La noche de diciembre era fría y húmeda, y las dos mujeres de edad mediana habían encendido la calefacción del automóvil, que rodaba por una desértica ruta de Texas. Era poco después de la Navidad de 1980. Las mujeres y el chico de corta edad que las acompañaba habían viajado hasta un pueblo a unos 24 kilómetros de Houston para cenar allí; ahora, mientras volvían a casa, el chico notó algo extraño en el cielo. Una luz deslumbrante brillaba por encima de los pinos.
A medida que se acercaba, la luz se perfiló como un reluciente objeto de la forma de un diamante. De su parte inferior salían llamas. En sus cincuenta y un años, Betty Cash, que conducía el auto, nunca había visto algo así. Tampoco lo había hecho Vickie Landrum, de cincuenta y siete años, quien abrazó estrechamente a su nieto Colby, de siete, cuando el objeto disminuyó la marcha y luego se mantuvo suspendido sobre la ruta como preparándose para aterrizar.
Betty Cash detuvo el coche y los tres miraron mudos de asombro. La extraña nave continuó revoloteando a unos 60 metros de distancia mientras emitía un sonido del tipo bipíbip. Como la curiosidad superaba al temor, los tres bajaron del auto para ver mejor, aunque el chico, aterrorizado, pronto convenció a su abuela de que retornaran al vehículo. Un intenso calor irradiaba del objeto, lo que obligó a Betty Cash a envolverse la mano en la chaqueta para tomar la manija candente de la puerta.
Pasado un tiempo, la nave comenzó a elevarse y alejarse. Mientras lo hacía, sucedió algo aún más extraño. Un escuadrón de helicópteros – veinte en total, muchos de ellos máquinas grandes, de doble rotor, como los usados para cargas militares – hizo su aparición intentando, en medio de un gran estruendo, rodearlo. Cuando el objeto se alejó a gran velocidad, acompañado por el enjambre de helicópteros, las dos mujeres con el chico trataron de seguirlos con el coche. Desde un ángulo diferente, el buque fantasma se convirtió en un brillante cilindro oblongo de forma de cigarro. Luego se desvaneció, junto con los helicópteros, en la distancia.
Betty Cash dejó a sus pasajeros en casa de éstos y se dirigió a la suya. Para entonces se estaba sintiendo enferma. En las horas siguientes, los tres testigos desarrollaron quemaduras como las de Sol, y tuvieron náuseas y diarrea. Los síntomas de Betty Cash fueron los peores, presumiblemente porque se expuso más tiempo al radiante calor del objeto. Enferma y asustada, buscó ayuda médica y fue hospitalizada durante dos semanas con serias quemaduras. Pero pasaron varios días antes de que los médicos escucharan, de Colby, algo sobre el incidente que precedió a las lesiones del grupo.
Los investigadores estudiaron al caso durante varios años sin siquiera acercarse a la identificación de la temible nave o rastrear por lo menos el origen de los más mundanos helicópteros. Aunque otros testigos de la zona informaron que ellos también habían visto una luz deslumbrante y helicópteros de doble rotor esa noche, identificando a los más grandes a partir de fotografías como CH-47 Chinooks, todas las bases militares locales negaron haber tenido tales aviones en la región esa noche de diciembre. El gobierno estadounidense negó ser propietario de la brillante aparición. Betty Cash, Vickie Landrum y su nieto se quedaron tan sólo con sus persistentes lesiones y un relato sin terminar.
A medida que se acercaba, la luz se perfiló como un reluciente objeto de la forma de un diamante. De su parte inferior salían llamas. En sus cincuenta y un años, Betty Cash, que conducía el auto, nunca había visto algo así. Tampoco lo había hecho Vickie Landrum, de cincuenta y siete años, quien abrazó estrechamente a su nieto Colby, de siete, cuando el objeto disminuyó la marcha y luego se mantuvo suspendido sobre la ruta como preparándose para aterrizar.
Betty Cash detuvo el coche y los tres miraron mudos de asombro. La extraña nave continuó revoloteando a unos 60 metros de distancia mientras emitía un sonido del tipo bipíbip. Como la curiosidad superaba al temor, los tres bajaron del auto para ver mejor, aunque el chico, aterrorizado, pronto convenció a su abuela de que retornaran al vehículo. Un intenso calor irradiaba del objeto, lo que obligó a Betty Cash a envolverse la mano en la chaqueta para tomar la manija candente de la puerta.
Pasado un tiempo, la nave comenzó a elevarse y alejarse. Mientras lo hacía, sucedió algo aún más extraño. Un escuadrón de helicópteros – veinte en total, muchos de ellos máquinas grandes, de doble rotor, como los usados para cargas militares – hizo su aparición intentando, en medio de un gran estruendo, rodearlo. Cuando el objeto se alejó a gran velocidad, acompañado por el enjambre de helicópteros, las dos mujeres con el chico trataron de seguirlos con el coche. Desde un ángulo diferente, el buque fantasma se convirtió en un brillante cilindro oblongo de forma de cigarro. Luego se desvaneció, junto con los helicópteros, en la distancia.
Betty Cash dejó a sus pasajeros en casa de éstos y se dirigió a la suya. Para entonces se estaba sintiendo enferma. En las horas siguientes, los tres testigos desarrollaron quemaduras como las de Sol, y tuvieron náuseas y diarrea. Los síntomas de Betty Cash fueron los peores, presumiblemente porque se expuso más tiempo al radiante calor del objeto. Enferma y asustada, buscó ayuda médica y fue hospitalizada durante dos semanas con serias quemaduras. Pero pasaron varios días antes de que los médicos escucharan, de Colby, algo sobre el incidente que precedió a las lesiones del grupo.
Los investigadores estudiaron al caso durante varios años sin siquiera acercarse a la identificación de la temible nave o rastrear por lo menos el origen de los más mundanos helicópteros. Aunque otros testigos de la zona informaron que ellos también habían visto una luz deslumbrante y helicópteros de doble rotor esa noche, identificando a los más grandes a partir de fotografías como CH-47 Chinooks, todas las bases militares locales negaron haber tenido tales aviones en la región esa noche de diciembre. El gobierno estadounidense negó ser propietario de la brillante aparición. Betty Cash, Vickie Landrum y su nieto se quedaron tan sólo con sus persistentes lesiones y un relato sin terminar.
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