jueves, 11 de diciembre de 2008

La Frontera De Dos Mundos

Más allá del terror que producen los fantasmas, parece existir una realidad sobrecogedora donde lo físico y lo metafísico se confunden. ¿De qué insondables abismos proceden los fantasmas? Sin duda conocemos sólo una parte de la realidad, y los fantasmas tienen con toda seguridad una explicación no reñida con las leyes físicas, pero hay un aspecto que interesa, que apasiona en muchos sentidos, y es el de sus motivos para «volver».

¿Qué razón los mantiene en el terreno incierto, en la frontera tenue que separa los dos mundos? ¿Qué les retiene a unas paredes que ocuparon en vida? No siempre son sucesos dramáticos o crímenes monstruosos; con frecuencia son personas que llevaron una existencia apacible y que por un extraño mecanismo energético que desconocemos se dejan ver en actitudes normales, en su sillón favorito o en la postura que les era habitual. ¿Hasta qué punto los ambientes quedan «impregnados» de la personalidad física del que vivió allí? Hay todo un material apasionante para el estudio, para la investigación, un material demasiado sutil e inaprensible. Sin embargo, es preciso iniciarla, relatar los clásicos experimentos, los célebres casos, los famosos espectros. Y estudiar, incluso, la posibilidad de que una parte de nosotros, tal vez «fantasmal», nos sobreviva al trance de la muerte. Comenzaremos planteándonos una pregunta simple, pero cuya respuesta exacta no ha podido hallarse todavía: ¿Qué es un fantasma?

El origen de la visión espectral podría ser explicado acudiendo a la analogía de un «montador escénico» y de un «productor», a los que asigna papeles importantes para la representación del drama, que nos hacen ver el mensaje en forma de alucinación fantasmal.
En las «apariciones críticas», en cambio, es el agente el que pasa por un momento difícil, que comunica al percipiente. Este, en la alucinación telepática, reconoce la imagen del amigo o familiar portador de tan trágica situación. Un ejemplo ilustrará al lector la aparición que en tal trance se produce. Este caso ha sido tomado de las actas de la SPR El medio hermano de la percipiente (ella se refiere a él como a su hermano), que era aviador, fue derribado en Francia el 19 de marzo de 1917, en las primeras horas de la mañana. Ella se encontraba entonces en la India:

«Mi hermano –refiere– se me apareció el día 19 de marzo de 1917. En este momento yo estaba cosiendo o, tal vez, hablando de mi hijito; no puedo recordar exactamente qué estaba haciendo en ese preciso instante. El niño estaba en la cama. De pronto tuve una extraña sensación de que debía volverme; al hacerlo vi a mi hermano Eldred W. Bowyer-Bower. Creyendo que era él en persona y que podía haber sido enviado a alguna misión a la India, estaba simplemente encantada de verlo; me volví rápidamente y acomodé al niño en un lugar seguro de la cama para poder dejarlo solo e ir a hablar con mi hermano; después giré de nuevo sobre mis pies, extendiendo una mano hacia él, cuando me di cuenta de que ya no estaba allí. Pensé únicamente que estaba bromeando conmigo, lo llamé a gritos y comencé a buscarlo por todas partes. Solamente cuando me convencí de que no podía encontrarlo, comencé a sentirme asustada, y a pensar, horrorizada, que podía haber muerto. Me sentía aturdida y enferma. Creo que fue hacia las 14 cuando bautizamos al niño. Estando en la Iglesia tuve la sensación de que mi hermano estaba allí; pero no podía verlo. Dos semanas más tarde me enteré por los diarios que había desaparecido. Todavía no puedo hacerme a la idea de que ya no existe.»

Este caso nos pone de manifiesto algunos aspectos singulares de las apariciones críticas. Entre ellos se destaca que el fantasma de la aparición semeja un ser vivo, vestido como iría habitualmente. En nuestro caso el fantasma es tomado por su hermano de carne y hueso que viene a visitarla. La aparición es tan real y vívida que al desaparecer el fantasma de su hermano, ella piensa que éste se ha escondido y está bromeando con ella.

Otro aspecto interesante que nos trae a colación este caso es el hecho de que la aparición no surge cuando el individuo es presa de algún presentimiento o deseo con respecto al agente, sino que ésta irrumpe en el momento que menos se la espera, frecuentemente mientras que el individuo está ocupado en sus tareas cotidianas.

Otro tipo serían las apariciones «post mortem», que son aquellas que tienen lugar una vez que han transcurrido más de doce horas de la muerte del agente, ya que se considera que puede haber un retraso en la información telepática de unas doce horas. Si la aparición «post mortem» estuviera dentro de este plazo, es decir, antes de las doce horas, sería una aparición crítica y no «post mortem». El siguiente caso, extraído igualmente de las actas de la SPR, servirá para ilustrar este singular tipo de apariciones: La señora P. y su marido se habían acostado, pero ella, envuelta en un salto de cama, estaba recostada en la parte exterior de la cama, esperando el momento de alimentar a su hijito, que dormía en una cuna próxima. La luz estaba encendida todavía, y la puerta de la habitación cerrada.» La percipiente sigue relatando: «Estaba justamente tratando de incorporarme cuando, con asombro mío, vi parado a los pies de la cama a un caballero que vestía el uniforme de los oficiales navales y llevaba una gorra de marino con visera muy prominente. Por la posición de la luz, el rostro quedaba en la sombra para mí, lo cual se acentuaba a causa de que el visitante permanecía con sus brazos apoyados en la barra de la cama. Yo estaba demasiado asombrada para sentir miedo, pero simplemente no comprendía qué podía ser aquello: inmediatamente sacudí el hombro de mi marido (que dormía con la cara vuelta hacia mí) y le dije: "Willie, Willie, ¿quién es?" Mi marido se volvió para mirar hacia donde le indicaba y permaneció durante uno o dos segundos contemplando al intruso, en un estado de absoluta perplejidad; después gritó: "¿Qué diablos está usted haciendo aquí?" Mientras tanto, la forma se había incorporado y exclamaba ahora con una recia voz de mando, aunque cargada de leve tono de reproche: "Willie, Willie."

Observé a mi marido; vi que su rostro estaba pálido y era presa de gran agitación. Cuando me volví hacia él observé que saltaba del lecho, como si se dispusiera a atacar a aquel hombre; pero permaneció de pie junto al borde de la cama, como embargado por el temor o sumido en una gran perplejidad, mientras la figura se movía lenta y tranquilamente hacia la pared que estaba en ángulo recto con la lámpara, en la dirección de la línea punteada (en el relato se incluía un diagrama). Al pasar por delante de la lámpara, una sombra densa, como la que habría producido el cuerpo de una persona al interponerse entre la lámpara y nosotros, se extendió por la habitación, y, finalmente, la figura desapareció dentro de la pared. Mi marido, que parecía muy agitado, tomó la lámpara y volviéndose hacia mí exclamó: "Quiero registrar toda la casa hasta ver dónde se ha metido." En ese momento yo también estaba demasiado agitada, pero recordando que la puerta estaba cerrada y que el misterioso visitante no se había dirigido hacia ella, se lo hice notar: "No ha salido por la puerta". Pero mi marido no me hizo caso; sin detenerse descorrió el cerrojo, se lanzó fuera de la habitación y registró toda la casa.»

Una vez que hubo desaparecido la imagen espectral, surgieron las preguntas a cerca de qué anunciaría dicha aparición. La señora P. se mostró muy preocupada, pues pensaba que tal vez su hermano, que servía en la Marina, habría sufrido algún accidente. Pero su esposo la calmó por completo al indicarle que el espectro que había visto no era otro que el fantasma de su padre. Su relato continúa de la siguiente manera: «El padre de mi marido había muerto hacía catorce años: Había sido oficial de la Marina en su juventud.»

El sentido de la aparición, le fue narrado, una semanas después, a la señora P. por su marido, contándole a este respecto que habiendo atravesado por una crisis financiera, se propuso aceptar los consejos de un individuo que, si los hubiese llevado a cabo, le habrían costado la ruina. Gracias a la aparición de su padre se negó a prestar oídos a tan vil sujeto.

El último tipo de apariciones con el que cierra Tyrrell su clasificación, son los espectros o fantasmas que aparecen en el lugar que ocuparon en vida.

Veamos el nuevo relato: La percipiente, su marido, su hijastra y dos hijos más pequeños vivían con sus criados en una casa aislada que aún no hacía veinte años que había sido edificada: «Llevábamos tres semanas en ella –relata– cuando una mañana alrededor de las once, mientras yo practicaba en el piano del salón, tuve la siguiente experiencia: sentí de pronto la impresión de que una persona me estaba mirando a través de la rendija de las puertas plegables que estaban a mi izquierda; creyendo que sería un visitante, me levanté y fui hacia el pasillo, pero no había nadie y la puerta del vestíbulo, que era de vidrio, estaba cerrada. Sólo alcancé a ver la mitad superior de una figura que parecía ser la de un hombre de semblante pálido y cabello y bigotes negros. La aparición sólo duró uno o dos segundos, pero vi la cara tan claramente que aún podría reconocerle aunque lo viera rodeado de gente. Me produjo una fuerte impresión. Era imposible que nadie se acercara a la casa sin ser visto no oído.»

«... Más adelante, alrededor de las 8:30 de una mañana del mes de agosto del mismo año, fui al salón para retirar algo del aparador; al darme la vuelta, alcancé a ver la misma figura en el balcón, frente a las persianas, que estaban corridas. Tampoco ahora pude ver más que la parte superior de la figura, que parecía estar en una posición algo encorvada; esta vez la luz venía del vestíbulo y del comedor, y no daba directamente en el balcón, pero me permitía distinguir perfectamente el rostro y la expresión de los ojos... Días más tarde, en ese mismo mes, estaba en el jardín jugando al criquet con mis hijos. Desde mi posición, próxima a la entrada, podía distinguir el interior de la casa a través de un pasillo y del vestíbulo hasta la puerta de entrada. La puerta de la cocina se abría a este pasillo. Vi claramente la misma cara que me observaba a hurtadillas desde la puerta de la cocina, sólo la mitad superior de la figura. Arrojé el palo al suelo y corrí hacia la casa.

Una de las criadas había salido y me di cuenta de que la otra estaba arriba, en su dormitorio. Algo más adelante, en ese mismo año, serían alrededor de las 20 horas cuando bajaba sola por la escalera, y en ese momento oí una voz que provenía aparentemente del lugar en que se encontraban las habitaciones de mis hijos, cuya puerta estaba abierta. La voz decía claramente, en un tono profundo y pesaroso: "No puedo dar con ello." Entonces di un grito llamando a mis hijos, pero no obtuve respuesta, no me cabe la menor duda de que estaban dormidos. Mi hijastra, que estaba abajo, en el comedor, y con la puerta abierta, oyó también la voz, y creyendo que era yo quien hablaba, gritó: ¿que estás buscando? Ambas estábamos desconcertadas en extremo. Era absolutamente imposible que la voz perteneciera a ninguno de los moradores de la casa. Las criadas estaban en la cocina y mi marido había salido. Algunos días más tarde, mientras bajaba por la escalera, después de oscurecer, sentí una fuerte palmada en la espalda. Me asusté mucho, pero no me dañó. No había nadie junto a mi; bajé corriendo las escaleras y conté lo ocurrido a mi marido y a mi hijastra. Esta confesó que había tenido experiencias análogas, y la cara que había visto era la misma que vi yo. Una vez, mientras jugaba con su hermano en el rellano de la escalera, se le ocurrió mirar hacia atrás por encima del hombro, y vio de nuevo a la misma cara. En ese mismo momento su hermano gritó: «Mira, hay un hombre en el rellano.»

Los fantasmas pueden presentarse visiblemente, es decir, pudiéndose observar sus contornos e incluso el cuerpo entero del mismo, o bien parcialmente visibles, como a veces ocurría en las sesiones experimentales con las médiums de principio de siglo, en que dichas materializaciones fantasmales no quedaban del todo conformadas, observándose torsos, manos, caras, etc.

También puede percibirse la presencia de un fantasma a pesar de que éste no sea visible, bien porque toca al percipiente y éste siente su contacto, o porque observamos movimiento de objetos, golpes, voces. La clasificación final quedaría, pues, de la siguiente forma:

A) Fantasmas visibles:
- Plenamente visibles.
- Parcialmente visibles.
B) Fantasmas invisibles.
C) Fantasmas de vivos.
D) Fantasmas de muertos.
E) Fantasmas con vida.
F) Fantasmas sin vida.
G) Fantasmas dependientes de una persona viva.
H) Fantasmas independientes, al parecer, de persona viva alguna.

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