
Una de ellas es la que se conoce como “el tributo de las cien doncellas” y que hace referencia al deseo de ambas partes (el Emirato de Córdoba y el Reino de Asturias) de mantener la paz. En este sentido, el rey Mauregato, quien ascendió al trono astur en 783 gracias al apoyo de Abderramán I, llegó a un acuerdo con este según el cual se comprometían él y sus sucesores a enviarle al califa árabe cien doncellas cristianas cada año: cincuenta pertenecientes al pueblo y cincuenta de familias nobles.
Numerosos nobles desaprobaron esta acción, como por ejemplo Don Arias y Don Oveco, y se negaron a este pago, por lo que enseguida surgieron leyendas sobre la liberación de varias de las doncellas. A este respecto algunas familias, como la de los Miranda, tienen este episodio grabado como parte de su escudo.
No sería hasta el mandato de Ramiro I cuando se suspende el tributo aunque, posteriormente, Abderramán II se atreverá a reclamárselo por hallarse el monarca asturiano en una situación delicada. Ante tal tesitura, Ramiro accede de nuevo a realizar el pago, lo que da pie a la leyenda de que, la familia de los Simancas donan las 7 doncellas que les corresponden, aunque con las manos cortadas.
A raíz de este hecho, los cristianos comenzarían un enfrentamiento con los moros que daría lugar a la mítica Batalla de Clavijo, en la que se dice el mismísimo apóstol Santiago habría tomado parte, consiguiendo la victoria sobre el ejército musulmán y logrando hacer desaparecer la carga del tributo de las cien doncellas.
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