viernes, 15 de mayo de 2009

El misterio de Kaspar Hauser

El 26 de mayo de 1828 un adolescente agotado y titubeante, que gesticula y gruñe de manera incomprensible, es recogido de una calle de Nuremberg. Tiene en su mano un sobre dirigido al capitán de caballería Wessnich, comandante del cuarto escuadrón del sexto regimiento de caballería. Lo conducen hasta el cuartel donde, completamente agotado, se desploma sobre una litera del establo. En la misma tarde, el capital Wessnich conoce el contenido de la carta: "Honorable capitán, le envío a un joven que desea servir al rey en el ejército. Lo dejaron en mi casa el 7 de octubre de 1812. Yo soy solo un jornalero con 10 hijos propios y me cuesta mucho educarlos a ellos..."

Un mensaje escrito sobre el mismo papel y con la misma tinta se acompaña a la carta. "El pequeño fue bautizado con el nombre de Kaspar. Cuando tenga 17 años envíelo a Nuremberg al sexto regimiento de caballería, donde su padre servía como soldado. Nació el 30 de abril de 1812. Soy una niña muy desgraciada y no puedo quedarme con él. Su padre ha muerto". El capitán supone de inmediato que esa nota es falsa y trata de obtener una explicación, de hacer hablar al muchacho, pero solo recibe pequeños gritos y gruñidos como respuestas. Exasperado, lo lleva a la policía.

El huérfano de Europa

El adolescente es observado por el alcalde, el comisario y un médico. Se muestra fascinado por el fuego, demuestra conducirse mejor en la oscuridad que en la claridad, se asusta con la música y cuando le pasan una hoja de papel escribe con torpeza el nombre de Kaspar Hauser. Durante las semanas siguientes Kaspar es alojado en la prisión municipal. Las autoridades dudan todavía si se trata de un simulador o su falta de conocimiento del mundo es auténtica.

A medida que pasan los días y al estar en contacto con sus numerosos visitantes, Kaspar comienza a balbucear algunas palabras. Muy pronto se hace de un vocabulario suficiente como para contar su historia.

Según sus recuerdos más lejanos Kaspar dice haber vivido en un reducto sombrío, durmiendo sobre paja e incluso sobre la tierra apisonada, sin ver nunca a nadie. Cada noche le traían pan y agua sin que jamás pudiese ver quién era. Sin embargo recibía una vez por semana la visita de un hombre enmascarado vestido de negro. Este personaje le enseñó a caminar y a escribir su nombre. Un día lo visitó y lo arrastró fuera de su celda; lo condujo hasta las cercanías de Nuremberg y le dejó en las manos un sobre.

La prensa internacional se apodera de la historia. Kaspar recibe el sobrenombre de "el huérfano de Europa". Es alojado en la casa de un profesor y aprende a leer y a escribir con sorprendente rapidez. Los médicos observan la delicadeza de su piel y sus rasgos, así como la nobleza de su rostro. Ello despierta la imaginación de todos: ¿Por qué esconderían a este niño si no tuviera una importancia excepcional? ¿Sería tal vez porque pertenece a una familia ilustre? Parece haber nacido cerca de 1812. Muy pronto se empiezan a plantear hipótesis.

¿Será el hijo del gran duque?

Hija adoptiva de Napoleón, la francesa Estefanía de Beauharnais se casó con el gran duque Carlos de Baden en 1806. Esta unión impuesta por el emperador francés a un estado alemán del que se proclamó protector no es bien recibida por el gran ducado. Estefanía tiene una enemiga declarada, la condesa de Hochberg, casada en segundas nupcias con el padre de Carlos, que quisiera poner a su propio hijo en el trono. Sólo lo lograría si Carlos y Estefanía no tuvieran herederos varones.

Ahora bien, el 29 de setiembre de 1812 Estefanía da a luz un hermoso niño que parece fuerte y lleno de vida. Sin embargo muere de una enfermedad repentina 15 días más tarde en circunstancias poco claras, ya que ni siquiera se autoriza a la joven madre para ver el cuerpo. Un año más tarde el segundo hijo de Estefanía y Carlos sufre la misma suerte. El recuerdo de estas dos desapariciones resurge en 1828 y algunos cronista se preguntan si Kaspar Hauser no sería el hijo de Carlos y Estefanía, raptado y escondido por la ambiciosa condesa de Hochberg.

Estefanía se deja convencer

Emocionada e inquieta por la prensa que comienza a asociar su nombre al del huérfano, Estefanía se cuestiona. Recuerda que la noche en que el niño fue dado por muerto, su nodriza se encontraba sumida en un sueño anormalmente profundo, como si hubiese sido drogada. Muy pronto la madre, que enviudó de Carlos en 1819, se siente preocupada. Conversa largamente con Lord Stanhope, quien está a cargo de Kaspar en esa fecha. Incluso realiza un viaje secreto a Anspach, donde el joven se estableció y lo observa sin darse a conocer- Todo en él le recuerda al Gran Duque. Finalmente Estefanía se convence de que Kaspar Hauser es su hijo.

Pero ese mismo año de 1833 es justamente Leopoldo, hijo de la condesa de Hochberg, quien ostenta el título de Gran Duque de Baden. Estefanía no tiene a quien recurrir; la caída de Napoleón en 1815 vuele difícil su situación. Sin embargo se prepara para intentar hacer algo por aquel a quien reconoce como su hijo... pero el tiempo no le alcanza: en diciembre Kaspar es asesinado, apuñalado por un desconocido que lo citó en un jardín público para contarle secretos de su pasado. La verdad sobre este asesinato no logra ser establecida con certeza, pero el único peligro que pesaba sobre el poder de los Hochberg desapareció definitivamente.

¿Era Kaspar Hauser un impostor?

¿Cómo puede un niño que por su propia confesión vivió oculto durante años sin ver ni escuchar a nadie, aprender ya adolescente a caminar, hablar, escribir e incluso alcanzar a adquirir la cultura y las maneras de un hombre de buena familia?

Esta pregunta es de primordial importancia. Los contemporáneos la resolvieron por la herencia de su nacimiento: Kaspar sería de una familia tan noble que habría recobrado rápidamente todas las posibilidades que habrían de asegurarle a un joven bien nacido una buena educación.

Hoy día existe un escepticismo mayor. Los numerosos casos de "niños salvajes" que se examinaron muestran que un pequeño que creció sin educación ni contacto humano no puede transformarse en un adulto normal.

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