Durante la fría y clara tarde del lunes 3 de febrero de 1958 comenzaron a desarrollarse acontecimientos extraordinarios en el domicilio de Santiago Hermann, situado en Seaford (Long Island, New York).
Se encontraban en la casa Lucila, la esposa de Herrmann, y sus dos hijos una muchacha de trece años de edad también llamada Lucila, y el chico de doce, Santiaguito. Sus recuerdos iniciales, como es natural en gente que no esperaba que se produjese ninguna cosa extraña, no son perfectamente claros, pero todos están conformes en que hacia las 3:30 de la tarde varias botellas que contenían diversos líquidos se destaparon ruidosamente y empezaron a dar brincos en distintas habitaciones de la casa.
Una botella de agua bendita que estaba sobre la cómoda del dormitorio de los Hermann se destapó y se cayó vertiendo parte de su contenido. Un frasco de champú y otro en el que había un medicamento se comportaron de manera semejante en el cuarto de baño, mientras hacían lo mismo una botella de almidón líquido en la cocina y otra de lejía en el sótano.
Ninguno de los Herrmann vio moverse las botellas, pero todos lo oyeron. Al acudir apresuradamente para ver lo que significaban aquellos ruidos, descubrieron que los frascos (cerrados con tapón de rosca que necesitaba dos o tres vuelas para abrirse) acababan de derramarse y no podían haber sido vertidos por ninguna persona venida de fuera.
El jueves 6 de febrero los Herrmann habían comenzado ya a olvidar los extraños sucesos del lunes, cuando por la tarde otras seis botellas hicieron saltar ruidosamente sus tapones y rodaron de un lado a otro. El viernes otros frascos más se destaparon y comenzaron a saltar.
En la mañana del domingo 9 de febrero, Santiago Herrmann, hombre sereno y poco sugestionable, de 43 años de edad, pudo hacer su primera observación directa. La botella de agua bendita se disparó de nuevo juntamente con las del almidón y la trementina. Luego, mientras se hallaba a la puesta del cuarto de baño hablando con su hijo, comenzó a moverse una botella de medicina a través del borde plano del lavabo y después de recorrer unos 45 cm. Cayó al suelo. Herrmann telefoneó a la policía, y noticias sobre estos extraños casos no tardaron en comenzar a aparecer en los periódicos.
Los agentes pudieron observar estos fenómenos con sólo permanecer unos instantes en el interior de la vivienda. El detective José Tozzi tomó el caso a su cargo y comenzó a investigar todas las posibilidades.
Se barajó de todo: movimientos causados por ondas de radio, telequinesis o levitación de los objetos por parte de alguno de los integrantes de la familia, y la intrusión de algún espíritu burlón en la casa. Lo cierto es que, en un momento en que consideraron que todo aquello ya era demasiado – pues las cosas seguían moviéndose inexplicablemente – los Herrmann evacuaron la casa y nada se movió durante su ausencia; pero poco después de su regreso cayó una vasija al suelo.
Nadie pudo hallar el motivo de aquellos sucesos paranormales, los que siguieron sucediendo a pesar de todas las investigaciones llevadas a cabo por científicos y detectives. En realidad, sólo puede decirse de los indicados objetos lo que dijo Galileo de la tierra: E pur si muove, aunque nadie sepa el cómo ni el por qué.
Se encontraban en la casa Lucila, la esposa de Herrmann, y sus dos hijos una muchacha de trece años de edad también llamada Lucila, y el chico de doce, Santiaguito. Sus recuerdos iniciales, como es natural en gente que no esperaba que se produjese ninguna cosa extraña, no son perfectamente claros, pero todos están conformes en que hacia las 3:30 de la tarde varias botellas que contenían diversos líquidos se destaparon ruidosamente y empezaron a dar brincos en distintas habitaciones de la casa.
Una botella de agua bendita que estaba sobre la cómoda del dormitorio de los Hermann se destapó y se cayó vertiendo parte de su contenido. Un frasco de champú y otro en el que había un medicamento se comportaron de manera semejante en el cuarto de baño, mientras hacían lo mismo una botella de almidón líquido en la cocina y otra de lejía en el sótano.
Ninguno de los Herrmann vio moverse las botellas, pero todos lo oyeron. Al acudir apresuradamente para ver lo que significaban aquellos ruidos, descubrieron que los frascos (cerrados con tapón de rosca que necesitaba dos o tres vuelas para abrirse) acababan de derramarse y no podían haber sido vertidos por ninguna persona venida de fuera.
El jueves 6 de febrero los Herrmann habían comenzado ya a olvidar los extraños sucesos del lunes, cuando por la tarde otras seis botellas hicieron saltar ruidosamente sus tapones y rodaron de un lado a otro. El viernes otros frascos más se destaparon y comenzaron a saltar.
En la mañana del domingo 9 de febrero, Santiago Herrmann, hombre sereno y poco sugestionable, de 43 años de edad, pudo hacer su primera observación directa. La botella de agua bendita se disparó de nuevo juntamente con las del almidón y la trementina. Luego, mientras se hallaba a la puesta del cuarto de baño hablando con su hijo, comenzó a moverse una botella de medicina a través del borde plano del lavabo y después de recorrer unos 45 cm. Cayó al suelo. Herrmann telefoneó a la policía, y noticias sobre estos extraños casos no tardaron en comenzar a aparecer en los periódicos.
Los agentes pudieron observar estos fenómenos con sólo permanecer unos instantes en el interior de la vivienda. El detective José Tozzi tomó el caso a su cargo y comenzó a investigar todas las posibilidades.
Se barajó de todo: movimientos causados por ondas de radio, telequinesis o levitación de los objetos por parte de alguno de los integrantes de la familia, y la intrusión de algún espíritu burlón en la casa. Lo cierto es que, en un momento en que consideraron que todo aquello ya era demasiado – pues las cosas seguían moviéndose inexplicablemente – los Herrmann evacuaron la casa y nada se movió durante su ausencia; pero poco después de su regreso cayó una vasija al suelo.
Nadie pudo hallar el motivo de aquellos sucesos paranormales, los que siguieron sucediendo a pesar de todas las investigaciones llevadas a cabo por científicos y detectives. En realidad, sólo puede decirse de los indicados objetos lo que dijo Galileo de la tierra: E pur si muove, aunque nadie sepa el cómo ni el por qué.
2 comentarios:
Intersantísimo artículo. Su Blog está maravillosamente concebido. Felicitaciones. Esperamos sus nuevos textos. Sin excepción todos los que he leído hasta ahora están interesantísimos. Especialmente los relacinados a casos de licantropía, aquellos en los que describe a asesinos en serie y lugares encantados o embrujados.Reciba usded un cordial saludo y los mejores deseos. Atentamente. Jorge López F.
Muy interesante ¿la casa existe aún?
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