Si los fantasmas son los espíritus de los muertos, como muchos creen, ¿Cómo podemos justificar las apariciones «inanimadas» como las de animales u objetos?
Durante los años treinta se decía que un autobús londinense rojo de dos pisos hostigaba a los motoristas en la zona de North Kensington a última hora de la noche. Durante mucho tiempo la confluencia de St. Mark Road y Cambridge Gardens ha sido considerada como una esquina peligrosa; de hecho, la curva era «ciega» para ambas carreteras y había originado numerosos accidentes.
La decisión de la autoridad local de arreglar la curva se vio parcialmente influida por el testimonio de motoristas de última hora de la noche, quienes decían que se habían estrellado mientras regateaban para evitar un autobús de dos pisos que bajaba precipitadamente por St Mark Road a esas horas bastante tardías en que las líneas regulares ya no prestaban su servicio.
Un informe típico de la policía de Kensington rezaba: «Giraba la esquina cuando vi un autobús lanzado hacia mí. Llevaba dadas todas las luces del piso de arriba y de abajo, así como los faros, pero no pude ver a nadie, ni empleados ni pasajeros. Tiré del manillar con fuerza y subí a la acera, rascándome con el muro de la carretera. El autobús desapareció.»
Después de un accidente mortal, durante el que un conductor dio un viraje y golpeó contra el muro, un testigo contó al juez que llevaba la investigación que también él había visto al misterioso autobús precipitándose contra el coche segundos antes de que el conductor se saliera de la carretera. Cuando el juez expresó el natural escepticismo, decenas de residentes locales escribieron a su oficina y también a los periódicos locales ofreciéndose a testificar que también habían visto al «autobús fantasma». Entre las declaraciones más impresionantes se encuentra la de un empleado local de transportes quien declaró haber visto al vehículo en la estación de autobús a primeras horas de la mañana, con el motor en marcha, y que luego había desaparecido.
El misterio nunca se resolvió; pero es quizás significativo que el autobús «fantasma» no fuera visto después de que desapareció el peligro de la esquina con la curva pronunciada. Incluso se sugirió que la visión había sido «proyectada» en el lugar para dramatizar el peligro inherente de la intersección. Pero si era así; ¿quién lo había hecho? Y si, como se sugirió, todo esto tuvo lugar en las mentes de los mismos motoristas -una especie de proyección natural de sus temores ante la esquina- ¿cómo se las arreglaron para sobreimponerse sobre la visión de los peatones, por no mencionar el empleado de la estación de autobuses que lo vio desde un ángulo completamente diferente?
El autobús «fantasma» de Kensington epitomiza un problema que, durante siglos, han encarado aquellos que creen que los fantasmas son espíritus que vuelven. ¿Si un fantasma es el «alma» de una persona muerta que vuelve a la tierra, cómo podemos entender el fantasma de un autobús y por supuesto el de sus antecesores, los coches de caballos fantasmas, que tanto reflejan las narraciones populares?
Llegados a eso, ¿por qué los espíritus que vuelven no aparecen desnudos, ya que con muy pocas excepciones registradas no es así en ningún caso?
El folklore «fantasmal» está repleto de historias de todo tipo de objetos inanimados, desde el acordeón-fantasma atribuido al espiritista del siglo XIX, D. D. Home, hasta la daga de Macbeth.
Formas Revoloteando En El Aire
Una de las historias más convincentes sobre apariciones «sin alma» está compilada en el diario de la Torre de Londres -lugar saturado de fantasmas según la creencia popular-. El protagonista de la historia fue Edmund Lenthal Swifte. En 1814 tenía el cargo de Guardián de las Joyas de la Corona, cargo que ocupó hasta 1842 -o sea, 28 años-. Él mismo cuenta lo que vio un domingo por la tarde en octubre de 1817: «Mi familia y yo estábamos cenando en el edificio donde se guardan las joyas de la corona, lugar que parece haber sido la «lúgubre prisión» de Ana Bolena y de los diez obispos que allí fueron acomodados piadosamente por Oliver Cromwell. Todas las puertas estaban cerradas, las cortinas, pesadas y oscuras, estaban echadas, y la única luz que había en la estancia era la que emanaba de dos cirios colocados sobre la mesa. Yo estaba sentado en la cabecera de la mesa, mi hijo a mi derecha, mi mujer junto a la chimenea y su hermana enfrente de ella. Estaba ofreciendo vino y agua a mi mujer, cuando ésta, al alzar el vaso, paró el movimiento y exclamó: ¡Dios mío! ¿qué es esto?.»
«Miré hacia arriba y vi un cilindro, como un tubo de vidrio casi del grosor de un brazo, que revoloteaba entre el techo y la mesa; su consistencia parecía ser un denso líquido, blanco y azulado... girando incesantemente dentro del cilindo. Duró aproximadamente dos minutos, entonces empezó a moverse delante de mi cuñada y, resiguiendo el borde de la mesa, pasó por delante de mí y de mi hijo. A continuación siguió por detrás de mi mujer y permaneció brevemente sobre su hombro derecho (téngase en cuenta que no había ningún espejo en la parte opuesta que le permitiera ver qué estaba pasando). De repente, mi mujer se agachó, con las manos en el hombro, y gritó: ¡Dios, me está cogiendo!.»
«Incluso ahora siento el terror que sentí entonces. Salté de la silla y golpeé la aparición, golpe que fue a parar en el revestimiento de madera situado detrás de ella. Entonces, la «cosa» cruzó el borde de la mesa y desapareció por la ventana.»
No volvió a verse tan extraña manifestación; pero, algunos años más tarde, ocurrió un suceso que confirmó trágicamente la explicación de Swifte: un soldado murió literalmente de miedo en la Torre de Londres.
El soldado estaba de centinela frente al edificio donde se guardan las joyas de la corona, cuando, cerca de medianoche, oyó un sonido gutural detrás de él. Al girarse vio un gran oso negro de pie sobre sus patas traseras, con los dientes hacia fuera y los ojos rojos de rabia, que se abalanzaba sobre él. El soldado lanzó su bayoneta contra el cuerpo del animal, pero el arma pasó sin herirlo y el animal desapareció. Una patrulla encontró unos cuantos minutos después al soldado desmayado; la bayoneta estaba clavada en la sólida madera de la puerta. El soldado, todavía sin sentido, fue trasladado al cuerpo de guardia donde un médico afirmó que no estaba ni borracho ni dormido. Repitió una y otra vez su extraña historia, hasta que tres días después murió.
Durante aproximadamente 300 años, hasta mediados del siglo XVII, en la Torre había habido un zoológico real, y entre los animales que allí se cuidaron había numerosos osos. A pesar de que no existan referencias de la autopsia del soldado, el hecho de que muriese tres días después de aquella experiencia podría indicar que estaba enfermo sin saberlo, y que la aparición fue una alucinación causada por su propia enfermedad. Por otra parte, los fantasmas de animales tienen más sentido como «espíritus que regresan» que sus equivalentes humanos, por la sencilla razón que ya hemos apuntado antes: por lo menos ellos «aparecen» exactamente con el mismo aspecto que tenían en vida. El hecho de que el hombre haya perdido muchos de sus instintos «primitivos» mientras que los animales todavía los conservan podría también tener una relación con el papel paranormal de aquellos.
Bestias Fantasmales
Ciertamente, los cuentos de fantasmas de perros son corrientes en el folklore de Estados Unidos, Europa y gran parte de África. Los fantasmas de caballos, de rebaños de vacas o de ovejas participan del folklore, y a pesar de que (al igual que todos los cuentos) las descripciones de sus apariciones hayan sido indudablemente distorsionadas a lo largo de los siglos, algunas de ellas son sorprendentemente convincentes. En 1908, la Society for Psychical Research (SPR) investigó exhaustivamente lo que pareció ser un cerdo-fantasma en Hoe Benham (Inglaterra).
El 2 de noviembre de 1907 dos jóvenes, Oswald Pittman y Reginald Waud, estaban pintando en el jardín de su casa, la villa Laburnum. A eso de las diez de la mañana, cuando Pittman estaba hablando con el lechero, vio a su amiga Clarissa Miles acercándose por el camino: tenía que reunirse con los hombres para una sesión de pintura. La acompañaba, como si se tratara de un perro amaestrado, un gran cerdo blanco con un morro inusualmente largo. Cuando Pittman le habló de ello a Waud, éste le pidió que le dijera a Clarissa que dejara el animal fuera y que cerrara la puerta del jardín cuidadosamente, ya que Waud era un amante de la jardinería y no quería que el cerdo le removiera todas las plantas.
Sin embargo, cuando Clarissa llegó estaba sola y negó todo conocimiento del animal. Si la hubiera estado siguiendo, señaló, estaba segura de que habría oído sus pisadas. A pesar de todo, ella y Pittman volvieron al camino y preguntaron a varios niños si habían visto un cerdo, pero ninguno lo había visto.
A la mañana siguiente, el lechero, presionado por un Pittman desconcertado, firmó una declaración en la que aseguraba que no había visto el cerdo y señalaba que, en cualquier caso, la zona estaba bajo un estado de alerta por la fiebre porcina y no podía matarse a ningún animal perdido.
Pittman y Waud fueron a Londres durante unos meses y allí contaron el extraño incidente a un miembro de la SPR. Cuando volvieron a Hoe Benham en febrero, el relato de la aparición de Pittman se había extendido ampliamente. Los aldeanos, perdiendo su reserva natural, los desbordaron con historias anteriores de «fantasmas». La teoría del lugar sostenía que todo partía del suicidio de un campesino, Tommy King, cuya propiedad, que fue demolida en 1892, había bordeado el camino. La investigación en los archivos de la parroquia mostró que en realidad había habido dos Tommy King, uno muerto el 1741 y el otro en 1753, pero no había indicación de cual de los dos se había suicidado. Un viejo llamado John Barrett testificó que, cuando era muchacho en 1850, volvía por el camino en un carro de heno con siete u ocho más, cuando apareció por el aire una "cosa blanca". Todos lo habían visto y como era evidente los caballos también, ya que de repente se desbocaron.
«Esa cosa continuó balanceándose y balanceándose y los caballos resoplando y resoplando hasta que el carro llegó alas cercanías de la granja de King, en que se desvaneció.» En 1873 Barrett también había visto en el mismo lugar una criatura "como una oveja" pateando el suelo en el camino. Trató de darle un golpe con el bastón, pero desapareció antes de que el bastón hubiera aterrizado.
Otro hombre, Albert Thorne, dijo que en el otoño de 1904 oyó "un ruido como un silbido" de hojas y vio cómo un ternero de 75 cm de alto y 1,5 m de largo pateaba, con ojos resplandecientes. Mientras lo miraba se desvaneció. Incluso otro testigo no identificado dijo que en el mes de enero de 1905 durante las horas de luna llena había visto lo que tomó por el perro del vicario en el camino. Era grande y negro. Creyendo que se había perdido, fue a agarrarlo, cuando resultó que era un burro que se alzaba sobre sus patas amenazadora mente antes de desvanecerse.
Grito Sobrecogedor
Pittman, Waud y Clarissa Miles relataron una experiencia más enervante. Una vez, mientras paseaban por el camino, Clarissa fue súbitamente abordada por un temor irracional y dijo que sentía la presencia de un ser diabólico, cargado de maleficios contra ellos. También sentía que le faltaba el aire. Cuando alcanzaron el lugar en que Pittman había visto el cerdo, los tres oyeron un "grito sobrecogedor' aunque no había nadie más alrededor. Waud, que había mostrado escepticismo desde el principio quedó finalmente convencido por este extraño grito terrible de que el animal fantasma había existido.
Efectivamente, la sensibilidad de los animales, especialmente de gatos y perros, hacia los fenómenos paranormales es casi un axioma. El parapsicólogo norteamericano doctor Robert Morris utilizó animales como «controles» en sus experimentos durante los años sesenta. En una ocasión estuvo estudiando una casa habitada por fantasmas, y concretamente una habitación en la que había ocurrido una tragedia. Utilizó un perro, un gato, una rata y una serpiente de cascabel: «Cuando hice entrar al perro menos de 1 m dentro de la habitación, empezó a gruñir a su dueño y volvió a salir por la puerta. De ningún modo pudimos evitarlo, y además se negó a entrar de nuevo. El gato fue introducido en la habitación en brazos de su amo. Cuando llegó a una distancia parecida dentro de la habitación, saltó inmediatamente sobre la espalda del amo, clavándole las uñas; luego saltó al suelo dirigiéndose hacia una silla. Pasó algunos minutos bufando y mirando fijamente una silla vacía situada en una esquina de la habitación, hasta que le sacamos fuera...»
La serpiente de cascabel adoptó inmediatamente una postura de ataque, dirigida contra la misma silla que había intrigado al gato. Al cabo de un par de minutos giró lentamente la cabeza hacia la ventana, para luego apartar la vista de ella y adoptar de nuevo la posición de ataque al cabo de cinco minutos.
El único animal que no reaccionó fue la rata; sin embargo, al cabo de un rato los cuatro animales fueron examinados en otra habitación de la casa, y allí se comportaron con toda normalidad.
De hecho, en el confuso mundo de las apariciones (estén dotadas o no de alma) nadie, ni siquiera el investigador psíquico más versado, sabe con exactitud cuál es la motivación que las respalda. Lo cierto es que rechazar el testimonio de muchos cientos de personas respetables que afirman haber experimentado fenómenos extraños alegando que se trata de espejismos, engaños provocados por uno mismo o mentiras manifiestas denotaría una testarudez absurda.
Imaginación Activa
El eminente psicólogo suizo Carl Jung (1875-1961) estaba profundamente interesado en muchos aspectos de lo paranormal y registró con entusiasmo sus propias experiencias en ese campo, a la vez que siguió durante toda la vida con un entusiasmo activo los descubrimientos que hacían los parapsicólogos.
Uno de los sucesos más intrigantes que le ocurrieron personalmente tuvo lugar durante un viaje a Ravena, Italia, con un amigo. Ahí se sintió especialmente conmovido por un mosaico que representaba a Cristo extendiendo su mano a Pedro cuando el discípulo parecía estarse ahogando en el mar. Parece que tanto Jung como su compañero miraron muy de cerca el mosaico durante mucho tiempo y hablaron de ello con cierto detalle. Jung, fuertemente impresionado por la imagen y el diseño, quería comprar una reproducción del trabajo, pero no tuvo la suerte de encontrarlo.
Al volver a casa Jung supo que otro amigo estaba a punto de visitar Ravena y le pidió si podría hacer una fotografía de su mosaico favorito. Con inmensa extrañeza, no obstante, se descubrió que en Ravena no existía tal mosaico. Jung tuvo que llegar a aceptar que de todas formas el mosaico debía haber sido una aparición compartida; y una de las más extraordinarias experiencias de su vida.
Este extraño hecho parece relacionarse con lo que Jung había denominado "imaginación activa"; una técnica que se sabe que enseñó a algunos de sus pacientes. En 1935, durante una serie de conferencias que dio en la Tavistock Clinic de Londres, describió cómo un joven artista había conseguido proyectarse en un paisaje alpino que estaba representado en un cartel, llegando incluso a caminar sobre la colina y a visitar una capilla fantástica que estaba convencido que existía en la parte inferior.
Durante los años treinta se decía que un autobús londinense rojo de dos pisos hostigaba a los motoristas en la zona de North Kensington a última hora de la noche. Durante mucho tiempo la confluencia de St. Mark Road y Cambridge Gardens ha sido considerada como una esquina peligrosa; de hecho, la curva era «ciega» para ambas carreteras y había originado numerosos accidentes.
La decisión de la autoridad local de arreglar la curva se vio parcialmente influida por el testimonio de motoristas de última hora de la noche, quienes decían que se habían estrellado mientras regateaban para evitar un autobús de dos pisos que bajaba precipitadamente por St Mark Road a esas horas bastante tardías en que las líneas regulares ya no prestaban su servicio.
Un informe típico de la policía de Kensington rezaba: «Giraba la esquina cuando vi un autobús lanzado hacia mí. Llevaba dadas todas las luces del piso de arriba y de abajo, así como los faros, pero no pude ver a nadie, ni empleados ni pasajeros. Tiré del manillar con fuerza y subí a la acera, rascándome con el muro de la carretera. El autobús desapareció.»
Después de un accidente mortal, durante el que un conductor dio un viraje y golpeó contra el muro, un testigo contó al juez que llevaba la investigación que también él había visto al misterioso autobús precipitándose contra el coche segundos antes de que el conductor se saliera de la carretera. Cuando el juez expresó el natural escepticismo, decenas de residentes locales escribieron a su oficina y también a los periódicos locales ofreciéndose a testificar que también habían visto al «autobús fantasma». Entre las declaraciones más impresionantes se encuentra la de un empleado local de transportes quien declaró haber visto al vehículo en la estación de autobús a primeras horas de la mañana, con el motor en marcha, y que luego había desaparecido.
El misterio nunca se resolvió; pero es quizás significativo que el autobús «fantasma» no fuera visto después de que desapareció el peligro de la esquina con la curva pronunciada. Incluso se sugirió que la visión había sido «proyectada» en el lugar para dramatizar el peligro inherente de la intersección. Pero si era así; ¿quién lo había hecho? Y si, como se sugirió, todo esto tuvo lugar en las mentes de los mismos motoristas -una especie de proyección natural de sus temores ante la esquina- ¿cómo se las arreglaron para sobreimponerse sobre la visión de los peatones, por no mencionar el empleado de la estación de autobuses que lo vio desde un ángulo completamente diferente?
El autobús «fantasma» de Kensington epitomiza un problema que, durante siglos, han encarado aquellos que creen que los fantasmas son espíritus que vuelven. ¿Si un fantasma es el «alma» de una persona muerta que vuelve a la tierra, cómo podemos entender el fantasma de un autobús y por supuesto el de sus antecesores, los coches de caballos fantasmas, que tanto reflejan las narraciones populares?
Llegados a eso, ¿por qué los espíritus que vuelven no aparecen desnudos, ya que con muy pocas excepciones registradas no es así en ningún caso?
El folklore «fantasmal» está repleto de historias de todo tipo de objetos inanimados, desde el acordeón-fantasma atribuido al espiritista del siglo XIX, D. D. Home, hasta la daga de Macbeth.
Formas Revoloteando En El Aire
Una de las historias más convincentes sobre apariciones «sin alma» está compilada en el diario de la Torre de Londres -lugar saturado de fantasmas según la creencia popular-. El protagonista de la historia fue Edmund Lenthal Swifte. En 1814 tenía el cargo de Guardián de las Joyas de la Corona, cargo que ocupó hasta 1842 -o sea, 28 años-. Él mismo cuenta lo que vio un domingo por la tarde en octubre de 1817: «Mi familia y yo estábamos cenando en el edificio donde se guardan las joyas de la corona, lugar que parece haber sido la «lúgubre prisión» de Ana Bolena y de los diez obispos que allí fueron acomodados piadosamente por Oliver Cromwell. Todas las puertas estaban cerradas, las cortinas, pesadas y oscuras, estaban echadas, y la única luz que había en la estancia era la que emanaba de dos cirios colocados sobre la mesa. Yo estaba sentado en la cabecera de la mesa, mi hijo a mi derecha, mi mujer junto a la chimenea y su hermana enfrente de ella. Estaba ofreciendo vino y agua a mi mujer, cuando ésta, al alzar el vaso, paró el movimiento y exclamó: ¡Dios mío! ¿qué es esto?.»
«Miré hacia arriba y vi un cilindro, como un tubo de vidrio casi del grosor de un brazo, que revoloteaba entre el techo y la mesa; su consistencia parecía ser un denso líquido, blanco y azulado... girando incesantemente dentro del cilindo. Duró aproximadamente dos minutos, entonces empezó a moverse delante de mi cuñada y, resiguiendo el borde de la mesa, pasó por delante de mí y de mi hijo. A continuación siguió por detrás de mi mujer y permaneció brevemente sobre su hombro derecho (téngase en cuenta que no había ningún espejo en la parte opuesta que le permitiera ver qué estaba pasando). De repente, mi mujer se agachó, con las manos en el hombro, y gritó: ¡Dios, me está cogiendo!.»
«Incluso ahora siento el terror que sentí entonces. Salté de la silla y golpeé la aparición, golpe que fue a parar en el revestimiento de madera situado detrás de ella. Entonces, la «cosa» cruzó el borde de la mesa y desapareció por la ventana.»
No volvió a verse tan extraña manifestación; pero, algunos años más tarde, ocurrió un suceso que confirmó trágicamente la explicación de Swifte: un soldado murió literalmente de miedo en la Torre de Londres.
El soldado estaba de centinela frente al edificio donde se guardan las joyas de la corona, cuando, cerca de medianoche, oyó un sonido gutural detrás de él. Al girarse vio un gran oso negro de pie sobre sus patas traseras, con los dientes hacia fuera y los ojos rojos de rabia, que se abalanzaba sobre él. El soldado lanzó su bayoneta contra el cuerpo del animal, pero el arma pasó sin herirlo y el animal desapareció. Una patrulla encontró unos cuantos minutos después al soldado desmayado; la bayoneta estaba clavada en la sólida madera de la puerta. El soldado, todavía sin sentido, fue trasladado al cuerpo de guardia donde un médico afirmó que no estaba ni borracho ni dormido. Repitió una y otra vez su extraña historia, hasta que tres días después murió.
Durante aproximadamente 300 años, hasta mediados del siglo XVII, en la Torre había habido un zoológico real, y entre los animales que allí se cuidaron había numerosos osos. A pesar de que no existan referencias de la autopsia del soldado, el hecho de que muriese tres días después de aquella experiencia podría indicar que estaba enfermo sin saberlo, y que la aparición fue una alucinación causada por su propia enfermedad. Por otra parte, los fantasmas de animales tienen más sentido como «espíritus que regresan» que sus equivalentes humanos, por la sencilla razón que ya hemos apuntado antes: por lo menos ellos «aparecen» exactamente con el mismo aspecto que tenían en vida. El hecho de que el hombre haya perdido muchos de sus instintos «primitivos» mientras que los animales todavía los conservan podría también tener una relación con el papel paranormal de aquellos.
Bestias Fantasmales
Ciertamente, los cuentos de fantasmas de perros son corrientes en el folklore de Estados Unidos, Europa y gran parte de África. Los fantasmas de caballos, de rebaños de vacas o de ovejas participan del folklore, y a pesar de que (al igual que todos los cuentos) las descripciones de sus apariciones hayan sido indudablemente distorsionadas a lo largo de los siglos, algunas de ellas son sorprendentemente convincentes. En 1908, la Society for Psychical Research (SPR) investigó exhaustivamente lo que pareció ser un cerdo-fantasma en Hoe Benham (Inglaterra).
El 2 de noviembre de 1907 dos jóvenes, Oswald Pittman y Reginald Waud, estaban pintando en el jardín de su casa, la villa Laburnum. A eso de las diez de la mañana, cuando Pittman estaba hablando con el lechero, vio a su amiga Clarissa Miles acercándose por el camino: tenía que reunirse con los hombres para una sesión de pintura. La acompañaba, como si se tratara de un perro amaestrado, un gran cerdo blanco con un morro inusualmente largo. Cuando Pittman le habló de ello a Waud, éste le pidió que le dijera a Clarissa que dejara el animal fuera y que cerrara la puerta del jardín cuidadosamente, ya que Waud era un amante de la jardinería y no quería que el cerdo le removiera todas las plantas.
Sin embargo, cuando Clarissa llegó estaba sola y negó todo conocimiento del animal. Si la hubiera estado siguiendo, señaló, estaba segura de que habría oído sus pisadas. A pesar de todo, ella y Pittman volvieron al camino y preguntaron a varios niños si habían visto un cerdo, pero ninguno lo había visto.
A la mañana siguiente, el lechero, presionado por un Pittman desconcertado, firmó una declaración en la que aseguraba que no había visto el cerdo y señalaba que, en cualquier caso, la zona estaba bajo un estado de alerta por la fiebre porcina y no podía matarse a ningún animal perdido.
Pittman y Waud fueron a Londres durante unos meses y allí contaron el extraño incidente a un miembro de la SPR. Cuando volvieron a Hoe Benham en febrero, el relato de la aparición de Pittman se había extendido ampliamente. Los aldeanos, perdiendo su reserva natural, los desbordaron con historias anteriores de «fantasmas». La teoría del lugar sostenía que todo partía del suicidio de un campesino, Tommy King, cuya propiedad, que fue demolida en 1892, había bordeado el camino. La investigación en los archivos de la parroquia mostró que en realidad había habido dos Tommy King, uno muerto el 1741 y el otro en 1753, pero no había indicación de cual de los dos se había suicidado. Un viejo llamado John Barrett testificó que, cuando era muchacho en 1850, volvía por el camino en un carro de heno con siete u ocho más, cuando apareció por el aire una "cosa blanca". Todos lo habían visto y como era evidente los caballos también, ya que de repente se desbocaron.
«Esa cosa continuó balanceándose y balanceándose y los caballos resoplando y resoplando hasta que el carro llegó alas cercanías de la granja de King, en que se desvaneció.» En 1873 Barrett también había visto en el mismo lugar una criatura "como una oveja" pateando el suelo en el camino. Trató de darle un golpe con el bastón, pero desapareció antes de que el bastón hubiera aterrizado.
Otro hombre, Albert Thorne, dijo que en el otoño de 1904 oyó "un ruido como un silbido" de hojas y vio cómo un ternero de 75 cm de alto y 1,5 m de largo pateaba, con ojos resplandecientes. Mientras lo miraba se desvaneció. Incluso otro testigo no identificado dijo que en el mes de enero de 1905 durante las horas de luna llena había visto lo que tomó por el perro del vicario en el camino. Era grande y negro. Creyendo que se había perdido, fue a agarrarlo, cuando resultó que era un burro que se alzaba sobre sus patas amenazadora mente antes de desvanecerse.
Grito Sobrecogedor
Pittman, Waud y Clarissa Miles relataron una experiencia más enervante. Una vez, mientras paseaban por el camino, Clarissa fue súbitamente abordada por un temor irracional y dijo que sentía la presencia de un ser diabólico, cargado de maleficios contra ellos. También sentía que le faltaba el aire. Cuando alcanzaron el lugar en que Pittman había visto el cerdo, los tres oyeron un "grito sobrecogedor' aunque no había nadie más alrededor. Waud, que había mostrado escepticismo desde el principio quedó finalmente convencido por este extraño grito terrible de que el animal fantasma había existido.
Efectivamente, la sensibilidad de los animales, especialmente de gatos y perros, hacia los fenómenos paranormales es casi un axioma. El parapsicólogo norteamericano doctor Robert Morris utilizó animales como «controles» en sus experimentos durante los años sesenta. En una ocasión estuvo estudiando una casa habitada por fantasmas, y concretamente una habitación en la que había ocurrido una tragedia. Utilizó un perro, un gato, una rata y una serpiente de cascabel: «Cuando hice entrar al perro menos de 1 m dentro de la habitación, empezó a gruñir a su dueño y volvió a salir por la puerta. De ningún modo pudimos evitarlo, y además se negó a entrar de nuevo. El gato fue introducido en la habitación en brazos de su amo. Cuando llegó a una distancia parecida dentro de la habitación, saltó inmediatamente sobre la espalda del amo, clavándole las uñas; luego saltó al suelo dirigiéndose hacia una silla. Pasó algunos minutos bufando y mirando fijamente una silla vacía situada en una esquina de la habitación, hasta que le sacamos fuera...»
La serpiente de cascabel adoptó inmediatamente una postura de ataque, dirigida contra la misma silla que había intrigado al gato. Al cabo de un par de minutos giró lentamente la cabeza hacia la ventana, para luego apartar la vista de ella y adoptar de nuevo la posición de ataque al cabo de cinco minutos.
El único animal que no reaccionó fue la rata; sin embargo, al cabo de un rato los cuatro animales fueron examinados en otra habitación de la casa, y allí se comportaron con toda normalidad.
De hecho, en el confuso mundo de las apariciones (estén dotadas o no de alma) nadie, ni siquiera el investigador psíquico más versado, sabe con exactitud cuál es la motivación que las respalda. Lo cierto es que rechazar el testimonio de muchos cientos de personas respetables que afirman haber experimentado fenómenos extraños alegando que se trata de espejismos, engaños provocados por uno mismo o mentiras manifiestas denotaría una testarudez absurda.
Imaginación Activa
El eminente psicólogo suizo Carl Jung (1875-1961) estaba profundamente interesado en muchos aspectos de lo paranormal y registró con entusiasmo sus propias experiencias en ese campo, a la vez que siguió durante toda la vida con un entusiasmo activo los descubrimientos que hacían los parapsicólogos.
Uno de los sucesos más intrigantes que le ocurrieron personalmente tuvo lugar durante un viaje a Ravena, Italia, con un amigo. Ahí se sintió especialmente conmovido por un mosaico que representaba a Cristo extendiendo su mano a Pedro cuando el discípulo parecía estarse ahogando en el mar. Parece que tanto Jung como su compañero miraron muy de cerca el mosaico durante mucho tiempo y hablaron de ello con cierto detalle. Jung, fuertemente impresionado por la imagen y el diseño, quería comprar una reproducción del trabajo, pero no tuvo la suerte de encontrarlo.
Al volver a casa Jung supo que otro amigo estaba a punto de visitar Ravena y le pidió si podría hacer una fotografía de su mosaico favorito. Con inmensa extrañeza, no obstante, se descubrió que en Ravena no existía tal mosaico. Jung tuvo que llegar a aceptar que de todas formas el mosaico debía haber sido una aparición compartida; y una de las más extraordinarias experiencias de su vida.
Este extraño hecho parece relacionarse con lo que Jung había denominado "imaginación activa"; una técnica que se sabe que enseñó a algunos de sus pacientes. En 1935, durante una serie de conferencias que dio en la Tavistock Clinic de Londres, describió cómo un joven artista había conseguido proyectarse en un paisaje alpino que estaba representado en un cartel, llegando incluso a caminar sobre la colina y a visitar una capilla fantástica que estaba convencido que existía en la parte inferior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario