En plena Guerra de los Treinta años (1618- 1648), durante el enfrentamiento de los estamentos protestantes checos y los católicos ortodoxos de la Casa de los Habsburgo, una tropa de protestantes suecos robaron, del Palacio de Praga, un misterioso manuscrito medieval, el más grande del mundo.
Aunque, a priori, pasó inadvertido en el botín de guerra, compuesto principalmente por obras de arte y libros coleccionados por el emperador Rodolfo II, al tratarse de un voluminoso volumen, llamó la atención del monarca sueca. Ésta lo definió como una obra diabólica, y encabezó el catálogo de sus colecciones desde el año 1650.
Se decía que “La biblia del diablo” había sido escrita por un monje emparedado vivo. Independientemente de su extraño y siniestro contenido, llamaba la atención sus dimensiones -90 X 50 centímetros-; las crónicas de la época recogen que eran necesarios dos hombres para trasladarlo.
Las primeras referencias respecto a este libro se retoman al año 1295, pero algunos expertos apuntan a que es mucho más antiguo. Más de 160 animales fueron sacrificados para elaborar sus páginas, que contienen versiones latinas de la Biblia y de la Crónica Checa del canónigo praguese Kosmas del siglo XII.
Igualmente, entre sus 300 páginas se encuentran -extrañamente- dos trabajos del historiador judío José Flavio; los famosos “Orígenes” del arzobispo San Isidoro de Sevilla (VII) y tratados sobre el cuerpo humano del médico griego Galeno. La rica y cuidada decoración de la “Biblia del Diablo” hace pensar que este monje escribano dedicó toda su vida a esta gran obra. Otros apuntan que, antes de la invención de la imprenta, los monjes escribanos eran muy apreciados; es más, sus manos solían embalsamarse si éstos en vida habían sido muy diestros. Muchas leyendas nacieron en torno a estos peculiares monjes. Una de ellas, es la que respecta al autor de “La Biblia del Diablo”.
Un monje benedictino, en la Bohemia oriental, había sido condenado a ser enterrado vivo por una grave ofensa. Desesperado, se atrevió a asegurar que, para expiar su culpa y glorificar al convento, escribiría la mayor obra jamás escrita. A pesar de no creerle, le suministraron pluma y pergamino. Éste intentó reproducir la Biblia en una noche y al comprobar que no lo lograría, invocó al Diablo y le vendió su alma. Al amanecer el libro estaba acabado, con la imagen del Diablo oculto en sus páginas.
Muchos han intentado recuperar este volumen, pero los suecos se niegan a devolverlo. Actualmente, el preciado ejemplar reposa en Estocolmo.
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