Roldán, que acompañaba a su tío Carlomagno en la batalla de Roncesvalles, peleaba bravamente cuando su caballo “Vigilante”, cayó al suelo mortalmente herido arrastrando en su caída al héroe, que quedó inconsciente y atrapado bajo el enorme peso del animal.”
Todos creyeron que había muerto y cuando el Emperador Carlomagno vio perdida la batalla, huyó a Francia y Roldán quedó allí como un cadáver más.
Al recobrar la conciencia y darse cuenta de lo ocurrido, Roldán se escabulló en la noche, extremando las precauciones, pues sus enemigos recorrían el campo de batalla matando a los supervivientes y a costa de mucho esfuerzo y dolor, logró llegar hasta el valle de Ordesa. Si lograba trepar los riscos, estaría a salvo en su patria.
Roldán se sabía perseguido. Había gran movimiento de soldados y jaurías de perros acorralando a los franceses que habían escapado de Roncesvalles y a él apenas le quedaban fuerzas. Estaba extenuado por la dureza del camino, pero el deseo de llegar a Francia le espoleaba y siguió trepando montañas, luchando contra los elementos y contra su debilidad.
Toda la noche se esforzó Roldán en su propósito. Lleno de heridas y de golpes por la dura ascensión y oyendo cada vez más cerca a sus perseguidores, con la certeza de que le alcanzarían y le darían muerte y que nunca podría volver a ver su país, quiso, con las pocas fuerzas que aún conservaba, que al menos su espada, “Durandarte”, llegara a Francia” como testimonio del amor que sentía por su patria.
Levantó la espada y la lanzó con fuerza, pero el acero chocó contra una roca y volvió a caer a sus pies. Lo intentó de nuevo, y otra vez fracasó. Roldán volvió a coger su espada del suelo y con un esfuerzo sobrehumano, lanzó horizontalmente la espada con tal violencia, que “Durandarte” atravesó la montaña cayendo en tierra francesa y dejando una brecha abierta, por la que Roldán pudo contemplar por última vez los paisajes de su amada Francia.
Cuando sus perseguidores le alcanzaron, Roldán yacía muerto en ese lugar del Valle de Ordesa, en Huesca, que desde entonces se conoce como la “Brecha de Roldán”.
Todos creyeron que había muerto y cuando el Emperador Carlomagno vio perdida la batalla, huyó a Francia y Roldán quedó allí como un cadáver más.
Al recobrar la conciencia y darse cuenta de lo ocurrido, Roldán se escabulló en la noche, extremando las precauciones, pues sus enemigos recorrían el campo de batalla matando a los supervivientes y a costa de mucho esfuerzo y dolor, logró llegar hasta el valle de Ordesa. Si lograba trepar los riscos, estaría a salvo en su patria.
Roldán se sabía perseguido. Había gran movimiento de soldados y jaurías de perros acorralando a los franceses que habían escapado de Roncesvalles y a él apenas le quedaban fuerzas. Estaba extenuado por la dureza del camino, pero el deseo de llegar a Francia le espoleaba y siguió trepando montañas, luchando contra los elementos y contra su debilidad.
Toda la noche se esforzó Roldán en su propósito. Lleno de heridas y de golpes por la dura ascensión y oyendo cada vez más cerca a sus perseguidores, con la certeza de que le alcanzarían y le darían muerte y que nunca podría volver a ver su país, quiso, con las pocas fuerzas que aún conservaba, que al menos su espada, “Durandarte”, llegara a Francia” como testimonio del amor que sentía por su patria.
Levantó la espada y la lanzó con fuerza, pero el acero chocó contra una roca y volvió a caer a sus pies. Lo intentó de nuevo, y otra vez fracasó. Roldán volvió a coger su espada del suelo y con un esfuerzo sobrehumano, lanzó horizontalmente la espada con tal violencia, que “Durandarte” atravesó la montaña cayendo en tierra francesa y dejando una brecha abierta, por la que Roldán pudo contemplar por última vez los paisajes de su amada Francia.
Cuando sus perseguidores le alcanzaron, Roldán yacía muerto en ese lugar del Valle de Ordesa, en Huesca, que desde entonces se conoce como la “Brecha de Roldán”.
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