En aquel momento recetaba por deber, pero sin esperanza.

El médico no se equivocaba, aún venía de la botica con la medicina, cuando el enfermo expiró. Bien claro lo decía el canto lúgubre del tecolote que desde al obscurecer se escuchaba entre el ramaje espeso del aguacate del corral, infundiendo en el barrio cierto misterioso terror. ¡Qué había de poder la ciencia médica contra el hechizo! Este solo pueden curarlo los hechiceros.

Tales creencias vinieron a confirmarse poco después de expirar el enfermo, que cuando tenía su cadáver en el suelo con una teja para que ganara las indulgencias, se levantó de medio cuerpo atemorizando a los presentes y arrojó algo por la boca. −¡Ya lo ven!− exclamaron todos− ¡La postema! ¡No cabe duda, estaba enhechizado por aquella mala mujer!

Sepultaron el cadáver de Hilario, que vulgarmente era conocido en el barrio de Manrique, por el apodo de El Pando, y por varios días, al oscurecer, confirmando la opinión popular, siguió el tecolote cantando lúgubremente entre el ramaje espeso del aguacate del corral.

miércoles, 7 de julio de 2010

La Leyenda del Volcán de Colima

El Volcán de Colima, llamado también Volcán de Fuego está en el estado de Jalisco, al suroeste de la ciudad de Guzmán. Mide 3,886 metros de altura y por el aislamiento del cono y sus contornos bien definidos, es uno de los volcanes más hermosos de México.

La historia menciona violentas erupciones ocurridas en 1575, 1611, 1806, 1808, 1818. Su leyenda dice que hace varios siglos, en los años de la colonia, el rey Colimán, gobernador de la región vivía en su mansión en las afueras del volcán con sus fieles doncellas y guerreros.

La historia dice que después de una discusión con el virrey español, este rodeó a Colimán y su gente en su propia mansión, les cortó el agua y los alimentos, y los amenazo con matarlos si salían de ahí. Así duraron varios meses, pero como no podían vivir y su muerte era inevitable, intentó escapar una noche junto con sus doncellas y guerreros, pero fueron descubiertos por los españoles.

Entonces para evitar ser capturado, el rey se aventó al volcán y lo siguieron sus doncellas y guerreros. Se cuenta entre los que viven en la región, que el volcán hace erupción cuando son maltratados los descendientes del rey Coliman o de sus doncellas y guerreros.

martes, 6 de julio de 2010

La laguna del jabalí (Leyenda colimense)

Cuenta la leyenda, que en un pueblecito cercano a Comala, hace muchos años sucedió algo muy raro, en una laguna, la más bonita y bella de la región.

Una tarde, la más hermosa de ese tiempo empezó a hacer mucho viento, tanto que, el agua de la laguna empezó a desbordarse y de enmedio del lago surgieron unas burbujas y sorpresivamente apareció un animal enorme, su piel brillaba con la luz del sol, sus ojos reflejaban ternura, parecía asustado, ni él mismo sabía a donde había llegado.

La gente del pueblo empezó a darse cuenta de que había un animal muy extraño en ese lugar, por lo que le temían pero con el tiempo notaron que estaba triste, no sabía su nombre. Como la gente se encariñó con el por ser un animalito tierno y sin causarle daño a nadie decidieron quitarle su tristeza y ponerle un nombre: Jabalí.

Y así, transcurrió su vida normalmente hasta que un día desapareció, como había llegado. Cuenta la leyenda que desde entonces, si te asomas a la laguna, verás reflejada la carita de nuestro amigo, es por eso que a la laguna se le puso su nombre.

lunes, 5 de julio de 2010

La Tisigua (Leyenda chiapañeca)

Los viejitos de los ranchos con su gran imaginación que tenían, como don Luis Toalá, creaban personajes fantásticos, como lo fue la Tisigua, para que los jovencitos no anduvieran de parranderos y coscolinos por los ranchos y en el vecino Terán, (Colonia donde se ubica nuestra escuela). Fue así como, entre las familias se comentaba que a los que se quedan por largas horas bañándose en el Sabinal, en las hermosas pozas que se formaban junto a los gruesos troncos de los ahuehuetes se les aparecía la Tisigua.

Dionisio, a quien todos conocían por Nicho, era el hijo único del cañero don Casimiro, que por afecto todos lo conocían por el tío Cashi. Su madre, doña Micaela, siempre estaba pendiente de todos los deseos de su Nichito. En su oloroso baúl de cedro siempre le tenía su ropa bien planchada que, por cierto, en una ocasión se quemó con la plancha de mano que calentaba en un buen cuadrado comal de fierro y con buenos leños de brasil y de patzipocá.

Nicho, que ya andaba por los dieciocho años, todavía no daba muestras de enamoramiento y las amigas de la madre del joven le preguntaban que cuándo se casaría Nichito, pues ya tenía su edad. A eso la madre les contestaba: todavía no piensa mi hijo en mujer, no pues... Todavía no... Le pido al señor de Esquipulas que cuando ya piense en mujer se encuentre con una buena y galana muchacha.

Ni crea usted tía Mica, a lo mejor su Nichito ya hasta ha de tener un chiquito con alguna tiraleña o de por ahí por la Chacona, porque como es bien parecido el muchacho vierasté como lo siguen... Se iba a celebrar la velación del Señor de Esquipulas el catorce de enero, por lo que doña Micaela le alistó su buena mudada a Nicho para que fuera de conquista al baile.

Por la tarde se fue al río el jovencito muy contento, silbando una de las canciones que mucho le gustaban. Antes de salir de la casa, la buena madre le recomendó que no se tardara mucho en el río, que recordara que la Tisigua se estaba apareciendo a los que iban a bañarse ya muy tarde; Nicho muy valiente le dijo a su mamá: -¡ay mamá..! eso de la Tisigua es puro cuento de don Luis Toalá...- bueno.. ahí velo vos Nicho. Yo no quiero que te vaya a jugar y te quedes de idiota como Lipe de don Chano... ¿A poco es bonito andar así? Pero Nicho no tomó en cuenta aquellas recomendaciones y salió disparado hacia el Sabinal, que estaba bastante lleno y con una corriente tan cristalina que invitaba a bañarse, se desvistió dejando su ropa en las ramas del sabino que quedaban a manera de percha junto a la orilla del río y dándose impulso se lanzó a la poza, dando las buenas braceadas a lo largo de las tranquilas aguas, (en la actualidad son aguas negras), ya estaba enjabonándose parado sobre unas gruesas raíces, cuando de repente oyó unas palmada un poco leves y luego más fuertes acompañadas de un silbido medio mañoso. Con los ojos enjabonados, como pudo trató de distinguir de dónde surgía todo aquello. Luego escuchó aquellos ruidos por otro lado, después detrás de él y así fue dándose cuenta de que lo estaban jugando, se quitó el jabón rápidamente y se volvió a zambullir. Apenas sacaba la cabeza cuando muy cerca vio que surgía del agua el busto de una guapa mujer, rubia, de ojos azules, de nariz muy perfilada, bonita la malvada. Nicho, en cuanto la vio dijo para sí: - Ya se me hizo. Voy a saber lo que es tener una mujer junto a mí. Ojalá que se me haga. Esta no se me escapa.

Cuando más contento estaba con tan inesperado hallazgo, se dio cuenta que la bella mujer ya estaba detrás de un grueso tronco de sabino. Él trató de seguirla, pero inmediatamente la guapa mujer se escabullía por entre la maleza a pesar de las espinas y garfios que abundaban más arriba de la orilla, no se lastimaba; en cambio el pobre Nicho, se iba cayendo y levantando entre el espinero y la maleza con peligro que pisara una culebra.

Al poco rato, la maligna mujer volvía a meterse en la poza y Nicho tras de ella tratando de abrazarla y comérsela a besos, y luego... De momento reflexionó y recordó lo de la Tisigua. Dudaba si era la fantástica y perversa mujer que había vuelto tontos a muchos jóvenes de la región o que los había metido en los peroles de miel caliente de las moliendas.

Llenándose de valor, se lanzó hacia donde estaba nadando la Tisigua y ya casi la alcanzaba cuando ella se dirigió a donde estaba su sombrero de palma que había llevado, lo llenó de agua y en un instante se acercó a Nicho poniéndoselo en la cabeza.

Al verlo con el sombrero, que escurría una agua lodosa, olor a azufre, se carcajeaba y sonaba las manos como burlándose del joven. Él trataba de alcanzarla pero al poco desapareció entre los árboles, quedando Nicho desde ese momento alelado, idiota, con la mirada fija sin que pudiera articular las palabras con claridad que le caracterizaba.

Como pudo, con la ropa toda mojada se fue a su casa, que con trabajo la encontró a eso de las diez de la noche.

Para eso ya la familia había ido a buscarlo, el tío Cashi, con un grupo de vecinos se fue, llevando un tambor y unas teas para localizarlo. Desesperados le gritaban sin saber que ya se encontraba en su casa, donde la tía Mica lo estaba atendiendo con su buena taza de café caliente. Cuando llegaron los que fueron a buscarlo, ya don Crispín le estaba curando de espanto.

A mucha distancia se oían las imploraciones del curandero que decía: señor de las Ampollas, curá a este cristiano... señor de Esquipulas, dale la salud a tu hijo Nicho... y rameadas; lo bañaba de aguardiente y entre soplido y soplido seguía pidiendo a toda la corte celestial que Nicho volviera a su estado natural, que recobrara su buena figura. Y de nuevo volvía a decir:

- Virgen de Copoya, salvá tu hijo... Virgen de Olachea, que se componga este cristiano. Virgen de Candelaria, hacé tu milagro. San Marcos, patrón de Tuxtla, cura a este bendito muchacho.. San agustín, patrón de Tapachula, que se componga este niño... San pedro de Tapana, curálo... Pasión verde de Clacotepec, sanálo... San Sebastían de Chiapa, curálo... San Caralampio de Comitán, curálo... San Pascualito, sanálo.. y así no cesaba de pedir hasta lograr que volviera a la normalidad aquel pobre muchacho.

Pero de nada sirvieron todas aquellas imploraciones. El infeliz Nicho nunca recobró la razón y desde entonces por las calles de Terán y los callejones de los ranchos de Juan Crispín veían a Nicho parándose en las puertas de las casas mendigando un taco o algo, no porque en su casa le faltara comida sino porque gozaba al recibir algo para comer, imaginándose que era la Tisigua quien le daba todo.

viernes, 2 de julio de 2010

Leyenda de Celaya: Meca provisional de parasicologos, lingüistas y curiosos

La ciudad de Celaya fue punto de grandes acontecimientos historicos como el hecho de que el dia 21 de septiembre de el año de 1810 Miguel Hidalgo pasó por aqui siendo la primera plaza tomada, en Celaya hay una casa que se construyó en le siglo XVI por uno de los soldados que llego con Hernan Cortes esa casa con el paso de le tiempo fue casa recolectora de el diezmo eclesiastico, asoleadero, hotel banco rural y actualmente es escuela de artes y galeria, en tiempos de la colonia los sacerdotes franciscanos ahi recolectaban sus diezmos, cuentan que un dia entraron a robar el salon de diezmos que actualmente es la oficina de turismo del estado de Guanajuato y el sacerdote encargado al notar la ausencia de dos talegas de oro se lo comentó al velador conminandolo en el nombre de Dios a que se quedara en vela por que donde el ladron ve que hay que robar tarde o temprano el regresara

El velador se mantuvo despierto hasta casi la media noche, de aquel dia de luna llena en el cual la luz pareceia quedar atrapada en le patio, casi vencido por el sueño salio al porton que da hacia la calle de Benito juarez antes de la Compañia de Jesùs, para que el aire fresco de la noche le despertara.

-LAS DOCE DE LA NOCHE Y TODO SERENO AVE MARIA PURISIMA-.

Ese era el grito del sereno que daba su recorrido por las calles de Aguayo y Cia. de Jesùs (actuales Qroo y Benito Juarez), -SON LAS DOCE-, pensó para si el velador que se santiguaba como se acostumbraba en aquel entoces, al cerrar el porton y colocarle la tranca de lo que es la delegacion de turismo vio salir a una mujer vestida de negro.

-CONDENADA VIEJA TU ERES LA QUE ME ROBA DE SEGURO PERO YA TE LAS VERAS CON LOS DE LA RONDA-

El hombre corrio por uno de los pasillos laterales con el fin de cortarle paso ya que la mujer se dirigia hacia el segundo patio, ese pequeño patiecillo que tambien esta habitado por fantasmas, bastó un parapadeo para que la mujer desapareciera entre la sombra que proyectaba la luna, que habia pasado el hombre no lo comprendia y al dirigir su mirada al pasillo la volvio a ver .

-DETENTE EN EL NOMBRE DE DIOS- el hombre bajó lentamente su mirada y al verle los pies noto que ella no tocaba el piso.

-SANTA Y PURA VIRGEN ESTO ES UN FANTASMA-

Como pudo quitó la tranca del porton y salió corriendo por la calle de la compañia de Jesùs gritando
-¡EN LA CASA DE EL DIEZMO HAY UN FANTASMA! ¡HAY UN FANTASMA EN LA CASA DE LOS DIEZMOS YO LO VI, YO LO VI!-

Aquella aparicion se hecho al olvido y paso a formar parte del folklore de Celaya y nadie se atrevia a pasar en noches de luna llena cerca de la casa del Diezmo. Corria los años 70´s cuando un hecho extremadamente sorprendente ocurrio en Celaya y despertó le interes de la gente por la leyenda ya que un pequeño grupo de estudiantes de teatro proximos a estrenar una obra se encontraban ahi, ya que la lo que ahora es la casa de la cultura estaba siendo reparada y acondicionada ya que antes habia sido carcel municipal.

Los jovenes estaban solos y aburridos de pronto uno de ellos propuso jugar a algo, los demas aceptaron y dicen que saco una tabla de las conocidas como ouija y se comenzo a mover, de pronto llego el maestro el cual se molesto por verlos jugar y no estudiar sus parlamentos.

-VEAMOS YO NO LES VOY A DECIR LO QUE DEBEN DE HACER O DECIR, NI A QUE HORA ENTRAR O SALIR VAYA CON USTEDES JUGANDO EN VEZ DE REPASAR LOS PARLAMENTOS-

Los muchachos avergonzados guardaron sus juguetes y se pusieron a practicar el maestro al notar que estaban repasando y equivocandose les dijo que pararan la escenificacion.

-MIREN VAMOS A COMENZAR SIN ENOJOS, SI, Y RELAJADOS-

El profesor les dio instrucciones de tenderse en el piso y les puso una musica suave y relajante.

-UNO, CIERREN LOS OJOS; DOS, RESPIREN POR LA NARIZ; TRES, SUELTEN EL AIRE LENTAMENTE; UNO...-

El profesor iba a comenzar de nuevo el ejercicio cuando uno de sus alumnos se levantó de repente como impulsado por algun resorte invisible volteó a ver a sus compañeros los cuales creyeron que estaba jugando; los miró uno por uno y cada uno de ellos sintio un frio que les helaba los huesos mientras el aula se llenaba de una extraña neblina.

Por un momento sus compañeros creyeron que le jugaba pero al hablar su voz sonaba extraña y por muy buen actor que fuese su voz era de mujer, se dirigió hacia la pared del lado izquierdo y comenzo a rañar mientras decia algunas raras palabras, una de las chicas entró en estado de histeria y grito.

-DETENGALO, DETENGANLO, POR FAVOR YA NO SOPORTO MAS- el joven arañaba tanto que se habia provocado heridas en los dedos, la chica tomó uno de los martillos de la utileria y comenzó a golpear la pared en la zona en que le joven arañaba de pronto el se alegó un poco y comenzó a darle un ataque parecido a los epileptico.

-LOS HOMBRES AYUDENME, LAS MUJERES DESPEJEN EL AREA- gritó el maestro que se habia quedado mudo de la impresion, el muchacho quedó inconsciente y lo sacaron al patio central. La casa del Diezmo estaba llena de gente curiosa que preguntaba y cuchicheaba sobre un rumor que se habia soltado por todo Celaya solo Dios sabe como

-ES CIERTO, ES CIERTO QUE VIERON A LA MUJER DE NEGRO, LA DE LAS CADENAS, LA FANTASMA DE LA CASA DEL DIEZMO-
El profesor Herminio Martinez que sabe algo de estas cosas invitó gente especializada y Celaya se convirtió en la meca provisional de parasicologos, lingüistas y curiosos, los especialistas quisieron repetir la experiencia pero al intetar que el joven entrara al aula le dio un ataque parecido al interior, y no quedó mas que hipnotizarlo y por medio de la regresion hacerlo repetir la experiencia vivida de pronto el comenzó a gritar y ha decir cosas en ese idioma cuando llevaron la grabacion a los lingüistas ellos determinaron que era vascuense del siglo XVII y decia esto.

-AYUDENME, SAQUENME DE AQUI POR FAVOR SAQUENME JUNTO A MI HAY DOS COFRES EL QUE CONTIENE PLATA DESENLO AL QUE ME SAQUE EL DE ORO LLEVENLO A SAN FRANCISCO PARA QUE SE DIGAN MISAS POR MI Y POR LOS QUE ME DEJARON AQUI AYUDENME SAQUENME POR FAVOR AYUDENME-

Extrañamente a los alumnos y maestros les dieron vacaciones y cuando regresaron el aula tenia parches en toda la pared y el piso, dicen que no encontraron nada de dinero pues dicen los que saben de estas cosas que quienes van tras el dinero este se transforma en polvo cenizas o en heces fecales. Uno de los veladores aseguró que sacaron una osamenta que tenia restos de habito de monja, grilletes en las manos y en los pies y dos bolsas, que la enterraron en el panteon norte de la ciudad en una tumba sin nombre pues nadie lo sabia y esa tumba existe y como epitafio tiene unicamente un año el año de 1978.

Espero sinceramente que la hayan disfrutado tanto como yo y si quieren vivir la experiencia vayan a la casa del diezmo en una noche de luna llena, mientras tanto visitenla de dia para que vean su bella arquitectura de dia no hay peligro, el peligro es a la hora cero la hora en que los fantasmas suelen caminar en el mundo de los vivos.

jueves, 1 de julio de 2010

El Señor del Veneno

Don Fermín de Andueza era un hombre rico, virtuoso y estimado por la gente. Diariamente iba a misa al amanecer, cuando entraba y salía de la iglesia le rezaba a un gran crucifijo, le besaba los pies y depositaba unas monedas de oro en el plato petitorio.

Sin embargo, Don Ismael Treviño, que era egoísta y envidioso con todos, le tenía unos celos absurdos y siempre despotricaba contra Don Fermín e incluso le obstaculizaba algunos negocios y nunca pudo frustrárselos.

Su envidia se transformó en odio y un día planeó matarlo, aplicó un veneno de efecto paulatino en un pastel de hojaldre que le dio a Don Fermín con la mentira de ser obsequió de un concejal amigo suyo. Don Fermín se lo comió y Don Ismael lo espió para asegurarse de que surtiera efecto.

Al día siguiente en la mañana, Don Fermín estando en la iglesia, le rezó al crucifijo como de costumbre y al besarle los pies se ennegreció rápidamente, para absorber todo el veneno de Don Fermín. Los feligreses presentes se sorprendieron del fenómeno; Don Ismael también allí presente, se conmovió y se arrepintió de su odio. Le confesó su propósito a Don Fermín y él lo perdonó. Don Ismael abandonó la ciudad y nadie supo más de él.

Ese Cristo negro se destruyó en un incendio que sólo al Cristo perjudicó y fue reemplazado por otro que está en la Catedral de México.