Básicamente, podemos definir la magia como un conjunto de teorías místicas y prácticas rituales que sólo adquieren sentido a la luz de una cosmovisión que postula otro concepto distinto del mundo y del hombre. No es, por lo tanto, raro que al hombre medio le resulten ridículos, cuando no disparates delirantes, los gestos rituales del mago, o su estrafalaria forma de vestir y de percibir el cosmos, por no mencionar sus creencias. Nada de lo que éste cree o hace puede ser entendido si no se tiene en consideración la teoría de la realidad que está en el origen de esos gestos rituales, creencias y estilo de vida.
El primer postulado del pensamiento mágico es que todo fenómeno, físico o psíquico, es forzosamente el efecto de una causa, así como causa generadora de nuevos efectos. Ésta es una ley universal. Ninguna causa puede ser privada de su efecto. Esta ley permite comprender buena parte de las prácticas mágicas. Así, por ejemplo, todo fenómeno implica una carga de energía y una liberación de esa carga en el efecto que le es propio. Si se bloquea el cauce normal de la energía que libera el fenómeno, de tal forma que se impide que éste desemboque en su efecto natural, esa energía que no puede suprimirse puede desviarse y generar un efecto distinto. La magia pretende, desde el conocimiento de este tipo de relaciones, alcanzar el control de esta energía y la habilidad de dirigirla, conforme a la voluntad del mago y para satisfacer sus propósitos.
El segundo gran postulado del pensamiento mágico es la denominada ley de las correspondencias, o de las grandes analogías. Ésta viene a afirmar que todos los elementos de un plano cualquiera de realidad están vinculados también causalmente con sus elementos correspondientes de todos los otros planos que configuran el cosmos creado. No sólo todos los niveles están relacionados por este vínculo, sino que cada plano o nivel de realidad tiene, en última instancia, la misma estructura o forma. A la estructura y forma del macrocosmos (gran mundo), corresponde con precisión la estructuración de los elementos que configuran el microcosmos (el hombre).
El primer postulado del pensamiento mágico es que todo fenómeno, físico o psíquico, es forzosamente el efecto de una causa, así como causa generadora de nuevos efectos. Ésta es una ley universal. Ninguna causa puede ser privada de su efecto. Esta ley permite comprender buena parte de las prácticas mágicas. Así, por ejemplo, todo fenómeno implica una carga de energía y una liberación de esa carga en el efecto que le es propio. Si se bloquea el cauce normal de la energía que libera el fenómeno, de tal forma que se impide que éste desemboque en su efecto natural, esa energía que no puede suprimirse puede desviarse y generar un efecto distinto. La magia pretende, desde el conocimiento de este tipo de relaciones, alcanzar el control de esta energía y la habilidad de dirigirla, conforme a la voluntad del mago y para satisfacer sus propósitos.
El segundo gran postulado del pensamiento mágico es la denominada ley de las correspondencias, o de las grandes analogías. Ésta viene a afirmar que todos los elementos de un plano cualquiera de realidad están vinculados también causalmente con sus elementos correspondientes de todos los otros planos que configuran el cosmos creado. No sólo todos los niveles están relacionados por este vínculo, sino que cada plano o nivel de realidad tiene, en última instancia, la misma estructura o forma. A la estructura y forma del macrocosmos (gran mundo), corresponde con precisión la estructuración de los elementos que configuran el microcosmos (el hombre).
Eficacia de la magia
La clave de la eficacia hay que buscarla en la psique del mago, que incluso puede diseñar sus propios rituales sobre el mismo principio de coherencia interna del sistema. Pero éstos son medios para facilitar el verdadero trabajo de integración psicológica, de apertura mental, de adecuada para plasmar una imagen mental lo más clara y precisa posible (imaginación mágica) y de lanzarla en una determinada dirección después (voluntad mágica), con el objetivo de que produzca el efecto concreto que el mago desea.
La clave de la eficacia mágica siempre reside en la imaginación y en la voluntad del mago y, como se ha hecho, es posible asimismo explicar el fenómeno en términos de psicología moderna. En este sentido, por ejemplo, la apertura de las puertas del Infierno (para la cual se emplea la Goetia, o magia de lo tenebroso), puede entenderse como desbloqueo y exploración consciente del inconsciente, traduciendo cada una de las categorías de la tradición mágica a categorías propias de la moderna psicología.
Para el mago se trata de una falsa alternativa. En último término, la cuestión de sí el ser invocado existe sólo como realidad subjetiva, o también como ente objetivo, no tiene solución desde el punto de vista intelectual, dado que siempre que hablamos de un objeto o ser cualquiera nos referimos a la unión (o yoga) de un objeto y un sujeto en el campo de nuestra consciencia.
La capacidad creadora
Originariamente, para la perspectiva de la cultura mágica, la relación o vínculo entre el nombre y la cosa nombrada no tenía nada de convencional, aunque la perversión humana acabó por deteriorar este vínculo causal que asociaba de forma íntima en nombre y la cosa nombrada. La palabra original, obtenida mediante revelación, o legada crípticamente a través de la tradición secreta en fórmulas rituales, está cargada de poder atractivo, evocador e invocador de las realidades concretas que designa y que pertenecen a otro plano de realidad que le está subordinado.
En la misma línea, para esta cosmovisión la imaginación y la voluntad humana es portadora de una fuerza tan real y operativa como la corriente eléctrica. Precisamente, el adiestramiento del mago consiste en aprender a concentrar, dirigir y controlar esa fuerza mental para conseguir efectos en el mundo fenoménico. La psique humana tiene, a imagen del Creador, la capacidad de crear realidad mediante la fuerza del pensamiento, a través de una técnica adecuada que se simboliza en la palabra cargada de poder por la voluntad del mago. Del mismo modo, también están cargadas de poder, o pueden cargarse de poder, determinadas configuraciones gráficas, como las geometrías mistéricas, signos, talismanes, amuletos, configuraciones fonéticas, etc.
Tipos de magia
Magia, como insisten todos los grandes iniciados, sólo hay una. No obstante, en general se ha hecho clásica una distinción conceptual en función de los objetivos que persiguen los operadores o magos.
Por pequeña magia se entienden aquellas operaciones orientadas a conseguir determinados logros prácticos en la vida cotidiana: el amor de alguien, fortuna y posición social, su enfermedad, desgracia o muerte, su protección o su cura de una dolencia, etc. También se ha difundido mucho la distinción, en este apartado, entre magia blanca (medicinal, benéfica) y negra (de maleficio).
Por alta magia, en cambio, se entiende el conjunto de teorías y prácticas rituales orientado a la realización de una alquimia interior, de un desarrollo psíquico y espiritual que eleve al operador o mago de su condición humana ordinaria y lo ponga en camino de acceder a planos de realidad superiores, con un control mucho mayor que el que tiene sobre el espacio y el tiempo. El objetivo de la denominada alta magia es, por lo tanto, el crecimiento interior con vistas al acceso del ser a dimensiones más sublimes de la Creación.
El libro de las fórmulas mágicas
El libro de las fórmulas no es ningún manual de desciframiento, sino un auténtico libro de anotaciones, en el que el verdadero mago traza todo el proceso de su trabajo, desde el principio hasta la finalización de la operación mágica. Si éste no está absolutamente seguro de que el libro no ha de caer en manos de nadie, procede entonces a dotar un punto tras otro con denominaciones ficticias. El hecho de que tales denominaciones caigan en manos profanas, como es obvio, no supone la revelación de ningún secreto.
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