Hemos de creer en los Ovnis? Sólo los escépticos más empedernidos pueden sostener todavía que los Ovnis no existen. Pero ¿hasta qué punto son reales? Sin duda debe haber más de una respuesta.
"Volaban como platitos que se hubieran hecho rebotar sobre el agua." Así describió Kenneth Arnoid, hombre de negocios y experimentado piloto norteamericano, los insólitos objetos voladores que había visto el 24 de junio de 1947, cuando sobrevolaba la costa Oeste de Estados Unidos. Los periodistas recogieron esta expresión y, desde entonces, el término de "platillo volante" se aplicaba al fenómeno de los Ovnis. Esta palabra constituye la abreviatura más común en castellano de la expresión Objetos Voladores No Identificados (en inglés suele abreviarse UFO: Unidentified Flying Object).
Este ridículo apelativo ha contribuido al recelo que demuestran los sabios "oficiales". sólo algunos se han tomado la molestia de efectuar investigaciones sobre este curioso fenómeno, sin duda el más extraño de nuestra época. Pero incluso el que sea "de nuestra época" se halla sujeto a controversias: mucha gente afirma, que los 0vnis han venido siguiendo a la humanidad desde el principio de su historia.
Hayan o no existido los Ovnis en el pasado, es innegable que las observaciones de 0vnis han proliferado de manera asombrosa durante los últimos treinta años. Este hecho parece estar relacionado con los primeros pasos del hombre en el campo de la exploración espacial, y dicha relación es sin duda un dato importante a la hora de intentar explicar el fenómeno de los Ovnis.
La estimación de la cifra total de las observaciones de Ovnis varía en unas proporciones tan considerables que pierde todo significado. Mucho más útiles son las apariciones de Ovnis que figuran en los informes y catálogos publicados por organismos de investigación especializados, y en los que cada "encuentro" suele aparecer una vez verificado y certificado por los investigadores responsables. Sin embargo, ¿cuántos no han sido comunicados o examinados de manera rigurosa? A principios de los años setenta, los investigadores intentaron establecer relaciones de todos los casos de aterrizajes de Ovnis señalados en diferentes países: en Estados Unidos se registraron 923.
¿Son reales los Ovnis en la misma medida en que decimos que son reales los cohetes espaciales? La prueba más segura sería tener alguno a nuestra disposición. Según ciertos rumores insistentes, esto habría ocurrido en algunos países; el gobierno de Estados Unidos habría capturado un Ovni, y mantendría el hecho en el más absoluto secreto. Pero esto no es más que una conjetura, a pesar de los juramentos que han formulado pretendidos testigos. De hecho, la hipótesis de una intervención -o de una no intervención- gubernamental es otro aspecto fascinante de la controversia sobre los Ovnis.
A falta de un Ovni "real" que pudiéramos tocar y examinar, existen muchísimas "pruebas" de la realidad del fenómeno, en forma de fotografías y algunas películas. La mayoría de estos documentos son, sin lugar a dudas, falsos; incluso cuando los presentan personas aparentemente de buena fe, son tan borrosos, tomados de tan lejos o tan ambiguos que no hacen más que agregar una nueva dimensión al problema: ¿por qué, si los Ovnis existen, no hemos obtenido mejores pruebas fotográficas, en una época en que tanta gente tiene la costumbre de llevar siempre consigo cámaras fotográficas o videocámaras?
Entre las pruebas más sólidas que poseemos acerca de este fenómeno, hay que examinar los efectos causados por los Ovnis sobre el en torno, el paisaje y los objetos, y en particular sobre los motores.
A media mañana del día 24 de mayo de 1974, don Demetrio Carrascosa, de 53 años, vecino de San Clemente (Cuenca, España), viajaba en su motocicleta por las cercanías del río Rus, cuando de pronto avistó un objeto con forma de limón. Media unos 4 m de longitud y unos 3 m de altura, y el cuerpo del aparato se apoyaba en tres o cuatro patas que lo mantenían a unos dos metros por encima del suelo. El señor Carrascosa intentó acercarse para verlo mejor, pero el objeto se elevó rápidamente, emitiendo un ruido silbante. Las ondas expansivas de sus violentas rotaciones hacían que saltasen piedras y pedazos de tierra. Entre los rastros que dejó se encontraron plantas marchitas, agujeros en el suelo y piedras calcinadas que, aparentemente, habían soportado una temperatura de más de 2.000 °C.
De modo semejante, en noviembre de 1976, un camión y un coche que circulaban en sentido contrario en una carretera de Hampshire (Gran Bretaña) se averiaron simultáneamente cuando un objeto bastante voluminoso y en forma de huevo se interpuso entre ambos. La policía e incluso el Ministerio de Defensa investigaron este incidente, pero nunca se dio una explicación oficial. Casos como éstos pueden desconcertar a los investigadores, pero una cosa es cierta: si pueden producir efectos físicos, sin duda los Ovnis deben tener una realidad física.
Asimismo, si los Ovnis son objetos físicos, deben provenir de algún lado. Cuando se observaron los primeros (de este siglo), en los años cuarenta, se supuso que tenían origen terrestre. Los norteamericanos pensaron que se trataba de aparatos secretos soviéticos, quizá perfeccionados gracias a los conocimientos aportados por los científicos alemanes que habían caído prisioneros al finalizar la segunda guerra mundial. Pero, dado que se observaban aparatos idénticos en todo el mundo, se hizo evidente que ninguna nación terrestre podía ser su artífice.
Surgieron también otras teorías ingeniosas, pero siempre carentes de pruebas. Así, se pretendió que venían del Himalaya, que desde siempre gozaba fama de ser cuna de un saber misterioso, o bien de la Antártida, con sus inmensas regiones todavía inexploradas y de condiciones climáticas anormales. Sin embargo, los interesados en el fenómeno Ovni empezaron a poner sus miradas más allá de la Tierra, espoleados por el hecho de que nuestro propio programa de exploración espacial estaba en sus inicios. La humanidad empezaba a interesarse activamente por los mundos más allá del nuestro, y parecía razonable pensar que otras civilizaciones dotadas de una tecnología igual o superior a la muestra pudieran manifestar un interés parecido por nosotros.
No obstante, aunque el número de fuentes potenciales de vida en el Universo sea virtualmente infinito, la probabilidad de que exista una civilización con un estado de desarrollo tal que le permita efectuar viajes espaciales es ínfima. Resulta desalentador el hecho de que no se haya descubierto ninguna prueba irrefutable para sostener la hipótesis del origen extraterrestre de los Ovnis: es la mejor explicación que poseemos, pero no pasa de ser una especulación.
¿Mensajes del espacio?
Hoy se admite generalmente que los Ovnis plantean un problema no sólo al astrónomo y al físico, sino también al sabio "ortodoxo", con lo cual el estudio global de este tema requiere hasta cierto punto un enfoque interdisciplinar: los psicólogos confirman que la respuesta de un individuo frente a este fenómeno viene condicionada por su perfil psicológico, mientras que el sociólogo relaciona estas respuestas con los modelos culturales; el antropólogo señala ciertos paralelismos con mitos y creencias tradicionales, mientras que el parapsicólogo destaca que las observaciones de Ovnis a menudo van acompañadas de manifestaciones psíquicas, como la precognición y el fenómeno poltergeist. Esto último se aplica particular mente a los casos de "encuentros", cuando el observador afirma haber entrado en contacto y haberse comunicado con los ocupantes de un Ovni. Estas entidades suelen ser descritas como criaturas extraterrestres, diferentes de nosotros, y que a menudo se presentan como embajadores de una potencia intergaláctica; su finalidad es observar a los seres humanos, prevenirles contra la inadecuada utilización de los recursos terrestres y hacerles llegar mensajes de amistad procedentes de una Fraternidad cósmica. Si sólo se hubieran registrado uno o dos casos de dichos "encuentros", podríamos descartarlos como productos de una fantasía desbordante; pero existen cientos de casos idénticos en los dossiers. Si se pudiera demostrar la autenticidad de uno solo de estos casos, con las pruebas necesarias, la cuestión de los Ovnis contaría con una base sólida, y merecería la atención de los científicos. Pero, en todos y cada uno de los casos, los interrogantes no han sido totalmente desvelados: ¿se ha producido realmente el encuentro, o se trata de una simple invención, de una falsificación? Las hipótesis van desde el "lavado de cerebro" realizado por invasores extraterrestres hasta la posibilidad de una invención propiciada por la CIA...
Es casi seguro que los Ovnis existen, tanto en el plano físico como en el psicológico; no obstante, debemos reconocer que, incluso si son reales, no son lo que parecen. El misterio de los Ovnis encierra esta paradoja.
"Volaban como platitos que se hubieran hecho rebotar sobre el agua." Así describió Kenneth Arnoid, hombre de negocios y experimentado piloto norteamericano, los insólitos objetos voladores que había visto el 24 de junio de 1947, cuando sobrevolaba la costa Oeste de Estados Unidos. Los periodistas recogieron esta expresión y, desde entonces, el término de "platillo volante" se aplicaba al fenómeno de los Ovnis. Esta palabra constituye la abreviatura más común en castellano de la expresión Objetos Voladores No Identificados (en inglés suele abreviarse UFO: Unidentified Flying Object).
Este ridículo apelativo ha contribuido al recelo que demuestran los sabios "oficiales". sólo algunos se han tomado la molestia de efectuar investigaciones sobre este curioso fenómeno, sin duda el más extraño de nuestra época. Pero incluso el que sea "de nuestra época" se halla sujeto a controversias: mucha gente afirma, que los 0vnis han venido siguiendo a la humanidad desde el principio de su historia.
Hayan o no existido los Ovnis en el pasado, es innegable que las observaciones de 0vnis han proliferado de manera asombrosa durante los últimos treinta años. Este hecho parece estar relacionado con los primeros pasos del hombre en el campo de la exploración espacial, y dicha relación es sin duda un dato importante a la hora de intentar explicar el fenómeno de los Ovnis.
La estimación de la cifra total de las observaciones de Ovnis varía en unas proporciones tan considerables que pierde todo significado. Mucho más útiles son las apariciones de Ovnis que figuran en los informes y catálogos publicados por organismos de investigación especializados, y en los que cada "encuentro" suele aparecer una vez verificado y certificado por los investigadores responsables. Sin embargo, ¿cuántos no han sido comunicados o examinados de manera rigurosa? A principios de los años setenta, los investigadores intentaron establecer relaciones de todos los casos de aterrizajes de Ovnis señalados en diferentes países: en Estados Unidos se registraron 923.
¿Son reales los Ovnis en la misma medida en que decimos que son reales los cohetes espaciales? La prueba más segura sería tener alguno a nuestra disposición. Según ciertos rumores insistentes, esto habría ocurrido en algunos países; el gobierno de Estados Unidos habría capturado un Ovni, y mantendría el hecho en el más absoluto secreto. Pero esto no es más que una conjetura, a pesar de los juramentos que han formulado pretendidos testigos. De hecho, la hipótesis de una intervención -o de una no intervención- gubernamental es otro aspecto fascinante de la controversia sobre los Ovnis.
A falta de un Ovni "real" que pudiéramos tocar y examinar, existen muchísimas "pruebas" de la realidad del fenómeno, en forma de fotografías y algunas películas. La mayoría de estos documentos son, sin lugar a dudas, falsos; incluso cuando los presentan personas aparentemente de buena fe, son tan borrosos, tomados de tan lejos o tan ambiguos que no hacen más que agregar una nueva dimensión al problema: ¿por qué, si los Ovnis existen, no hemos obtenido mejores pruebas fotográficas, en una época en que tanta gente tiene la costumbre de llevar siempre consigo cámaras fotográficas o videocámaras?
Entre las pruebas más sólidas que poseemos acerca de este fenómeno, hay que examinar los efectos causados por los Ovnis sobre el en torno, el paisaje y los objetos, y en particular sobre los motores.
A media mañana del día 24 de mayo de 1974, don Demetrio Carrascosa, de 53 años, vecino de San Clemente (Cuenca, España), viajaba en su motocicleta por las cercanías del río Rus, cuando de pronto avistó un objeto con forma de limón. Media unos 4 m de longitud y unos 3 m de altura, y el cuerpo del aparato se apoyaba en tres o cuatro patas que lo mantenían a unos dos metros por encima del suelo. El señor Carrascosa intentó acercarse para verlo mejor, pero el objeto se elevó rápidamente, emitiendo un ruido silbante. Las ondas expansivas de sus violentas rotaciones hacían que saltasen piedras y pedazos de tierra. Entre los rastros que dejó se encontraron plantas marchitas, agujeros en el suelo y piedras calcinadas que, aparentemente, habían soportado una temperatura de más de 2.000 °C.
De modo semejante, en noviembre de 1976, un camión y un coche que circulaban en sentido contrario en una carretera de Hampshire (Gran Bretaña) se averiaron simultáneamente cuando un objeto bastante voluminoso y en forma de huevo se interpuso entre ambos. La policía e incluso el Ministerio de Defensa investigaron este incidente, pero nunca se dio una explicación oficial. Casos como éstos pueden desconcertar a los investigadores, pero una cosa es cierta: si pueden producir efectos físicos, sin duda los Ovnis deben tener una realidad física.
Asimismo, si los Ovnis son objetos físicos, deben provenir de algún lado. Cuando se observaron los primeros (de este siglo), en los años cuarenta, se supuso que tenían origen terrestre. Los norteamericanos pensaron que se trataba de aparatos secretos soviéticos, quizá perfeccionados gracias a los conocimientos aportados por los científicos alemanes que habían caído prisioneros al finalizar la segunda guerra mundial. Pero, dado que se observaban aparatos idénticos en todo el mundo, se hizo evidente que ninguna nación terrestre podía ser su artífice.
Surgieron también otras teorías ingeniosas, pero siempre carentes de pruebas. Así, se pretendió que venían del Himalaya, que desde siempre gozaba fama de ser cuna de un saber misterioso, o bien de la Antártida, con sus inmensas regiones todavía inexploradas y de condiciones climáticas anormales. Sin embargo, los interesados en el fenómeno Ovni empezaron a poner sus miradas más allá de la Tierra, espoleados por el hecho de que nuestro propio programa de exploración espacial estaba en sus inicios. La humanidad empezaba a interesarse activamente por los mundos más allá del nuestro, y parecía razonable pensar que otras civilizaciones dotadas de una tecnología igual o superior a la muestra pudieran manifestar un interés parecido por nosotros.
No obstante, aunque el número de fuentes potenciales de vida en el Universo sea virtualmente infinito, la probabilidad de que exista una civilización con un estado de desarrollo tal que le permita efectuar viajes espaciales es ínfima. Resulta desalentador el hecho de que no se haya descubierto ninguna prueba irrefutable para sostener la hipótesis del origen extraterrestre de los Ovnis: es la mejor explicación que poseemos, pero no pasa de ser una especulación.
¿Mensajes del espacio?
Hoy se admite generalmente que los Ovnis plantean un problema no sólo al astrónomo y al físico, sino también al sabio "ortodoxo", con lo cual el estudio global de este tema requiere hasta cierto punto un enfoque interdisciplinar: los psicólogos confirman que la respuesta de un individuo frente a este fenómeno viene condicionada por su perfil psicológico, mientras que el sociólogo relaciona estas respuestas con los modelos culturales; el antropólogo señala ciertos paralelismos con mitos y creencias tradicionales, mientras que el parapsicólogo destaca que las observaciones de Ovnis a menudo van acompañadas de manifestaciones psíquicas, como la precognición y el fenómeno poltergeist. Esto último se aplica particular mente a los casos de "encuentros", cuando el observador afirma haber entrado en contacto y haberse comunicado con los ocupantes de un Ovni. Estas entidades suelen ser descritas como criaturas extraterrestres, diferentes de nosotros, y que a menudo se presentan como embajadores de una potencia intergaláctica; su finalidad es observar a los seres humanos, prevenirles contra la inadecuada utilización de los recursos terrestres y hacerles llegar mensajes de amistad procedentes de una Fraternidad cósmica. Si sólo se hubieran registrado uno o dos casos de dichos "encuentros", podríamos descartarlos como productos de una fantasía desbordante; pero existen cientos de casos idénticos en los dossiers. Si se pudiera demostrar la autenticidad de uno solo de estos casos, con las pruebas necesarias, la cuestión de los Ovnis contaría con una base sólida, y merecería la atención de los científicos. Pero, en todos y cada uno de los casos, los interrogantes no han sido totalmente desvelados: ¿se ha producido realmente el encuentro, o se trata de una simple invención, de una falsificación? Las hipótesis van desde el "lavado de cerebro" realizado por invasores extraterrestres hasta la posibilidad de una invención propiciada por la CIA...
Es casi seguro que los Ovnis existen, tanto en el plano físico como en el psicológico; no obstante, debemos reconocer que, incluso si son reales, no son lo que parecen. El misterio de los Ovnis encierra esta paradoja.
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