Desde siempre, la meca del cine se ha sentido atraída por la paranoia, ansiedad y suspense que generan los entramados conspiratorios; aunque, en algunas ocasiones, el diseño del argumento ha convertido dichas películas en auténticos monumentos al ridículo (en ocasiones, buscado).

9. El Código Da Vinci (The Da Vinci Code, 2006). Lo descabellado de este caso es probablemente el éxito desorbitado que cosechó la tediosa película de Ron Howard, sobre la novela de Dan Brown. Aquí, de lo que se trata es de encubrir el hecho de que Jesús tuvo un hijo y así proteger a sus actuales descendientes. Tom Hanks, con un peinado a lo Nicholas Cage, será el encargado de proteger el secreto. La película, como la novela, enervó a la iglesia y a sus más fanáticos seguidores, lo cual, como ya apuntamos, pasa a ser algo secundario cuando nos referimos a una de las peores películas de los últimos años.

7. El informe pelícano (The Pelican Brief, 1993). La película contaba con las mejores cartas para triunfar: una novela de John Grisham y la dirección de Alan Pakula. La trama: un viejo magnate, con amigos en la Casa Blanca, quiere perforar una zona protegida por su valor medioambiental. En frente tendrá a una voluntariosa abogada, Julia Roberts, y a un tenaz periodista, Denzel Washington. Todo pintaba bien, pero los detalles le quitaron pegada al producto: lo enrevesado del argumento, la falta de pulso narrativo y algún detalle más bien ridículo (sobre todo, la figura del matón interpretado por Stanley Tucci).

5. Sólo se vive dos veces (You only live twice, 1967). Un plan a la altura de uno de los Bonds más bizarros. El plan: desatar la Tercera Guerra Mundial mediante la destrucción de las lanzaderas espaciales rusas y norteamericanas. Los recursos: unos cohetes propios del cine de Georges Méliès, un volcán, un innecesario monorraíl, un japonés especialista en ordenar “abrir cráter” y un gato. El responsable: el súper-villano, geólogo en sus ratos libres, Ernst Stavro Blofeld (Donald Pleasance). El resultado: una ida de olla descomunal.

3. JFK (1991). El mismo Oliver Stone definió su película sobre el asesinato de Kennedy como un contra-mito: diseñada como la alternativa extrema a los huecos dejados por la Comisión Warren en su informe del suceso. Total, que para no quedarse corto, Stone montó el complot más grande jamás diseñado, implicando al gobierno, la CIA, los rusos, Fidel Castro, la Mafia, Lee Harvey Oswald, Jack Ruby… El súmmum.

1. Zoolander (2001). El plan: lavarle el cerebro a una super-estrella de la moda en decadencia y programarle para que asesine al Primer Ministro de Malasia, y así impedir que éste legisle en contra del trabajo infantil. El responsable: el magnate de la moda Jacobim Mugatu (Will Ferrell), ex-miembro de los Frankie Goes to Hollywood. Aquí todo funciona a la perfección. La idea del complot se retuerce hasta la sátira. No queda títere con cabeza: la frivolidad del mundo de la moda, la sed de poder corporativo, el imperialismo yanki… Todo es ridículo porque la película quiere ser delirante, y lo consigue, dejando para la historia uno de los grandes personajes de la comedia norteamericana: Derek Zoolander (interpretado por Ben Stiller, también director de la cinta).
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