Si existen muy variadas teorías acerca de qué son los ovnis, también abundan las hipótesis que intentan aclarar de dónde vienen. Comenzaremos por hablar de aquellas que dan como origen un punto próximo.
Bases secretas en la Tierra
Los pilotos de los platillos volantes podrían ser criaturas que comparten la tierra con nosotros. Desconocidas para la mayoría de los mortales a ignoradas por la ciencia oficial, estos «ultraterrestres» son indígenas de nuestro propio planeta y la causa directa no sólo de la aparición de los ovnis sino de toda suerte de fenómenos psíquicos, paranormales y hasta religiosos. Esta idea, sustentada -entre otros- por el Doctor Jacques Vallée, se apoya en la abundancia de tradiciones orales y escritas sobre estas criaturas que aparecieron en muchísimas civilizaciones anteriores.
Entre las muchas razas que nos visitan, algunas de ellas podrían ser los habitantes de continentes perdidos (Atlántida, Lemuria o Mu) que antes de que éstos fuesen sepultados por el océano buscaron refugio en algún lugar seguro y recóndito de la tierra, en un recinto de naturaleza material o «etérica» conservando todas sus prerrogativas tecnológicas, entre ellas los dispositivos de avanzado diseño para vencer el espacio.
Sea que provengan de otros planetas y/o planos o de la propia Tierra, de manera transitoria o permanente pueden utilizar recintos especialmente acondicionados como bases de operaciones. Se ha especulado mucho sobre la posibilidad de que existan bases alienígenas secretas en áreas remotas como la Antártida, Groenlandia, la selva amazónica, las montañas del Tíbet, y muchos otros lugares deshabitados o semiexplorados.
Teorías de la Tierra hueca
Según Raymond Bernard, no todos los ovnis serían extraterrestres: algunos provienen del interior del globo terráqueo que es parcialmente hueco y posee sendas aperturas en los polos.
Se dice que el Almirante Byrd, explorador del Polo Norte, penetró en esta región desconocida, encontrando una tierra de clima templado con montañas, bosques, ríos, lagos, vegetación y vida animal.
Para Brinsley le Poer Trench, miembro de la Cámara de los Lores británica, este mundo subterráneo habría sido construído por los habitantes de la Atlántida, para protegerse de catástrofes oceánicas y sísmicas. Las dos entradas localizadas en los polos (que habrían sido incluso fotografiadas por los satélites americanos) son las que dan acceso al mundo exterior. Allí se alojan desde hace más de once mil años los «barcos del espacio» que nos visitan en la actualidad. Robert E. Dickhoff y Michael Barton X, también son partidarios de la hipótesis de un mundo subterráneo. Los platillos volantes -según ellos- son oriundos de una gran «conurbación» integrada por siete metrópolis subterráneas, comunicadas entre sí por unos conductos huecos y con aperturas que afloran en el Tíbet, Siberia, América del Norte, Sudamérica y ciertas remotas cumbres montañosas. Fueron construídas por los marcianos que en su día habían acudido a colonizar la tierra y que se establecieron en ellas con el fin de escapar a la radioactividad que siguió a un conflicto atómico entre Atlántida y Lemuria. Sus naves interplanetarias entran y salen por las mencionadas aberturas superficiales y su propulsión se basa en las corrientes magnéticas planetarias. Sus tripulantes supervisan desde hace muchos siglos el destino de la humanidad.
Civilizaciones suboceánicas
Antonio Ribera, Will Carson y Otto Binder dan como posible un origen subacuático a los ovnis. El setenta y uno por ciento de la superficie del globo está cubierta por las aguas, con profundidades de hasta diez mil quinientos metros (lo suficiente como para sumergir el monte Everest). ¿Qué mejor sitio -nos dicen- para ocultarse de los pobladores de la tierra firme?...
Se han registrado centenares de observaciones de cuerpos raros sumergiéndose en el mar, evolucionando en sus aguas o emergiendo del mismo. A veces con tal asiduidad que han dado pie a especulaciones sobre la existencia de «platillopuertos» como los de la zona de Malasia en el océano indico o los del golfo San Matías en la Patagonia. Ivan T.Sanderson, uno de los más competentes estudiosos de lo insólito, después de Charles Fort, mantenía la tesis de que en cada medio (agua, tierra y aire) podrían florecer complejas culturas inteligentes separadas entre sí como en compartimentos estancos. Concretamente en el inmenso volumen del agua oceánica habitarían razas conscientes capaces de surcar los cielos en vehículos anfibios.
Fenómenos metaterrestres tridimensionales
Merece la pena considerar la eventualidad de que los hombres del espacio hayan fundado una civilización que se extienda por todo el universo, sin vinculación particular a planetas específicos, residiendo a perpetuidad en grandes naves superacondicionadas que vagabundean por el espacio libre. En esta concepción de los «Refugios Interestelares», navíos espaciales de considerable volumen podrían albergar a comunidades enteras durante varias generaciones.
Estas naves viajarían de continuo y en diferentes direcciones, con ánimo de satisfacer una curiosidad intelectual y científica, buscando nuevos mundos para habitar. También Galíndez, Peter Sharp y Borret postulan que los platillos volantes serían sondas de comunicación entre la superficie terrestre y sus voluminosas naves nodrizas.
Bases en otros planetas y satélites
Todos los planetas y satélites del sistema solar han sido, antes o después, considerados bases de procedencia o tránsito de los platillos volantes. La posibilidad de que «ellos» sean de origen intergaláctico pero que hayan organizado «apeaderos» en cuerpos deshabitados de nuestro sistema solar, ha sido formulada nuevamente por Coral Elorenzen.
Los Fenómenos Transitorios Lunares (T.L.P.) son modificaciones circunstanciales y de corta duración observados por astrónomos profesionales o aficionados, por astronautas o simplemente registrados en fotografías del cercano satélite. Consisten en transformaciones aparentes y fugaces de la estructura del suelo lunar acompañadas a veces por otros fenómenos: brillos y fosforescencias de variadas tonalidades, nieblas, vapores que dificultan la visión óptica, luces móviles, desaparición y reaparición de pequeños cráteres, súbita visión de un nuevo cráter no apreciado anteriormente, figuras geométricas, estructuras con apariencia artificial, bandas longitudinales claramente diferenciadas del terreno circundante, pequeños promontorios o «cúpulas», etcétera.
Particularmente en Platón -un circo de fondo plano con 96 kilómetros de diámetro- se registraron abundantes y llamativos cambios en las cuatro últimas décadas del siglo pasado, reportadas con todo detalle por los miembros de la Royal Astronomical Society de Londres.
Considerando la gran masa de T.L.P. acaecidos durante varios siglos, unidos a determinadas observaciones de notable extrañeza, surge inevitablemente la sospecha de si algunas de estas ocurrencias no tendrían un origen artificial.
La Clásica Hipótesis Extraterrestre o E.T.H.
Esta es sin duda la más popular de las justificaciones a la incansable presencia de los ovnis en nuestra atmósfera. También es la que más adeptos ha conseguido en la comunidad científica y entre el cuerpo de ufólogos «profesionales». Presupone que estamos ante navíos no terráqueos, construidos por seres inteligentes comparables al Homo Sapiens, aunque tal vez mucho más avanzados en ingeniería, mecánica y psicología que nosotros. Residen en planetas y satélites de naturaleza asimilable a la de la Tierra. Tanto «ellos» como sus «mansiones y moradas» estarían compuestos de materia ordinaria perceptible a los sentidos humanos; es decir, su estructura atómica y molecular sería sólida, física y estrictamente tridimensional.
Para llegar hasta el sistema solar desde remotas regiones del universo, habrían tenido que cruzar vastos abismos siderales y para vencer tan inmensas distancias necesariamente habrán desarrollado dispositivos de desplazamiento espacial de gran eficiencia técnica. Es de suponer que hayan superado, de forma que no podamos ni imaginar, el callejón sin salida de la inviabilidad de velocidades superiores a la de la luz, postulado básico, como se sabe, de la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
Hipótesis marciana: Los platillos se acercan desde el vecino planeta de la guerra. Por razones de economía universal -dicen Antonio Ribera, Manuel Pedrajo y L.Taylor Hanson- las oleadas de ovnis debieran registrarse en las fechas de las oposiciones de Marte, en ciclos de veintiseis meses, cuando el astro rojo se encuentra a una distancia mínima. Pero la experiencia a lo largo de los últimos cuarenta años no parece corroborar el supuesto de la invasión bienal de discos voladores.
Alternativa venusina: Son varios los que señalan que podrían provenir de Venus, entre otros el astrónomo Eloy Ortega. En los días próximos a la conjunción de este planeta con la Tierra y el Sol, los platillos volantes reaparecen sobre los cielos de casi todos los continentes.
Cinturón de asteroides: Por lo que afirman al menos media docena de «contactados», esta aglomeración de trozos de roca entre Marte y Júpiter es el residuo de la explosión del planeta «Maldek», que resultó destruido como resultado final de una contienda con armas de gran poder destructivo. Este conflicto se produjo después de atravesar un período de decadencia y negatividad generalizadas, parecido al que sufre ahora la Tierra. Una porción de los habitantes de Maldek, previendo el fin catastrófico de su planeta, emigró en sofisticados vehículos aeroespaciales y se estableció entre nosotros.
Los tres «de la cola»: Los «contactados» insisten uno detrás de otro en que los ovnis nos abordan desde Ganímedes, satélite de Júpiter, que, según los astrofísicos, denota unas aparentes condiciones de habitabilidad comparables a las terrestres. Muchísimos contactados aseguran que nuestro sistema no cuenta con nueve sino con doce planetas. Algunos ovnis comparecen en nuestros cielo desde el trío planetario que está aún por descubrir, y tal vez sea debido a que no se trata de astros compactos ordinarios, sino de planetas «etéricos», submateriales, invisibles al ojo de los mortales.
Otros sistemas estelares: Francisco Donis y otros seguidores opinan que los platillos volantes vienen desde Alfa Centauri y Próxima del Centauro. Duncan Lunan, científico escocés, supone que son sondas espaciales lanzadas hace trece mil años por los pobladores de un astro moribundo, en la región de Epsilon Bootis. La secuestrada Betty Hill, que fue trasladada a un ovni en 1961, cree que provienen de Zeta Retículi. Robert K.G.Temple asegura que su origen es un planeta perteneciente al sistema estelar binario de Sirio, cuyos pobladores los Nommos arribaron hace más de cinco mil años a lo que hoy es Libia. Allí -según ellos se mezclaron con los Dogon (tribu que perdura en Mali, al sur del Sahara), fundando una notable civilización que influyó profundamente en el nacimiento y desarrollo de las culturas sumeria y egipcia.
Mundos interpenetrados
Según Otto Binder, los ovnis y otros fenómenos conexos pueden originarse en un mundo cuyo grado de vibración esté una octava por encima del nuestro, implicando el concepto de «mundos dentro de otros mundos», interpenetrándose mutuamente. Los habitantes de cada uno de estos recintos vibratorios en particular sólo ven, oyen y tocan el sistema limitado de realidad que les ofrecen sus propios órganos sensoriales, capacitados para operar exclusivamente en un tramo muy definido del espectro total de la energía vibratoria. Así tendríamos mundos enteros invisibles al alcance de la mano, estratificados en «capas» o esferas interpenetradas; como si las bandas del interior de una cebolla se solapasen a interpenetrasen unas con otras y, no obstante, se mantuviese una abismal separación vibratoria entre todas ellas. J.B.Hasted, físico y parapsicólogo, sostiene que «hay un número infinito de «mundos que coexisten a su vez en el seno de un número infinito de dimensiones, pero no interaccionan directamente entre sí porque son mutuamente «ortogonales». No obstante, si la conciencia humana fuese capaz de recibir impresiones sensibles de uno de esos recintos diferenciados, quedaría así explicada una gran variedad de fenómenos, tanto ufológicos como paranormales. A efectos prácticos la realidad no es algo absoluto, sino condicional y relativo. Para una mente concreta en particular, su «realidad objetiva» estará en función de en qué dirección, hacia qué «área» específica focalice su atención.
Teoría de las realidades alternativas
Formulada hacia el año 1966 por Allen Greenfield, plantea que la realidad no es algo fijo y estático, o al menos no lo es en nuestro presente estado de comprensión. Por lo tanto cabe que resultemos atrapados en alguna suerte de determinado estado de realidad, por medio de viajes o transmisiones en una cierta interrealidad. El universo en el que residimos sería sólo una porción de la totalidad de lo real.
A través de la historia, los habitantes de otras realidades alternativas han estado en contacto con la humanidad, por lo general con ánimo amistoso y en menor grado con propósitos hostiles, en orden a dominar a la población con manipulaciones encubiertas.
En la concepción einsteniana cabe concebir «atajos» espaciales por la producción de curvaturas locales (como los agujeros de gusano). Cuanto mayor es la cantidad de materia, mayor es también la curvatura del espacio en ese punto. Si la masa de un entorno fuese suficientemente grande y se hubiese llegado a un determinado radio de enrrollamiento, la curvatura circundante se cerraría sobre sí misma. Su contenido quedaría entonces aislado del resto del complejo espacio-temporal. Tal efecto se traduciría en una sorprendente desaparición de objetos materiales. Un cuerpo espacial que estuviese animado de una velocidad próxima a la de la luz adquiriría -según la teoría de la relatividad- masa necesaria para cerrar sobre sí mismo su propio campo gravitatorio. Pasaría de esta manera a otro plano diferente al del universo observable. Fuera de éste, la materia no estaría sometida a las mismas leyes físicas que rigen normalmente en su interior, pudiendo desaparecer y reaparecer en otros puntos del espacio, en escasísimo tiempo. Esta teoría ha sido propuesta por Schwarzschield.
Similares especulaciones hace Luis Schöenherr. Según este investigador los viajeros proceden realmente del espacio exterior, pero durante sus desplazamientos utilizan la cuarta dimensión para vencer las grandes distancias intersiderales. Es decir, son tridimensionales y se originan en nuestro mismo continuum de espacio-tiempo, pero para viajar fuera de él se valen transitoriamente de artilugios de la tecnología tetradimensional. Para evitar «cruzar» extensiones longitudinales, producirían con su avanzada técnica unas curvaturas locales en el espacio que ha de ser vencido; una vez conseguido ésto, ellos simplemente empezarían a surgir ante nuestra vista.
Otros sistemas de realidad
Los ovnis vienen de un universo de cuatro dimensiones, opina Raoul Foin; sus frecuentes desapariciones instantáneas se explicarían por la súbita transferencia al futuro, donde no les podemos percibir. Así pues, no surgen del espacio sino del tiempo. Podrían ser practicantes de la regresión temporal, que se complacen en examinarnos como a sus ancestros.
Otto Binder sugiere que serían seres de una diferente «zona del tiempo» y por ello sin existencia real, sólida y tangible en nuestro tiempo. Más bien se trataría de meras proyecciones a través de la barrera temporal.
Para John A.Keel, John R.Young y el Doctor Stannard, es posible que nos estemos topando con seres inteligentes de un «universo negativo» integrado por antimateria, que coexiste con el nuestro o lo interpenetra sin que seamos conscientes de ello. Aquello podría explicar el por qué tanto de los platillos volantes, del poltergeist, de las extrañas materias que caen inexplicablemente del cielo, etcétera.
Otra de las hipótesis postula que los ovnis no se originan en el convencional espacio exterior, sino que pertenecen al «espacio interior» del hombre. Para Matt Graeber, lo que hoy llamamos ovnis se denominó en otros momentos de la historia: visiones, dioses, santos y ángeles.
Bases secretas en la Tierra
Los pilotos de los platillos volantes podrían ser criaturas que comparten la tierra con nosotros. Desconocidas para la mayoría de los mortales a ignoradas por la ciencia oficial, estos «ultraterrestres» son indígenas de nuestro propio planeta y la causa directa no sólo de la aparición de los ovnis sino de toda suerte de fenómenos psíquicos, paranormales y hasta religiosos. Esta idea, sustentada -entre otros- por el Doctor Jacques Vallée, se apoya en la abundancia de tradiciones orales y escritas sobre estas criaturas que aparecieron en muchísimas civilizaciones anteriores.
Entre las muchas razas que nos visitan, algunas de ellas podrían ser los habitantes de continentes perdidos (Atlántida, Lemuria o Mu) que antes de que éstos fuesen sepultados por el océano buscaron refugio en algún lugar seguro y recóndito de la tierra, en un recinto de naturaleza material o «etérica» conservando todas sus prerrogativas tecnológicas, entre ellas los dispositivos de avanzado diseño para vencer el espacio.
Sea que provengan de otros planetas y/o planos o de la propia Tierra, de manera transitoria o permanente pueden utilizar recintos especialmente acondicionados como bases de operaciones. Se ha especulado mucho sobre la posibilidad de que existan bases alienígenas secretas en áreas remotas como la Antártida, Groenlandia, la selva amazónica, las montañas del Tíbet, y muchos otros lugares deshabitados o semiexplorados.
Teorías de la Tierra hueca
Según Raymond Bernard, no todos los ovnis serían extraterrestres: algunos provienen del interior del globo terráqueo que es parcialmente hueco y posee sendas aperturas en los polos.
Se dice que el Almirante Byrd, explorador del Polo Norte, penetró en esta región desconocida, encontrando una tierra de clima templado con montañas, bosques, ríos, lagos, vegetación y vida animal.
Para Brinsley le Poer Trench, miembro de la Cámara de los Lores británica, este mundo subterráneo habría sido construído por los habitantes de la Atlántida, para protegerse de catástrofes oceánicas y sísmicas. Las dos entradas localizadas en los polos (que habrían sido incluso fotografiadas por los satélites americanos) son las que dan acceso al mundo exterior. Allí se alojan desde hace más de once mil años los «barcos del espacio» que nos visitan en la actualidad. Robert E. Dickhoff y Michael Barton X, también son partidarios de la hipótesis de un mundo subterráneo. Los platillos volantes -según ellos- son oriundos de una gran «conurbación» integrada por siete metrópolis subterráneas, comunicadas entre sí por unos conductos huecos y con aperturas que afloran en el Tíbet, Siberia, América del Norte, Sudamérica y ciertas remotas cumbres montañosas. Fueron construídas por los marcianos que en su día habían acudido a colonizar la tierra y que se establecieron en ellas con el fin de escapar a la radioactividad que siguió a un conflicto atómico entre Atlántida y Lemuria. Sus naves interplanetarias entran y salen por las mencionadas aberturas superficiales y su propulsión se basa en las corrientes magnéticas planetarias. Sus tripulantes supervisan desde hace muchos siglos el destino de la humanidad.
Civilizaciones suboceánicas
Antonio Ribera, Will Carson y Otto Binder dan como posible un origen subacuático a los ovnis. El setenta y uno por ciento de la superficie del globo está cubierta por las aguas, con profundidades de hasta diez mil quinientos metros (lo suficiente como para sumergir el monte Everest). ¿Qué mejor sitio -nos dicen- para ocultarse de los pobladores de la tierra firme?...
Se han registrado centenares de observaciones de cuerpos raros sumergiéndose en el mar, evolucionando en sus aguas o emergiendo del mismo. A veces con tal asiduidad que han dado pie a especulaciones sobre la existencia de «platillopuertos» como los de la zona de Malasia en el océano indico o los del golfo San Matías en la Patagonia. Ivan T.Sanderson, uno de los más competentes estudiosos de lo insólito, después de Charles Fort, mantenía la tesis de que en cada medio (agua, tierra y aire) podrían florecer complejas culturas inteligentes separadas entre sí como en compartimentos estancos. Concretamente en el inmenso volumen del agua oceánica habitarían razas conscientes capaces de surcar los cielos en vehículos anfibios.
Fenómenos metaterrestres tridimensionales
Merece la pena considerar la eventualidad de que los hombres del espacio hayan fundado una civilización que se extienda por todo el universo, sin vinculación particular a planetas específicos, residiendo a perpetuidad en grandes naves superacondicionadas que vagabundean por el espacio libre. En esta concepción de los «Refugios Interestelares», navíos espaciales de considerable volumen podrían albergar a comunidades enteras durante varias generaciones.
Estas naves viajarían de continuo y en diferentes direcciones, con ánimo de satisfacer una curiosidad intelectual y científica, buscando nuevos mundos para habitar. También Galíndez, Peter Sharp y Borret postulan que los platillos volantes serían sondas de comunicación entre la superficie terrestre y sus voluminosas naves nodrizas.
Bases en otros planetas y satélites
Todos los planetas y satélites del sistema solar han sido, antes o después, considerados bases de procedencia o tránsito de los platillos volantes. La posibilidad de que «ellos» sean de origen intergaláctico pero que hayan organizado «apeaderos» en cuerpos deshabitados de nuestro sistema solar, ha sido formulada nuevamente por Coral Elorenzen.
Los Fenómenos Transitorios Lunares (T.L.P.) son modificaciones circunstanciales y de corta duración observados por astrónomos profesionales o aficionados, por astronautas o simplemente registrados en fotografías del cercano satélite. Consisten en transformaciones aparentes y fugaces de la estructura del suelo lunar acompañadas a veces por otros fenómenos: brillos y fosforescencias de variadas tonalidades, nieblas, vapores que dificultan la visión óptica, luces móviles, desaparición y reaparición de pequeños cráteres, súbita visión de un nuevo cráter no apreciado anteriormente, figuras geométricas, estructuras con apariencia artificial, bandas longitudinales claramente diferenciadas del terreno circundante, pequeños promontorios o «cúpulas», etcétera.
Particularmente en Platón -un circo de fondo plano con 96 kilómetros de diámetro- se registraron abundantes y llamativos cambios en las cuatro últimas décadas del siglo pasado, reportadas con todo detalle por los miembros de la Royal Astronomical Society de Londres.
Considerando la gran masa de T.L.P. acaecidos durante varios siglos, unidos a determinadas observaciones de notable extrañeza, surge inevitablemente la sospecha de si algunas de estas ocurrencias no tendrían un origen artificial.
La Clásica Hipótesis Extraterrestre o E.T.H.
Esta es sin duda la más popular de las justificaciones a la incansable presencia de los ovnis en nuestra atmósfera. También es la que más adeptos ha conseguido en la comunidad científica y entre el cuerpo de ufólogos «profesionales». Presupone que estamos ante navíos no terráqueos, construidos por seres inteligentes comparables al Homo Sapiens, aunque tal vez mucho más avanzados en ingeniería, mecánica y psicología que nosotros. Residen en planetas y satélites de naturaleza asimilable a la de la Tierra. Tanto «ellos» como sus «mansiones y moradas» estarían compuestos de materia ordinaria perceptible a los sentidos humanos; es decir, su estructura atómica y molecular sería sólida, física y estrictamente tridimensional.
Para llegar hasta el sistema solar desde remotas regiones del universo, habrían tenido que cruzar vastos abismos siderales y para vencer tan inmensas distancias necesariamente habrán desarrollado dispositivos de desplazamiento espacial de gran eficiencia técnica. Es de suponer que hayan superado, de forma que no podamos ni imaginar, el callejón sin salida de la inviabilidad de velocidades superiores a la de la luz, postulado básico, como se sabe, de la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
Hipótesis marciana: Los platillos se acercan desde el vecino planeta de la guerra. Por razones de economía universal -dicen Antonio Ribera, Manuel Pedrajo y L.Taylor Hanson- las oleadas de ovnis debieran registrarse en las fechas de las oposiciones de Marte, en ciclos de veintiseis meses, cuando el astro rojo se encuentra a una distancia mínima. Pero la experiencia a lo largo de los últimos cuarenta años no parece corroborar el supuesto de la invasión bienal de discos voladores.
Alternativa venusina: Son varios los que señalan que podrían provenir de Venus, entre otros el astrónomo Eloy Ortega. En los días próximos a la conjunción de este planeta con la Tierra y el Sol, los platillos volantes reaparecen sobre los cielos de casi todos los continentes.
Cinturón de asteroides: Por lo que afirman al menos media docena de «contactados», esta aglomeración de trozos de roca entre Marte y Júpiter es el residuo de la explosión del planeta «Maldek», que resultó destruido como resultado final de una contienda con armas de gran poder destructivo. Este conflicto se produjo después de atravesar un período de decadencia y negatividad generalizadas, parecido al que sufre ahora la Tierra. Una porción de los habitantes de Maldek, previendo el fin catastrófico de su planeta, emigró en sofisticados vehículos aeroespaciales y se estableció entre nosotros.
Los tres «de la cola»: Los «contactados» insisten uno detrás de otro en que los ovnis nos abordan desde Ganímedes, satélite de Júpiter, que, según los astrofísicos, denota unas aparentes condiciones de habitabilidad comparables a las terrestres. Muchísimos contactados aseguran que nuestro sistema no cuenta con nueve sino con doce planetas. Algunos ovnis comparecen en nuestros cielo desde el trío planetario que está aún por descubrir, y tal vez sea debido a que no se trata de astros compactos ordinarios, sino de planetas «etéricos», submateriales, invisibles al ojo de los mortales.
Otros sistemas estelares: Francisco Donis y otros seguidores opinan que los platillos volantes vienen desde Alfa Centauri y Próxima del Centauro. Duncan Lunan, científico escocés, supone que son sondas espaciales lanzadas hace trece mil años por los pobladores de un astro moribundo, en la región de Epsilon Bootis. La secuestrada Betty Hill, que fue trasladada a un ovni en 1961, cree que provienen de Zeta Retículi. Robert K.G.Temple asegura que su origen es un planeta perteneciente al sistema estelar binario de Sirio, cuyos pobladores los Nommos arribaron hace más de cinco mil años a lo que hoy es Libia. Allí -según ellos se mezclaron con los Dogon (tribu que perdura en Mali, al sur del Sahara), fundando una notable civilización que influyó profundamente en el nacimiento y desarrollo de las culturas sumeria y egipcia.
Mundos interpenetrados
Según Otto Binder, los ovnis y otros fenómenos conexos pueden originarse en un mundo cuyo grado de vibración esté una octava por encima del nuestro, implicando el concepto de «mundos dentro de otros mundos», interpenetrándose mutuamente. Los habitantes de cada uno de estos recintos vibratorios en particular sólo ven, oyen y tocan el sistema limitado de realidad que les ofrecen sus propios órganos sensoriales, capacitados para operar exclusivamente en un tramo muy definido del espectro total de la energía vibratoria. Así tendríamos mundos enteros invisibles al alcance de la mano, estratificados en «capas» o esferas interpenetradas; como si las bandas del interior de una cebolla se solapasen a interpenetrasen unas con otras y, no obstante, se mantuviese una abismal separación vibratoria entre todas ellas. J.B.Hasted, físico y parapsicólogo, sostiene que «hay un número infinito de «mundos que coexisten a su vez en el seno de un número infinito de dimensiones, pero no interaccionan directamente entre sí porque son mutuamente «ortogonales». No obstante, si la conciencia humana fuese capaz de recibir impresiones sensibles de uno de esos recintos diferenciados, quedaría así explicada una gran variedad de fenómenos, tanto ufológicos como paranormales. A efectos prácticos la realidad no es algo absoluto, sino condicional y relativo. Para una mente concreta en particular, su «realidad objetiva» estará en función de en qué dirección, hacia qué «área» específica focalice su atención.
Teoría de las realidades alternativas
Formulada hacia el año 1966 por Allen Greenfield, plantea que la realidad no es algo fijo y estático, o al menos no lo es en nuestro presente estado de comprensión. Por lo tanto cabe que resultemos atrapados en alguna suerte de determinado estado de realidad, por medio de viajes o transmisiones en una cierta interrealidad. El universo en el que residimos sería sólo una porción de la totalidad de lo real.
A través de la historia, los habitantes de otras realidades alternativas han estado en contacto con la humanidad, por lo general con ánimo amistoso y en menor grado con propósitos hostiles, en orden a dominar a la población con manipulaciones encubiertas.
En la concepción einsteniana cabe concebir «atajos» espaciales por la producción de curvaturas locales (como los agujeros de gusano). Cuanto mayor es la cantidad de materia, mayor es también la curvatura del espacio en ese punto. Si la masa de un entorno fuese suficientemente grande y se hubiese llegado a un determinado radio de enrrollamiento, la curvatura circundante se cerraría sobre sí misma. Su contenido quedaría entonces aislado del resto del complejo espacio-temporal. Tal efecto se traduciría en una sorprendente desaparición de objetos materiales. Un cuerpo espacial que estuviese animado de una velocidad próxima a la de la luz adquiriría -según la teoría de la relatividad- masa necesaria para cerrar sobre sí mismo su propio campo gravitatorio. Pasaría de esta manera a otro plano diferente al del universo observable. Fuera de éste, la materia no estaría sometida a las mismas leyes físicas que rigen normalmente en su interior, pudiendo desaparecer y reaparecer en otros puntos del espacio, en escasísimo tiempo. Esta teoría ha sido propuesta por Schwarzschield.
Similares especulaciones hace Luis Schöenherr. Según este investigador los viajeros proceden realmente del espacio exterior, pero durante sus desplazamientos utilizan la cuarta dimensión para vencer las grandes distancias intersiderales. Es decir, son tridimensionales y se originan en nuestro mismo continuum de espacio-tiempo, pero para viajar fuera de él se valen transitoriamente de artilugios de la tecnología tetradimensional. Para evitar «cruzar» extensiones longitudinales, producirían con su avanzada técnica unas curvaturas locales en el espacio que ha de ser vencido; una vez conseguido ésto, ellos simplemente empezarían a surgir ante nuestra vista.
Otros sistemas de realidad
Los ovnis vienen de un universo de cuatro dimensiones, opina Raoul Foin; sus frecuentes desapariciones instantáneas se explicarían por la súbita transferencia al futuro, donde no les podemos percibir. Así pues, no surgen del espacio sino del tiempo. Podrían ser practicantes de la regresión temporal, que se complacen en examinarnos como a sus ancestros.
Otto Binder sugiere que serían seres de una diferente «zona del tiempo» y por ello sin existencia real, sólida y tangible en nuestro tiempo. Más bien se trataría de meras proyecciones a través de la barrera temporal.
Para John A.Keel, John R.Young y el Doctor Stannard, es posible que nos estemos topando con seres inteligentes de un «universo negativo» integrado por antimateria, que coexiste con el nuestro o lo interpenetra sin que seamos conscientes de ello. Aquello podría explicar el por qué tanto de los platillos volantes, del poltergeist, de las extrañas materias que caen inexplicablemente del cielo, etcétera.
Otra de las hipótesis postula que los ovnis no se originan en el convencional espacio exterior, sino que pertenecen al «espacio interior» del hombre. Para Matt Graeber, lo que hoy llamamos ovnis se denominó en otros momentos de la historia: visiones, dioses, santos y ángeles.
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