A priori quizás no os suene el nombre de Armin Meiwes, pero si os decimos “El caníbal de Rotenburgo”, ahí seguro que recordaréis su historia. Una espantosa historia que llenó cientos de páginas de sucesos en el año 2001. Su caso se sale de lo común, ya que perpetró un crimen “consentido”: asesinó, descuartizó e ingirió algunas partes, de un joven -que conoció por un chat de Internet- de forma autorizada por éste, ya que él quería devorar y ser devorado.
La historia del canibalismo tiene profundas raíces en los rituales paganos de tribus indígenas. El término es originario de una tribu “Caniba” o “Caribe” que conoció Colón en uno de sus viajes. Se ha acusado a muchas civilizaciones de esta práctica, a veces de forma justa y otras como forma de difamación para justificar masacres. En los casos que este acto es verídico, hay dos objetivos: por hambre -sobrevivir-, o por ritos y pulsiones.
El canibalismo afectivo.
Es en esta clasificación donde encaja Armin Meiwes. Este canibalismo persigue obtener la fuerza, por ejemplo, a través del consumo de la carne de un ser humano. En el caso concreto de Meiwes, su principal motivación era la sexual, ya que había conocido a su víctima en un foro donde compartían fantasías con respecto a devorar a un congénere. La infancia y adolescencia de Armin estaban profundamente estigmatizadas por la presencia de su madre (como en el caso de Ed Gein), que debido a su exacerbado proteccionismo lo convirtió en una persona introvertida. Pero, ¿un monstruo nace o se hace?
¿La biografía condiciona?
Muchos expertos en psicología indagan en los traumas psicológicos de asesinos para encontrar una razón, una causa de tal depravado comportamiento. Armin vivió toda su vida con su madre y a la muerte de ésta, que lo había educado de forma muy estricta, se sintió libertado y dio rienda suelta lo que tenía dentro de sí. Técnico informático, coleccionaba fotografías de cadáveres, leía libros sobre asesinos, etc. Asimismo, tenía en un cofre una tétrica colección: miembros de muñecas.
Pronto su colección privada de fotografías creció en morbosidad extrema. Empezó a frecuentar foros y chats para compartir experiencias y sentimientos comunes. Sería en uno de ellos donde conocería a Bernd Brandes, un ingeniero bisexual al que le encantaba las torturas en el acto sexual. En su primera cita se decidió uno de los asesinatos más escalofriantes: el canibalismo consentido.
¿Asesinato o eutanasia?
Se citaron un fin de semana donde compartieron sus estrambóticos gustos. La experiencia fue agradable para ambos, ya que justo cuando se iban a despedir, decidieron repetir. Allí fue donde, tras largas conversaciones, Bernd le pidió que le seccionara su miembro para que ambos los probasen. Drogado con medicamentos y alcohol no sintió dolor. Armin Meiwes, posteriormente, lo asesinó, descuartizó -en una mesa y lo grabó en vídeo-, y guardó trozos para comer en días posteriores.
Tiempo después, empezó a buscar nuevas víctimas en los foros. Allí fue donde un joven lo denunció, al afirmar éste que había probado la carne humana -dicen que sabe como el cerdo-. En respuesta a su declaración tenía cientos de ofrecimientos de personas que querían ser devoradas. Realmente escalofriante.
Actualmente, Armin Meiwes cumple cadena perpetua por asesinato en primer grado.
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