En palabras de los poetas medievales y otros escritores, Camelot fue la capital del reino del rey Arturo, el héroe británico que reinó en el seno de una brillante corte. Allí vivía el rey rodeado de sus caballeros de la Tabla Redonda: Gawain, Perceval, Lanzarote, Galahad y otros. Es mencionada por primera vez como sede de la corte de Arturo por el poeta Chrétien de Troyes en la segunda mitad del siglo XII. Adquirió gran importancia durante el XIII en el romancero francés, y desde entonces fue el lugar donde se situó la famosa Tabla Redonda.
La Camelot de esos poetas se encuentra en una tierra inmemorial de bosques encantados y castillos misteriosos, pródigos en maravillas y magia. Allí, Arturo, junto a su compañera, Ginebra, reina a la cabeza de una orden de caballería basada en la de la Francia de principios de la Edad Media. Mientras tanto, los caballeros del rey Arturo parten en pos del Grial, pelean contra monstruos, rescatan a damiselas de las garras de malvados hechiceros, o caen en las redes de encantadoras damas que resultan ser hadas. Se enfrentan a peligros físicos y sobrenaturales, y como principio y fin de todas sus aventuras se erige Camelot, el centro de su universo.
La descripción de esa Camelot de novela es la de un castillo medieval que domina una ciudad, aunque su localización nunca queda totalmente clara. Sir Thomas Malory, escritor del siglo XV, la identificó con la ciudad de Winchester, en el sur de Inglaterra, ya que ésta fue la capital de los reyes sajones desde tiempos de Alfredo el Grande (849-899) hasta su conquista por los normandos (1066). Pero incluso Malory no es consecuente, y en una oportunidad la sitúa más allá de Carlisle, en el norte de Inglaterra.
Un símbolo del orden
Camelot está en todas partes y en ninguna, no es canto un lugar histórico como una ciudad idealizada. A partir de la Edad Media se convirtió en símbolo del orden en medio del caos, del estado ideal frente a la anarquía, de la civilización frente a la barbarie. Surgió y desapareció con Arturo: nadie reinó allí antes que él, y algunos autores medievales dicen que tras su muerte, el rey Marcos de Cornualles la destruyó. Pero, al igual que el propio Arturo, es imperecedera.
En el siglo XII, el escritor Geoffrey de Monmouth ofrece la primera descripción real de la corte de Arturo y la sitúa, no en Camelot, sino en Caerleon, al sur de Gales. Caerleon fue sede de una importante fortaleza de legionarios romanos y se enorgullece de poseer el anfiteatro romano tal vez más bello de Gran Bretaña.
En tiempos de Geoffrey aún podían verse las ruinas de las termas y de los sistemas de calefacción central; probablemente eligió esa ciudad como sede de la corte de Arturo simplemente porque la conocía bien y parecía haber sido en otros tiempos lo suficientemente esplendorosa como para ser la ciudad de Arturo.
Geoffrey relata cómo Arturo celebró Pentecostés en Caerleon, en un festejo que duró cuatro días, durante el cual lucía su corona y era asistido por reyes, nobles y obispos súbditos suyos, como un rey normando de tiempos de Geoffrey. Entre los caballeros asistentes se encontraban Bedivere y Kay, y los cuatro días transcurrieron entre torneos y otros entretenimientos.
Caerleon -escribe Geoffrey- estaba situada sobre el río Usk, «que corría a un costado de la ciudad, y que los reyes y princesas que llegasen de allende el mar podían remontar con una flota de navíos. En la orilla opuesta, flanqueada de praderas y frondosos bosques, habían embellecido con regios palacios la ciudad, que con los aguilones de sus tejados, pintados de oro, podía equipararse a Roma». Su relato sobre Caerleon se convirtió en la base de las descripciones de Camelot, siendo que hoy se lo conoce esencialmente a través de ilustradores y cineastas, aunque actualmente se muestre como un castillo con pináculos y estandartes ondeantes como los de la alta Edad Media.
El fuerte de la colina de Cadbury
El nombre de «Camelot» , utilizado por los escritores medievales, llevó a los posteriores arqueólogos a identificarlo con otros de resonancia similar. Algunos dijeron que se trataba del Camulodunum romano, Colchester, en Essex; otros lo ubicaron junto al Tintagel, en Cornualles, supuestamente cuna de Arturo, en una zona bañada por el río Camel. Sin embargo, el lugar que más alto proclama ser el «verdadero» Camelot es el castillo de Cadbury, al sur de Cadbury, en Somerset, cerca del pueblo de la reina Camel, que domina el cauce del pequeño río Cam.
La primera persona en identificar por escrito Cadbury con Camelot fue el anticuario del Rey, John Leland, quien escribió en 1542: «En el extremo más meridional de la comarca de South Cadbury se elevaba Camallate, que fue en su día una famosa ciudad o castillo...» Sin embargo, los lugareños parecen saber muy poco al respecto, y Leland tal vez llegó a la conclusión de que era Camelot por el nombre del pueblo: Camel. Pero también es posible que supiese de una auténtica tradición que se remontase a siglos atrás.
Pues si existió un Arturo histórico tras el legendario del romance, fue probablemente un jefe guerrero inglés del siglo XV, tras el período romano. Cadbury es considerada en la actualidad como la fortaleza más grande e impresionante conocida en la Gran Bretaña de aquel período, y se piensa que fue la sede de un rey que podía disponer de recursos inigualables en la Inglaterra de su época.
Contrariamente a los castillos medievales, Cadbury era simplemente una colina que había sido fortificada por los celtas con murallas de barro y fosos durante los últimos siglos a.C.
Las excavaciones han mostrado que el fuerte permaneció intacto durante la ocupación romana del sur de Gran Bretaña, que se inició en el 43 d.C., pero fue asaltado y tomado por los romanos dos décadas más tarde. Éstos desalojaron a sus habitantes, y durante unos 400 años el fuerte permaneció más o menos vacío. Cuando las legiones se retiraron, lo volvió a ocupar un jefe local bastante rico.
Hacia finales del siglo VI se construyó un edificio de madera sobre la meseta que domina el monte y se superpusieron nuevas defensas a las murallas superiores. Éstas eran muy elaboradas y evidentemente necesitaron gran cantidad de trabajo, lo cual suscitó la cuestión de quién, en aquel tiempo, podía disponer de la mano de obra necesaria. ¿Podría tratarse de Arturo?
Ciertamente, después de Leland, numerosas tradiciones vincularon a Arturo con Cadbury. La más notable de todas es la que afirma que en la cima de la colina, junto a los restos del edificio de madera, había un lugar conocido a finales del siglo XVI como el Palacio del rey Arturo.
La ultima batalla
Muchos años atrás, un labrador que araba un campo junto al río Cam encontró unos esqueletos. Algunos piensan que ese descubrimiento refuerza la tesis de que, además de tratarse de Camelot, South Cadbury fue el escenario de la última batalla del rey Arturo. Las pruebas históricas de esa batalla se encuentran en los Anales de Gales, del siglo X, en los que alrededor de 539 d.C. aparece la inscripción: «La batalla de Camlann, en la que perecieron Arturo y Medraldo.»
La información procedía probablemente de otros anales anteriores, contemporáneos a tal suceso, y es lo más que han podido acercarse a un terreno firme los buscadores de Arturo. El nombre de Camlann deriva probablemente de la antigua voz inglesa Camboglanna, «orilla curva» , es decir, de un río sinuoso. Por ello se cree que el escenario de la última batalla fue el fuerte romano de Camboglanna, en el Muro de Adriano, posiblemente la moderna Birdoswald sobre el sinuoso río Irving.
Paisajes artúricos
Pero cuando Geoffrey de Monmouth se puso a contar la historia de la batalla, sabía que la tradición galesa indicaba un Camlann en o cerca de Cornualles, y eligió el río Camel en ese país. En el siglo XVI se pensó que una vega junto al puente de Slaughter, que cruza el río Camel aproximadamente a una milla río arriba de Camelford, era ese lugar. Más arriba del puente de Slaughter, a orillas del Camel, aún se puede ver «la Tumba del rey Arturo» , una losa plana que, en el siglo XVI, los lugareños pensaron que llevaba el nombre de Arturo y que señalaba su tumba. Por su parte, Malory sitúa la última batalla en «una colina junto a Salisbury», no lejos de su Camelot, Winchester.
La verdad es que, a través de los siglos, los relatos sobre Arturo cautivaron de tal forma la imaginación nacional que cada región quería reivindicarlo, y muchos rasgos paisajísticos se vincularon a él. Éste es el Arturo, no del romance, sino del mito y la leyenda, la más de las veces una figura titánica capaz de dar forma a los numerosos Tejos de Arturo -cámaras funerarias prehistóricas, de las que sólo en Gales se encuentran nueve- o de sentarse en la Silla de Arturo, la gran roca volcánica que domina Edimburgo.
Éste es también el Arturo que no murió, sino que duerme en un misterioso lugar subterráneo rodeado de sus caballeros. Varias grutas de Arturo en Gales lo esconden; y existen más de doce lugares donde se dice que duerme. Entre ellos están el castillo de Sewingshields, que se erigió junto al Muro de Adriano, y las colinas de Eildon, en la frontera con Escocia.
En el sur, descansa bajo el castillo de Cadbury en una cueva cerrada por puertas de hierro. Allí, según la tradición local, hay una noche al año en que se abren, y es posible verlo en el interior. La firme convicción de que Arturo nunca murió subsistió allí, a distancia visible de Glastonbury (donde, en 1191, se afirmó haber encontrado la tumba «oficial» de Arturo), al parecer hasta el siglo XIX cuentan que uno de los lugareños preguntó con inquietud a un grupo de arqueólogos que habían ido a Cadbury para ver «Camelot» si se iban a llevar al rey. Aunque no existiera nunca un Camelot, ni un Arturo, es evidente que ambos han alcanzado la verdadera inmortalidad.
La Camelot de esos poetas se encuentra en una tierra inmemorial de bosques encantados y castillos misteriosos, pródigos en maravillas y magia. Allí, Arturo, junto a su compañera, Ginebra, reina a la cabeza de una orden de caballería basada en la de la Francia de principios de la Edad Media. Mientras tanto, los caballeros del rey Arturo parten en pos del Grial, pelean contra monstruos, rescatan a damiselas de las garras de malvados hechiceros, o caen en las redes de encantadoras damas que resultan ser hadas. Se enfrentan a peligros físicos y sobrenaturales, y como principio y fin de todas sus aventuras se erige Camelot, el centro de su universo.
La descripción de esa Camelot de novela es la de un castillo medieval que domina una ciudad, aunque su localización nunca queda totalmente clara. Sir Thomas Malory, escritor del siglo XV, la identificó con la ciudad de Winchester, en el sur de Inglaterra, ya que ésta fue la capital de los reyes sajones desde tiempos de Alfredo el Grande (849-899) hasta su conquista por los normandos (1066). Pero incluso Malory no es consecuente, y en una oportunidad la sitúa más allá de Carlisle, en el norte de Inglaterra.
Un símbolo del orden
Camelot está en todas partes y en ninguna, no es canto un lugar histórico como una ciudad idealizada. A partir de la Edad Media se convirtió en símbolo del orden en medio del caos, del estado ideal frente a la anarquía, de la civilización frente a la barbarie. Surgió y desapareció con Arturo: nadie reinó allí antes que él, y algunos autores medievales dicen que tras su muerte, el rey Marcos de Cornualles la destruyó. Pero, al igual que el propio Arturo, es imperecedera.
En el siglo XII, el escritor Geoffrey de Monmouth ofrece la primera descripción real de la corte de Arturo y la sitúa, no en Camelot, sino en Caerleon, al sur de Gales. Caerleon fue sede de una importante fortaleza de legionarios romanos y se enorgullece de poseer el anfiteatro romano tal vez más bello de Gran Bretaña.
En tiempos de Geoffrey aún podían verse las ruinas de las termas y de los sistemas de calefacción central; probablemente eligió esa ciudad como sede de la corte de Arturo simplemente porque la conocía bien y parecía haber sido en otros tiempos lo suficientemente esplendorosa como para ser la ciudad de Arturo.
Geoffrey relata cómo Arturo celebró Pentecostés en Caerleon, en un festejo que duró cuatro días, durante el cual lucía su corona y era asistido por reyes, nobles y obispos súbditos suyos, como un rey normando de tiempos de Geoffrey. Entre los caballeros asistentes se encontraban Bedivere y Kay, y los cuatro días transcurrieron entre torneos y otros entretenimientos.
Caerleon -escribe Geoffrey- estaba situada sobre el río Usk, «que corría a un costado de la ciudad, y que los reyes y princesas que llegasen de allende el mar podían remontar con una flota de navíos. En la orilla opuesta, flanqueada de praderas y frondosos bosques, habían embellecido con regios palacios la ciudad, que con los aguilones de sus tejados, pintados de oro, podía equipararse a Roma». Su relato sobre Caerleon se convirtió en la base de las descripciones de Camelot, siendo que hoy se lo conoce esencialmente a través de ilustradores y cineastas, aunque actualmente se muestre como un castillo con pináculos y estandartes ondeantes como los de la alta Edad Media.
El fuerte de la colina de Cadbury
El nombre de «Camelot» , utilizado por los escritores medievales, llevó a los posteriores arqueólogos a identificarlo con otros de resonancia similar. Algunos dijeron que se trataba del Camulodunum romano, Colchester, en Essex; otros lo ubicaron junto al Tintagel, en Cornualles, supuestamente cuna de Arturo, en una zona bañada por el río Camel. Sin embargo, el lugar que más alto proclama ser el «verdadero» Camelot es el castillo de Cadbury, al sur de Cadbury, en Somerset, cerca del pueblo de la reina Camel, que domina el cauce del pequeño río Cam.
La primera persona en identificar por escrito Cadbury con Camelot fue el anticuario del Rey, John Leland, quien escribió en 1542: «En el extremo más meridional de la comarca de South Cadbury se elevaba Camallate, que fue en su día una famosa ciudad o castillo...» Sin embargo, los lugareños parecen saber muy poco al respecto, y Leland tal vez llegó a la conclusión de que era Camelot por el nombre del pueblo: Camel. Pero también es posible que supiese de una auténtica tradición que se remontase a siglos atrás.
Pues si existió un Arturo histórico tras el legendario del romance, fue probablemente un jefe guerrero inglés del siglo XV, tras el período romano. Cadbury es considerada en la actualidad como la fortaleza más grande e impresionante conocida en la Gran Bretaña de aquel período, y se piensa que fue la sede de un rey que podía disponer de recursos inigualables en la Inglaterra de su época.
Contrariamente a los castillos medievales, Cadbury era simplemente una colina que había sido fortificada por los celtas con murallas de barro y fosos durante los últimos siglos a.C.
Las excavaciones han mostrado que el fuerte permaneció intacto durante la ocupación romana del sur de Gran Bretaña, que se inició en el 43 d.C., pero fue asaltado y tomado por los romanos dos décadas más tarde. Éstos desalojaron a sus habitantes, y durante unos 400 años el fuerte permaneció más o menos vacío. Cuando las legiones se retiraron, lo volvió a ocupar un jefe local bastante rico.
Hacia finales del siglo VI se construyó un edificio de madera sobre la meseta que domina el monte y se superpusieron nuevas defensas a las murallas superiores. Éstas eran muy elaboradas y evidentemente necesitaron gran cantidad de trabajo, lo cual suscitó la cuestión de quién, en aquel tiempo, podía disponer de la mano de obra necesaria. ¿Podría tratarse de Arturo?
Ciertamente, después de Leland, numerosas tradiciones vincularon a Arturo con Cadbury. La más notable de todas es la que afirma que en la cima de la colina, junto a los restos del edificio de madera, había un lugar conocido a finales del siglo XVI como el Palacio del rey Arturo.
La ultima batalla
Muchos años atrás, un labrador que araba un campo junto al río Cam encontró unos esqueletos. Algunos piensan que ese descubrimiento refuerza la tesis de que, además de tratarse de Camelot, South Cadbury fue el escenario de la última batalla del rey Arturo. Las pruebas históricas de esa batalla se encuentran en los Anales de Gales, del siglo X, en los que alrededor de 539 d.C. aparece la inscripción: «La batalla de Camlann, en la que perecieron Arturo y Medraldo.»
La información procedía probablemente de otros anales anteriores, contemporáneos a tal suceso, y es lo más que han podido acercarse a un terreno firme los buscadores de Arturo. El nombre de Camlann deriva probablemente de la antigua voz inglesa Camboglanna, «orilla curva» , es decir, de un río sinuoso. Por ello se cree que el escenario de la última batalla fue el fuerte romano de Camboglanna, en el Muro de Adriano, posiblemente la moderna Birdoswald sobre el sinuoso río Irving.
Paisajes artúricos
Pero cuando Geoffrey de Monmouth se puso a contar la historia de la batalla, sabía que la tradición galesa indicaba un Camlann en o cerca de Cornualles, y eligió el río Camel en ese país. En el siglo XVI se pensó que una vega junto al puente de Slaughter, que cruza el río Camel aproximadamente a una milla río arriba de Camelford, era ese lugar. Más arriba del puente de Slaughter, a orillas del Camel, aún se puede ver «la Tumba del rey Arturo» , una losa plana que, en el siglo XVI, los lugareños pensaron que llevaba el nombre de Arturo y que señalaba su tumba. Por su parte, Malory sitúa la última batalla en «una colina junto a Salisbury», no lejos de su Camelot, Winchester.
La verdad es que, a través de los siglos, los relatos sobre Arturo cautivaron de tal forma la imaginación nacional que cada región quería reivindicarlo, y muchos rasgos paisajísticos se vincularon a él. Éste es el Arturo, no del romance, sino del mito y la leyenda, la más de las veces una figura titánica capaz de dar forma a los numerosos Tejos de Arturo -cámaras funerarias prehistóricas, de las que sólo en Gales se encuentran nueve- o de sentarse en la Silla de Arturo, la gran roca volcánica que domina Edimburgo.
Éste es también el Arturo que no murió, sino que duerme en un misterioso lugar subterráneo rodeado de sus caballeros. Varias grutas de Arturo en Gales lo esconden; y existen más de doce lugares donde se dice que duerme. Entre ellos están el castillo de Sewingshields, que se erigió junto al Muro de Adriano, y las colinas de Eildon, en la frontera con Escocia.
En el sur, descansa bajo el castillo de Cadbury en una cueva cerrada por puertas de hierro. Allí, según la tradición local, hay una noche al año en que se abren, y es posible verlo en el interior. La firme convicción de que Arturo nunca murió subsistió allí, a distancia visible de Glastonbury (donde, en 1191, se afirmó haber encontrado la tumba «oficial» de Arturo), al parecer hasta el siglo XIX cuentan que uno de los lugareños preguntó con inquietud a un grupo de arqueólogos que habían ido a Cadbury para ver «Camelot» si se iban a llevar al rey. Aunque no existiera nunca un Camelot, ni un Arturo, es evidente que ambos han alcanzado la verdadera inmortalidad.
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