martes, 10 de mayo de 2011

Richard Chase: El Vampiro de Sacramento

El psiquiatra norteamericano J.M. Mcdonald, publicó en 1963 un artículo en el que se identificaba por primera vez la “Triada Homicida” (también conocida como la Triada de McDonald). Se trata de 3 circunstancias que se dan (tanto en grupo como por separado) durante la niñez/adolescencia de la mayoría de asesinos en serie. Piromanía (u obsesión con el fuego y los incendios), Eneuresis (o incontinencia urinaria nocturna, pasados los 5 años de edad) y la crueldad hacia los animales.

Tales comportamientos suelen derivar de sucesos violentos (malos tratos) o episodios de humillación (por parte de los padres o los compañeros del colegio) y si no se le presta la debida atención a estos síntomas, pueden desembocar en sucesos tan terribles como el que nos ocupa hoy. Conozcamos a uno de los más terribles criminales de América.

Richard Trenton Chase nace el 23 de Mayo de 1950, en el Condado de Santa Clara, California. De pequeño sufrió malos tratos a manos de su madre, que posteriormente le describiría como “un niño muy pacífico”. Pronto desarrollaría tanto la Eneuresis como la Piromanía, conductas normales para un niño según sus padres. En una ocasión el pequeño Richard fue sorprendido destripando un conejo en el jardín y untándose la sangre sobre la piel. La explicación que dio fue: Es que me faltaba sangre.

En el colegio es rápidamente marginado, su aspecto sucio y desaliñado le hace blanco de las burlas de sus compañeros. Sin amigos, sin apoyo de sus padres y sin vías de escape, su adolescencia será un auténtico infierno. Con tan sólo 23 años, se le diagnostican “severas perturbaciones mentales” y además, el abuso continuado de drogas y alcohol le lleva a padecer de impotencia.

Poco después llegaría la Hipocondria. Richard afirmaba que alguien se había apoderado de sus arterias pulmonares, ocasionando el debilitamiento de su corazón (por lo que necesitaba beber sangre), se ponía naranjas en la cabeza para absorber la vitamina C (por osmosis) y creía que los huesos de su cráneo estaban sueltos y se movían a su antojo (durante un tiempo llevó la cabeza afeitada para seguir este proceso).

Con 25 años, ingresa en un hospital por envenenamiento sanguíneo, después de auto-inyectarse sangre de conejo. Muchas mañanas Richard aparecía cubierto de sangre, explicando que simplemente eran cortes que se hacía al afeitarse. Los médicos lo mandan ingresar (bajo el diagnóstico de Esquizofrenia Paranoica) en una institución mental, tras descubrir los cadáveres de varios pájaros junto a la puerta de su habitación. Después de un año a base de drogas muy duras, es puesto en libertad bajo la tutela de su madre, quien decide retirarle el tratamiento de anti-psicóticos por considerar que su hijo “parecía un zombie”.

Tras recuperar el vigor robado por las pastillas, decide independizarse y alquila un piso en Sacramento (California). No permite visitas en su casa, incluso sus padres tienen que quedarse fuera mientras Richard les habla tras la puerta, y no pasa mucho tiempo hasta que los vecinos comienzan a quejarse del olor que emanaba de allí.

En el año 1977, su madre le regala (por su cumpleaños) todos sus ahorros (unos 1450 dólares), dinero que Richard decide invertir en comprar mascotas para sus rituales de sangre. Unos meses después, insatisfecho por la escasa cantidad de sangre que obtenía de ellas, decide pasar a “recipientes” más grandes, y compra un rifle automático del calibre 22.

Su primera víctima conocida fue Ambrose Griffin, de 51 años, tiroteado mientras paseaba. Uno de sus hijos contó a la policía que había visto a alguien con un rifle huir del lugar, pero a pesar de que se buscó el arma entre los vecinos, ésta no fue hallada. Poco después sería acusado de allanamiento de morada y de defecar en la cama de los propietarios, que no cerraron la puerta trasera y afortunadamente estaban fuera de la ciudad. Como él mismo diría después “una puerta cerrada me dice que no soy bienvenido pero una puerta abierta es una invitación a entrar”.

En Enero de 1978, Teresa Wallin es hallada muerta en su casa, horriblemente mutilada. Según la policía, el asesino le disparó 3 veces y había signos de que se habían practicado la necrofilia y el canibalismo e incluso había usado un vaso de yogur para beber la sangre de su víctima. Se inicia la investigación policial, pero apenas una semana después aparece, en similares circunstancias, el cuerpo de Evelyn Miroth y sus dos hijos (de 2 y 6 años). A pesar de trabajar al máximo rendimiento, la investigación policial no parece dar frutos.

Afortunadamente, una niña de 6 años acudió a la policía diciendo haber visto a un hombre lleno de sangre, metiendo el cuerpo de un niño (el hijo de Evelyn Miroth) en su casa. Los agentes no dudaron ni un segundo y se dirigieron al apartamento de Richard Chase. Cuando éste les abrió la puerta, el olor y el terrible espectáculo de sangre (en las paredes, en el suelo y en la cama) y trozos de cuerpos (humanos y animales) hizo vomitar a más de uno. Cuando abrieron la nevera y se encontraron con un tupper-ware con 3 kilos de vísceras le preguntaron qué opinaba del canibalismo, a lo que Richard respondió “sí, he comido carne humana, como los nazis, ellos también comieron mucha carne humana”.

Durante el juicio se le acuñó el nombre de El Vampiro de Sacramento y las pruebas no dejaban duda de su culpabilidad. En su defensa alegó que existía un complot para acabar con él, un complot urdido por sus padres, por Frank Sinatra, la Mafia y los alemanes. Mientras esperaba la pena de muerte, siguió insistiendo en que necesitaba beber sangre, a la que se había vuelto adicto, pero la pena de muerte no le llegaría nunca. A escondidas de los médicos, dejó de tomar su medicación y fue acumulando, una a una, una cantidad de pastillas suficiente para suicidarse.

Richard Trenton Chase es hallado muerto por sobredosis, en su celda del corredor de la muerte de San Quintín, en la Nochebuena de 1979, cerrando uno de los episodios más terribles en la historia de los asesinos psicópatas.

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