viernes, 27 de febrero de 2009

Hombres-Bestia: ¿Extraterrestres?

Al parecer, algunos hombres-bestia no pueden ser atravesados por las balas, mientras se dice que otros pueden desaparecer a voluntad. ¿Quiénes son estas extrañas y aterradoras criaturas?. El enigma de los piesgrandes es de difícil resolución. No se trata simplemente de discernir si la criatura existe o no, y si es humana o irracional. Los informes más recientes contribuyen a complicar el problema.

Al parecer, la altura media de los piesgrandes está comprendida entre 1,80 y 2,10 m, aunque han sido vistos especímenes mucho más pequeños, que podrían ser crías o individuos jóvenes. Otras veces, sin embargo, se reciben informes acerca de ejemplares mucho más altos. En agosto de 1977, un sargento de la USAF y dos amigos suyos vieron un ejemplar de 4,50 m mientras acampaban en el Belt Creek Canyon, en Montana. Dispararon contra la bestia, pero al ver que ésta comenzaba a correr hacia ellos, pusieron pies en polvorosa y escaparon en sus coches. Sin embargo, este tipo de informes sobre visiones fugaces no deben tomarse al pie de la letra, pues las tensiones hacen que las apreciaciones -del tamaño, por ejemplo- resulten a menudo erróneas.

Al parecer, algunos piesgrandes despiden un olor nauseabundo. Con ocasión de una serie de apariciones que tuvieron lugar en los alrededores de Little Eagle, en Dakota del Sur, en el otoño de 1977, un testigo declaró: "Era como el hedor de una persona muerta desde hacia tiempo. Permaneció en el aire durante unos 10 o 15 minutos." Sin embargo, no todos los pies grandes huelen mal. Se ha sugerido que pueden despedir hedor a voluntad, quizá para asegurarse de que la gente permanezca a distancia. Otra característica curiosa es que algunas de estas criaturas tienen ojos excepcionalmente grandes y brillantes, por lo común de color rojo, y a veces amarillos o verdes.

También las huellas son desconcertantes. Por lo general presentan cinco dedos y se asemejan a grandes pies humanos. Otras veces, sin embargo, muestran dos, tres, cuatro o seis dedos. Quizás esta anomalía se derive del trabajo de investigadores muy celosos que han in tentado interpretar huellas poco definidas.

Un número significativo de informes, muchos de ellos realizados por expertos cazadores, reflejan un extraño fenómeno: aparentemente, algunos piesgrandes no resultan afectados por los proyectiles. En principio, las explicaciones posibles son tres: o los rifles utilizados no eran lo suficientemente potentes o los testigos no apuntaron bien debido a la excitación (a pesar de que algunos disparos fueron efectuados a muy corta distancia), o bien los piesgrandes no son criaturas de carne y hueso.

Aunque la teoría de que los piesgrandes no son criaturas de carne y hueso parece increíble, hay, sin embargo, testimonio de evidencias aún más extraordinarias que la apoyan: la afirmación de que algunos piesgrandes son capaces en apariencia de desaparecer o volatilizarse. Una mujer de Pennsylvania que se encontró frente a uno en el umbral de su casa una noche de febrero de 1974, disparó contra él desde una distancia de 1,80 m, quedándose muy sorprendida al verlo desaparecer envuelto en un resplandor de luz. Otros testigos oculares han apreciado indicios de insustancialidad en los piesgrandes que han visto.

En el caso de Pennsylvania, el yerno de la testigo, que acudió en su ayuda al oír el disparo, vio otros piesgrandes en los linderos de los bosques próximos. También observó una brillante luz, roja e intermitente, como flotando sobre el bosque. En otros muchos casos se ha detectado la presencia de Ovnis y piesgrandes en la misma zona y en el mismo momento. ¿Simple coincidencia? ¿O forman parte del mismo fenómeno?

Otro extraño caso en que también intervino un Ovni ocurrió en una granja cerca de Greensburg, en Pennsylvania, la tarde del 25 de octubre de 1973. Al ver aterrizar en el campo una gran bola luminosa de color rojo, el hijo del granjero, Stephen, de 22 años, se acercó para investigar acompañado de dos niños de 10 años, observando desde muy cerca el brillante objeto casi a ras de suelo. También pudieron ver junto a la bola dos grandes criaturas, con apariencia de simio, de brillantes ojos verdes y largo pelo negro. Cuando las criaturas se acercaron, Stephen disparó contra sus cabezas, pero siguieron avanzando hacia los chicos. Entonces disparó tres veces contra la mayor de ellas, que levantó su mano. A continuación el Ovni desapareció y los piesgrandes se adentraron lentamente en el bosque más próximo.

Cuando se solicitó la colaboración de unos investigadores, éstos, a pesar de que no vieron ni a los piesgrandes ni al Ovni, encontraron una zona pelada en el lugar en que había estado el objeto. Stephen entró en trance.

Los cazadores de piesgrandes, que consideran que la labor de su vida es convencer al mundo de la existencia de estas criaturas, tienen una gran tarea por delante, pues, a pesar de la gran cantidad de datos que se poseen, pocos científicos o antropólogos profesionales prestarán atención a su trabajo. Es indudable que si se consiguiese un cuerpo de piesgrandes el caso sería incontrovertible. En consecuencia, hay una especie de rivalidad (incluso hostilidad manifiesta) entre estos cazadores, que luchan por la primacía en capturar o matar uno de ellos. Hasta ahora ninguno ha tenido éxito. En 1917 el geólogo suizo François de Loys mató a un extraño ser de 1,50 m en la frontera entre Colombia y Venezuela, pero el zoólogo Bernard Heuvelmans cree que se trataba de un tipo desconocido de mono-araña.

De los muchos informes procedentes de la URSS, el más reciente hace referencia a un hombre-bestia capturado y posteriormente muerto en las montañas próximas a Buinaksk, en el Daguestán. Un miembro del ejército ruso, el coronel Karapetyan, vio a la criatura cuando todavía estaba viva, y posteriormente dio una descripción muy detallada.

En diciembre de 1968, una noticia proceden te de Minnesota informaba acerca de un cuerpo de piesgrandes hallado en un bloque de hielo. El doctor Heuvelmans y el biólogo Ivan T. Sanderson, que lograron examinarlo, se convencieron de que el hielo contenía el cuerpo congelado de un tipo de homínido desconocido. Sin embargo, y por varias y complejas razones, nunca pudo disponerse del cuerpo para someterlo a un examen adecuado.

Se cree que estas criaturas conocen perfectamente el terreno en que habitan, de modo que pueden moverse mucho más rápidamente que un hombre y permanecer ocultas a voluntad. Así pues, las probabilidades de que un cazador capture o mate una de ellas son muy remotas. La mayoría de las veces, lo único que puede hacer es entrevistar a los que la hayan visto, examinar las huellas y coleccionar recortes de periódicos. Este trabajo, desarrollado por aficionados entusiastas a lo largo del subcontinente norteamericano, ha cristalizado en una acumulación de datos y de teorías acerca de la naturaleza de los piesgrandes y de todos los hombres-bestia. Sin embargo, sin buenas fotografías, sin un cuerpo, sin un esqueleto, sin ni siquiera un solo hueso, lo único que los científicos pueden hacer es especular.

De lo único que estamos seguros es de que se han encontrado numerosas huellas, enormes y de apariencia humana, en zonas remotas -y no es probable que todas sean falsas-, y de que en América del Norte más de mil personas dicen haber visto grandes y peludos hombres-bestia. Las diversas teorías propuestas para explicar estos hechos son igualmente válidas para todos los hombres-bestia.

Por otro lado, existe también la opinión de que los informes sobre hombres-bestia son falsos en su totalidad, cosa que parece improbable. Otra opinión es que en condiciones de es casa visibilidad los observadores pueden con fundirlos con animales conocidos. Esta explicación podría ser válida para algunos casos, pero no para todos ellos. Otro punto de vista es que se trata simplemente de casos de alucinación. Ciertas personas tienen alucinaciones y creen ver cosas que de hecho no existen. ¿No podría tratarse de casos similares? Sin embargo, esta teoría no explica el porqué de las huellas, que sí son reales.

Un punto de vista más aceptable es el de que los hombres-bestia son un tipo de mono gigante o quizás una forma primitiva de un mono parecido al hombre, el Gigantopithecus. Esto es posible, e incluso probable, en ciertas partes del mundo. Otra posibilidad es que los hombres-bestia sean realmente hombres, sobrevivientes prehistóricos.

Se ha dicho también que los hombres-bestia son un tipo de fenómeno paranormal, que pueden convertirse en un ser cuando disponen de un cierto tipo de energía (eléctrica, nuclear, física, etc.). Otra posibilidad aún más remota es que los hombres-bestia provengan de los Ovnis por motivos todavía desconocidos. Contra esto se ha señalado que si tanto los Ovnis como los hombres-bestia son fenómenos paranormales, es probable que hayan sido creados de la misma manera, lo que podría explicar por qué a veces aparecen próximos en el tiempo y en el espacio. Finalmente, los hombres-bestia podrían ser hologramas, imágenes tridimensionales proyectadas desde el espacio por una inteligencia desconocida. Si esto es así, ¿quién lo hace y por qué?

Los investigadores no están de acuerdo en la interpretación de los datos, y quizá ninguna explicación pueda por sí sola justificar todas las observaciones relatadas. Lo más probable es que la expresión "hombres-bestia" englobe una amplia variedad de fenómenos que, por motivos desconocidos, se nos aparecen (o así lo creemos nosotros) bajo formas muy similares. En cualquier caso, el fenómeno de los hombres-bestia requiere una investigación mucho más profunda.

jueves, 26 de febrero de 2009

El fenómeno abducción - Parte II

También la ansiedad que demostraron en diversas ocasiones parece apuntar hacia un «terrible secreto» oculto en lo más recóndito de su mente... lo cual tiene mucho sentido si estos sujetos habían sido efectivamente abducidos, con el trauma psíquico que tal suceso puede originar.

El gran secreto

También la ansiedad que demostraron en diversas ocasiones parece apuntar hacia un «terrible secreto» oculto en lo más recóndito de su mente... lo cual tiene mucho sentido si estos sujetos habían sido efectivamente abducidos, con el trauma psíquico que tal suceso puede originar.

La reacción de la Dra. Slater, cuando al término del experimento se le reveló que aquellos nueve sujetos habían sido probablemente abducidos a bordo de una nave extraterrestre, fue de asombro e incredulidad. Budd Hopkins le dijo entonces que algunos de ellos, con sus casos correspondientes, figuraban en su libro sobre abducciones Missing Time (1981), un ejemplar del cual ofreció a la doctora. El resultado de esta revelación fue un apéndice de ocho páginas, que la Dra. Slater añadió a su informe original. Este apéndice decía, entre otras cosas: «La principal y más crítica cuestión es la de si las experiencias reportadas por los nueve sujetos podían ser explicadas estrictamente en base a la psicopatología, es decir, de un desorden mental. La respuesta es un rotundo no.

Si las supuestas abducciones fuesen fantasías confabuladas, basadas en lo que sabemos sobre los desórdenes mentales, en tal caso sólo podrían provenir de mentirosos patológicos, esquizofrénicos paranoides y caracteres muy perturbados y extraordinariamente raros tipos histeroides, sujetos a estados de fuga y/o a múltiples cambios de personalidad... Es importante observar que ninguno de estos sujetos, si tenemos que hacer caso a los datos proporcionados por los tests, caen dentro de ninguna de estas categorías. Por consiguiente, si bien los tests no pueden demostrar en modo alguno la veracidad del informe de abducción por un OVNI, podemos concluir que los hallazgos realizados a través de los tests no están en contradicción con la posibilidad de que las abducciones reportadas hayan ocurrido de hecho. En otras palabras, no existe una aparente explicación psicológica para lo que informan estos sujetos».

Y a continuación la Dra. Slater hace una afirmación obvia: si las personas sometidas a examen hubiesen tenido tales experiencias de abducción, algunos de los resultados obtenidos en los tests ya hubieran sido de esperar.

Los rasgos psíquicos traumáticos que todos los examinados presentaban pueden ser comparados, según la Dra. Slater, a los que presentan las víctimas de una violación, por ejemplo. Pero, aparte de la ansiedad y el sentimiento de «violación» que los nueve presentaban, por lo demás eran personas absolutamente normales. Es más: por encima de lo normal por lo que a inteligencia y creatividad se refiere, aunque su temor subconsciente diera una leve componente paranoide, muy explicable.

La teoría del «trauma natal»

El test realizado por las doctoras Slater y Clamar –que ya ha marcado un hito histórico en la investigación OVNI– parece indicar que los nueve sujetos sufrieron una experiencia real.

Y es precisamente éste el eje de toda la cuestión. ¿Son eventos reales las abducciones? ¿Son, por el contrario, episodios puramente imaginarios, fabulaciones creadas por el sujeto supuestamente abducido? Las implicaciones que se desprenden de cada una de estas posibilidades son muy distintas, y muy graves en ambos casos.

Si las abducciones son reales, entonces no hay más remedio que admitir que alguien está realizando unas experiencias, unos estudios con seres humanos, con finalidades que no alcanzamos a ver.

En cambio, si se trata de sucesos imaginarios, entonces nos encontramos ante una creación del inconsciente colectivo de la Humanidad. Como en su momento aseguró Wray Herbert, editor de la prestigiosa revista estadounidense Psychology Today, al analizar el libro de Whitley Strieber Comunión (1987) donde éste narra en primera persona sus experiencias múltiples de abducción, «si estamos ante una alucinación... se trata de una alucinación masiva que involucra a amigos, familiares y cientos de otras personas aludidas en el libro». Quizá, siguiendo la línea psicologista de análisis de esta cuestión, nos encontramos ante la aparición de nuevos arquetipos, como postulaba el eminente psicólogo suizo Dr. Carl Gustav Jung para explicar los OVNIs acudiendo a la imagen del mandala arquetípico, tal como explica en su obra Un Mito Moderno (1958). Pero si el mandala es válido, por sus características (forma perfecta circular) para explicar algunos casos de OVNIs, con las abducciones lo que tenemos es un pequeño psicodrama, demasiado complicado para ser arquetípico.

Pero aún hay una tercera «explicación». Es la avanzada por el sociólogo norteamericano Alvin H. Lawson, tras una serie de experimentos en los que fue asistido por el hipnólogo Dr. William C. McCall. Esta teoría se conoce como «hipótesis del trauma natal». Para formularla, Lawson sometió a hipnosis, en cuatro sesiones, a dieciséis estudiantes en 1977. Una vez sofronizados, se presentó a los sujetos un formulario compuesto por nueve preguntas, que reproducimos a continuación:

Imagine que está usted en su lugar predilecto, relajado y cómodo, cuando de pronto ve un OVNI. Describa lo que ve.

Imagínese usted a bordo de ese OVNI. ¿Cómo sube a bordo?

Imagine que está usted en el interior del OVNI. Describa lo que ve.

Imagine que está viendo algunas entidades o seres a bordo de ese OVNI. Descríbalos.

Imagine que esos seres le hacen un examen físico. Describa lo que le ocurre.

Imagine que recibe usted una especie de mensaje de los ocupantes de dicho OVNI. ¿Qué dice ese mensaje y cómo se lo comunica?

Imagine que le devuelven al lugar donde usted estaba antes de ver al OVNI. ¿Cómo llega hasta allí y qué es lo que siente?

Imagine que ha pasado algún tiempo desde que tuvo ese encuentro con el OVNI. ¿Hay algo que indique que su personalidad o sus funciones fisiológicas y/o psicológicas han sido afectadas de algún modo por su experiencia OVNI?

El inconveniente que presenta este interrogatorio, es que predispone al sujeto a dar unas respuestas determinadas; no ocurre así con un buen interrogatorio de un «auténtico» abducido, en el que el interrogador se limitará a pedirle que relate sus experiencias, sin darle «pistas», como ocurre con el formulario Lawson-McCall. Las respuestas obtenidas por estos dos investigadores se ajustan a lo preguntado, y configuran en cierto modo una «parodia» de una «verdadera» abducción.

Por otra parte, afirma Lawson que la forma «fetal» de los pequeños humanoides macrocéfalos evoca –de acuerdo con su teoría del trauma post natal, que expuso ampliamente en la obra Lo Imaginario en el Contacto OVNI (1990)– la forma, precisamente, del feto humano. Sin embargo, no comprendemos cómo el recién nacido –de ser correcta esta teoría– se ve a sí mismo como un feto. Esto, sencillamente, resulta absurdo.

Asimismo, nos parece absurdo que la «escenografía» de la abducción reproduzca la del quirófano o sala de maternidad, donde tiene lugar el alumbramiento. Según Lawson, el sujeto recordaría a los doctores y las enfermeras que rodeaban a su madre en el momento del parto, y la propia sala brillantemente iluminada.

Admitamos que esto pueda ser cierto para personas nacidas en estas circunstancias. Pero ello nos llevaría a realizar una investigación –imposible en muchos casos– para saber cuáles fueron las circunstancias que rodearon el nacimiento de los abducidos. Algunos, por la fecha del incidente (1957 para Antonio Villas Boas; 1961 para Betty y Barney Hill), nacieron casi a principios de siglo, donde los partos no se realizaban por lo general en las condiciones clínicas y asépticas de la actualidad, sino muchas veces en la propia casa materna, y con la intervención de la comadrona, figura que hoy prácticamente no existe ya, a excepción de su presencia generalizada en países subdesarrollados clínicamente. Antonio Villas Boas, por ejemplo (fallecido en 1985 a la edad de 52 años), habría nacido en 1933, pues tenía veinticuatro años en el momento de producirse su famosa abducción en Ponte Porâ. No creemos que en pleno sertâo brasileño, y en 1933, los partos se realizasen en impolutas clínicas, sino que probablemente tendrían lugar en la propia casa, a la luz de las velas si era de noche y contando con la asistencia de unas cuantas comadres. Este punto –muy importante– ha sido olvidado por todos los críticos de la hipótesis Lawson-McCall.

Volvamos momentáneamente al caso de Próspera Muñoz, ampliamente expuesto en la obra En el túnel del Tiempo (1984). Es necesario ver este caso sobre el contexto de casos mundiales similares, donde la abducción de niñas y niños entre 7 u 8 años es un hecho bastante frecuente. De hecho, el ufólogo neoyorquino Budd Hopkins admite ahora que muchas de las experiencias de abducción de los casos que ha tenido la ocasión de investigar se remontan a los primeros años del testigo. «También descubrí –señala Hopkins– el intranquilizante hecho de que la abducción no es un episodio que se da sólo una vez, sino que parece ser un proceso continuado, que se inicia en la niñez y reaparece más tarde».

Por su parte, la excelente investigadora francesa Geneviève Vanquelef reúne bastantes de estos «raptos infantiles» –prácticamente todos los conocidos– en su obra OVNI: Interventions-Captures (1985), que es sin duda el más completo catálogo que existe publicado sobre estos hechos. Visto así resulta que Próspera Muñoz se convierte en una más de las docenas de niñas abducidas... –y generalmente seguidas o monitoreadas, en el argot ufológico angloparlante– luego, durante el curso de sus vidas.

¿Sucesos reales o imaginarios?

La verdadera pieza angular de este rompecabezas que presenta el enigma de las abducciones consiste en saber si se trata de eventos reales («actual happenings») o imaginarios («imaginary happenings»). Depende de cuál sea la respuesta que se dé a esta pregunta, que se marquen nuevos rumbos a la investigación ufológica. Si la respuesta es que las abducciones son reales, entonces las implicaciones de ello son enormes: como ya hemos dicho, significaría que un equipo o equipos de entidades de origen desconocido (extraterrestres, ultraterrestres o procedentes de «n» dimensiones), estarían programando a semejantes nuestros, con finalidades que sólo podemos intuir levemente.

En el segundo caso, tal y como insisten autores que a continuación mostrarán sus pareceres como el británico Hilary Evans, significaría que centenares –probablemente millares– de seres humanos (por otra parte considerados perfectamente sanos y normales por los psiquiatras y psicólogos) sufren unas alucinaciones que les hacen creer que han sido llevados a bordo de una nave espacial... pese a que en estado consciente no lo recuerden. Tal y como reconocía el ufólogo Richard Hall en 1978 (uno de los más destacados investigadores mundiales del fenómeno OVNI, y gran promotor del clásico grupo de investigación NICAP), «o cientos de personas de todo el mundo están sufriendo de alucinaciones o ilusiones muy similares, y en ese caso el origen de patología tan extendida debe ser estudiado urgentemente, o está ocurriendo algo extraordinario y con amplias implicaciones para la Humanidad». Si las sospechas de Hall fueran ciertas en lo que respecta a la patología de las abducciones, esto apuntará hacia un grave trastorno del psiquismo humano colectivo; hacia ese inconsciente colectivo de que hablaba Jung. Aparte de que es una explicación más alambicada que la primera, quizá resulte más alarmante. Cabe preguntarse entonces, ¿cuál será la causa de esta misteriosa «enfermedad o epidemia psíquica»?

Sin embargo, y contrastando las evidencias que tenemos en pro y en contra de los casos recogidos, creemos que las abducciones reflejan eventos reales. Su misma homogeneidad nos conduce a creerlo así.

Pero es que además, en algunos casos, hay inclusive pruebas físicas: huellas en el suelo en el lugar de la presunta abducción, heridas y señales en el cuerpo de los abducidos, etc. Recordemos el caso del vigilante nocturno Fortunatto Zanfretta. Fortunatto es lo que, en pocas palabras, podría considerarse el «prototipo» del abducido: joven, sano, equilibrado, de alto coeficiente intelectual, sencillo y abierto. Y quizá sea quien bata el récord de abducciones: seis veces, por los seres gigantescos que él califica de «horrendos». La abducción se iniciaba, para Fortunatto, con un silbido agudo que sentía en el interior de la cabeza, acompañado de una fuerte queja. Acto seguido perdía el control de su vehículo, un automóvil provisto de radio, y era llevado a lo alto del Monte Marzano en un tiempo sorprendentemente corto. Para comprobar si el coche había sido llevado por el aire, los compañeros de Zanfretta, pertenecientes –como él mismo– a la empresa de seguridad genovesa «Val Bisagno», colocaron cuatro alambres en las cuatro ruedas de un nuevo vehículo que prepararon para Zanfretta –sin que éste lo supiese–; estos alambres unían las ruedas al chasis, y se romperían ineludiblemente si el vehículo fuese alzado materialmente.

Cuando Zanfretta comunicó angustiado por radio que había perdido el control del coche y que «se lo llevaban», sus compañeros partieron aquella noche en su busca encontrándolo, como siempre, en lo alto del Monte Marzano, desvanecido, con el rostro congestionado. Además, como también sucedió las veces anteriores, el techo de su vehículo estaba ardiendo –pese a que la temperatura invernal ambiente era de un grado sobre cero– y... los cuatro alambres que habían colocado previamente los desconfiados compañeros de Zanfretta, aparecieron rotos..

Además de estas incuestionables pruebas circunstanciales de la realidad de la abducción, no faltan investigadores como Am Druffel o el propio Hopkins que están trabajando sobre «pruebas» más sutiles, destinadas a demostrar que la coherencia interna entre relatos de abducción acontecidos en puntos muy distantes del planeta, es abrumadora. Hopkins aseguraba que «actualmente estoy trabajando en una serie de símbolos muy particulares que estos sujetos (los abducidos) han visto dentro de las naves, y que los abducidos ven una y otra vez. Son idénticos en casos y casos. Mantengo esto en secreto –añade–, porque resulta un trabajo fácil comprobar esos símbolos con los de nuevos casos».

Tiempo perdido

Una de las constantes marcadas dentro del fenómeno de las abducciones es el hecho de que las personas que viven uno de estos episodios sólo los recuerdan fragmentariamente, como si o bien los secuestradores presuntamente extraterrestres les hubieran borrado la memoria consciente del hecho, o como si –más razonable aún– el propio cerebro del testigo ante el trauma que supone una experiencia de este tipo, hubiera decidido «olvidar» esos angustiosos momentos y alejarlos –a modo de mecanismo de protección– de la consciencia del abducido. El investigador español Antonio Ribera a este respecto, en su obra Secuestrado por Extraterrestres (1981), escribe: «Los sujetos, por lo general, recuerdan el principio y el final del episodio, pero la parte central del mismo –la más importante– ha sido borrada de su mente consciente. Este "borrado" ha sido hecho sin duda mediante la hipnosis: se les ha impuesto un bloqueo para que no recuerden unas experiencias, que en ocasiones podrían resultar muy traumáticas».

A esta constante abduccionista que, en ocasiones, ha servido incluso para detectar nuevos casos de abducción en los que lo único que recordaba el testigo era tener un importante lapso de tiempo de su vida «desaparecido», se le ha bautizado como «Tiempo Perdido». El responsable de esta denominación fue el ufólogo neoyorquino Budd Hopkins quien, gracias a su obra Missing Time (1981), popularizó el término y provocó que miles de lectores suyos acabasen reflexionando sobre la posibilidad de haber sufrido ellos mismos una experiencia similar a la de los siete casos que Hopkins describe minuciosamente en su obra. «Son historias –dice la propia publicidad de este libro– que pueden sucederle a cualquiera: a sus vecinos, a sus seres queridos, e incluso a usted».

Hopkins señala a lo largo de su obra, –además, una serie de constantes que se repiten sistemáticamente en los casos de abducción, y que pueden servir como pistas para descubrir uno de estos episodios y trabajar –gracias a las sesiones de regresión hipnótica– en recuperar esas memorias perdidas. Estas pistas indican que junto a la sensación de «tiempo perdido» suelen aparecer extrañas cicatrices (generalmente pequeños cráteres en la piel, de forma circular), e incluso la aparición súbita de extrañas fobias irracionales, a ciertos animales como los arácnidos que –a decir de Hopkins–, pueden recordar sutilmente a la memoria inconsciente del abducido la forma y aspecto de los extraterrestres que han secuestrado con anterioridad al testigo.

Ribera, al analizar todo este tipo de constantes, acaba concluyendo en su obra mencionada con una reflexión reveladora: «En los parques naturales y reservas africanas se deja inconsciente a los animales mediante un dardo narcótico. Entonces se les examina, se les toman muestras de sangre, de pelo, y se les hacen mediciones. Luego se les marca y se les deja de nuevo en "libertad". (Si esto es libertad). ¿Y si se hiciera algo parecido con los abducidos humanos? ¿Y sí se les marcase con una marca invisible –o incomprensible– para nosotros?»

miércoles, 25 de febrero de 2009

El fenómeno abducción - Parte I

Relatos procedentes de los más remotos rincones del planeta nos advierten de una escalofriante realidad: desde los albores de la Humanidad miles de personas han sido arrebatadas de su hábitats naturales por lo que parecen ser entidades extraterrestres. A bordo de sus súper-máquinas han sido concienzudamente examinados, para al poco tiempo ser devueltos al lugar donde fueron capturados, con la memoria del dramático incidente prácticamente borrada. Desde ese momento, las vidas de estas personas.

La evidencia no deja lugar a dudas. Centenares –tal vez miles– de semejantes nuestros han sido secuestrados por presuntos «extraterrestres», para ser llevados a bordo de sus supernaves y ser sometidos allí a una compleja manipulación psíquica y física, con fines que desconocemos hasta ahora. Según los investigadores norteamericanos John Schuessler –ingeniero de la NASA– y Richard Niemtzow –exobiólogo– contamos con al menos ciento treinta casos de secuestros conocidos. Ambos investigadores tomaron esos episodios para tratar de encontrar patrones de comportamiento comunes en semejantes relatos, y hallaron una amplia gama de coincidencias verdaderamente asombrosas, que nos obligan a creer en la realidad objetiva de tales hechos.

El proyecto VISIT, nombre que recibió el trabajo llevado a cabo por Schuessler y Niemtzow, realizó asimismo un retrato robot del tipo de entidades más frecuentemente reportadas en los sucesos (de apariencia humanoide, con una estatura media de 1,20 metros, cabeza desproporcionadamente voluminosa, ojos muy grandes y prolongados lateralmente, piel grisácea, boca y nariz apenas esbozadas y brazos muy largos), y trazó las líneas maestras que se encuentran en todo relato fidedigno de «secuestro OVNI». Por su parte, el folklorista Thomas E. Bullard consiguió demostrar en un monumental estudio que realizó sobre trescientos nueve casos de este tipo, que estos episodios siguen un orden tan sorprendente como revelador, y en el que destacan ocho episodios clave. A saber: captura, examen, deliberación, excursión, viaje a otros mundos, teofanía, regreso y consecuencias. Si bien todos los elementos no aparecen en todos los casos, sí hay un 84 por ciento de situaciones en los que el orden se cumple matemáticamente.

Estamos, pues, hablando de abducciones.

¿Qué significa el término abducción?

A esta clase de extraños incidentes vinculados a la fenomenología OVNI los ufólogos los denominamos «abducciones». Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, este término significa, en el contexto jurídico, «rapto por persuación o violencia». A él le siguen cuatro acepciones más que corresponden a la Filología y la Lógica, la Milicia y la Zoología, que aquí no nos interesan. De hecho, los ufólogos han adoptado esta palabra a su terminología teniendo sólo en cuenta la primera definición, pudiéndose precisar que en Ufología, «una abducción es el supuesto secuestro de uno o varios seres humanos por presuntos extraterrestres». Obsérvese que aquí se emplea la misma terminología prudente y aséptica que en España utiliza, por ejemplo, la prensa diaria y el Ministerio del Interior para referirse a los secuestros practicados por bandas terroristas. Todo el mundo es «presunto» y «supuesto», mientras no se demuestre lo contrario. Se parte, siempre, de la presunción de los hechos.

Las «leyes del misterio»

Desde ahora, emplearemos el término abducción únicamente en su sentido ufológico. Después de más de cuarenta años de investigaciones sobre el particular, estamos en condiciones de afirmar que conocemos aproximadamente un millar de casos de abducción en todo el mundo, destacando por su mayor incidencia las zonas geográficas de América del Norte y del Sur. Aunque presumimos igualmente que este número es sólo «la punta del iceberg», ateniéndonos a las características intrínsecas del fenómeno que nos ocupa, y que a continuación detallamos.

En primer lugar, está la amnesia –o «tiempo perdido» en el argot que popularizó al principio de la década de los ochenta el investigador neoyorquino Budd Hopkins– del sujeto o sujetos abducidos. Esta amnesia casi siempre impide a los protagonistas recordar el meollo del incidente y hasta ahora sólo hemos podido vencerla con el uso de técnicas de regresión hipnótica, mediante las cuales se somete al abducido a un estado de hiperrelajación en el que las imágenes que la memoria consciente se resiste a recordar afloran progresivamente. Es muy posible que el abducido recuerde el principio del episodio: por ejemplo, una luz muy fuerte que le cierra el paso mientras viaja de noche en su automóvil; una estrella que cae del cielo y se posa en un prado cercano, donde se resuelve en un «platillo volante», un súbito paro de todos los sistemas eléctricos del automóvil, un tiempo perdido, unas horas en las que el sujeto no sabe dónde ha estado, etc. Si algunos de estos particulares llega a oídos de un investigador y éste propone una hipnosis al sujeto –que éste acepta– es muy probable que entonces podamos recuperar un caso más para los anales del fenómeno abducción.

Mediante la regresión hipnótica, distinguidos profesionales como el psiquiatra norteamericano Dr. Leo Sprinkle, el psiquiatra de la misma nacionalidad Dr. Berthold Schwarzy el hipnólogo e ingeniero, también estadounidense, Dr. James Harder, han conseguido obtener relatos de varios centenares de abducciones. Este último investigador llegó a estudiar ciento cuatro casos, de los cuales el 39 por ciento eran varones y un 16 por ciento se trataba de niños acompañados de adultos. El 50 por ciento eran parados o trabajadores no especializados, un 10 por ciento oficinistas y alrededor de un 5 por ciento estudiantes universitarios. Lo que en líneas generales «implica un nivel ocupacional o educativo relativamente elevado».

Hay algo que sorprende de entrada en estos testimonios, y es su enorme coherencia, así como el parecido que todos presentan entre si. Hasta tal punto es así porque, según explica el estudioso británico John Rimmeren su obra The Evidence for Alien Abductions (1984), basándose solamente en relatos bien documentados ha podido construir un «modelo» de abducción, según el cual las personas abducidas (pertenecientes a ambos sexos, aunque con preponderancia del masculino) son seres humanos sanos, normales y no interesados particularmente por el problema OVNI. Más adelante examinaremos con mayor detalle y detenimiento sus características físicas y mentales.

Continuando con el «modelo» de abducción, ésta suele producirse de noche, en una carretera comarcal, por ejemplo (el impacto del fenómeno sobre automovilistas es muy elevado). Tras ver una luz potentísima o, en el mejor de los casos, el «platillo», el candidato a abducido ve acercarse al automóvil unos seres pequeños, macrocéfalos (de gran cabeza) que, tras anular su voluntad lo llevan a bordo de una «nave», donde el testigo observa una luz uniforme que no parece surgir de ninguna parte, y una «cámara de mando» con consolas, sillas a veces de conformación muy particular e «imposible» (terminadas en punta «por abajo»), en las que se sientan unos humanoides idénticos a los que le han secuestrado, que manipulan botones luminosos, palancas y diales. También se observa la presencia de pantallas, que suelen ser comparadas con nuestros monitores de televisión por el abducido. No tardará mucho nuestro sujeto en ser pasado a una cámara contigua, de aspecto clínico, con paredes blancas y una «mesa de operaciones», semejantes a las de los quirófanos, en el centro del habitáculo.

Una vez allí, el abducido es despojado de sus ropas, y se le somete a lo que parece ser un «reconocimiento médico». Este es llevado a cabo por los propios humanoides, aunque no son pocos los casos en que las tareas clínicas son llevadas a término por entidades que parecen estar en un plan de dependencia de otras, generalmente más altas y más «humanas», que aplican diversos aparatos al abducido, le toman muestras de sangre, a veces de semen, de cabellos, de piel, etc., y si se trata de una mujer, le hacen lo que parece ser un «reconocimiento ginecológico», introduciéndole por el ombligo una larga aguja, como en el caso de Betty Hill, admirablemente descrito por John G. Fuller en su obra El Viaje Interrumpido (1966). Por cierto que hoy en día hay algunos ginecólogos que se muestran sorprendidos al ver reflejado en este célebre caso de 1961 una técnica de ovaroscopia no puesta en marcha hasta fechas muy recientes y que, por tanto, no existía en la época en que el matrimonio Hill vivió su experiencia.

Este examen físico se complementa a veces con la «implantación» de «algo» (¿un microaparato?) en la nunca o bajo el cuero cabelludo del abducido. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos empleados en tratar de localizar estos implantes, muy pocos casos han acabado arrojando alguna clase de «prueba». Sin ir mas lejos, el 25 de Septiembre de 1986 la revista norteamericana Nature publicaba una inquietante carta firmada por siete miembros del Departamento de Genética del Hospital Wiston Churchill, de Oxford, en la que pedían ayuda para identificar un misterioso objeto que habían detectado en unos rutinarios análisis cromosómicos de un paciente. El objeto parecía manufacturado, y presentaba la apariencia de un crucigrama, con cuadros negros y blancos. Hasta hoy ninguno de los intentos de aclarar el enigma han resultado válidos, y el «implante» sigue desafiando a la opinión médica.

El norteamericano William Hermann, según explica en UFO Contact from Reticulum (1981), abducido varias veces por enanos macrocéfalos, denomina a la cámara donde tienen lugar todas estas maniobras clínicas «cámaras de inculcación». Y creemos que se trata de un nombre muy apropiado, pues sospechamos que el objetivo final de las abducciones de seres humanos es precisamente ése: la «inculcación» de unas órdenes que ni la hipnosis posterior más profunda puede desvelar. En efecto: cuando se llega en la regresión hipnótica a este punto, el corazón del abducido se acelera, llegando a alcanzar hasta 120 pulsaciones y obligando a suspender la experiencia para no poner en peligro su vida. Este fenómeno se pudo constatar, entre otros casos, durante la hipnosis del abducido español Julio F., que fue llevado a bordo de un OVNI en las proximidades de Medinaceli (Soria) en 1978. El investigador y psicólogo Germán de Argumosa, presente en las sesiones de hipnosis regresiva, señaló que si fuese un fraude, hubiera resultado imposible provocar tal aceleración cardiaca.

Retrato robot del abducido

La gama o espectro de los abducidos es muy estrecha, hasta el punto de que casi se puede realizar su retrato robot o identikit. Se trata generalmente de hombres o mujeres jóvenes (no mayores de 35 años), sanos de cuerpo y espíritu, de un coeficiente intelectual superior al normal de la población, sin el menor rasgo psicopatológico, buenos y sencillos. No necesariamente tienen que ser personas muy cultas. Abundan entre ellos las personas pertenecientes a profesiones no intelectuales: campesinos, camioneros, agentes del orden, amas de casa, etc. Muchos de ellos nunca mostraron el más mínimo interés sobre el fenómeno OVNI, y sin conocimientos sobre el mismo (y mucho menos sobre algo tan particular y concreto como son las abducciones).

No conocemos un solo caso de abducción de un científico, un militar de alta graduación, un sacerdote de cualquier religión, o un político. Dijérase que a los raptores les interesa únicamente el hombre químicamente puro, el hombre no condicionado, las mentes vírgenes o abiertas; no cargadas de conocimientos inútiles ni esclerosadas. ¿Para escribir en ellas como en una pizarra? Tal vez.

Existe un caso particular en los hitos abduccionistas de este fenómeno, que ilustra maravillosamente el hecho de que sólo les interesan sujetos jóvenes. Fue publicado en la revista Flying Saucer Review en Diciembre de 1983 por el investigador Ornar Fowler, y sitúa los hechos de la siguiente manera: un caballero de setenta y siete años, que una mañana temprano estaba pescando con caña cerca de Aldershot (Gran Bretaña) a orillas de un canal, fue invitado a subir a bordo de un «disco volante» por los dos ocupantes del mismo. Se trataba de dos humanoides de gran cabeza, del tipo comúnmente reportado, vestidos con un ajustado «mono de vuelo» plateado. Cuando el anciano caballero –que aceptó encantado la invitación– se encontró a bordo de la nave, los dos humanoides parecieron conferenciar, y uno de ellos, volviéndose hacia el abducido, le comunicó telepáticamente que se habían equivocado de objetivo, por culpa de la difusa luz del amanecer, tomándolo por una persona más joven. «Usted es demasiado viejo y no nos sirve».

Este es un case in point que demuestra perfectamente que los ocupantes de los OVNIs sólo están interesados en miembros jóvenes y sanos de nuestra propia especie. Pero, ¿a qué se debe? ¿A qué propósito obedece semejante selección?

Durante todos estos años de investigación del fenómeno, psiquiatras y psicólogos mal informados, que no conocen en absoluto este aspecto de la fenomenología OVNI, tienden a considerar como psicópatas a los sujetos que afirman haber sido abducidos. Así lo hace, por ejemplo, el psiquiatra español Dr. Antonio F. Bueno Ortega, al enjuiciar el caso de Próspera Muñoz, un ama de casa afincada en Gerona, y que fue abducida cuando sólo contaba siete años de edad en Jumilla (Murcia), recordando los hechos treinta años después, sin necesidad de hipnosis. Citando del libro de texto en el que aprendió la carrera, y tras ofrecer al lector una «lección magistral», dice el Dr. Bueno Ortega en su análisis publicado por la excelente revista Cuadernos de Ufología que Próspera Muñoz sufre un «Delirio Sistematizado Transitorio», corriendo «el serio peligro de ser una esquizofrénica».

La experiencia Clamar-Hynek

Es natural que el buen doctor llegue a estas conclusiones si se conoce y se estudia un solo caso de abducción, aislado de la casuística general y de las constantes que reinan en la misma, lo más natural para un psiquiatra freudiano es considerar delirante al sujeto que hace tales aseveraciones. Pero la cosa cambia si se examina el caso dentro del contexto general de un fenómeno repetido cientos de veces en todo el mundo, y protagonizado por personas que no se conocen entre sí, en épocas y países distintos. Cuando Próspera Muñoz se dirigió al investigador Antonio Ribera en 1981 para exponerme su caso, le ofreció una serie de detalles y constantes que conocía por figurar en otros casos de abducción, pero que ella no podía conocer puesto que en ninguna publicación española de las que estaba a su alcance se habían publicado dichos casos. La mayoría de ellos sólo habían aparecido en revistas especializadas inglesas, francesas o norteamericanas.

Por suerte, la comunidad psiquiátrica está cambiando sus posturas ante el fenómeno abducción. Desde 1989 existe en EE.UU. un centro coordinado por la doctora Rima E. Laibow, llamado TREAT (siglas de Tratamiento e Investigación de los Traumas Anómalos Vividos) que ha decidido pasar a la acción, diagnosticando y tratando las secuelas psicomentales que deja un caso de estas características, sin querer adentrarse en el origen extraterrestre del fenómeno, ya que cuando lo intentaron, la comunidad ufológica en pleno se levantó ante lo que creía era una «intromisión» en su territorio, por parte de las mentes aprioristas de estos especialistas clínicos. No obstante, la incursión de expertos en cuestiones mentales dentro del mundo de las abducciones cuenta con notables precedentes, como es el experimentado de la doctora Aphrodite Clamar.

Con la asistencia de Ted Bloecher y Budd Hopkins, y gracias a una subvención de la Fund for UFO Research (FUFOR), se realizó el más revelador test jamás realizado a sujetos abducidos. El Dr. J. Allen Hynek –director del Center for UFO Studies– expuso los resultados de dicha prueba en un artículo memorable en la revista International UFO Reporter, que tituló Los abducidos son gente «normal» (1984). Resumido, el experimento consistió en lo siguiente: que un doctor en psicología sometiese a la panoplia de test ordinarios de los exámenes psicométricos (Rorschach, TAT, Wechsler, etc.) a unos sujetos presuntamente abducidos, pero sin que el psicólogo que efectuaba el test conociese este particularísimo detalle. Es posible, en este caso, que la psicóloga Dra. Slater que hizo los tests pensase que se trataba de hacer una evaluación sobre la personalidad psíquica y emocional de aquellas personas, acaso seleccionadas para ocupar puestos de responsabilidad en una empresa. Envió luego los resultados de estos tests a la Dra. Clamar, para que ésta hiciese una evaluación final.

El número de sujetos escogidos para esta prueba fue de nueve. Los cinco hombres y las cuatro mujeres escogidos eran jóvenes, con grados universitarios; cuatro eran solteros, cuatro divorciados y uno casado. Y cada uno de ellos había sufrido, al parecer, una abducción a bordo de un OVNI. Tenían «tiempo perdido» y habían experimentado en sus carnes un contacto, seguido de un detallado examen médico por parte de «extraterrestres».

Los resultados del test fueron sorprendentes. Escribe la Dra. Clamar en su informe final: «Uno de los aspectos positivos de este grupo es su inteligencia superior a la media De acuerdo con la escala de inteligencia Wechsler para adultos, uno de los sujetos posee un IQ (Coeficiente Intelectual) del tipo Muy Superior, y cinco de ellos presentaban un IQ comprendido en la gama del Promedio Brillante. Sólo tres de los nueve se hallan comprendidos en el tipo medio, aunque todos se encuentran en la parte más alta de este tipo».

Se trata, además, sigue diciendo la Dra. Clamar, de sujetos con una vida interior relativamente rica y –esto es muy interesante– dominados por una actitud que les hace estar constantemente alerta. Y concluye: «Hay poco que los una como grupo en lo que se refiere a las manifestaciones abiertas de sus personalidades... (son) muy distintos, inusuales e interesantes en cuanto sujetos».

martes, 24 de febrero de 2009

El Caso de Próspera Muñoz

Probablemente los hechos tuvieron lugar en el verano de 1947. Aquel año –donde las noticias de platillos volantes empezaban a asomar tímidamente en las páginas de periódicos de todo el mundo– en una casa de campo situada en las inmediaciones del pueblecito murciano de Jumilla (España).

Próspera y Ana, dos niñas de 7 y 11 años respectivamente, ven cómo un objeto discoidal se sitúa, a plena luz del día, en las inmediaciones de une de las ventanas de la casa. De él salen dos seres de entre 1,40 y 1,20 metros de altura, vestidos con trajes blancos ajustadísimos, de cara muy delgada, complexión débil y enormes ojos alargados hacia los laterales, que acaban entrando en la casa y entablando una conversación –bastante anodina, por cierto– con las niñas.

A partir de ese momento Ana, la mayor de las dos hermanas, no recuerda prácticamente nada. «Tengo la impresión –afirma en una carta fechada en Febrero de 1986 y dirigida al Investigador José Ruesga– como si en aquellos momentos tuviese veinticuatro o cuarenta y ocho horas en blanco. No sé sise marchó el objeto o si se quedó. Por más que mi hermana intenta que recuerde, no recuerdo nada más». Afortunadamente para nosotros. Próspera ha ido rescatando de su memoria aquellos hechos, rememorándolos con mucha nitidez. Aquellos visitantes, tras pedir un vaso de agua –que nunca llegaron a tomar– e interesarse por las fases de la Luna que aparecían marcadas en un calendario de pared, volvieron a desaparecer, tras asegurar a ambas niñas que regresarían pronto a por una de ellas. Desde su partida, una serie de insólitos acontecimientos rodearon la vida de la familia Muñoz durante los días siguientes: la puerta de la despensa se bloquea, los alimentos se pudren en su interior con inusitada rapidez, como afectados por algún tipo de radiación y los extraños seres acaben reapareciendo al cuarto día llevándose a Próspera a bordo de un OVNI estacionado, en plena noche, sobre un gran campo de olivos.

Una vez dentro le enseñan, a través de una especie de gran «pantalla de cine», escenas cotidianas de Próspera y su familia tal y como –al parecer– fueron recogidas por los tripulantes de aquel OVNI días atrás. Como sucede en tantos otros casos de abducción, a Próspera la tumban sobre una camilla y realizan sobre ella una serie de análisis médicos que concluyen con una especie de operación quirúrgica en la que le es insertado una especie de «microcápsula» en la base del cuello... Y después, más de tres décadas de silencio.

Memoria perdida

Durante su estancia en la nave, uno de aquellos seres con los que sostuvo cierta comunicación, le advirtió que no recordaría nada de aquella visita hasta que transcurrieran, al menos, treinta años. Y así fue. Pasado ese tiempo, Próspera comenzó a recordar imágenes sueltas de su experiencia en el OVNI, que pudo durar alrededor de tres o cuatro horas. En un principio creyó que se trataba de retazos de alguna película que pudo haber visto durante su infancia, pero sus recuerdos se fueron intensificando y su hermana –cuando tuvo la oportunidad de contrastar con ella esas extrañas memorias, en 1980– le confirmó hasta donde pudo, la existencia real de la visita de dos entidades no conocidas a su casa de campo de Jumilla.

Además hay que sumar a esta singular vivencia el hecho de que los visitantes que interrumpieron la apacible vida de Próspera en 1947, volvieron a aparecer años después en la propia Jumilla, en la playa de San Juan (Alicante) y en Gerona, mostrando –en todas estas nuevas visitas– un vivo interés por el estado de la testigo y preocupándose por su condición física. Tanto Próspera como los investigadores que más de cerca han llevado el caso –como es el caso de Antonio Ribera, que dio buena cuenta del caso en su obra En el Túnel del Tiempo (1984)– ignoran el porqué de esas nuevas visitas, que se produjeron incluso dentro del casco urbano de las ciudades mencionadas, aunque reconocen que no son infrecuentes en la casuística mundial sobre abducciones esta clase de reencuentros.

La experiencia de Próspera cambió radicalmente su vida. Desde entonces –ha confesado en numerosas ocasiones– no se sintió una niña normal y adquirió una visión de la realidad que difícilmente podría tener una niña de su edad. Ese cambio ha orientado su vida, y –hoy por hoy– sólo espera reencontrararse con una extraña mujer que conoció años después durante su estancia en un campamento femenino, que no sólo parecía estar al corriente de la existencia de los seres del OVNI, sino que le predijo numerosos acontecimientos futuros y le aseguró que regresaría años después para hablar en profundidad de todas esas vivencias. La espera, en este caso, continúa y nos advierte que el caso de Próspera Muñoz no está, en absoluto, cerrado.

Evolución, no mutación

«Hasta ahora, las opiniones de los que afirmábamos haber sufrido una experiencia de abducción –relata Próspera Muñoz– nunca habían sido tenidas en cuenta. Los investigadores se limitaban a preguntarnos por los detalles del caso y precipitarse a sacar conclusiones e interpretaciones de los hechos. Cierto es que algunos respetaban nuestros relatos y las sensaciones que, mejor o peor, intentábamos transmitirles, pero otros han escrito sólo de oídas, prejuzgándonos y achacándonos posturas, las más de las veces, irracionales.»

«Por ello, me dispongo a escribir con el ánimo de aclarar y desmitificar lo que se ha dado en llamar «el despertar de la conciencia», que aparentemente se suele dar en todos los testigos de encuentros cercanos con OVNIs.»

«Empezaré por mí misma. Se me ha preguntado en infinidad de ocasiones cómo ha cambiado mi vida a raíz de mi experiencia de abducción, y siempre me he visto en la obligación de aclarar que la palabra cambio no es la más adecuada para describir mi propia transformación interna. Cambiar significa «mudar o alterar, dando la impresión de que el proceso es algo instantáneo, cuando no creo que sea nunca así. La personalidad del testigo de un encuentro cercano no se altera de un día para otro por el solo hecho de su vivencia OVNI. Por ello creo que, en estos casos al menos, encajaría mejor la palabra evolución, ya que da una idea, más acertada, de cambio lento, progresivo y constante.»

«Resulta difícil expresar con palabras todas las etapas por las que he ido pasando en mi evolución particular. Mis dudas, mis búsquedas, descubrimientos, situaciones conflictivas o mis encuentros con gentes de todo tipo han influido drásticamente en mi forma de ser con el paso de los años.»

«Sin duda la etapa más difícil de asumir fue la primera. Cuando comencé a recordar mis experiencias OVNI de la infancia, me costó mucho entender los «porqués» de todo aquello que se presentaba en mi memoria como algo indudablemente real. El primer paso, por tanto, fue pedir ayuda para entenderlo que me pasaba. Acabé encontrando a Antonio Ribera i Jordá, del que me constaba su seriedad y buen hacer en el campo de la investigación OVNI. Gracias a él supe que había más gente en el mundo que decía haber tenido encuentros de las mismas características que el mío, descubriendo –de golpe– que no estaba sola en esta situación.»

«En 1983, de la mano de Antonio Ribera, asistí a un congreso ufológico en Ciudad Real y a una nueva conferencia sobre OVNIs en Madrid, en 1985. A raíz de ofrecer mi testimonio públicamente en esos foros, diversos investigadores se fueron acercando a mí, al tiempo que lo hacían otros curiosos e interesados en el tema OVNI. Fueron ellos los que me ayudaron en mi búsqueda, enriqueciendo mi vida y dándome puntos de apoyo para comprender lo que me pasó hacia 1947.»

«Fui, de esta forma, poniéndome al día de otras corrientes dentro de la ufología que ofrecían supuestos mensajes recibidos de entes ligados a los OVNIs. Mensajes que han generado pueriles ideas de «elegidos», catastrofismos y mesianismos sin sentido. Y es por ello que, tras conocer toda esa información, no tuve otro remedio que sublevarme y tratar de devolverles a "ellos" su dignidad.»

«Después de todos estos años creo que lo único que pretenden estas entidades es estimular la evolución del ser humano por la vía de la creatividad. De hecho, muchos investigadores creen también que se nos está estimulando «desde fuera» para incrementar nuestro aprendizaje. Y les doy toda la razón.»

Expectativas

«Hay mucha gente que espera de nosotros que en cierto momento seamos protagonistas de alguna acción llamativa bajo las directrices de «ellos». Sin embargo, creo que esto no es así. Cuando llegue el momento de la acción cada uno de nosotros actuaremos a nuestro modo y manera, según nuestra forma de ser y en el campo que nosotros elijamos. La idea de que los extraterrestres nos han impuesto una misión determinada me parece –sinceramente– poco respetuosa para con nuestro libre albedrío».

«Y es que he de reconocer que en todo este proceso mi personalidad sigue siendo, básicamente, la misma. Aunque justo es reconocer que se ha potenciado para bien en muchos aspectos, gracias al apoyo de mi familia, de la credibilidad que me otorgaron algunos investigadores, de las enseñanzas de algunos amigos y de mi acercamiento a temas trascendentales. Conviene, por último, aclarar que ese «despertar de conciencia» no es sinónimo de un despertar de facultades paranormales, pues considero que éstas sólo son un atisbo incontrolado de las tremendas posibilidades creativas que tiene nuestra mente. Sí creo, en cambio, que «ellos» nos estimulan a desarrollar esas facultades no sólo a mí, sino a todo el género humano. Al fin y al cabo, «ellos», en todo mi proceso, no han sido más que el acicate para mi desarrollo interno, y el trampolín para dar a conocer su existencia al gran público.»

«Vengan del plano que vengan (otro planeta, una dimensión paralela o cualquier recóndito lugar de mi cerebro), merecen todos mis respetos y agradecimiento, ya que me obligaron a dar un gran paso en el camino de mi propia evolución personal.»

De los contactados a las abducciones

Durante décadas sólo la ufología europea hacía claras distinciones entre los casos de contacto y los de abducción. En los primeros, los testigos describían sus relaciones –por lo general continuadas y llenas de experiencias complementarias– como entidades extraterrestres que deseaban transmitir a la Humanidad alguna clase de mensaje a través de su interlocutor en la Tierra, en este caso el propio contactado. Por contra, las abducciones presentaban el aspecto más dramático del rompecabezas OVNI, y mostraban episodios en los que el sujeto era introducido, aun en contra de su voluntad, al interior del OVNI para ser examinado a conciencia y ser reintegrado a la sociedad con un lapso importante de «tiempo perdido». A ojos de cualquier hábil observador del escenario OVNI ambos fenómenos parecían ser las dos caras de una misma moneda.

Sin embargo, lo que hasta hace poco tiempo los investigadores eran capaces de clasificar en diferentes archivos, en los últimos años se ha convertido en un ejercicio harto difícil. Contactados como Sixto Paz reconocen ahora haber sido sometidos a operaciones quirúrgicas similares a las vividas por los abducidos. Presentan ya extrañas cicatrices sobre sus cuerpos, atribuibles a esas intervenciones e incluso aseguran haber sido objeto de «implantes» por parte de sus contactadores. Por contra, los abducidos comienzan a confesar extrañas «misiones» recibidas de los extraterrestres, cosa que –hasta hace pocos años– parecía ser sólo del dominio de los contactados. Es el caso, por ejemplo, de Betty Andreasson (de nombre real Betty Ann Luca) quien dedujo de sus vivencias que había sido abducida para informar a todo el mundo de la existencia real de los extraterrestres. Lo que comenzó como un episodio de abducción ha ido tomando matices contactistas a medida que los «guardianes» o los «extraños» –como indistintamente llama Betty a sus visitantes– iban reapareciendo una y otra vez. Es también el caso de los famosos visitantes de dormitorio, que reaparecen una y otra vez en la alcoba del testigo, llegándose a establecer cierto vínculo de «a mistad», si es que podemos denominarlo así, entre testigo y visitante.

En definitiva, la ufología está perdiendo progresivamente sus formas puras, haciendo que –como afirman John Spencer y Hilary Evans en un estudio comparativo entre abducidos y contactados– «el factor crucial de los informes es que cada caso es único. Esto en sí mismo –continúan– es razón para sospechar que el fenómeno "externo" tiene un significado "interno" específico para el testigo individual». Es decir, que a pesar de que pueda haber un fenómeno externo en los casos de abducción y de contacto que pueda ser idéntico, es el testigo el que al narrar su caso tergiversa la objetividad de su experiencia transformándose indistintamente en «contactado» o «abducido».

Lo cierto es que los ufólogos más brillantes comienzan a sospechar que ambos calificativos son sólo etiquetas para un mismo fenómeno, y que no hacen sino complicar las cosas y ralentizar un análisis más clarificador de la problemática OVNI.

Un siglo de abducciones

Desde que el Dr. Simon «construyó» la abducción del matrimonio Hill, han sido centenares las personas que afirman haber vivido episodios de secuestros por extraterrestres.

Cierto es que existen casos aparentemente anteriores a 1961. Sin embargo, el episodio de los Hill fue fuente de inspiración de ufólogos y testigos que, tras conocer dicho caso, «recordaron» sus respectivos raptos.

En el libro escrito por Antonio Ribera Secuestrados por los OVNIs, se parte de un centenar de casos como muestreo válido para enfrentarse al fenómeno abducción, resultando que ya ese mismo término es sumamente tendencioso. Abducción, sinónimo jurídico de rapto o secuestro, ha sido asimilado por los ufólogos que definen tal concepto como la experiencia habida en el interior de un OVNI por parte de una persona capturada por agresivos alienígenas. Sin embargo, lo cierto es que la agresividad de los supuestos captores sólo aparece de forma manifiesta en un 25 por ciento de los casos. En los restantes los testigos describen una actitud de aséptica indiferencia, cuando no marcadamente amistosa.

Tanto es así que en muchas ocasiones la experiencia no se limita a un solo episodio de rapto, sino que el abducido protagonizará otras experiencias OVNI posteriores. Así, al menos un 25 por ciento de los «secuestrados» afirmaron haber tenido posteriores encuentros OVNI, y de ellos no menos de un 15 por ciento terminarían recibiendo «mensajes» y pasarían a engrosar las filas de los «contactados». Algunos casos tan célebres como el de Charles Hickson, o la mismísima Betty Hill, serían ejemplos significativos.

A esta evolución de «la abducción al contacto» ayuda el hecho de que el arquetipo «extraterrestre bueno=guapo» y «extraterrestre malo=feo», puede aparecer en estos casos entremezclada. Más de un 12 por ciento de los abducidos describen tripulantes de diferente tipología durante sus supuestas experiencias en el interior de los OVNIs. Y si bien es cierto que existen relatos donde los captores agresivos son tripulantes altos y rubios (tipo adamskiano) y los «hermanos cósmicos» transmisores de mensajes son pequeños humanoides macrocéfalos, no es menos cierto que estos casos son la excepción de la regla. Así, cuando en el interior de la supuesta nave, el testigo ve humanoides macrocéfalos, junto con seres altos y de aspecto nórdico, no ha de extrañarnos que, tras haber asumido los supuestos ETs apuestos el papel benigno, el abducido protagoniza posteriores episodios de contacto post-rapto. Esta especie de «síndrome de Estocolmo cósmico» transforma al secuestrado en una suerte de «Patty Hearst ufológico» al comenzar a sentirse como un afortunado «escogido» entre el grueso de los mortales, sufriendo en casi todos los casos un «cambio de conciencia», o a lo menos una transformación en su forma de ver la vida. Por ello la abducción y el contacto no son sino la cara y cruz de una misma moneda.

Pese a todo esto, la mayor parte de los ufólogos continúan asimilando el concepto de abducción a rapto violento, manipulando un poco tendenciosamente el mismo, y pretendiendo, como siempre, hacer el fenómeno OVNI «a su imagen y semejanza».

No es de extrañar por tanto que, frente a la postura que asumen los procontactistas de asimilar a los ETs como los «nuevos ángeles», estos investigadores vean en los mismos ETs a los «nuevos demonios».

Sin embargo, el mito del rapto está presente en todas las culturas desde tiempos inmemoriales. Desde los aquelarres de las brujas, hasta la Santa Compaña gallega, pasando por el Magonia de las Hadas, los Zobop haitianos, los «vuelos chamánicos» o el arrebato de Elías, en todas las culturas se recoge tradicionalmente algún tipo de rapto de los mortales por parte de otras entidades.

Sin embargo, identificar tales episodios, de forma literal, con las actuales abducciones, es sumamente delicado, ya que cada tradición surge en un contexto cultural, cronológico y social determinado, utilizando unos arquetipos que varían con los años. Por eso los íncubos y súbcubos medievales no son iguales a los actuales «visitantes de dormitorio», aunque quizás estén hechos de la misma esencia.

Pese a la infinidad de «pruebas» que presentan los abducidos para demostrar objetivamente sus subjetivas experiencias (fotos o filmaciones de las naves o incluso de sus captores; huellas sobre el terreno del aterrizaje; grabaciones magnetofónicas; supuestos implantes alienígenas; otros testigos o evidencias de la presencia OVNI; etc.) sólo los abducidos pueden comprender el inenarrable sentimiento de la experiencia en el interior de los OVNIs. Y, como siempre, sólo el testigo nos permitirá comprender la naturaleza y origen de su experiencia personal, mantiene una estrechísima relación con su mente, receptora y adaptadora de toda percepción sensorial o no sensorial.

lunes, 23 de febrero de 2009

¿Hay alguien ahí arriba?

Los astrónomos han intentado en varias ocasiones comunicarse con inteligencias extraterrestres. Pero, aunque alguien esté escuchando, ¿entenderá nuestros mensajes? Las comunicaciones interplanetarias presentan aún muchas dificultades.

El primer mensaje que la humanidad envió a las estrellas fue transmitido el 16 de noviembre de 1974, por el radiotelescopio más grande del mundo, de 300 metros de diámetro, situado en Arecibo, Puerto Rico. El mensaje era una señal de tres minutos, enviada hacia un grupo de estrellas que está a 24.000 años-luz de distancia. Se cree que fue la señal más fuerte que ha emitido nunca la humanidad. Esta transmisión demuestra la confianza que sienten los hombres de ciencia en la existencia de extraterrestres que están «ahí arriba», escuchando.

El impulso de intentar el contacto con seres de otros planetas es, sin duda, muy fuerte en el hombre. A mediados del siglo XIX mucha gente daba por sentada la existencia de civilizaciones en la Luna y otros planetas. Y se propusieron varios métodos de comunicación con esas civilizaciones.

El inventor francés Charles Cros (1842-1888), por ejemplo, propuso la construcción de un enorme espejo que podría ser usado para reflejar la luz del sol desde la Tierra a Marte. Podía ser inclinado, pensaba, para transmitir una especie de código. La idea era ingeniosa: no existían garantías de que una civilización marciana pudiera reconocer o responder a ese código.

Los entusiastas experimentos de los hombres de ciencia del siglo XIX fueron inútiles. Pero la búsqueda de vida inteligente en otros planetas continúa y, durante el siglo XX hemos transmitido espectaculares mensajes a las estrellas sin hacer un esfuerzo especial.

Desde los años 40 los poderosos rayos de microondas de los radares y las emisoras de TV han ido expandiéndose por el espacio. Ya están llegando a las estrellas más próximas a la Tierra, como una marea de restos electromagnéticos, y aunque su intensidad es mínima, un receptor sensible podría recibir la señal hasta a 40 años-luz de distancia.

¿Qué pensaría un astrónomo extraterrestre de esta creciente marea de ondas electromagnéticas? Si efectúa observaciones a lo largo de un período de tiempo suficiente, hará un interesante descubrimiento: en la actualidad, la Tierra está emitiendo radiación un millón de veces más poderosa que hace unas pocas décadas. Y si usara su telescopio para medir la intensidad de radiación que sale de este pequeño planeta hará un descubrimiento aún más portentoso: la Tierra está emitiendo casi tanta radiación como el Sol, en los períodos de poca actividad de las manchas solares. De hecho, en el radioespectro, nuestro planeta debe aparecer tan brillante como una estrella.

Los hombres de ciencia extraterrestres no podrán por menos de reconocer las emisiones de ondas que no pueden ser explicadas por la acción de fuerzas naturales: tienen que ser producidas por medios artificiales. Con todo, pueden no considerar esas débiles señales como una prueba indiscutible de la existencia de una civilización en algún lugar cercano a nuestro sol y, aunque llegaran a la conclusión de que existe, les resultaría imposible descifrar la complicada mezcla de señales.

Si estamos tratando de comunicarnos con las civilizaciones que pueden existir en otros planetas es posible que esas civilizaciones estén tratando de comunicarse con nosotros. Nuestros radiotelescopios son suficientemente sensibles para recibir sus señales, pero existen dos problemas: no sabemos desde dónde podrían llegar sus transmisiones, ni qué longitud de onda debemos sintonizar.

Para entender las dificultades de los astrónomos, imaginen una radio que no pudiera sintonizar una emisora a menos que la antena estuviera dirigida directamente a la antena transmisora. La búsqueda de una emisora concreta requeriría no sólo una exhaustiva investigación para identificar la dirección del transmisor sino la necesidad de sintonizar todas las bandas para encontrar el canal. Los astrónomos se enfrentan con este problema y además se ven obligados a buscar en una variedad mucho mayor de bandas de frecuencia. Existe el inconveniente adicional de tener que escuchar cada longitud de onda durante varios minutos para detectar cualquier señal débil en medio del ruido de fondo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el astrónomo holandés Hendrick Christoffel van den Hulst calculó que los átomos de hidrógeno podrían, a veces, cambiar de un estado de energía a otro y, al hacerlo, podrían emitir un fotón (una cantidad de energía radiante electromagnética) cuya frecuencia correspondería a una longitud de onda de 21 cm. Postuló que los átomos de hidrógeno individuales harían esta transición con escasa frecuencia pero, como el hidrógeno es el elemento predominante en el universo, las «notas» de microondas emitidas por grandes cantidades de átomos de hidrógeno debían alcanzar un nivel que un equipo supersensible podría registrar. En 1951 el físico norteamericano Edward Mills Purcell hizo algunas observaciones que confirmaron la predicción de Van den Hulst. Como el hidrógeno es la sustancia que más abunda en el universo, es razonable asumir que cualquier civilización con una tecnología avanzada descubrirá esa propiedad de los átomos de hidrógeno y llegará a la conclusión, como los astrónomos terrestres, de que la longitud de onda de 21 cm es la más adecuada para transmitir y recibir señales en cualquier lugar del universo donde exista una tecnología avanzada.

Otra sugerencia en la misma línea es utilizar el hidroxil, la combinación de dos átomos de hidrógeno y oxígeno que, después del hidrógeno, es el más abundante emisor de microondas del espacio. Su emisión se efectúa en la longitud de onda de 17 cm. La banda de 17 a 21 cm es la que tiene menos interferencias y, por lo tanto, constituye la más natural para la comunicación interestelar.

En 1960 se hizo el primer intento serio de escuchar en la longitud de onda de 21 cm con la esperanza de recibir mensajes de las estrellas. Fue el Proyecto Ozma, de Frank Drake. La escucha comenzó a las 4 de la madrugada del 8 de abril de 1960, sin publicidad, ya que los astrónomos temían el ridículo. Durante 150 horas buscaron signos de una señal inteligible pero no encontraron absolutamente nada.

Después de Ozma, la búsqueda más amplia fue la que se terminó en 1976 en el observatorio de Green Bank, Estados Unidos. Pasaron 4 años observando las 659 estrellas que más probablemente albergan vida, a distancias entre 6 y 76 años-luz del Sol. Aunque su equipo era mucho más sensible que el empleado por Ozma, no encontraron nada.

Hasta ahora sólo hemos considerado la comunicación con civilizaciones lejanas que estuvieran a nuestro nivel tecnológico, o ligeramente más adelantadas. Pero la mayor parte de las civilizaciones técnicas pueden estar mucho más avanzadas.

El astrónomo soviético Kardashev ha sugerido que podrían existir civilizaciones de tres niveles. Una civilización de nivel A como la de la Tierra, capaz de explotar sólo una parte de los recursos energéticos disponibles; una civilización de nivel B podría aprovechar toda la energía de su estrella, disponiendo así de energías 100 trillones de veces mayores que las de una civilización de nivel A. Una civilización de nivel C podría explotar galaxias enteras, disponiendo así de energía 100 billones de veces mayores que las del nivel B. Si la teoría de Kardashev es correcta, una civilización de nivel B será fácilmente detectable en toda su galaxia, y una de nivel C, en todo el universo. Así, podríamos sentir la tentación de descartar la posibilidad de la existencia de semejantes civilizaciones porque no hemos encontrado señales de su presencia. Pero, ¿estamos escuchando bien? ¿Estamos sordos a una señal que recibimos con claridad y fuerza?

En 1965 el radioastrónomo soviético Scholomitski estudió la fuente de radio CTA 102 y anunció que su intensidad variaba de forma significativa, con una periodicidad aparente de 100 días, y que transmitía en una longitud de onda de 18 cm. Se especuló que la oscilación podría servir como radiofaro que llamara a la atención sobre CTA 102.

Más tarde, CTA 102 fue identificada como un quasar..., una fuente natural. Pero, aun así, ¿no podría estar bajo el control de una civilización de nivel B o C? ¿Y no podría suceder lo mismo con los púlsares, estrellas que también emiten pulsaciones de radiación regulares?

Las variaciones de intensidad parecen muy irregulares en el caso de los quasars y muy regulado en el de los púlsares; en ninguno de los casos parece que se esté recibiendo información de una fuente inteligente. Pero, esas señales, ¿no podrían ser mensajes de seres tan inteligentes que no los entendemos porque nuestra capacidad mental es limitada? Quizás, pero parece improbable, porque cualquier civilización avanzada comprendería, sin duda, los problemas de la comunicación interestelar y utilizaría el método más sencillo.

Un problema más serio podría ser el provocado por el contacto con civilizaciones más atrasadas que la nuestra. ¿Cómo podríamos comunicarnos con seres tan tontos como, por ejemplo, una vaca, o como los hombres de la Edad de Piedra? Y si pudiéramos encontrar alguna forma de comunicación, querríamos preservar su cultura y su forma de vida. (Por supuesto, una civilización extraterrestre podría adoptar la misma actitud respecto a nosotros.)

Pero sea como sea, habrá que preparar proyectos mucho más importantes si la búsqueda de IET debe tener alguna esperanza de éxito. La más famosa de esas propuestas es el Proyecto Cyclops de la NASA, que incluiría más de 1.000 radiotelescopios, cada uno del tamaño de un balón de fútbol, interconectados por un sistema electrónico computarizado. Este regimiento de radiotelescopios podría registrar radiaciones debilísimas: un mensaje de otra civilización podría ser registrado aún a una distancia de 1.000 años-luz.

La realización del Proyecto Cyclops no será fácil ni barata, aunque sí perfectamente factible. Se ha estimado que costará entre 10 y 50 billones de dólares construirlo y hacerlo funcionar. Nuestra tecnología es capaz de organizar una búsqueda muy eficaz de señales extraterrestres. Pero, ¿valdrá la pena? Nadie puede garantizar el éxito.

viernes, 20 de febrero de 2009

¿Dónde viven los extraterrestres?

Sabemos qué estrellas podrían albergar vida. Pero, ¿se han enterado los extraterrestres de que hay vida en la Tierra? ¿Están investigando igual que nosotros?

La creencia de que la humanidad no es la única forma de vida inteligente en el Universo es muy antigua. Y es más que una creencia: como dijo el filósofo Metrodoro en el siglo III a.C., «considerar que la Tierra es el único mundo poblado en la infinidad del espacio es tan absurdo como asegurar que en un campo sembrado de mijo sólo germinará una semilla.» De hecho, las posibilidades matemáticas de que el hombre no sea la única criatura inteligente en la inmensidad del espacio son muy altas, pero subsisten problemas que deben superarse antes de que podamos estar seguros de que entraremos en contacto con otra civilización.

Uno de ellos, como hemos visto, es el problema de que una civilización tecnológicamente avanzada sobreviva el tiempo suficiente para recibir un mensaje de la Tierra. Usando la misma lógica, nosotros podríamos desaparecer en el tiempo que tarda la señal en ser recibida y contestada. Otro problema es hacia dónde dirigir nuestras señales y, aunque nuestros mensajes sean recibidos, ¿cómo podremos estar seguros de que son entendidos?

Las condiciones de la vida

Presupondremos que la vida que podremos encontrar es, biológicamente, igual que la vida de la Tierra, o sea una vida basada en el carbono y el agua. Esta idea es lógica porque, aunque en teoría la vida puede surgir en temperaturas que van desde la que hay en la superficie de una estrella hasta la de un planeta frío, esa vida difícilmente estará compuesta por los mismos materiales o se parecerá a la de la Tierra. Además, la biología terrestre incorpora materiales -carbono, nitrógeno, hidrógeno y oxígeno- que existen en grandes cantidades en el espacio, y las condiciones de la Tierra se prestan para que surja vida basada en ellos. Es lógico que la vida aparezca a partir de las sustancias que abundan, como comprendió instintivamente Metrodoro.

En la práctica, esto significa empezar la búsqueda por las estrellas más parecidas a nuestro Sol. En materia de estrellas, el Sol no es particularmente grande ni pequeño, y esa moderación es crucial para el desarrollo de la vida. Una estrella pesada arde con brillo, y arde rápido; una que tenga el doble de su masa será el doble de caliente, pero durará la décima parte del tiempo de vida que se predice para el Sol: mil millones de años en vez de diez mil millones. Y además, emitirá grandes cantidades de radiaciones letales de onda corta que impedirán la aparición de cualquier tipo de vida.

Una estrella relativamente ligera, en cambio, durará mucho tiempo, pero no producirá suficiente luz para mantener la vida, pese a que sus radiaciones serán comparativamente inofensivas. Sucede que las formas de vida más primitivas y tempranas -las plantas- dependen de la luz del Sol para descomponer el dióxido de carbono de la atmósfera, utilizar el carbono como alimento y liberar oxígeno. Nuestro Sol es un afortunado punto medio entre los extremos de calor y frío; existen unos 5.000 millones de estrellas como él en la Galaxia.

Sin embargo, la mera existencia de estrellas del tipo del Sol no significa que haya vida -o pueda haberla- en sus proximidades. Cualquier proceso biológico necesita la protección de un planeta: un lugar protegido por su atmósfera de las radiaciones ultravioleta, que funcione como lugar de encuentro para los elementos químicos de la vida. Para un astrónomo moderno resulta bastante fácil encontrar las estrellas adecuadas. Pero encontrar una acompañada de todo un sistema planetario es un poco más complicado.

Los resultados de una investigación sobre la naturaleza de las estrellas con planetas, publicada en 1976 por Helmut Abt y Saúul Levy, son cruciales a este respecto. Abt y Levy observaron que los sistemas de estrellas dobles (o estrellas binarias) se dividen en dos categorías: los que necesitan 100 años o más para completar una órbita alrededor de la otra, y aquellos en que las estrellas están más cerca la una de la otra y completan sus órbitas con más rapidez. Razonaron que los sistemas binarios más cercanos y de período corto se crearon cuando la nube de gas giratorio de la que se forman las estrellas se partió en dos. A medida que la rotación de la nube aumentaba, aumentaba también su densidad, y la protoestrella se volvió inestable; finalmente se dividió y formó una estrella doble. Cuando calcularon la cantidad de energía de esos sistemas, llegaron a la conclusión de que todas las protoestrellas que se estaban condensando se dividieron de esa forma. Pero un tercio de las estrellas que estudiaron Abt y Levy no tenían soles acompañantes. La conclusión a que llegaron fue que se habían formado planetas en vez de estrellas.

Los astrónomos calculan que las estrellas que tienen una vez y media la masa de nuestro Sol o menos, producen suficiente luz y duran el tiempo necesario para que la vida aparezca en sus planetas. Del trabajo de Abt y Levy se desprende que las estrellas de ese tamaño que no forman parte de un sistema binario próximo deberían tener planetas. Esos planetas podrían albergar vida y... si hay vida, ¿por qué no civilización?

Es posible detectar la existencia de planetas alrededor de una estrella al buscar variaciones en su movimiento por el espacio. El movimiento es resultado de la rotación de toda nuestra Galaxia; la variación es un «bamboleo» causado por el efecto gravitatorio de los satélites que pueda tener la estrella. Y en 1963, Peter van de Kamp, astrónomo del observatorio Sproul de Pennsylvania (Estados Unidos), anunció que la enana roja llamada estrella de Barnard -la segunda más próxima a nuestro Sol- parecía tener un sistema planetario. En 1978 ya se habían descubierto una docena de estrellas con planetas tanto más grandes que nuestro Júpiter, pero todas eran enanas rojas. Ninguno podía albergar vida.

Pese a ello, otros astrónomos están observando estrellas más prometedoras, usando el método más sensible de la espectroscopia. Ésta mide los cambios de longitud de onda de la luz emitida por las estrellas, cambios causados por los planetas que giran a su alrededor. Otro método es la interferometría por rayos láser, que anula en gran parte el efecto de la atmósfera de la Tierra y permite medir con precisión el comportamiento de las estrellas. Pero el trabajo es largo y delicado, y pasarán años antes de que dé resultados.

Y, cuando se descubran los planetas, ¿qué? Las señales de radio siguen pareciendo el mejor método para establecer contacto, y en ese caso sólo las civilizaciones tecnológicamente avanzadas podrán responder. Si se envían ondas equipadas con cámaras podrán proporcionar pocos datos, ya que las cámaras necesitarían lentes de gran definición, capaces de distinguir detalles pequeños a pocos metros de distancia.

Por otro lado, aunque los astronautas sólo han llegado a la Luna, sondas automáticas han aterrizado ya en Marte y en Venus y han viajado más allá de Júpiter y Saturno. Nuestra primera exploración de las estrellas, entonces, podría hacerse por medio de sondas estelares, más que con misiones tripuladas. Usando la misma lógica, es posible que si los extraterrestres quisieran visitarnos, al principio no lo hicieran personalmente sino por medio de sondas que atravesarían nuestro sistema solar y enviarían mensajes acerca de la vida en la Tierra.

Nosotros mismos hemos enviado sondas, no sólo para obtener información sino llevando un mensaje de la Tierra a otros seres del espacio. El 3 de marzo de 1972 se efectuó el lanzamiento de la sonda dirigida a Júpiter, Pioneer 10. Fijada en su antena había una pequeña placa grabada en una plancha de aluminio anodizada con oro cuyo tamaño era de 15 por 22,5 cm.

En la plancha está grabado un mensaje en clave que fue compuesto por los astrónomos norteamericanos Carl Sagan y Frank Donald Drake. Está escrito según el código binario que usan las computadoras, y localiza a la Tierra en relación a los púlsares más próximos, que forzosamente constituirían «señales físicas» reconocibles para cualquier civilización tecnológicamente avanzada. Otra parte del grabado muestra las posiciones de los planetas del sistema solar, con la trayectoria del Pioneer X marcada entre ellos. Pero el detalle más discutido de la placa es un diagrama que muestra al Pioneer X y, frente a él, a escala, las representaciones de un hombre y una mujer desnudos. Se debatió mucho el hecho de que el hombre tuviera el brazo levantado, en lo que -se espera- será interpretado como un saludo de paz. Pero el escritor científico Ian Ridpath informa que cuando levantó un brazo frente a una jaula llena de monos Rhesus, que están estrechamente emparentados con el hombre, éstos le atacaron.

¿Qué entenderán de esto otros seres? Presumiblemente, cualquier civilización suficientemente avanzada como para hacerse con la sonda tendrá el conocimiento científico necesario para entender los símbolos puramente técnicos. Pero Sagan ha señalado que los dibujos de los seres humanos podrían desconcertarlos, ya que quizá no se parezcan a ninguna forma de vida conocida por ellos; quizá no se den cuenta, siquiera, de que se trata de formas de vida.

Pero, ¿y si una sonda espacial ha pasado ya junto a la Tierra? ¿Les interesaríamos? ¿Se molestarían en venir a visitarnos personalmente? Estamos empezando a demostrar que podemos enviar cohetes de nuestro planeta a otros mundos; también hemos mostrado una notable incapacidad para vivir en paz y resolver los problemas de nuestro planeta. Pero ahora que podemos impulsarnos, junto con nuestros problemas, hacia las estrellas, podríamos adquirir gran interés para los habitantes de otros mundos. Cualquier federación galáctica preocupada por su supervivencia y la paz de la Galaxia, sin duda querrá vigilarnos cuidadosamente.

En realidad, ¿no será que ya hay extraterrestres viviendo entre nosotros? Si quisiéramos estudiar una cultura primitiva, trataríamos de pasar lo más desapercibidos posible. Del mismo modo; un buen hombre de ciencia extraterrestre preferiría observarnos sin ser visto. Y si los extraterrestres quieren entendernos realmente, lo más probable es que se mezclen con nosotros. ¿Qué mejor sistema que adoptar una apariencia humana, para pasar desapercibidos? De modo que quizás ya nos estén vigilando: quizá los extraterrestres están más cerca de lo que imaginamos.

Sonidos de la vida humana

El disco de larga duración más extraño y -quizás- más importante que se haya grabado en la Tierra, fue enviado al espacio a bordo de las dos naves Voyager lanzadas en agosto de 1977. Se trata de un disco de cobre de 30 cm de diámetro y 16 2/3 revoluciones por minuto; su duración es de 2 horas. Una selección de 116 imágenes, grabadas electrónicamente, muestran la vida en la Tierra en el siglo XX, incluyendo «fotos» de un feto, una madre y su hijo, una familia, gente de diferentes razas y diversas muestras de vida animal y vegetal. Varios edificios y una plataforma de lanzamiento de cohetes representan la tecnología humana. También hay saludos orales en 55 idiomas, así como sonidos: el viento, la marea, ranas, ballenas y sonidos no naturales, como el del motor de un tractor y el despegue del Saturno V. El inventor de Sonidos de la Tierra, el doctor Carl Sagan, lo describe como «una botella arrojada al océano cósmico». Pero, ¿la encontrará alguien? Y, si es así, ¿podrán entenderla los extraterrestres?