Relatos procedentes de los más remotos rincones del planeta nos advierten de una escalofriante realidad: desde los albores de la Humanidad miles de personas han sido arrebatadas de su hábitats naturales por lo que parecen ser entidades extraterrestres. A bordo de sus súper-máquinas han sido concienzudamente examinados, para al poco tiempo ser devueltos al lugar donde fueron capturados, con la memoria del dramático incidente prácticamente borrada. Desde ese momento, las vidas de estas personas.
La evidencia no deja lugar a dudas. Centenares –tal vez miles– de semejantes nuestros han sido secuestrados por presuntos «extraterrestres», para ser llevados a bordo de sus supernaves y ser sometidos allí a una compleja manipulación psíquica y física, con fines que desconocemos hasta ahora. Según los investigadores norteamericanos John Schuessler –ingeniero de la NASA– y Richard Niemtzow –exobiólogo– contamos con al menos ciento treinta casos de secuestros conocidos. Ambos investigadores tomaron esos episodios para tratar de encontrar patrones de comportamiento comunes en semejantes relatos, y hallaron una amplia gama de coincidencias verdaderamente asombrosas, que nos obligan a creer en la realidad objetiva de tales hechos.
El proyecto VISIT, nombre que recibió el trabajo llevado a cabo por Schuessler y Niemtzow, realizó asimismo un retrato robot del tipo de entidades más frecuentemente reportadas en los sucesos (de apariencia humanoide, con una estatura media de 1,20 metros, cabeza desproporcionadamente voluminosa, ojos muy grandes y prolongados lateralmente, piel grisácea, boca y nariz apenas esbozadas y brazos muy largos), y trazó las líneas maestras que se encuentran en todo relato fidedigno de «secuestro OVNI». Por su parte, el folklorista Thomas E. Bullard consiguió demostrar en un monumental estudio que realizó sobre trescientos nueve casos de este tipo, que estos episodios siguen un orden tan sorprendente como revelador, y en el que destacan ocho episodios clave. A saber: captura, examen, deliberación, excursión, viaje a otros mundos, teofanía, regreso y consecuencias. Si bien todos los elementos no aparecen en todos los casos, sí hay un 84 por ciento de situaciones en los que el orden se cumple matemáticamente.
Estamos, pues, hablando de abducciones.
¿Qué significa el término abducción?
A esta clase de extraños incidentes vinculados a la fenomenología OVNI los ufólogos los denominamos «abducciones». Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, este término significa, en el contexto jurídico, «rapto por persuación o violencia». A él le siguen cuatro acepciones más que corresponden a la Filología y la Lógica, la Milicia y la Zoología, que aquí no nos interesan. De hecho, los ufólogos han adoptado esta palabra a su terminología teniendo sólo en cuenta la primera definición, pudiéndose precisar que en Ufología, «una abducción es el supuesto secuestro de uno o varios seres humanos por presuntos extraterrestres». Obsérvese que aquí se emplea la misma terminología prudente y aséptica que en España utiliza, por ejemplo, la prensa diaria y el Ministerio del Interior para referirse a los secuestros practicados por bandas terroristas. Todo el mundo es «presunto» y «supuesto», mientras no se demuestre lo contrario. Se parte, siempre, de la presunción de los hechos.
Las «leyes del misterio»
Desde ahora, emplearemos el término abducción únicamente en su sentido ufológico. Después de más de cuarenta años de investigaciones sobre el particular, estamos en condiciones de afirmar que conocemos aproximadamente un millar de casos de abducción en todo el mundo, destacando por su mayor incidencia las zonas geográficas de América del Norte y del Sur. Aunque presumimos igualmente que este número es sólo «la punta del iceberg», ateniéndonos a las características intrínsecas del fenómeno que nos ocupa, y que a continuación detallamos.
En primer lugar, está la amnesia –o «tiempo perdido» en el argot que popularizó al principio de la década de los ochenta el investigador neoyorquino Budd Hopkins– del sujeto o sujetos abducidos. Esta amnesia casi siempre impide a los protagonistas recordar el meollo del incidente y hasta ahora sólo hemos podido vencerla con el uso de técnicas de regresión hipnótica, mediante las cuales se somete al abducido a un estado de hiperrelajación en el que las imágenes que la memoria consciente se resiste a recordar afloran progresivamente. Es muy posible que el abducido recuerde el principio del episodio: por ejemplo, una luz muy fuerte que le cierra el paso mientras viaja de noche en su automóvil; una estrella que cae del cielo y se posa en un prado cercano, donde se resuelve en un «platillo volante», un súbito paro de todos los sistemas eléctricos del automóvil, un tiempo perdido, unas horas en las que el sujeto no sabe dónde ha estado, etc. Si algunos de estos particulares llega a oídos de un investigador y éste propone una hipnosis al sujeto –que éste acepta– es muy probable que entonces podamos recuperar un caso más para los anales del fenómeno abducción.
Mediante la regresión hipnótica, distinguidos profesionales como el psiquiatra norteamericano Dr. Leo Sprinkle, el psiquiatra de la misma nacionalidad Dr. Berthold Schwarzy el hipnólogo e ingeniero, también estadounidense, Dr. James Harder, han conseguido obtener relatos de varios centenares de abducciones. Este último investigador llegó a estudiar ciento cuatro casos, de los cuales el 39 por ciento eran varones y un 16 por ciento se trataba de niños acompañados de adultos. El 50 por ciento eran parados o trabajadores no especializados, un 10 por ciento oficinistas y alrededor de un 5 por ciento estudiantes universitarios. Lo que en líneas generales «implica un nivel ocupacional o educativo relativamente elevado».
Hay algo que sorprende de entrada en estos testimonios, y es su enorme coherencia, así como el parecido que todos presentan entre si. Hasta tal punto es así porque, según explica el estudioso británico John Rimmeren su obra The Evidence for Alien Abductions (1984), basándose solamente en relatos bien documentados ha podido construir un «modelo» de abducción, según el cual las personas abducidas (pertenecientes a ambos sexos, aunque con preponderancia del masculino) son seres humanos sanos, normales y no interesados particularmente por el problema OVNI. Más adelante examinaremos con mayor detalle y detenimiento sus características físicas y mentales.
Continuando con el «modelo» de abducción, ésta suele producirse de noche, en una carretera comarcal, por ejemplo (el impacto del fenómeno sobre automovilistas es muy elevado). Tras ver una luz potentísima o, en el mejor de los casos, el «platillo», el candidato a abducido ve acercarse al automóvil unos seres pequeños, macrocéfalos (de gran cabeza) que, tras anular su voluntad lo llevan a bordo de una «nave», donde el testigo observa una luz uniforme que no parece surgir de ninguna parte, y una «cámara de mando» con consolas, sillas a veces de conformación muy particular e «imposible» (terminadas en punta «por abajo»), en las que se sientan unos humanoides idénticos a los que le han secuestrado, que manipulan botones luminosos, palancas y diales. También se observa la presencia de pantallas, que suelen ser comparadas con nuestros monitores de televisión por el abducido. No tardará mucho nuestro sujeto en ser pasado a una cámara contigua, de aspecto clínico, con paredes blancas y una «mesa de operaciones», semejantes a las de los quirófanos, en el centro del habitáculo.
Una vez allí, el abducido es despojado de sus ropas, y se le somete a lo que parece ser un «reconocimiento médico». Este es llevado a cabo por los propios humanoides, aunque no son pocos los casos en que las tareas clínicas son llevadas a término por entidades que parecen estar en un plan de dependencia de otras, generalmente más altas y más «humanas», que aplican diversos aparatos al abducido, le toman muestras de sangre, a veces de semen, de cabellos, de piel, etc., y si se trata de una mujer, le hacen lo que parece ser un «reconocimiento ginecológico», introduciéndole por el ombligo una larga aguja, como en el caso de Betty Hill, admirablemente descrito por John G. Fuller en su obra El Viaje Interrumpido (1966). Por cierto que hoy en día hay algunos ginecólogos que se muestran sorprendidos al ver reflejado en este célebre caso de 1961 una técnica de ovaroscopia no puesta en marcha hasta fechas muy recientes y que, por tanto, no existía en la época en que el matrimonio Hill vivió su experiencia.
Este examen físico se complementa a veces con la «implantación» de «algo» (¿un microaparato?) en la nunca o bajo el cuero cabelludo del abducido. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos empleados en tratar de localizar estos implantes, muy pocos casos han acabado arrojando alguna clase de «prueba». Sin ir mas lejos, el 25 de Septiembre de 1986 la revista norteamericana Nature publicaba una inquietante carta firmada por siete miembros del Departamento de Genética del Hospital Wiston Churchill, de Oxford, en la que pedían ayuda para identificar un misterioso objeto que habían detectado en unos rutinarios análisis cromosómicos de un paciente. El objeto parecía manufacturado, y presentaba la apariencia de un crucigrama, con cuadros negros y blancos. Hasta hoy ninguno de los intentos de aclarar el enigma han resultado válidos, y el «implante» sigue desafiando a la opinión médica.
El norteamericano William Hermann, según explica en UFO Contact from Reticulum (1981), abducido varias veces por enanos macrocéfalos, denomina a la cámara donde tienen lugar todas estas maniobras clínicas «cámaras de inculcación». Y creemos que se trata de un nombre muy apropiado, pues sospechamos que el objetivo final de las abducciones de seres humanos es precisamente ése: la «inculcación» de unas órdenes que ni la hipnosis posterior más profunda puede desvelar. En efecto: cuando se llega en la regresión hipnótica a este punto, el corazón del abducido se acelera, llegando a alcanzar hasta 120 pulsaciones y obligando a suspender la experiencia para no poner en peligro su vida. Este fenómeno se pudo constatar, entre otros casos, durante la hipnosis del abducido español Julio F., que fue llevado a bordo de un OVNI en las proximidades de Medinaceli (Soria) en 1978. El investigador y psicólogo Germán de Argumosa, presente en las sesiones de hipnosis regresiva, señaló que si fuese un fraude, hubiera resultado imposible provocar tal aceleración cardiaca.
Retrato robot del abducido
La gama o espectro de los abducidos es muy estrecha, hasta el punto de que casi se puede realizar su retrato robot o identikit. Se trata generalmente de hombres o mujeres jóvenes (no mayores de 35 años), sanos de cuerpo y espíritu, de un coeficiente intelectual superior al normal de la población, sin el menor rasgo psicopatológico, buenos y sencillos. No necesariamente tienen que ser personas muy cultas. Abundan entre ellos las personas pertenecientes a profesiones no intelectuales: campesinos, camioneros, agentes del orden, amas de casa, etc. Muchos de ellos nunca mostraron el más mínimo interés sobre el fenómeno OVNI, y sin conocimientos sobre el mismo (y mucho menos sobre algo tan particular y concreto como son las abducciones).
No conocemos un solo caso de abducción de un científico, un militar de alta graduación, un sacerdote de cualquier religión, o un político. Dijérase que a los raptores les interesa únicamente el hombre químicamente puro, el hombre no condicionado, las mentes vírgenes o abiertas; no cargadas de conocimientos inútiles ni esclerosadas. ¿Para escribir en ellas como en una pizarra? Tal vez.
Existe un caso particular en los hitos abduccionistas de este fenómeno, que ilustra maravillosamente el hecho de que sólo les interesan sujetos jóvenes. Fue publicado en la revista Flying Saucer Review en Diciembre de 1983 por el investigador Ornar Fowler, y sitúa los hechos de la siguiente manera: un caballero de setenta y siete años, que una mañana temprano estaba pescando con caña cerca de Aldershot (Gran Bretaña) a orillas de un canal, fue invitado a subir a bordo de un «disco volante» por los dos ocupantes del mismo. Se trataba de dos humanoides de gran cabeza, del tipo comúnmente reportado, vestidos con un ajustado «mono de vuelo» plateado. Cuando el anciano caballero –que aceptó encantado la invitación– se encontró a bordo de la nave, los dos humanoides parecieron conferenciar, y uno de ellos, volviéndose hacia el abducido, le comunicó telepáticamente que se habían equivocado de objetivo, por culpa de la difusa luz del amanecer, tomándolo por una persona más joven. «Usted es demasiado viejo y no nos sirve».
Este es un case in point que demuestra perfectamente que los ocupantes de los OVNIs sólo están interesados en miembros jóvenes y sanos de nuestra propia especie. Pero, ¿a qué se debe? ¿A qué propósito obedece semejante selección?
Durante todos estos años de investigación del fenómeno, psiquiatras y psicólogos mal informados, que no conocen en absoluto este aspecto de la fenomenología OVNI, tienden a considerar como psicópatas a los sujetos que afirman haber sido abducidos. Así lo hace, por ejemplo, el psiquiatra español Dr. Antonio F. Bueno Ortega, al enjuiciar el caso de Próspera Muñoz, un ama de casa afincada en Gerona, y que fue abducida cuando sólo contaba siete años de edad en Jumilla (Murcia), recordando los hechos treinta años después, sin necesidad de hipnosis. Citando del libro de texto en el que aprendió la carrera, y tras ofrecer al lector una «lección magistral», dice el Dr. Bueno Ortega en su análisis publicado por la excelente revista Cuadernos de Ufología que Próspera Muñoz sufre un «Delirio Sistematizado Transitorio», corriendo «el serio peligro de ser una esquizofrénica».
La experiencia Clamar-Hynek
Es natural que el buen doctor llegue a estas conclusiones si se conoce y se estudia un solo caso de abducción, aislado de la casuística general y de las constantes que reinan en la misma, lo más natural para un psiquiatra freudiano es considerar delirante al sujeto que hace tales aseveraciones. Pero la cosa cambia si se examina el caso dentro del contexto general de un fenómeno repetido cientos de veces en todo el mundo, y protagonizado por personas que no se conocen entre sí, en épocas y países distintos. Cuando Próspera Muñoz se dirigió al investigador Antonio Ribera en 1981 para exponerme su caso, le ofreció una serie de detalles y constantes que conocía por figurar en otros casos de abducción, pero que ella no podía conocer puesto que en ninguna publicación española de las que estaba a su alcance se habían publicado dichos casos. La mayoría de ellos sólo habían aparecido en revistas especializadas inglesas, francesas o norteamericanas.
Por suerte, la comunidad psiquiátrica está cambiando sus posturas ante el fenómeno abducción. Desde 1989 existe en EE.UU. un centro coordinado por la doctora Rima E. Laibow, llamado TREAT (siglas de Tratamiento e Investigación de los Traumas Anómalos Vividos) que ha decidido pasar a la acción, diagnosticando y tratando las secuelas psicomentales que deja un caso de estas características, sin querer adentrarse en el origen extraterrestre del fenómeno, ya que cuando lo intentaron, la comunidad ufológica en pleno se levantó ante lo que creía era una «intromisión» en su territorio, por parte de las mentes aprioristas de estos especialistas clínicos. No obstante, la incursión de expertos en cuestiones mentales dentro del mundo de las abducciones cuenta con notables precedentes, como es el experimentado de la doctora Aphrodite Clamar.
Con la asistencia de Ted Bloecher y Budd Hopkins, y gracias a una subvención de la Fund for UFO Research (FUFOR), se realizó el más revelador test jamás realizado a sujetos abducidos. El Dr. J. Allen Hynek –director del Center for UFO Studies– expuso los resultados de dicha prueba en un artículo memorable en la revista International UFO Reporter, que tituló Los abducidos son gente «normal» (1984). Resumido, el experimento consistió en lo siguiente: que un doctor en psicología sometiese a la panoplia de test ordinarios de los exámenes psicométricos (Rorschach, TAT, Wechsler, etc.) a unos sujetos presuntamente abducidos, pero sin que el psicólogo que efectuaba el test conociese este particularísimo detalle. Es posible, en este caso, que la psicóloga Dra. Slater que hizo los tests pensase que se trataba de hacer una evaluación sobre la personalidad psíquica y emocional de aquellas personas, acaso seleccionadas para ocupar puestos de responsabilidad en una empresa. Envió luego los resultados de estos tests a la Dra. Clamar, para que ésta hiciese una evaluación final.
El número de sujetos escogidos para esta prueba fue de nueve. Los cinco hombres y las cuatro mujeres escogidos eran jóvenes, con grados universitarios; cuatro eran solteros, cuatro divorciados y uno casado. Y cada uno de ellos había sufrido, al parecer, una abducción a bordo de un OVNI. Tenían «tiempo perdido» y habían experimentado en sus carnes un contacto, seguido de un detallado examen médico por parte de «extraterrestres».
Los resultados del test fueron sorprendentes. Escribe la Dra. Clamar en su informe final: «Uno de los aspectos positivos de este grupo es su inteligencia superior a la media De acuerdo con la escala de inteligencia Wechsler para adultos, uno de los sujetos posee un IQ (Coeficiente Intelectual) del tipo Muy Superior, y cinco de ellos presentaban un IQ comprendido en la gama del Promedio Brillante. Sólo tres de los nueve se hallan comprendidos en el tipo medio, aunque todos se encuentran en la parte más alta de este tipo».
Se trata, además, sigue diciendo la Dra. Clamar, de sujetos con una vida interior relativamente rica y –esto es muy interesante– dominados por una actitud que les hace estar constantemente alerta. Y concluye: «Hay poco que los una como grupo en lo que se refiere a las manifestaciones abiertas de sus personalidades... (son) muy distintos, inusuales e interesantes en cuanto sujetos».
La evidencia no deja lugar a dudas. Centenares –tal vez miles– de semejantes nuestros han sido secuestrados por presuntos «extraterrestres», para ser llevados a bordo de sus supernaves y ser sometidos allí a una compleja manipulación psíquica y física, con fines que desconocemos hasta ahora. Según los investigadores norteamericanos John Schuessler –ingeniero de la NASA– y Richard Niemtzow –exobiólogo– contamos con al menos ciento treinta casos de secuestros conocidos. Ambos investigadores tomaron esos episodios para tratar de encontrar patrones de comportamiento comunes en semejantes relatos, y hallaron una amplia gama de coincidencias verdaderamente asombrosas, que nos obligan a creer en la realidad objetiva de tales hechos.
El proyecto VISIT, nombre que recibió el trabajo llevado a cabo por Schuessler y Niemtzow, realizó asimismo un retrato robot del tipo de entidades más frecuentemente reportadas en los sucesos (de apariencia humanoide, con una estatura media de 1,20 metros, cabeza desproporcionadamente voluminosa, ojos muy grandes y prolongados lateralmente, piel grisácea, boca y nariz apenas esbozadas y brazos muy largos), y trazó las líneas maestras que se encuentran en todo relato fidedigno de «secuestro OVNI». Por su parte, el folklorista Thomas E. Bullard consiguió demostrar en un monumental estudio que realizó sobre trescientos nueve casos de este tipo, que estos episodios siguen un orden tan sorprendente como revelador, y en el que destacan ocho episodios clave. A saber: captura, examen, deliberación, excursión, viaje a otros mundos, teofanía, regreso y consecuencias. Si bien todos los elementos no aparecen en todos los casos, sí hay un 84 por ciento de situaciones en los que el orden se cumple matemáticamente.
Estamos, pues, hablando de abducciones.
¿Qué significa el término abducción?
A esta clase de extraños incidentes vinculados a la fenomenología OVNI los ufólogos los denominamos «abducciones». Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, este término significa, en el contexto jurídico, «rapto por persuación o violencia». A él le siguen cuatro acepciones más que corresponden a la Filología y la Lógica, la Milicia y la Zoología, que aquí no nos interesan. De hecho, los ufólogos han adoptado esta palabra a su terminología teniendo sólo en cuenta la primera definición, pudiéndose precisar que en Ufología, «una abducción es el supuesto secuestro de uno o varios seres humanos por presuntos extraterrestres». Obsérvese que aquí se emplea la misma terminología prudente y aséptica que en España utiliza, por ejemplo, la prensa diaria y el Ministerio del Interior para referirse a los secuestros practicados por bandas terroristas. Todo el mundo es «presunto» y «supuesto», mientras no se demuestre lo contrario. Se parte, siempre, de la presunción de los hechos.
Las «leyes del misterio»
Desde ahora, emplearemos el término abducción únicamente en su sentido ufológico. Después de más de cuarenta años de investigaciones sobre el particular, estamos en condiciones de afirmar que conocemos aproximadamente un millar de casos de abducción en todo el mundo, destacando por su mayor incidencia las zonas geográficas de América del Norte y del Sur. Aunque presumimos igualmente que este número es sólo «la punta del iceberg», ateniéndonos a las características intrínsecas del fenómeno que nos ocupa, y que a continuación detallamos.
En primer lugar, está la amnesia –o «tiempo perdido» en el argot que popularizó al principio de la década de los ochenta el investigador neoyorquino Budd Hopkins– del sujeto o sujetos abducidos. Esta amnesia casi siempre impide a los protagonistas recordar el meollo del incidente y hasta ahora sólo hemos podido vencerla con el uso de técnicas de regresión hipnótica, mediante las cuales se somete al abducido a un estado de hiperrelajación en el que las imágenes que la memoria consciente se resiste a recordar afloran progresivamente. Es muy posible que el abducido recuerde el principio del episodio: por ejemplo, una luz muy fuerte que le cierra el paso mientras viaja de noche en su automóvil; una estrella que cae del cielo y se posa en un prado cercano, donde se resuelve en un «platillo volante», un súbito paro de todos los sistemas eléctricos del automóvil, un tiempo perdido, unas horas en las que el sujeto no sabe dónde ha estado, etc. Si algunos de estos particulares llega a oídos de un investigador y éste propone una hipnosis al sujeto –que éste acepta– es muy probable que entonces podamos recuperar un caso más para los anales del fenómeno abducción.
Mediante la regresión hipnótica, distinguidos profesionales como el psiquiatra norteamericano Dr. Leo Sprinkle, el psiquiatra de la misma nacionalidad Dr. Berthold Schwarzy el hipnólogo e ingeniero, también estadounidense, Dr. James Harder, han conseguido obtener relatos de varios centenares de abducciones. Este último investigador llegó a estudiar ciento cuatro casos, de los cuales el 39 por ciento eran varones y un 16 por ciento se trataba de niños acompañados de adultos. El 50 por ciento eran parados o trabajadores no especializados, un 10 por ciento oficinistas y alrededor de un 5 por ciento estudiantes universitarios. Lo que en líneas generales «implica un nivel ocupacional o educativo relativamente elevado».
Hay algo que sorprende de entrada en estos testimonios, y es su enorme coherencia, así como el parecido que todos presentan entre si. Hasta tal punto es así porque, según explica el estudioso británico John Rimmeren su obra The Evidence for Alien Abductions (1984), basándose solamente en relatos bien documentados ha podido construir un «modelo» de abducción, según el cual las personas abducidas (pertenecientes a ambos sexos, aunque con preponderancia del masculino) son seres humanos sanos, normales y no interesados particularmente por el problema OVNI. Más adelante examinaremos con mayor detalle y detenimiento sus características físicas y mentales.
Continuando con el «modelo» de abducción, ésta suele producirse de noche, en una carretera comarcal, por ejemplo (el impacto del fenómeno sobre automovilistas es muy elevado). Tras ver una luz potentísima o, en el mejor de los casos, el «platillo», el candidato a abducido ve acercarse al automóvil unos seres pequeños, macrocéfalos (de gran cabeza) que, tras anular su voluntad lo llevan a bordo de una «nave», donde el testigo observa una luz uniforme que no parece surgir de ninguna parte, y una «cámara de mando» con consolas, sillas a veces de conformación muy particular e «imposible» (terminadas en punta «por abajo»), en las que se sientan unos humanoides idénticos a los que le han secuestrado, que manipulan botones luminosos, palancas y diales. También se observa la presencia de pantallas, que suelen ser comparadas con nuestros monitores de televisión por el abducido. No tardará mucho nuestro sujeto en ser pasado a una cámara contigua, de aspecto clínico, con paredes blancas y una «mesa de operaciones», semejantes a las de los quirófanos, en el centro del habitáculo.
Una vez allí, el abducido es despojado de sus ropas, y se le somete a lo que parece ser un «reconocimiento médico». Este es llevado a cabo por los propios humanoides, aunque no son pocos los casos en que las tareas clínicas son llevadas a término por entidades que parecen estar en un plan de dependencia de otras, generalmente más altas y más «humanas», que aplican diversos aparatos al abducido, le toman muestras de sangre, a veces de semen, de cabellos, de piel, etc., y si se trata de una mujer, le hacen lo que parece ser un «reconocimiento ginecológico», introduciéndole por el ombligo una larga aguja, como en el caso de Betty Hill, admirablemente descrito por John G. Fuller en su obra El Viaje Interrumpido (1966). Por cierto que hoy en día hay algunos ginecólogos que se muestran sorprendidos al ver reflejado en este célebre caso de 1961 una técnica de ovaroscopia no puesta en marcha hasta fechas muy recientes y que, por tanto, no existía en la época en que el matrimonio Hill vivió su experiencia.
Este examen físico se complementa a veces con la «implantación» de «algo» (¿un microaparato?) en la nunca o bajo el cuero cabelludo del abducido. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos empleados en tratar de localizar estos implantes, muy pocos casos han acabado arrojando alguna clase de «prueba». Sin ir mas lejos, el 25 de Septiembre de 1986 la revista norteamericana Nature publicaba una inquietante carta firmada por siete miembros del Departamento de Genética del Hospital Wiston Churchill, de Oxford, en la que pedían ayuda para identificar un misterioso objeto que habían detectado en unos rutinarios análisis cromosómicos de un paciente. El objeto parecía manufacturado, y presentaba la apariencia de un crucigrama, con cuadros negros y blancos. Hasta hoy ninguno de los intentos de aclarar el enigma han resultado válidos, y el «implante» sigue desafiando a la opinión médica.
El norteamericano William Hermann, según explica en UFO Contact from Reticulum (1981), abducido varias veces por enanos macrocéfalos, denomina a la cámara donde tienen lugar todas estas maniobras clínicas «cámaras de inculcación». Y creemos que se trata de un nombre muy apropiado, pues sospechamos que el objetivo final de las abducciones de seres humanos es precisamente ése: la «inculcación» de unas órdenes que ni la hipnosis posterior más profunda puede desvelar. En efecto: cuando se llega en la regresión hipnótica a este punto, el corazón del abducido se acelera, llegando a alcanzar hasta 120 pulsaciones y obligando a suspender la experiencia para no poner en peligro su vida. Este fenómeno se pudo constatar, entre otros casos, durante la hipnosis del abducido español Julio F., que fue llevado a bordo de un OVNI en las proximidades de Medinaceli (Soria) en 1978. El investigador y psicólogo Germán de Argumosa, presente en las sesiones de hipnosis regresiva, señaló que si fuese un fraude, hubiera resultado imposible provocar tal aceleración cardiaca.
Retrato robot del abducido
La gama o espectro de los abducidos es muy estrecha, hasta el punto de que casi se puede realizar su retrato robot o identikit. Se trata generalmente de hombres o mujeres jóvenes (no mayores de 35 años), sanos de cuerpo y espíritu, de un coeficiente intelectual superior al normal de la población, sin el menor rasgo psicopatológico, buenos y sencillos. No necesariamente tienen que ser personas muy cultas. Abundan entre ellos las personas pertenecientes a profesiones no intelectuales: campesinos, camioneros, agentes del orden, amas de casa, etc. Muchos de ellos nunca mostraron el más mínimo interés sobre el fenómeno OVNI, y sin conocimientos sobre el mismo (y mucho menos sobre algo tan particular y concreto como son las abducciones).
No conocemos un solo caso de abducción de un científico, un militar de alta graduación, un sacerdote de cualquier religión, o un político. Dijérase que a los raptores les interesa únicamente el hombre químicamente puro, el hombre no condicionado, las mentes vírgenes o abiertas; no cargadas de conocimientos inútiles ni esclerosadas. ¿Para escribir en ellas como en una pizarra? Tal vez.
Existe un caso particular en los hitos abduccionistas de este fenómeno, que ilustra maravillosamente el hecho de que sólo les interesan sujetos jóvenes. Fue publicado en la revista Flying Saucer Review en Diciembre de 1983 por el investigador Ornar Fowler, y sitúa los hechos de la siguiente manera: un caballero de setenta y siete años, que una mañana temprano estaba pescando con caña cerca de Aldershot (Gran Bretaña) a orillas de un canal, fue invitado a subir a bordo de un «disco volante» por los dos ocupantes del mismo. Se trataba de dos humanoides de gran cabeza, del tipo comúnmente reportado, vestidos con un ajustado «mono de vuelo» plateado. Cuando el anciano caballero –que aceptó encantado la invitación– se encontró a bordo de la nave, los dos humanoides parecieron conferenciar, y uno de ellos, volviéndose hacia el abducido, le comunicó telepáticamente que se habían equivocado de objetivo, por culpa de la difusa luz del amanecer, tomándolo por una persona más joven. «Usted es demasiado viejo y no nos sirve».
Este es un case in point que demuestra perfectamente que los ocupantes de los OVNIs sólo están interesados en miembros jóvenes y sanos de nuestra propia especie. Pero, ¿a qué se debe? ¿A qué propósito obedece semejante selección?
Durante todos estos años de investigación del fenómeno, psiquiatras y psicólogos mal informados, que no conocen en absoluto este aspecto de la fenomenología OVNI, tienden a considerar como psicópatas a los sujetos que afirman haber sido abducidos. Así lo hace, por ejemplo, el psiquiatra español Dr. Antonio F. Bueno Ortega, al enjuiciar el caso de Próspera Muñoz, un ama de casa afincada en Gerona, y que fue abducida cuando sólo contaba siete años de edad en Jumilla (Murcia), recordando los hechos treinta años después, sin necesidad de hipnosis. Citando del libro de texto en el que aprendió la carrera, y tras ofrecer al lector una «lección magistral», dice el Dr. Bueno Ortega en su análisis publicado por la excelente revista Cuadernos de Ufología que Próspera Muñoz sufre un «Delirio Sistematizado Transitorio», corriendo «el serio peligro de ser una esquizofrénica».
La experiencia Clamar-Hynek
Es natural que el buen doctor llegue a estas conclusiones si se conoce y se estudia un solo caso de abducción, aislado de la casuística general y de las constantes que reinan en la misma, lo más natural para un psiquiatra freudiano es considerar delirante al sujeto que hace tales aseveraciones. Pero la cosa cambia si se examina el caso dentro del contexto general de un fenómeno repetido cientos de veces en todo el mundo, y protagonizado por personas que no se conocen entre sí, en épocas y países distintos. Cuando Próspera Muñoz se dirigió al investigador Antonio Ribera en 1981 para exponerme su caso, le ofreció una serie de detalles y constantes que conocía por figurar en otros casos de abducción, pero que ella no podía conocer puesto que en ninguna publicación española de las que estaba a su alcance se habían publicado dichos casos. La mayoría de ellos sólo habían aparecido en revistas especializadas inglesas, francesas o norteamericanas.
Por suerte, la comunidad psiquiátrica está cambiando sus posturas ante el fenómeno abducción. Desde 1989 existe en EE.UU. un centro coordinado por la doctora Rima E. Laibow, llamado TREAT (siglas de Tratamiento e Investigación de los Traumas Anómalos Vividos) que ha decidido pasar a la acción, diagnosticando y tratando las secuelas psicomentales que deja un caso de estas características, sin querer adentrarse en el origen extraterrestre del fenómeno, ya que cuando lo intentaron, la comunidad ufológica en pleno se levantó ante lo que creía era una «intromisión» en su territorio, por parte de las mentes aprioristas de estos especialistas clínicos. No obstante, la incursión de expertos en cuestiones mentales dentro del mundo de las abducciones cuenta con notables precedentes, como es el experimentado de la doctora Aphrodite Clamar.
Con la asistencia de Ted Bloecher y Budd Hopkins, y gracias a una subvención de la Fund for UFO Research (FUFOR), se realizó el más revelador test jamás realizado a sujetos abducidos. El Dr. J. Allen Hynek –director del Center for UFO Studies– expuso los resultados de dicha prueba en un artículo memorable en la revista International UFO Reporter, que tituló Los abducidos son gente «normal» (1984). Resumido, el experimento consistió en lo siguiente: que un doctor en psicología sometiese a la panoplia de test ordinarios de los exámenes psicométricos (Rorschach, TAT, Wechsler, etc.) a unos sujetos presuntamente abducidos, pero sin que el psicólogo que efectuaba el test conociese este particularísimo detalle. Es posible, en este caso, que la psicóloga Dra. Slater que hizo los tests pensase que se trataba de hacer una evaluación sobre la personalidad psíquica y emocional de aquellas personas, acaso seleccionadas para ocupar puestos de responsabilidad en una empresa. Envió luego los resultados de estos tests a la Dra. Clamar, para que ésta hiciese una evaluación final.
El número de sujetos escogidos para esta prueba fue de nueve. Los cinco hombres y las cuatro mujeres escogidos eran jóvenes, con grados universitarios; cuatro eran solteros, cuatro divorciados y uno casado. Y cada uno de ellos había sufrido, al parecer, una abducción a bordo de un OVNI. Tenían «tiempo perdido» y habían experimentado en sus carnes un contacto, seguido de un detallado examen médico por parte de «extraterrestres».
Los resultados del test fueron sorprendentes. Escribe la Dra. Clamar en su informe final: «Uno de los aspectos positivos de este grupo es su inteligencia superior a la media De acuerdo con la escala de inteligencia Wechsler para adultos, uno de los sujetos posee un IQ (Coeficiente Intelectual) del tipo Muy Superior, y cinco de ellos presentaban un IQ comprendido en la gama del Promedio Brillante. Sólo tres de los nueve se hallan comprendidos en el tipo medio, aunque todos se encuentran en la parte más alta de este tipo».
Se trata, además, sigue diciendo la Dra. Clamar, de sujetos con una vida interior relativamente rica y –esto es muy interesante– dominados por una actitud que les hace estar constantemente alerta. Y concluye: «Hay poco que los una como grupo en lo que se refiere a las manifestaciones abiertas de sus personalidades... (son) muy distintos, inusuales e interesantes en cuanto sujetos».
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