lunes, 9 de noviembre de 2009

Océanos: Los mares del misterio en la Tierra

Por extensión y por volumen, los océanos, el agua de nuestro planeta no sólo son el material más abundante, sino el que da el carácter a nuestro hogar cósmico: La Tierra. No sólo conforma parte de todo, sino que es el motor y el mecanismo que hace funcionar las cosas tal y cómo las conocemos. Desde la atmósfera hasta la climatología, pasando por la vida en todas sus variedades. Visto desde el espacio nuestro mundo se ve de un hermoso azulado, pincelado por un blanquecino y acuoso tul. Siempre en constante movimiento. Pero las cosas tienen su sentido. Es esta condensación nebulosa la que mantiene el termostato de Gaia. Estando encargada de actuar a modo de pantalla de protección frente a las radiaciones exteriores provenientes del Cosmos. Y de hacer que funcionen los ciclos de vida aquí abajo. Pero los océanos si vistos en conjunto han sido importantes en nuestras vidas y sus orígenes, por separados son pilar para su desarrollo y evolución. Punto de comunicación constante. Almacén de alimento interminable. Tesorero del mayor potencial energético y eléctrico conocido.

POR QUÉ LA TIERRA TIENE MARES Y OTROS PLANETAS NO

Esta es una de las primordiales preguntas que se plantea la Ciencia actual. Cada vez que miramos hacia el universo lo hacemos con la idea de ver si allí hay o hubo agua. En primer lugar porque su existencia implicaría que ese planeta podría ser habitado por los humanos. En segundo caso, porque daría la posibilidad de que ya estuviese o hubiera estado habitado. Y cómo resultado de esta curiosidad científica se ha podido constatar que otros planetas, incluso astros, han tenido o poseen agua. Algunos de estos cuerpos celestes son de nuestro Sistema Solar. Una sorpresa cósmica nos vino de la observación de agua en la luna joviana Europa o el caso más reciente de Marte.

BUSCANDO EL PRINCIPIO DEL MAR

Partiendo de la existencia de un Big Bang (u origen cósmico y temporal de lo existente) los pensadores de distintas generaciones y conocimientos han querido ver en el origen de los mares, de la presencia de una gran condensación nebulosa, dónde abundaban los elementos básicos para la formación acuosa, es decir: hidrógeno y oxígeno. Repasando un poco de química nos damos cuenta de que no es una idea descabellada. El oxígeno se forma de la combustión nuclear de las estrellas y éstas están formadas por hidrógeno. Una vez estuvieron formados los planetas, la gran nube cósmica pudo dejar en alguno de ellos parte de su volumen, agua. La gran nube cubriendo los planetas les protegió de las radiaciones solares o templó su temperatura. Y la cercanía de la nube al calor planetario transformó parte de ella en líquido, los mares. Pero además de este supuesto origen, las otras características de los cuerpos celeste influyeron a la hora de quedarse con agua y en la forma de hacerlo, factores entre los que se encontraban la cercanía a las estrellas, como el sol. La baja gravedad de algunos planetas, la estabilidad de los enlaces químicos contenidos en su atmósfera y otras circunstancias terminaron por ser factores secundarios para otro origen...el de la vida. Ya que como en nuestro caso, el hidrógeno de esa nube primigenia, terminó por subir de nuevo hacia el espacio, enriqueciéndose la atmósfera con oxígeno. Sin embargo, no es la única hipótesis para explicar la existencia de océanos en la corteza terrestre. Una teoría nació con una nueva observación del espacio. Hace unos años el cometa Shoemaker-Levy 9 colisionaba con la superficie de Júpiter. Este cometa logró arrancar profundos surcos en la superficie joviana. Demostrando así que los planetas no poseen una superficie lisa sino surcada capaz de retener los líquidos. Un proceso que ha existido siempre en nuestro Universo. ¿Y si además estos cometas dibujantes de canales portaran agua? , ¿qué ocurrirá si colisionaran y en el impacto soltaran H2O?. Sin duda, una gran inundación sacudiría al planeta "víctima". Que se cubriría de un mar y por la fuerza de la colisión iniciaría un ciclo de mareas y oleajes. Una teoría lógica pero que no cuenta con la evaporación posterior de las aguas por las radiaciones solares. A este punto otro grupo de ciencia quiso darle una alternativa. Para ello aplicaron la teoría de que luego posteriores colisiones de cometas más diminutos mantendrían el flujo de partículas acuosas.

OCÉANOS: LA VIDA MÁS GRANDE Y EVOLUCIONANTE

No sólo la vida contenida en sus mantos de agua está en constante evolución. La propia forma de los océanos y su componentes han ido mutando a lo largo de los milenios. Hoy sigue haciéndolo. Se imaginó una Pangea o continente único para dibujar nuestro mundo hace miles de millones de años y circundándolo un inmenso océano llamado Panthalassa. El planeta líquido en su interior y elevado a temperaturas altísimas producía movimientos internos que pudieron terminar desmembrando Pangea. Dispersando sus trozos (continentes) hacia el exterior y por ende formándose océanos más pequeños. En consecuencia la masa marina terrestre quedó dividida en cinco grandes porciones conocidas como Los cinco Océanos:

El Ártico, 14 millones de kilómetros y colindante al Polo Norte, se encuentra helado en gran parte. Es en él dónde se desarrolla la vida en su nivel más básico, algas y líquenes. Dónde se adaptaron los grandes mamíferos enlazados al agua: Oso polar, pingüinos, focas, leones marinos, morsas, etc. Este océano es el más desconocido por que con la tecnología náutica actual se hace imposible explorarlo, ni siquiera con los más modernos rompehielos se tiene asegurada una buena travesía. Adentrarse entre sus heladas aguas es como viajar a otro planeta helado donde las noches duran meses y el frío se perpetua en los -18 grados centígrados. En sus glaciales superficies y por debajo de ellas quizás se encuentren congeladas las huellas del pasado de nuestra GEA.

El Pacífico, 181 millones de kilómetros cuadrados le convierten en el más grande depósito de agua de nuestro planeta. Las fosas marinas más profundas se hallan en él. Es ahí dónde la Ciencia cada día descubre nuevos y extraños seres vivos de los cuales no se conocía su existencia real. El celacanto un verdadero fósil viviente del que pudieron partir los primeros cambios hacia nuestra evolución mamífera fue capturado en Indonesia, dando por sentado que no estaban desaparecidos sino protegidos en las grandes fosas abisales. Salteado de infinidad de islas volcánicas y exóticas. En ellas cientos de relatos de antiguas civilizaciones que dormitan en las profundidades de este Pacífico templado.

El Antártico, 35 millones de kilómetros cuadrados, cercano al Polo Sur. Plagado de peligros como los icebergs, continuos desgarros de sus grandes masas heladas hacen casi imposible la vida en él. Ronda casi los -30 grados centígrados.

El Atlántico, 82 millones de kilómetros cuadrados de agua salada. Atravesado por una cordillera submarina, dorsal centro atlántico. Que puede verse como islote en Islandia. Del Atlántico y su misterios se han hablado sin cese desde hace milenios. Platón ubicó allí el continente de la Atlántida sumergido tras un seísmo. Al igual que el Pacífico su carácter templado facilita la vida. De sus aguas surgen enigmas de seres gigantescos como el reciente caso de los calamares gigantes canarios.

El Índico, 73 millones de kilómetros cuadrados de mar. Poseedor de una gran fosa abisal, la de Java. y poseedor de una destruida Isla de Krakatoa, engullida en 1883 por el volcán de su interior.

Peligros Oceánicos
Al ser generador constante de clima y estar a disposición de las presiones de las aguas que lo forman, al sufrir los cambios y mutaciones del planeta y su núcleo desde una proximidad inquietante... terminan por ser, los productores de grandes peligros y sus transmisores más temibles. Para empezar los deshielos de los Océanos Antártico y Ártico provocan un aumento de la masa acuosa del planeta. Dicho de otra manera: cada año el mar gana tierra unos 5 centímetros. La continua erosión de sus oleajes en las costas provocan los dibujos de nuestros continentes. A veces se trata de un proceso lento, millones de años moldeando las zonas litorales. Pero igualmente peligrosas, pues en la historia se han dado casos de aldeas de pescadores que han terminado por ser engullidas totalmente por el mar. De todas formas estos serían los peligros menos importantes que nos depararían los océanos, los hay más voraces, rápidos y violentos.

Icebergs, productos de rupturas de las masas glaciales de los océanos Ártico y Antártico. Kilométricas islas flotantes de macizo hielo que pueden tardar años en deshacerse, siglos. A su paso, esas demoledoras moles marinas son un peligro de puntiagudas formas para la navegación, uno de ellos hundió al Titanic. Y se les puede ver incluso deslizándose por el Atlántico Norte.

Maremotos: Producidos por las tensiones de las placas de la corteza terrestre que terminan afectando a la presión del agua que sostienen. Poco más se sabe de ellos.

Tsunamis u olas gigantescas: En el mar apenas son perceptibles. En zonas de costa pueden ser devastadoras devorando ciudades enteras a su paso. Java y Sumatra fueron testigos de estas enormes olas cuando en 1883 más de 36.000 ciudadanos de sus litorales perdieron la vida. 60.000 almas portuguesas corrieron idéntica suerte en 1775, bajo olas de más de 17 metros de altura y unas velocidades de casi 100 km/h.

Huracanes: Resultado de tormentas cuyos vientos alcanzan más de 118-130 km/h. Produciendo oleaje y espuma marina de considerables proporciones. Suelen formarse en zonas cálidas. Aún estamos intentando olvidar los daños del huracán Micth.

Remolinos: Muchos marinos afirman a ver sido testigos de éstos. Se tratan de enormes espirales de agua que giran en forma centrifuga a grandes velocidades y que engullen todo a su paso, llevándolo hasta los fosos marinos. Se forman con distinto diámetro. Son muy raros de ver en la actualidad. En historia, sin embargo, se narran sucesos de barcos de pesca que fueron devorados por brazos de mar.

El agua preocupa a la ciencia
Nuestra ciencia actual sabe que desvelar los secretos del mar es poseer los conocimientos de la vida y la subsistencia en este planeta. Poder prever las catástrofes, aprender a aprovechar la energía de los océanos son algunos de los retos vigentes en nuestra sociedad. Investigarlos nos reporta información sobre nuestro pasado y posible futuro. Hoy se puede hacer algo tan increíble como escanear y rastrear con exactitud las geografías marinas. Un satélite militar, El Geosat y las ayudas de otro europeo ERS-1 se dedican a tal empeño. Fallas, cordilleras, fosas, conexiones continentales desconocidas van saliendo a la luz. Los mismos satélites intentan predecir la climatología terrestre. Incluso, los oleajes son minuciosamente seguidos con los rastreadores Gps insertados a los satélites vigentes en la actualidad y controlados desde la Universidad de Tokio. La parte médica está interesada en descubrir las influencias de la Luna y las mareas en el comportamiento de los animales. La genética retrocede a los orígenes marinos para encontrar el momento cero. Una ciencia empeñada en hallar respuesta puede... encontrarlas. Mientras esto sucede las aguas siguen ganando tierra. La vida evolucionando libremente lejana a los ojos de los caminantes de la corteza terrestre, que bastante tienen con preocuparse al ver como esa maravilla acuosa que le rodea se vuelve impetuosa e impredecible. Haciendo nacer una última ciencia, la literaria y artística.

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