Dicen que hay un hombre, uno solo, capaz de seducir a cualquier mujer sin llegar siquiera a tocarla. Dicen, que ha hecho el amor a más de mil mujeres. Eso dicen. Dicen que no es un don juan cualquiera sino el único Don Juan. Dicen que puede conseguir cualquier cosa que desee, pero que no puede amar.
En la Europa medieval, Tirso de Molina escribió la historia de El burlador de Sevilla y convidado de piedra, ¿invención pura, realidad o desesperado intento de expresar un deseo oculto? Tal vez toda. Lo cierto es que la imprenta dio la oportunidad al papel de transmitir quizás un trovar popular más allá del olvido de las generaciones, y nos llega sellado con tinta el reprimido instinto de aquellos tiempos oscuros de inquisición y peste negra.
Moliere, Pushkin, Corneille, Mérimee, Byron, Baudelaire, Dumas, Machado, Tennesee Williams, Apollinaire, Bernard Shaw… todos intentos de alcanzar a tirar del cortinado que cubre el misterioso origen del Don Juan. Ahí quedó plasmada la obra de José Zorrilla, “Don Juan Tenorio”, que hizo temblar el espíritu religioso del barroco. Después de siglos, varias películas también cayeron rendidas a los pies de Don Juan.
Aunque todos, en el fondo, llevemos un don juan dentro, tal vez este personaje, que crece y se envalentona con el impulso vital de la atracción, difiera un poco del legendario Don Juan de pura sangre, el Don Juan de linaje y estirpe única que gana y regala, que consigue y se deshace de lo conseguido, que ocupa mujeres como un territorio de paso que luego abandona a su suerte. Don Juan busca la victoria pero no le interesa la conquista, Don Juan es el hombre libre o su propio esclavo, porque Don Juan enamora pero no ama, Don Juan odia amar.
Don Juan, si vivió, paseó por las corrompidas cortes libertinas de los Asturias como Felipe IV y Luis XIV, rodeadas por una creciente nobleza ociosa, viajera y cosmopolita. Don Juan puede haber sido, más precisamente, Don Juan de Tassis, el conde de Villamediana, siempre envuelto en escándalos. En esos tiempos Madrid era la cabeza de un imperio en auge expansivo en cuyas entrañas corría, imparable, la decadencia.
Por esas cortes de los últimos Austrias en las que Tirso de Molina fue Confesor Real, también estrenaba sus obras Lope de Vega, otro don juan como Felipe IV y como el conde de Villamediana, cuya hija fue raptada por un tal Tenorio proveniente de una antigua familia de la nobleza. Aun conociendo todos los orígenes posibles de la obra de Tirso de Molina seguimos sin saber a ciencia cierta cuál de todos los don juanes fue el verdadero Don Juan. Y si no existió… ¿existirá?
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