martes, 25 de noviembre de 2008

Bestias Fantasmales

Los fantasmas de caballos, a veces con su jinete, suelen asociarse a algunos lugares en particular. Puede que sean una especie de recuerdo gráfico de un acontecimiento violento o dramático acaecido en el mismo sitio.

Ciertamente, los cuentos de fantasmas de perros son corrientes en el folklore de Estados Unidos, Europa y gran parte de África. Los fantasmas de caballos, de rebaños de vacas o de ovejas participan del folklore, y a pesar de que (al igual que todos los cuentos) las descripciones de sus apariciones hayan sido indudablemente distorsionadas a lo largo de los siglos, algunas de ellas son sorprendentemente convincentes. En 1908, la Society for Psychical Research (SPR) investigó exhaustivamente lo que pareció ser un cerdo-fantasma en Hoe Benham (Inglaterra).

El 2 de noviembre de 1907 dos jóvenes, Oswald Pittman y Reginald Waud, estaban pintando en el jardín de su casa, la villa Laburnum. A eso de las diez de la mañana, cuando Pittman estaba hablando con el lechero, vio a su amiga Clarissa Miles acercándose por el camino: tenía que reunirse con los hombres para una sesión de pintura. La acompañaba, como si se tratara de un perro amaestrado, un gran cerdo blanco con un morro inusualmente largo. Cuando Pittman le habló de ello a Waud, éste le pidió que le dijera a Clarissa que dejara el animal fuera y que cerrara la puerta del jardín cuidadosamente, ya que Waud era un amante de la jardinería y no quería que el cerdo le removiera todas las plantas.

Sin embargo, cuando Clarissa llegó estaba sola y negó todo conocimiento del animal. Si la hubiera estado siguiendo, señaló, estaba segura de que habría oído sus pisadas. A pesar de todo, ella y Pittman volvieron al camino y preguntaron a varios niños si habían visto un cerdo, pero ninguno lo había visto.
A la mañana siguiente, el lechero, presionado por un Pittman desconcertado, firmó una declaración en la que aseguraba que no había visto el cerdo y señalaba que, en cualquier caso, la zona estaba bajo un estado de alerta por la fiebre porcina y no podía matarse a ningún animal perdido.

Pittman y Waud fueron a Londres durante unos meses y allí contaron el extraño incidente a un miembro de la SPR. Cuando volvieron a Hoe Benham en febrero, el relato de la aparición de Pittman se había extendido ampliamente. Los aldeanos, perdiendo su reserva natural, los desbordaron con historias anteriores de «fantasmas». La teoría del lugar sostenía que todo partía del suicidio de un campesino, Tommy King, cuya propiedad, que fue demolida en 1892, había bordeado el camino. La investigación en los archivos de la parroquia mostró que en realidad había habido dos Tommy King, uno muerto el 1741 y el otro en 1753, pero no había indicación de cual de los dos se había suicidado. Un viejo llamado John Barrett testificó que, cuando era muchacho en 1850, volvía por el camino en un carro de heno con siete u ocho más, cuando apareció por el aire una "cosa blanca". Todos lo habían visto y como era evidente los caballos también, ya que de repente se desbocaron.

«Esa cosa continuó balanceándose y balanceándose y los caballos resoplando y resoplando hasta que el carro llegó alas cercanías de la granja de King, en que se desvaneció.» En 1873 Barrett también había visto en el mismo lugar una criatura "como una oveja" pateando el suelo en el camino. Trató de darle un golpe con el bastón, pero desapareció antes de que el bastón hubiera aterrizado.

Otro hombre, Albert Thorne, dijo que en el otoño de 1904 oyó "un ruido como un silbido" de hojas y vio cómo un ternero de 75 cm de alto y 1,5 m de largo pateaba, con ojos resplandecientes. Mientras lo miraba se desvaneció. Incluso otro testigo no identificado dijo que en el mes de enero de 1905 durante las horas de luna llena había visto lo que tomó por el perro del vicario en el camino. Era grande y negro. Creyendo que se había perdido, fue a agarrarlo, cuando resultó que era un burro que se alzaba sobre sus patas amenazadora mente antes de desvanecerse.

La leyenda dice que un coche fantasma del siglo XVII, construido con los huesos de los cuatro maridos de la embrujada Lady Howard -de los que se dice que fueron todos asesinados por ella- recorre la carretera que atraviesa el terreno pantanoso desde Tavistock hasta cerca del castillo de Okehampton, que se muestra en la fotografía.

Pittman, Waud y Clarissa Miles relataron una experiencia más enervante. Una vez, mientras paseaban por el camino, Clarissa fue súbitamente abordada por un temor irracional y dijo que sentía la presencia de un ser diabólico, cargado de maleficios contra ellos. También sentía que le faltaba el aire. Cuando alcanzaron el lugar en que Pittman había visto el cerdo, los tres oyeron un "grito sobrecogedor' aunque no había nadie más alrededor. Waud, que había mostrado escepticismo desde el principio quedó finalmente convencido por este extraño grito terrible de que el animal fantasma había existido.

Efectivamente, la sensibilidad de los animales, especialmente de gatos y perros, hacia los fenómenos paranormales es casi un axioma. El parapsicólogo norteamericano doctor Robert Morris utilizó animales como «controles» en sus experimentos durante los años sesenta. En una ocasión estuvo estudiando una casa habitada por fantasmas, y concretamente una habitación en la que había ocurrido una tragedia. Utilizó un perro, un gato, una rata y una serpiente de cascabel: «Cuando hice entrar al perro menos de 1 m dentro de la habitación, empezó a gruñir a su dueño y volvió a salir por la puerta. De ningún modo pudimos evitarlo, y además se negó a entrar de nuevo. El gato fue introducido en la habitación en brazos de su amo. Cuando llegó a una distancia parecida dentro de la habitación, saltó inmediatamente sobre la espalda del amo, clavándole las uñas; luego saltó al suelo dirigiéndose hacia una silla. Pasó algunos minutos bufando y mirando fijamente una silla vacía situada en una esquina de la habitación, hasta que le sacamos fuera...»

La serpiente de cascabel adoptó inmediatamente una postura de ataque, dirigida contra la misma silla que había intrigado al gato. Al cabo de un par de minutos giró lentamente la cabeza hacia la ventana, para luego apartar la vista de ella y adoptar de nuevo la posición de ataque al cabo de cinco minutos.

El único animal que no reaccionó fue la rata; sin embargo, al cabo de un rato los cuatro animales fueron examinados en otra habitación de la casa, y allí se comportaron con toda normalidad.

De hecho, en el confuso mundo de las apariciones (estén dotadas o no de alma) nadie, ni siquiera el investigador psíquico más versado, sabe con exactitud cuál es la motivación que las respalda. Lo cierto es que rechazar el testimonio de muchos cientos de personas respetables que afirman haber experimentado fenómenos extraños alegando que se trata de espejismos, engaños provocados por uno mismo o mentiras manifiestas denotaría una testarudez absurda.

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