martes, 10 de noviembre de 2009

La invasión silenciosa

Entre los seguidores e investigadores del fenómeno ovni existen diversas y encontradas opiniones acerca de la posibilidad de una invasión por EBEs (Entidades Biológicas Extraterrestres), algunos creen que ya se ha producido. También hay controversia respecto a la bondad o maldad de los visitantes espaciales o astrales, están los que piensan que hay que prepararse para una invasión militar en toda regla, ya que ésta es inminente, hasta los que ven en ellos a los nuevos mesías que nos salvarán de los yugos autoimpuestos por nuestra ignorancia.

Ya hace muchos años el conocido general MacArthur hablaba abiertamente de la posibilidad de una invasión procedente del espacio exterior; incluso se rumoreó insistentemente que la causa de su inexplicable destitución tras la brillante campaña de Corea fueron sus discrepancias con Truman acerca de este tema.

En el gran congreso celebrado hace unos años en Acapulco sobre el fenómeno ovni, al que asistieron prácticamente todos los especialistas mundiales sobre el fenómeno, el científico y militar retirado del ejercito húngaro, mayor Colman VonKeviczky, planteó la tesis de la invasión extraterrestre desde un punto de vista estrictamente militar, al estilo de Independence Day. A partir de entonces, no ha cesado de alertar a los grandes líderes mundiales de este peligro. De hecho, en la reunión que tuvo lugar en Naciones Unidas para estudiar el tema de los ovnis, VonKeviczky fue invitado y expuso allí su idea. El militar continua insistiendo en su tesis, y en el congreso de la ciudad de México hizo entrega a diversos investigadores del fenómeno ovni de una copia de una carta del presidente (en aquellos momentos) Clinton en respuesta a la suya en la que le instaba a que se estudiase la probabilidad de una invasión por EBEs. Clinton le daba las gracias amablemente, aunque no pueda afirmarse a ciencia cierta si tomó en consideración alguna de sus propuestas, pese a su conocido interés por el tema de los ovnis. De hecho, se rumoreó que en su último mandato iba a hacer público todo lo referente a la cuestión, cosa que no sucedió como era de prever. Quizá simplemente porque no conoce toda la materia existente en el tema de los EBEs y los ovnis. Lo lógico es pensar que el presidente sí, sin embargo, quizá la realidad sea muy diferente.

Al principio de los años cincuenta el propio Gobierno de los EE.UU. fundó un grupo formado por doce personas, llamado MJ-12 (Majestic-12), con el fin de controlar todo lo referente a los ovnis. Esta información salió a la luz de una manera extraña y ciertamente sospechosa. Aunque en 1982, Jaime Shandera recibiera un rollo de película con ésta y otras muchas informaciones adicionales de gran trascendencia, la existencia de este grupo sigue siendo hoy día motivo de controversia. Sin embargo, estas noticias supusieron un cambio en la investigación del fenómeno ovni. Stanton Friedman, científico serio y respetable, analizó los documentos concienzudamente y no le cabe duda de su autenticidad.

La invasión de los “grises”

Algunos investigadores van aún más allá. Creen que de alguna manera hemos sido invadidos y que estamos casi a merced de una raza extraterrestre procedente de Rigel. Se trata de los llamados “grises”, vistos con regularidad en algunas zonas del planeta.

Veamos en que consiste esta invasión. Según algunos investigadores, el citado MJ-12 habría ido desarrollando a partir de 1947 diferentes proyectos para estudiar y encubrir el tema de los ovnis. Concretamente, y siempre según éstos, el proyecto Platón se creó con el fin de establecer relaciones diplomáticas con los diversos EBEs y llegar a acuerdos con ellos para evitar hostilidades. Así, después del primer contacto en la base de Holloman en abril de 1964, continuaron las conversaciones en sucesivas reuniones y el MJ-12, en representación del Gobierno norteamericano, hizo una especie de trato con una de las razas alienígenas. Este convenio consistía a grandes rasgos, en una total libertad de movimientos en nuestro planeta, permitiéndoles el secuestro de seres humanos y animales a cambio de tecnología antigravitatoria. Este “bombazo”, informativo, dividió a los ovnílogos norteamericanos en dos bandos, por el momento irreconciliables. Los más racionalistas creen que no hay nada de verdad en todo eso. Otros, por el contrario, creen que es cierto, cuanto menos en parte. Incluso se dice que el doctor Edward Teller, padre de la bomba de hidrógeno, habría estado en los túneles de Nevada trabajando en la puesta a punto de una bombabarreno para destruir a los extraterrestres. Según la opinión de algunos, parece ser que se hallan en posesión de esta arma letal que utilizan ya en algunas bases subterráneas. Tal ingenio bélico habría sido desarrollado en virtud del proyecto Excalibur, creado en 1972, y consistiría en emisiones de ondas pulsátiles de baja frecuencia y gran poder destructivo.

En los cuatro últimos años de su mandato, el presidente Reagan habló en varias ocasiones sobre el tema de los EBEs. Habló sobre el tema de la amenaza y de nuestra obligada unión (incluso con sus vecinos soviéticos) si eso sucediera. Pero, ¿son estas reiterativas palabras fruto del sentido común o, por el contrario, se trata de un test a propósito de algo que se está cociendo en las altas esferas del poder?

En 1963 se celebraron una serie de reuniones secretas, la primera y la última en un lugar llamado Iron Mountain, A ellas asistieron militares, políticos y científicos de distintas disciplinas. Se trató, entre otros, del tema de la conducción y control de las masas en épocas de paz y se llegaron a conclusiones tan nefastas para la humanidad, como que las guerras eran necesarias y que una sociedad orientada hacia la guerra es mucho más estable y creativa que una sociedad pacífica (esta conclusión a la que llegaron, me hace recordar que los servicios secretos de la mayor potencia mundial fallaron estrepitosamente en el atentado del once de septiembre, y a consecuencia el país entro en estado de guerra en un momento en que la economía mundial entraba en recesión). Llama la atención en este informe que una de las maneras para controlar a las masas como sustituto de la guerra sea precisamente la amenaza de una invasión extraterrestre. El informe dice textualmente: “El más ambicioso e irreal de los programas del espacio exterior no puede de por sí generar una amenaza creíble procedente de extraterrestres. Sin embargo, se debatió mucho que tal amenaza sería la mejor esperanza para la paz al unir a la humanidad contra el peligro de destrucción por EBEs”. Este punto está directamente relacionado con las palabras de Reagan.

La unión de las naciones del mundo es algo que suena muy bien, pero que entraña peligros ciertos: todos unidos bajo el Nuevo Orden Mundial, al que aludía Reagan, posteriormente Bush padre, Clinton y actualmente Bush hijo, seríamos una masa mucho más manipulable e indefensa.

Pero como nos darán la noticia es hoy por hoy una conjetura, ¿Cuál será esa noticia? ¿Nos informarán simplemente de que los ovnis existen y de que están aquí? ¿Nos dirán también que tenemos que unirnos para luchar contra el invasor? En este caso, el informe Iron Mountain habrá tenido el uso para el que un día de 1963 fue elaborado. De momento, sabemos que el Gobierno norteamericano goza de la tecnología suficiente como para orquestar todo un simulacro de desembarco, naves incluidas.

Esta tecnología capaz de fabricar ovnis se copió, según algunos investigadores de la alienígena. Las pruebas de tales prototipos secretos se estarían realizando sobre Groom Lake, una base restringida al norte de Las Vegas, en Nevada, conocida también como Área 51, habitualmente utilizada para probar aviones espía como el SR-71 Blackbird y su sucesor, el Aurora. En la actualidad se sabe que tienen artefactos muy por encima de la familia de los SR-71, que, según Bill Hamilton, “harían enmudecer al propio George Lucas”.

Otros investigadores, por el contrario, opinan que el fenómeno es beneficioso. El científico James Hurtack admite que hay varias especies visitando la Tierra desde hace tiempo. Algunas, entre las que incluye a los causantes de las mutilaciones de ganado y ciertas abducciones traumáticas, son nefastas para la raza humana, en tanto que los que él denomina los “divinos” serían beneficiosos y estarían ayudando al hombre en su evolución.

Robert Dean admite que el componente hostil es muy grande sin justificación aparente, pero que el contacto con ellos puede ser positivo y que, además, está a punto de producirse. Igualmente, se inclina a pensar que existe algún tipo de pacto entre ciertos Gobiernos y alguna raza de EBEs. La opinión de Dean, sin embargo, no resulta tan fiable. Su manera de actuar es, por lo menos, sospechosa: como buen militar, aunque ya retirado, puede ser que esté más activo que nunca, trabajando para su Gobierno. Lo mismo ocurre con el coronel Wendelle Stevens, cuya función en todo este juego de los ovnis no está nada clara.

El gran encuentro

Budd Hopkins, tan acostumbrado a tratar con personas traumatizadas por el fenómeno de la abducción con implicaciones sexuales, está aterrado, según decía hace poco. Cree, además, que la cosa va a explotar en los próximos cinco o diez años porque “hay ya demasiado híbrido”.

El psiquiatra John Mark, igualmente con gran experiencia en abducidos, comparte la idea de que el gran encuentro se aproxima, pero cree que, a pesar de lo negativo que es en apariencia, resulta positivo para la raza humana.

La opinión del doctor Mack no deja de ser sorprendente viniendo de alguien que, como él, conoce bien el psiquismo humano. La influencia y el dominio de una sociedad más avanzada sobre otra menos desarrollada siempre ha traído consecuencias funestas para esta última. En la reunión de astrónomos y científicos de diversas ramas celebrada en 1971 en el Observatorio Astrofísico de Byurakan (Armenia), en que participaron 54 expertos con el objeto de estudiar la posibilidad de comunicación con inteligencias extraterrestres, alguno de ellos dijo textualmente que tal comunicación sería “un terremoto para la cultura humana y ésta correría el peligro de desintegrarse”. El ex alto dirigente de la CIA Víctor Marchetti confesó cuando ya estaba retirado, que los altos mandos militares y políticos de la nación creían que una aparición súbita de seres inteligentes procedentes de otros mundos acabaría con la gobernabilidad de los pueblos, ya que causaría una rebelión. Tsiolkovsky, el padre de los viajes espaciales rusos así como otros famosos astrónomos y astrofísicos de la talla de Anthony Hewish, Zdenak Kopal y Clyde Tombaugh piensan lo mismo y a sus nombres habría que añadir una larga lista de científicos, intelectuales e investigadores del fenómeno ovni desde hace décadas.

Posiblemente, el argumento de Independence Day, aunque dramático sea mucho menos sórdido de lo que está sucediendo en la realidad. No hay que ser demasiado “conspiracionista” para ver claramente que estamos a merced de un grupo de cratomaníacos que, poco a poco, y por diferentes métodos, a veces muy sutiles, han ido tejiendo su fina red sin que la gran masa sospeche nada. Probablemente debamos colocar sobre el vértice de la pirámide a los ovnis. Están ahí casi desde siempre, movidos por unas intenciones que se nos escapan, manejándonos como peones de un juego cuyas reglas ignoramos. De ser todo ello cierto, cabría el consuelo de imaginarnos como una pieza más de algún plan a escala cósmica. Lo que en modo alguno resulta consolador es albergar la fundada sospecha de que unos pocos, los de siempre, intentan una vez más vendernos al resto por treinta monedas, aunque en esta ocasión estén acuñadas en cualquier lejano rincón de la galaxia.

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