Cuando oímos hablar de asesinos en serie, normalmente nos vienen a la cabeza personas solitarias, obsesivas y de infrecuente trato con los demás, quizá viviendo en pisos mugrientos o vagabundeando por las calles. Cierto es que no se debe generalizar, puesto que casos como el de John Wayne Gacy (asesino de una treintena de adolescentes) o el de Peter Kurten (el Vampiro de Düsseldorf) los cuales tenían familia y una vida acomodada, nos demuestran que no se pude uno fiar de nadie. Albert Fish encajaría en uno de estos casos, viudo, padre y abuelo, que ocultaba una espeluznante doble vida y unas tendencias que harían palidecer al mismísimo Marqués de Sade.
Hamilton Fish, nace en Washington el 19 de Mayo de 1870. Queda huérfano de padre a la temprana edad de 5 años y es internado en un orfanato, ya que su madre debe dedicar todo el tiempo a trabajar para subsistir. Fish descubre que las frecuentes palizas que recibe de sus compañeros no le disgustan, al contrario, comienza a sentir cierto placer. Cambia legalmente su nombre por Albert, a la edad de 15 años en homenaje a un hermano fallecido.
Tras terminar la escuela pública, trabaja como decorador de interiores en una veintena de estados, siendo despedido en varias ocasiones debido a “problemas con niños”. Con 28 años contrae matrimonio con una joven de 19, con la que tiene 6 hijos, que le describirían como un padre cariñoso y atento aunque un poco... raro.
Aunque durante toda su vida practicó el masoquismo extremo y el abuso a menores, fue a los 40 años cuando comenzó la sangrienta carrera que le llevaría hasta la silla eléctrica.
En 1928, Albert Fish se presenta en la residencia de Albert y Delia Budd bajo el falso nombre de Frank Howard. Asegura ser un empresario y estar interesado en contratar a su hijo de 18 años (que había puesto un anuncio en el periódico buscando empleo). Es aquí donde conoce a la joven Grace Budd, de sólo 10 años de edad. En su segunda visita promete contratar al joven Eddie y convence a sus padres de que permitan a Grace acompañarle a una fiesta de cumpleaños de la que jamás regresaría. Aunque resulte increíble, Fish queda fuera de toda sospecha.
En 1928, Albert Fish se presenta en la residencia de Albert y Delia Budd bajo el falso nombre de Frank Howard. Asegura ser un empresario y estar interesado en contratar a su hijo de 18 años (que había puesto un anuncio en el periódico buscando empleo). Es aquí donde conoce a la joven Grace Budd, de sólo 10 años de edad. En su segunda visita promete contratar al joven Eddie y convence a sus padres de que permitan a Grace acompañarle a una fiesta de cumpleaños de la que jamás regresaría. Aunque resulte increíble, Fish queda fuera de toda sospecha.
Seis años después, en 1934, Edward y Delia Budd (padres de Grace), recibían una carta anónima en la que un hombre relataba que, influenciado por un compañero de viaje, había decidido iniciarse al canibalismo. En este extraño y atroz relato también se describía con detalle el asesinato, desmembramiento y consumo de la carne de su desaparecida hija. Incluso explicaba varias recetas de cocina y sus preferencias en cuanto a las mismas. Inmediatamente se inició una investigación policial, al cargo de la cual estaba el inspector William F. King.
La única pista que tenía la policía era un pequeño símbolo hexagonal, impreso en el sobre, con las siglas de una aseguradora de chóferes de Nueva York (N.Y.P.C.B.A.). El inspector King se dirigió inmediatamente al lugar y comenzó a interrogar uno a uno a los trabajadores. Uno de los empleados confesó haber robado material de oficina y, viendo la que se le venía encima, se apresuró a decir que era inocente, que parte del material estaba en su casa y otra parte estaba en una pensión de la calle 52. Tras descartarle como sospechoso, el inspector decidió alojarse en aquella pensión para examinar a los inquilinos de primera mano.
Al cabo de tres semanas de observar, King había ido descartando sospechosos hasta que se fijó en un anciano de aspecto bonachón que vivía solo y recibía cheques de uno de sus hijos. El inspector aprovechó la ausencia de este hombre para revisar su habitación, y al principio no pudo dar crédito a lo que encontró. Un baúl lleno de recortes de prensa, en los que se hacía referencia a muchos niños desaparecidos y al famoso caso de Fritz Hartman (el Antropófago de Hamburgo). Horas más tarde, Albert Fish regresaba a la pensión y era detenido e interrogado, no sin antes oponer resistencia con un cuchillo.
Durante los interrogatorios confesó que había mantenido relaciones homosexuales desde los 12 años, que visitaba baños públicos en los que se prostituía, que llegaría a practicar la urofagia y la coprogagia como algo habitual, que el dolor físico le producía frecuentes erecciones y que desde los 20 años le gustaba abusar y torturar a muchachos jóvenes. Acudía a prostíbulos para ser azotado (por lo que su primera mujer le abandonó), le gustaba clavarse agujas bajo las uñas y en los testículos (en una radiografía, los médicos le encontraron 29 agujas oxidadas) y le había cogido el gusto al canibalismo. A Nueva York le esperaba un proceso judicial realmente tremendo.
En 1935, durante el juicio, no se pudo demostrar que Fish fuera culpable de los 400 casos que se le atribuían y cientos de familias buscaban respuestas sobre sus hijos desaparecidos. Por su parte, él se dedicaba a confesar crímenes y luego negarlos, ralentizando así el proceso judicial aunque este truco le valió de poco. Sus abogados trataron de que se le recluyera en una institución, alegando trastornos mentales y, aunque los psiquiatras le apoyaban en este sentido, el pueblo de Nueva York pedía justicia. Cuando supo que iba a ser ejecutado en la silla eléctrica exclamó: Éste será el mayor placer de mi vida.
El 16 de Enero de 1936, muere ejecutado Albert Fish, tras recibir la tercera descarga de la silla eléctrica (las 2 primeras no le mataron), poniendo punto y final a una de las historias más terribles de los E.E.U.U. Aun hoy en día perdura su leyenda, por su acentuada dualidad y por ser la personificación del Hombre del Saco.
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