Ante las múltiples afirmaciones de su presencia, la pregunta lógica es ¿por qué no bajan de una vez y se dan a conocer?... Desde 1947 miles de personas en todo el mundo contemplan las evoluciones de extraños artefactos de características técnicas revolucionarias que, lejos de ocultarse, se exhiben ante las multitudes cada día con mayor audacia.
¿Se trata de un vasto plan educativo a largo plazo, con el ánimo de ir habituando lenta pero eficazmente a la población en cuanto a la constante presencia extraterrestre?...Con este método de montar un perenne espectáculo en los cielos, en medio siglo habrán domesticado la recalcitrante mente humana, que acabará aceptándolos como un fenómeno de rutina. Milagros del precontacto indirecto, que equivale a una impresionante campaña de relaciones públicas en orden a crear una seductora imagen interplanetaria.
El no-contacto es una realidad, sin perjuicio de que entre los extraterrestres y la raza humana se estén produciendo, en gran escala, otras modalidades menos patentes de interrelación, distintas al contacto abierto. En otras palabras, aunque el hombre de la calle no lo sepa, el contacto existe según los «contactados»-, no sólo en una sino en varias formas, y la única suerte de comunicación por ahora ausente, es el establecimiento de relaciones bilaterales, ostensibles y a la vista de todos.
Pudiera ser que un acercamiento mutuo se conceda en exclusividad a las especies evolucionadas y que el aislamiento, al menos parcial, de la raza inferior con respecto a la superior, sea la tónica ante civilizaciones que se encuentran en su primer estadio de despegue cultural.
¿Vivimos en un planeta joven y por ello la transferencia de información en dos direcciones no está aún formalizada?... ¿Somos una excepción, es atípico y claramente anormal lo que está ocurriendo aquí?, ¿O estamos experimentando la secuencia rutinaria de acontecimientos que han tenido lugar anteriormente en trillones de planetas?
Las generaciones venideras tal vez encuentren explicaciones a tantos desalentadores interrogantes sobre la normativa del canje de embajadores entre planetas. Por nuestra parte, hemos de contentarnos con ejercitar la imaginación controlada y recomponer el imposible rompecabezas en base a un ingente montón de datos aislados.
Se reportan unas cien observaciones al día, pero como sale a la luz un exiguo diez por ciento de los casos, quiere decir que se producen más de treinta mil incidentes en el mes, y millares de fotografías, captaciones de radar, aterrizajes, paseos de humanoides y monstruos antiestéticos, huellas y residuos en el terreno, agresiones, raptos de personas, «contactados» y el cuento de nunca acabar. Un espionaje bien planeado, que se concentra preferentemente en determinadas áreas neurálgicas: embalses de agua potable, instalaciones atómicas, bases militares, grandes factorías, centrales eléctricas, torres de microondas, nudos de comunicaciones y otras.
Como ha comentado Aimé Michel, la ausencia del contacto es uno de los elementos del magno «festival del absurdo» extraterrestre, y el problema número uno que nos plantea el fenómeno. ¿Por qué no se manifiestan?, clama la opinión pública. Al estudiar una batería de eventuales respuestas, es preciso recordar que quizás no obedezcan a un solo motivo sino a muchos, como corresponde a la pasmosa complejidad del problema del no-contacto.
Algunas posibles respuestas
La situación y desarrollo evolutivo de un sistema no pueden ser alterados por agentes externos al mismo, a fin de que los miembros de este colectivo asuman la responsabilidad de adoptar decisiones autónomas, de ejercer el derecho a crear su propio destino sin interferencias exógenas. Según este principio de no-intervención, ninguna humanidad planetaria está autorizada a perturbar el curso histórico de otra, a excepción de los centros decisorios encargados por la legislación del universo observable, de su supervisión, dirección y control. Su equivalencia a escala unitaria es la sagrada preservación del libre albedrío individual, ya que la realidad podría ser un conjunto de radical y absoluta autodeterminación en todos sus múltiples niveles.
Hay quienes opinan que el no-contacto es sólo transitorio; algo así como una medida precautoria, o cuarentena. Por ahora se encuentran interrumpidas las comunicaciones inter-espaciales, debido a violaciones históricas de la normativa global. En terminología teológica el bloqueo provisional de relaciones abiertas bilaterales sería producto del pecado original o de la rebelión de Lucifer. La teoría del aislamiento punitivo es vigorosamente defendida por los anónimos autores del fascinante «Libro de Urantia» (Chicago, 1955).
Es posible que haya un insalvable desnivel de psiquismo entre los supuestos visitantes y nosotros. Una comunicación eficaz implica la comprensión del mensaje recibido. Pero supongamos que las especies que merodean por nuestra atmósfera hayan seguido otra línea evolutiva; su inteligencia se ha desarrollado en diferente dirección o pertenecen a sistemas que nos son abismalmente extraños (multidimensionalidad, universos paralelos, frecuencias vibratorias interpenetradas, «realidades probables» de Seth, etcétera), con un mecanismo cerebral (y su consiguiente proceso lógico), aparato psíquico y dotación sensorial fantásticamente diversos a los del Homo Sapiens. En tales circunstancias (muy probables además en un universo cuya primera magnificencia observable es su asombrosa diversidad), cabe esperar barreras mentales y lógicas infranqueables, la incomunicabilidad radical entre sistemas. Lo que no debe de extrañarnos, pues somos incapaces de dirigir signos y señales reconocibles a los millones de especies animales que nos rodean y no sabemos decirle «me gustas» a un rododendro.
Pudiera ser también que no bajen para no enfermar pues no son inmunes a los gérmenes y dolencias terrestres. O bien porque no soportan nuestro medio.
Hay otra «atmósfera» psíquica o radio-biológica, que tampoco resisten según algunos «contactados». Son gente normal, incapaz de convivir en un ambiente de odio y miseria ética tan degradado como el terrestre. Se sienten desgraciados en mitad de un océano de pensamientos y vibraciones «densos» y de baja estofa.
Si tienen un nivel tan alto y tan desarrollado de inteligencia, puede ser que no les causemos ninguna gracia. Exponerse a nuestro rudimentario sentido del humor, perturbaría gravemente sus circuitos anímicos. Ni siquiera se conmoverían con las sutiles ironías británicas y encontrarían intolerable convivir con personas que no les capten al vuelo sus «golpes». Sólo este importante motivo sería ya una explicación para el no-contacto.
Somos muy primitivos
A quién se le ocurriría «contactar» con un montón de estiércol?... Nuestra perpetua historia de sangre, sudor y lágrimas hace sospechar que nos han destinado a un receptáculo de vida de moralidad atípica, donde por razones de economía y eficiencia penal han concentrado a los espíritus delincuentes, incorregibles y gamberros de una vasta región de la Vía Láctea. Un maldito basurero cósmico, donde sufren condena toda suerte de canallas e inadaptados, no merece desde luego lazos de amistad. Y no debemos culparles; reconozcamos que nadie va de gira a un Sing-Sing debidamente aislado en el espacio y que no es apetecible tratar con el «lumpen» residual de desterrados de muchos planetas cercanos, al menos antes de que se reformen y rehabiliten.
Supongamos que les da por abrir la espita del contacto. ¿A quién se dirigen?. .. ¿A la Casa Blanca, al Kremlin, al Papa o a Lola Flores? No hay representación válida para negociar a la única escala concebible que es la planetaria, dado que un planeta (o quizás un sistema solar) es la mínima célula político-administrativa viable a efectos de un pacto con El Espacio. El contacto aguarda, como mínimo, a que organicemos un gobierno mundial respaldado fehacientemente por la voluntad popular, capaz de designar interlocutores acreditados y de promulgar disposiciones legales que regulen pacíficas y constructivas relaciones interplanetarias.
Tal vez sólo les mueva el deseo de aprender y una aséptica curiosidad científica. Nos analizan fascinados como a insectos y, con sus métodos prodigiosos de observación a distancia, no necesitan conexiones personales.
Están investigando cuidadosamente toda la estructura terrestre y buscan un buen índice de fiabilidad en los resultados. Para ello, un principio generalmente aceptado de metodología científica aconseja reducir al mínimo la influencia de los instrumentos de examen en el sistema observado, máxime si sus componentes están dotados de inteligencia, pues ya se sabe que la gente modifica su comportamiento normal cuando se siente observada.
Suspensión transitoria del contacto
La «Rand Corporation» formuló una serie de recomendaciones para los astronautas de la NASA en su prevista exploración de planetas cercanos, y son todas ellas un lúcido manual de prudencia interplanetaria que Otto Binder resume así:
1. Los expedicionarios permanecerán en órbita y enviarán pequeños sondas sólo si no se observa vida en la superficie.
¿Se trata de un vasto plan educativo a largo plazo, con el ánimo de ir habituando lenta pero eficazmente a la población en cuanto a la constante presencia extraterrestre?...Con este método de montar un perenne espectáculo en los cielos, en medio siglo habrán domesticado la recalcitrante mente humana, que acabará aceptándolos como un fenómeno de rutina. Milagros del precontacto indirecto, que equivale a una impresionante campaña de relaciones públicas en orden a crear una seductora imagen interplanetaria.
El no-contacto es una realidad, sin perjuicio de que entre los extraterrestres y la raza humana se estén produciendo, en gran escala, otras modalidades menos patentes de interrelación, distintas al contacto abierto. En otras palabras, aunque el hombre de la calle no lo sepa, el contacto existe según los «contactados»-, no sólo en una sino en varias formas, y la única suerte de comunicación por ahora ausente, es el establecimiento de relaciones bilaterales, ostensibles y a la vista de todos.
Pudiera ser que un acercamiento mutuo se conceda en exclusividad a las especies evolucionadas y que el aislamiento, al menos parcial, de la raza inferior con respecto a la superior, sea la tónica ante civilizaciones que se encuentran en su primer estadio de despegue cultural.
¿Vivimos en un planeta joven y por ello la transferencia de información en dos direcciones no está aún formalizada?... ¿Somos una excepción, es atípico y claramente anormal lo que está ocurriendo aquí?, ¿O estamos experimentando la secuencia rutinaria de acontecimientos que han tenido lugar anteriormente en trillones de planetas?
Las generaciones venideras tal vez encuentren explicaciones a tantos desalentadores interrogantes sobre la normativa del canje de embajadores entre planetas. Por nuestra parte, hemos de contentarnos con ejercitar la imaginación controlada y recomponer el imposible rompecabezas en base a un ingente montón de datos aislados.
Se reportan unas cien observaciones al día, pero como sale a la luz un exiguo diez por ciento de los casos, quiere decir que se producen más de treinta mil incidentes en el mes, y millares de fotografías, captaciones de radar, aterrizajes, paseos de humanoides y monstruos antiestéticos, huellas y residuos en el terreno, agresiones, raptos de personas, «contactados» y el cuento de nunca acabar. Un espionaje bien planeado, que se concentra preferentemente en determinadas áreas neurálgicas: embalses de agua potable, instalaciones atómicas, bases militares, grandes factorías, centrales eléctricas, torres de microondas, nudos de comunicaciones y otras.
Como ha comentado Aimé Michel, la ausencia del contacto es uno de los elementos del magno «festival del absurdo» extraterrestre, y el problema número uno que nos plantea el fenómeno. ¿Por qué no se manifiestan?, clama la opinión pública. Al estudiar una batería de eventuales respuestas, es preciso recordar que quizás no obedezcan a un solo motivo sino a muchos, como corresponde a la pasmosa complejidad del problema del no-contacto.
Algunas posibles respuestas
La situación y desarrollo evolutivo de un sistema no pueden ser alterados por agentes externos al mismo, a fin de que los miembros de este colectivo asuman la responsabilidad de adoptar decisiones autónomas, de ejercer el derecho a crear su propio destino sin interferencias exógenas. Según este principio de no-intervención, ninguna humanidad planetaria está autorizada a perturbar el curso histórico de otra, a excepción de los centros decisorios encargados por la legislación del universo observable, de su supervisión, dirección y control. Su equivalencia a escala unitaria es la sagrada preservación del libre albedrío individual, ya que la realidad podría ser un conjunto de radical y absoluta autodeterminación en todos sus múltiples niveles.
Hay quienes opinan que el no-contacto es sólo transitorio; algo así como una medida precautoria, o cuarentena. Por ahora se encuentran interrumpidas las comunicaciones inter-espaciales, debido a violaciones históricas de la normativa global. En terminología teológica el bloqueo provisional de relaciones abiertas bilaterales sería producto del pecado original o de la rebelión de Lucifer. La teoría del aislamiento punitivo es vigorosamente defendida por los anónimos autores del fascinante «Libro de Urantia» (Chicago, 1955).
Es posible que haya un insalvable desnivel de psiquismo entre los supuestos visitantes y nosotros. Una comunicación eficaz implica la comprensión del mensaje recibido. Pero supongamos que las especies que merodean por nuestra atmósfera hayan seguido otra línea evolutiva; su inteligencia se ha desarrollado en diferente dirección o pertenecen a sistemas que nos son abismalmente extraños (multidimensionalidad, universos paralelos, frecuencias vibratorias interpenetradas, «realidades probables» de Seth, etcétera), con un mecanismo cerebral (y su consiguiente proceso lógico), aparato psíquico y dotación sensorial fantásticamente diversos a los del Homo Sapiens. En tales circunstancias (muy probables además en un universo cuya primera magnificencia observable es su asombrosa diversidad), cabe esperar barreras mentales y lógicas infranqueables, la incomunicabilidad radical entre sistemas. Lo que no debe de extrañarnos, pues somos incapaces de dirigir signos y señales reconocibles a los millones de especies animales que nos rodean y no sabemos decirle «me gustas» a un rododendro.
Pudiera ser también que no bajen para no enfermar pues no son inmunes a los gérmenes y dolencias terrestres. O bien porque no soportan nuestro medio.
Hay otra «atmósfera» psíquica o radio-biológica, que tampoco resisten según algunos «contactados». Son gente normal, incapaz de convivir en un ambiente de odio y miseria ética tan degradado como el terrestre. Se sienten desgraciados en mitad de un océano de pensamientos y vibraciones «densos» y de baja estofa.
Si tienen un nivel tan alto y tan desarrollado de inteligencia, puede ser que no les causemos ninguna gracia. Exponerse a nuestro rudimentario sentido del humor, perturbaría gravemente sus circuitos anímicos. Ni siquiera se conmoverían con las sutiles ironías británicas y encontrarían intolerable convivir con personas que no les capten al vuelo sus «golpes». Sólo este importante motivo sería ya una explicación para el no-contacto.
Somos muy primitivos
A quién se le ocurriría «contactar» con un montón de estiércol?... Nuestra perpetua historia de sangre, sudor y lágrimas hace sospechar que nos han destinado a un receptáculo de vida de moralidad atípica, donde por razones de economía y eficiencia penal han concentrado a los espíritus delincuentes, incorregibles y gamberros de una vasta región de la Vía Láctea. Un maldito basurero cósmico, donde sufren condena toda suerte de canallas e inadaptados, no merece desde luego lazos de amistad. Y no debemos culparles; reconozcamos que nadie va de gira a un Sing-Sing debidamente aislado en el espacio y que no es apetecible tratar con el «lumpen» residual de desterrados de muchos planetas cercanos, al menos antes de que se reformen y rehabiliten.
Supongamos que les da por abrir la espita del contacto. ¿A quién se dirigen?. .. ¿A la Casa Blanca, al Kremlin, al Papa o a Lola Flores? No hay representación válida para negociar a la única escala concebible que es la planetaria, dado que un planeta (o quizás un sistema solar) es la mínima célula político-administrativa viable a efectos de un pacto con El Espacio. El contacto aguarda, como mínimo, a que organicemos un gobierno mundial respaldado fehacientemente por la voluntad popular, capaz de designar interlocutores acreditados y de promulgar disposiciones legales que regulen pacíficas y constructivas relaciones interplanetarias.
Tal vez sólo les mueva el deseo de aprender y una aséptica curiosidad científica. Nos analizan fascinados como a insectos y, con sus métodos prodigiosos de observación a distancia, no necesitan conexiones personales.
Están investigando cuidadosamente toda la estructura terrestre y buscan un buen índice de fiabilidad en los resultados. Para ello, un principio generalmente aceptado de metodología científica aconseja reducir al mínimo la influencia de los instrumentos de examen en el sistema observado, máxime si sus componentes están dotados de inteligencia, pues ya se sabe que la gente modifica su comportamiento normal cuando se siente observada.
Suspensión transitoria del contacto
La «Rand Corporation» formuló una serie de recomendaciones para los astronautas de la NASA en su prevista exploración de planetas cercanos, y son todas ellas un lúcido manual de prudencia interplanetaria que Otto Binder resume así:
1. Los expedicionarios permanecerán en órbita y enviarán pequeños sondas sólo si no se observa vida en la superficie.
2. Si se comprobara la existencia de seres humanos, la primera expedición volverá sin haber intentado un aterrizaje.
3. Un segundo vehículo será lanzado con equipo ultrasensible, para espiar sin que se aperciban los habitantes.
4. Sensores rotando en órbita fotografiarán la totalidad del planeta.
5. Las instalaciones militares serán cuidadosamente registradas.
6. Se determinará si los nativos están más adelantados o retrasados que nosotros.
7. Si los aborígenes fueran hostiles, deben tomarse en los aterrizajes las máximas precauciones.
8. Jamás se descenderá en las grandes ciudades, sólo en áreas remotas con escasa densidad de población.
9. Equipos científicos recolectarán muestras de suelo, flora y fauna y otros especímenes de interés.
10. Si pobladores autóctonos se acercan a un artefacto, en ninguna circunstancia se abrirá fuego contra ellos.
11. En tal caso despegar inmediatamente y volver al cohete principal.
12. El más extremo secreto debe ser mantenido sobre la presencia de nuestras naves, y los acercamientos a la superficie sólo deberían realizarse durante la noche.
13. Ningún intento de contacto directo se llevará a cabo, sin asegurarse bien antes de la reacción favorable de los indígenas.
4. Si los naturales del astro extraño no son capaces de aceptar la idea de visitantes de otros mundos sin sentir pánico, el contacto debe ser postergado indefinidamente.
15. Se pondrán en juego toda suerte de sutiles artimañas para mantener perpetuamente en la duda a los nativos sobre la realidad de los artefactos encargados de la observación clandestina.
Las operaciones descritas, que requerirán varias incursiones, puede ser necesario mantenerlas durante un largo período de años o incluso de varias décadas, y siempre con un completo sigilo sobre la existencia de las aeronaves oriundas de la Tierra.
Por lo que se ve, una explícita antología de procedimientos de no-contacto es detalladamente aconsejada por la Rand, «el mayor embalse de energía cerebral al servicio de cualquier gobierno».
Contacto secreto
Se ha especulado sobre una «Cosmic Connection», el eventual acercamiento de los ufonautas a la «élite» que detenta el poder decisorio, cuidándose bien ambas partes de que negociaciones tan explosivas no trasciendan a la opinión pública. Cabe considerar dos variantes distintas de semejante hipótesis:
Los numerosos vehículos alienígenas y sus correspondientes tripulaciones que el gobierno norteamericano atesora en recintos ultrasecretos, a tenor de los convincentes resultados de una paciente investigación emprendida por Leonard Stringfield y otros estudiosos del tema. El Pentágono, según este coherente y bien documentado rumor, ha recogido más de una docena de aparatos interplanetarios y muchos cadáveres de ocupantes, principalmente en Méjico y en el sudoeste del país (Arizona, Texas y Nuevo Méjico). Este sería un genuino contacto «sólido», utilizando especimenes humanos y muestras de tecnología extraterrestre. Es de suponer que tales artefactos no han sufrido, un accidente, como irreflexivamente se ha apuntado, sino que los platillos «estrellados», junto con su contenido de enanitos calcinados, fueron colocados adrede sobre la arena del desierto y en las inmediaciones de alguna patrulla militar. Es significativo que a pesar de que los americanos lleven décadas analizando ansiosamente en sus laboratorios las naves «siniestradas», que sepamos no han logrado desentrañar el misterio de sus sistema de propulsión, porque ésa precisamente habría sido la intención de los que representan la complicada comedia sideral.
El segundo método de comunicación oculta, al margen de las multitudes, consistiría en un «tête a tête» (o mente a mente) entre los humanoides y los más encumbrados dirigentes de Estados Unidos, China y Rusia. Ha corrido mucha tinta sobre alguna suerte de conversaciones confidenciales entre las superpotencias y la Confederación de Planetas, en orden a concertar un pacto de concesiones y ventajas bilaterales, cuya primera y más cínica cláusula acordaría la perpetuación del no-contacto abierto y público. Según Otto Binder: «Es posible que los responsables políticos de los dos grandes bloques hayan tenido encuentros secretos con los alienígenas. Ambos sistemas de autoridad estarían solventando ahora, a dúo, el intrincado problema de cómo presentamos a nuestros hermanos del cosmos, sin pulverizar irremisiblemente la economía mundial, nuestros conceptos filosóficos, la tranquilidad popular y nuestro modo de vida».
Contacto privado
En esta categoría incluimos a los polémicos «contactados», que afirman recibir datos descriptivos de la realidad, proporcionados por agentes no convencionales que se valen de una amplia gama de métodos de comunicación: encuentros persona-a-persona, con figuras antropomórficas que descienden de un ovni, con entidades súbitamente materializadas delante del testigo, por telepatía, a través de un «médium» en estado de trance, por escritura automática, en forma de escritos anónimos recibidos por correo, etcétera. Se trata de un prototipo de contacto aislado, unipersonal y altamente selectivo, ya que los testigos son cuidadosamente elegidos por ciertas cualidades específicas apropiadas para el desempeño de la extraña misión que se les encomienda, abundando entre ellos los inadaptados y oligofrénicos, gente inestable y toda suerte de personalidades inestables y de ovejas negras.
Los «hombres-contacto» han florecido en gran escala desde la década de los años cincuenta, cuando abrió brecha el muy discutido (casi como todos ellos) George Adamski. Su número es mucho mayor de lo que se cree: los investigadores Don Elkins y Carla Rueckert han estudiado más de dos mil casos, el francés Jean-Pierre Troadec doscientos setenta y la Universarium Foundation de Portland (Oregón) insinúa que la nómina mundial asciende a doce mil. El volumen de información transvasada vía «contactados» es verdaderamente inmenso; calculamos que se han publicado más de doscientas mil páginas -la mayoría de ellas en lengua inglesa- sobre los temas más variados: Dios, la naturaleza del universo, las leyes naturales que rigen el cosmos, el comportamiento moral, la historia de la Creación y del planeta Tierra, la vida de Jesús, los rasgos de las civilizaciones en otros astros y niveles de existencia, el catastrofismo que nos espera de aquí al año dos mil y otras muchas cuestiones científicas que van desde la astrofísica a la estructura económica y la sociología; millones de palabras supuestamente reveladas que constituyen un masivo depósito de información, tal vez de insospechado valor, a la espera de que a la ciencia oficial se le ocurra someterlo a un metódico análisis.
La literatura «contactada» no es ciertamente fácil, y antes que nada hay que aprender a leerla. Sus textos no son lineales ni cartesianos, pues junto a enunciados sensatos, que pretenden explicar la realidad objetiva, aparecen premeditadamente mezclados «gazapos» que consisten en burdas falsedades, indicaciones absurdas, ridículas y contradictorias, elementos éstos infiltrados con ánimo de desprestigio, para que resulte intrincada la tarea de separar el trigo de la cizaña, el ruido de fondo o cortina de humo para despistar a los no avisados y estimular el escepticismo en el grueso de la población. Obviamente esta nueva revelación de la era atómica no va destinada a las masas, sino que con ella se intenta influir selectivamente, en un reducido núcleo de personas preparadas para asimilarla y que saben «de qué va la cosa», sin afectar las creencias del resto de la comunidad.
El «contactismo» no es más que una técnica, de lo más sutil y refinada, para comunicar nuevos conceptos, heterodoxos y subversivos para el status quo, de tal modo que sólo los capten los que son aptos para utilizarlos constructivamente y, al mismo tiempo, que el hombre de la calle saque la opinión de que se trata de los insensatos, un puñado de inofensivos charlatanes y desequilibrados. Es una sutil estratagema para insuflar la verdad a los pocos que se la merecen, sin efectos colaterales que trastornen a los que no se interesen por ella. Aunque, a la larga, el resultado acumulativo sobre el colectivo humano de los millares de contactados puede ser considerable y hacer las veces de una lenta separación para culminar finalmente en el contacto abierto.
La pareja formada por Don Elkins y Carla Rueckert ha elaborado una brillante monografía sobre los «contactados», publicada bajo el título de: «Secrets of the UFO», que de paso es uno de los estudios más exahustivos, interesantes y reveladores de toda la literatura ufológica.
3. Un segundo vehículo será lanzado con equipo ultrasensible, para espiar sin que se aperciban los habitantes.
4. Sensores rotando en órbita fotografiarán la totalidad del planeta.
5. Las instalaciones militares serán cuidadosamente registradas.
6. Se determinará si los nativos están más adelantados o retrasados que nosotros.
7. Si los aborígenes fueran hostiles, deben tomarse en los aterrizajes las máximas precauciones.
8. Jamás se descenderá en las grandes ciudades, sólo en áreas remotas con escasa densidad de población.
9. Equipos científicos recolectarán muestras de suelo, flora y fauna y otros especímenes de interés.
10. Si pobladores autóctonos se acercan a un artefacto, en ninguna circunstancia se abrirá fuego contra ellos.
11. En tal caso despegar inmediatamente y volver al cohete principal.
12. El más extremo secreto debe ser mantenido sobre la presencia de nuestras naves, y los acercamientos a la superficie sólo deberían realizarse durante la noche.
13. Ningún intento de contacto directo se llevará a cabo, sin asegurarse bien antes de la reacción favorable de los indígenas.
4. Si los naturales del astro extraño no son capaces de aceptar la idea de visitantes de otros mundos sin sentir pánico, el contacto debe ser postergado indefinidamente.
15. Se pondrán en juego toda suerte de sutiles artimañas para mantener perpetuamente en la duda a los nativos sobre la realidad de los artefactos encargados de la observación clandestina.
Las operaciones descritas, que requerirán varias incursiones, puede ser necesario mantenerlas durante un largo período de años o incluso de varias décadas, y siempre con un completo sigilo sobre la existencia de las aeronaves oriundas de la Tierra.
Por lo que se ve, una explícita antología de procedimientos de no-contacto es detalladamente aconsejada por la Rand, «el mayor embalse de energía cerebral al servicio de cualquier gobierno».
Contacto secreto
Se ha especulado sobre una «Cosmic Connection», el eventual acercamiento de los ufonautas a la «élite» que detenta el poder decisorio, cuidándose bien ambas partes de que negociaciones tan explosivas no trasciendan a la opinión pública. Cabe considerar dos variantes distintas de semejante hipótesis:
Los numerosos vehículos alienígenas y sus correspondientes tripulaciones que el gobierno norteamericano atesora en recintos ultrasecretos, a tenor de los convincentes resultados de una paciente investigación emprendida por Leonard Stringfield y otros estudiosos del tema. El Pentágono, según este coherente y bien documentado rumor, ha recogido más de una docena de aparatos interplanetarios y muchos cadáveres de ocupantes, principalmente en Méjico y en el sudoeste del país (Arizona, Texas y Nuevo Méjico). Este sería un genuino contacto «sólido», utilizando especimenes humanos y muestras de tecnología extraterrestre. Es de suponer que tales artefactos no han sufrido, un accidente, como irreflexivamente se ha apuntado, sino que los platillos «estrellados», junto con su contenido de enanitos calcinados, fueron colocados adrede sobre la arena del desierto y en las inmediaciones de alguna patrulla militar. Es significativo que a pesar de que los americanos lleven décadas analizando ansiosamente en sus laboratorios las naves «siniestradas», que sepamos no han logrado desentrañar el misterio de sus sistema de propulsión, porque ésa precisamente habría sido la intención de los que representan la complicada comedia sideral.
El segundo método de comunicación oculta, al margen de las multitudes, consistiría en un «tête a tête» (o mente a mente) entre los humanoides y los más encumbrados dirigentes de Estados Unidos, China y Rusia. Ha corrido mucha tinta sobre alguna suerte de conversaciones confidenciales entre las superpotencias y la Confederación de Planetas, en orden a concertar un pacto de concesiones y ventajas bilaterales, cuya primera y más cínica cláusula acordaría la perpetuación del no-contacto abierto y público. Según Otto Binder: «Es posible que los responsables políticos de los dos grandes bloques hayan tenido encuentros secretos con los alienígenas. Ambos sistemas de autoridad estarían solventando ahora, a dúo, el intrincado problema de cómo presentamos a nuestros hermanos del cosmos, sin pulverizar irremisiblemente la economía mundial, nuestros conceptos filosóficos, la tranquilidad popular y nuestro modo de vida».
Contacto privado
En esta categoría incluimos a los polémicos «contactados», que afirman recibir datos descriptivos de la realidad, proporcionados por agentes no convencionales que se valen de una amplia gama de métodos de comunicación: encuentros persona-a-persona, con figuras antropomórficas que descienden de un ovni, con entidades súbitamente materializadas delante del testigo, por telepatía, a través de un «médium» en estado de trance, por escritura automática, en forma de escritos anónimos recibidos por correo, etcétera. Se trata de un prototipo de contacto aislado, unipersonal y altamente selectivo, ya que los testigos son cuidadosamente elegidos por ciertas cualidades específicas apropiadas para el desempeño de la extraña misión que se les encomienda, abundando entre ellos los inadaptados y oligofrénicos, gente inestable y toda suerte de personalidades inestables y de ovejas negras.
Los «hombres-contacto» han florecido en gran escala desde la década de los años cincuenta, cuando abrió brecha el muy discutido (casi como todos ellos) George Adamski. Su número es mucho mayor de lo que se cree: los investigadores Don Elkins y Carla Rueckert han estudiado más de dos mil casos, el francés Jean-Pierre Troadec doscientos setenta y la Universarium Foundation de Portland (Oregón) insinúa que la nómina mundial asciende a doce mil. El volumen de información transvasada vía «contactados» es verdaderamente inmenso; calculamos que se han publicado más de doscientas mil páginas -la mayoría de ellas en lengua inglesa- sobre los temas más variados: Dios, la naturaleza del universo, las leyes naturales que rigen el cosmos, el comportamiento moral, la historia de la Creación y del planeta Tierra, la vida de Jesús, los rasgos de las civilizaciones en otros astros y niveles de existencia, el catastrofismo que nos espera de aquí al año dos mil y otras muchas cuestiones científicas que van desde la astrofísica a la estructura económica y la sociología; millones de palabras supuestamente reveladas que constituyen un masivo depósito de información, tal vez de insospechado valor, a la espera de que a la ciencia oficial se le ocurra someterlo a un metódico análisis.
La literatura «contactada» no es ciertamente fácil, y antes que nada hay que aprender a leerla. Sus textos no son lineales ni cartesianos, pues junto a enunciados sensatos, que pretenden explicar la realidad objetiva, aparecen premeditadamente mezclados «gazapos» que consisten en burdas falsedades, indicaciones absurdas, ridículas y contradictorias, elementos éstos infiltrados con ánimo de desprestigio, para que resulte intrincada la tarea de separar el trigo de la cizaña, el ruido de fondo o cortina de humo para despistar a los no avisados y estimular el escepticismo en el grueso de la población. Obviamente esta nueva revelación de la era atómica no va destinada a las masas, sino que con ella se intenta influir selectivamente, en un reducido núcleo de personas preparadas para asimilarla y que saben «de qué va la cosa», sin afectar las creencias del resto de la comunidad.
El «contactismo» no es más que una técnica, de lo más sutil y refinada, para comunicar nuevos conceptos, heterodoxos y subversivos para el status quo, de tal modo que sólo los capten los que son aptos para utilizarlos constructivamente y, al mismo tiempo, que el hombre de la calle saque la opinión de que se trata de los insensatos, un puñado de inofensivos charlatanes y desequilibrados. Es una sutil estratagema para insuflar la verdad a los pocos que se la merecen, sin efectos colaterales que trastornen a los que no se interesen por ella. Aunque, a la larga, el resultado acumulativo sobre el colectivo humano de los millares de contactados puede ser considerable y hacer las veces de una lenta separación para culminar finalmente en el contacto abierto.
La pareja formada por Don Elkins y Carla Rueckert ha elaborado una brillante monografía sobre los «contactados», publicada bajo el título de: «Secrets of the UFO», que de paso es uno de los estudios más exahustivos, interesantes y reveladores de toda la literatura ufológica.
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