lunes, 9 de mayo de 2011

José María Jarabo: La crónica negra de España

En la primavera de 1923 nace en Madrid, en el seno de una familia acomodada, José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez - Morris, alias “Jarabo”. 35 años más tarde, sería protagonista de uno de los episodios más cruentos de la crónica negra de España.

En 1940 su familia decide establecerse en Puerto Rico, donde se entrega con frenesí al mundo de la noche. Su incontinencia sexual también iba a ser una constante en su vida, pero a los 20 años contrae matrimonio con una rica heredera. Pronto, obtendría el divorcio y haría las maletas rumbo a Nueva York. Allí entra en contacto con el hampa, lo cual le costaría 4 años de cárcel. Luego, tomaría la decisión de regresar a Madrid. Era el 20 de Mayo de 1950.

En la capital, la noche madrileña se rinde a sus pies y contaba con diez millones de pesetas que le había dado su madre; toda una fortuna para la época que tardaría dos años en derrochar. Acuciado por las deudas propias de su estilo de vida, Jarabo iba a conocer a una ciudadana inglesa casada. Su nombre, Beryl Martin Jones. El dinero se acaba y recurre entonces a las casas de empeño, que se presentan como única vía de escape. Es así como Beryl cede a Jarabo un precioso solitario de oro con brillantes. Sin embargo, la casa de empeño a la que acuden, propiedad de Emilio Fernández Díaz y Félix López Robledo, sólo les conceden 4.000 pesetas.

Por aquel entonces, Beryl cae gravemente enferma y su marido no tarda en hacer acto de presencia con la intención de hacerla regresar. Sería la última vez que se viesen Jarabo y Beryl pero, ésta no deja de recordarle el anillo. Jarabo se promete recuperarlo y acude a la casa de empeño, donde los usureros niegan entregarlo a cualquier persona que no sea Beryl. Jarabo les comenta que traerá una carta firmada por ella. Al cabo de un par de días, se presenta con la carta y unas 2.000 pesetas. Emilio y Félix no dan por buena la cantidad. Jarabo, preso de la ira, comienza a urdir un plan.

A la semana siguiente, se presenta en el domicilio de Emilio Fernández y comprueba que se encuentran la criada y Emilio, que le dice que no son temas para tratarse en su casa y exige que se vaya. Jarabo recorre el pasillo de vuelta a la puerta y hace como que sale. Vuelve sobre sus pasos y se dirige al baño, donde sin mediar palabra dispara en la cabeza del usurero. Entonces resuelve asesinar a la asistenta. Le asesta un golpe brutal en la cabeza con una plancha quedando inconsciente la muchacha. Mientras trata de asfixiarla, se hace con un cuchillo y se lo clava en el corazón.

Jarabo se sienta con parsimonia y espera tranquilo. Iba a ser la esposa de Emilio la siguiente persona en ser asesinada. Entró en el piso y no le creyó cuando trato de tranquilizarla diciendo que era un inspector de Hacienda; unas manchas de sangre en su traje le delataban. La mujer emprende la huida hacia su dormitorio y es allí donde le son disparados dos tiros en la nuca. Faltaba dar muerte al otro socio de la casa de empeño, Félix López.

Un día más tarde, se dirige a la tienda con las llaves que sustrae de casa de Emilio. Espera paciente a su nueva víctima en el interior, que entra confiado y ni siquiera le da tiempo a volverse cuando, con el mismo modus operandi, le son descerrajados dos tiros en la nuca. Creyendo tener el asunto resuelto, marcha a una tintorería donde deja su traje manchado de sangre. Eso y el descubrimiento de los cuerpos, iban a producir su detención por la policía prácticamente 24 horas después de su último homicidio.

Jarabo sería condenado a muerte y ni siquiera utilizando sus contactos familiares (su tío era presidente del Tribunal Supremo) iba a conmutar su pena. Sería el último ajusticiado a garrote vil, ejecución digna de una auténtica carnicería debido al grosor de su cuello. Tardó 20 minutos en morir.

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