viernes, 25 de noviembre de 2011

La leyenda de Gara y Jonay

Cuenta la leyenda que en la Gomera existían, entonces, siete chorros de los que emanaba agua mágica y cuyo origen nadie conocía. Estos siete chorros, aparte de regalar virtudes a quienes de ellos bebían, podían revelar, al mirar en sus aguas, si el amor estaba por llegar. Si el agua era clara, el amor se hallaba en camino, pero si se enturbiaba, poco o nada debía esperarse.

Ocurrió un año que, aproximándose ya las fiestas de Beñesmén un grupo de jóvenes gomeras casaderas acudieron a los conocidos como Chorros de Epina, para juntar agua de cada uno de ellos en un pequeño estanque, y mirarse luego en él. Entre ellas se encontraba Gara, princesa de Agulo, que esperaba ansiosa el momento de descubrir lo que le deparaba el destino, Entre risas, se acercó y reflejó su bello rostro sobre el mágico elemento. Al principio le devolvió una imagen tranquila y perfecta, pero luego, ante su sorpresa, surgieron sombras y la silueta comenzó a agitarse, apareciendo, de pronto, en medio de todo, un sol abrasador que borró todo movimiento....

Gerián, el sabio del lugar y encargado de interpretar los símbolos mágicos, hizo a la dulce Gara una advertencia:
-Lo que ha de suceder ocurrirá. Huye del fuego, Gara, o el fuego habrá de consumirte”.

Gara guardó silencio, intentando ocultar sus temores y no dándole importancia, pero el extraño presagio corrió de boca en boca, llegando a todos los que la conocía...

Ya en las vísperas de las fiestas de Beñesmén, llegaron de Tenerife, la isla vecina, los Menceyes, acompañados por familiares y otros nobles. Entre ellos se encontraba el Mencey de Adeje, que venía con su hijo Jonay, joven fuerte y diestro en cualquier competición. Desde el primer momento en que lo vio, Gara no pudo dejar de observarlo, y en cuanto sus miradas se encontraron, el amor los atrapó sin remedio.

Poco después, y aún en fiestas, como era costumbre, su compromiso se hizo público. Pero he aquí que en cuanto se empezó a propagar la feliz noticia, El Teide, también conocido como Echeyde (infierno), majestuoso volcán tinerfeño, empezó a escupir lava y fuego por su cráter, con tanta fuerza que, incluso desde la Gomera, el espectáculo era aterrador. Entonces recordaron el presagio dado a la inocente Gara y aquel comenzó a tomar forma:
Gara, princesa de Agulo, el lugar del agua; Jonay, puro fuego, procedente de la Isla del Infierno...”

Aquel amor era, pues, imposible. Grandes males amenazaban a aquellas gentes si los jóvenes amantes no se separaban. No cabía opción y las propias familias de ambos se encargaron del resto. Rota la unión, el volcán recuperó la calma, y concluidas las fiestas, regresaron a Tenerife los vecinos tinerfeños... Más uno se fue con el alma vacía y el pecho quebrado...
Cuentan que Jonay, desesperado, se lanzó al mar en medio de la noche, para nadar hasta la playa de su amada. Dos vejigas de animal infladas atadas en la cintura le ayudaban a flotar cuando las fuerzas se le agotaban. Larga fue la travesía y ya con las primeras luces del alba llegó a su destino. Furtivamente fue en busca de su amada, y, al encontrarse, se abrazaron apasionadamente. Pasados unos momentos, decidieron escapar por los bosques gomeros y en conocido como “El Cedro”, se entregaron a la pasión y al amor.

Pero el padre de Gara, enterado de la huida de su hija, no tardó en salir furioso en su busca. Reunió un numeroso grupo de hombres y no tardaron en encontrarlos. Los hallaron fundidos, amándose, y cuando los jóvenes se percataron de su presencia, buscaron lo que creyeron la única salida posible..... Una implacable vara de cedro afilada, colocada entre ellos, uniendo sus corazones, fue su aliado mortal.

Mirándose a los ojos, prometiéndose amor eterno, se apretaron el uno contra el otro, traspasándose y dejándolos unidos para siempre.

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