martes, 31 de mayo de 2011

Norman Thorne: El asesino de la granja avícola

Cuando sus miradas se cruzaron, Elsie Cameron cayó rendida al amor de Norman Thorne. Con sólo 22 años, sus problemas depresivos le habían llevado a una vida ermitaña. Era poco atractiva para los hombres y además su carácter la hacía difícil de llevar, pero aquel invierno de 1920 la mirada de Norman la había enamorado.

Aquel joven de sólo 18 años, que sólo vivía para cuidar de sus gallinas en su granja, era sencillo y tímido. Jamás había estado con ninguna mujer y Elsie era su oportunidad de conocer los placeres carnales. Sí, porque sólo eso significaba ella para él. El deseo. La lujuria. Ella le ofrecía la oportunidad de un buen rato de sexo de vez en cuando, pero Elsie quería algo más. Con el tiempo apareció el fuerte carácter de la chica y aquella relación tan aparentemente sencilla y superficial poco a poco se fue complicando. Ella le pidió que se casaran, pero Norman no quería abandonar ni su granja ni sus gallinas. Aquel era su mundo, y si estaban tan bien no veía por qué habían de cambiar.

Desesperada, Elsie empezó a inventar historias y a forzar la situación presionando al chico. En una carta, ella le contó que estaba embarazada. No era cierto, por supuesto, pero la chica pensaba que aquello sería suficiente para que se casaran. En un pueblo como aquel y a principios de los años 20 nadie permitiría que Norman no se casara con ella estando embarazada. Sin embargo, la contestación del joven una vez más fue devastadora para ella. Le confesó que mantenía relaciones también con Elizabeth Coldicott, de quien se declaraba enamorado. El triángulo amoroso se completaba, mientras un triste destino se abatía sobre los protagonistas.

Desesperada por la posibilidad de perder un matrimonio que ella pensaba sería su única oportunidad de salir adelante, Elsie le perdonó sus infidelidades a Norman y le dijo que se iría a la granja a vivir con él hasta que llegara el momento de que él accediera a casarse con ella. Norman calló, pero en su rostro se dibujó el rictus de la ansiedad. Presionado por la arrolladora personalidad de Elsie, el pusilánime Norman calló.

El 5 de diciembre de 1924, Elsie Cameron cogió el tren en dirección a la granja avícola de Norman Thorne. Nunca más se supo de ella. Cuando el chico fue interrogado por la policía local, declaró que la había estado esperando pero que nunca había aparecido. Se buscó a Elsie por todos lados, se pensó que había sido secuestrada en el trayecto hasta la granja. El 8 de diciembre, el capitán A. Pearse, médium, hizo un dibujo en un folio estando en trance en el que se veía el rostro de la joven mecanógrafa. El médium indicó que la chica había sido asesinada. Poco después, un vecino declaró que había visto llegar a la joven a la granja aquel día 5 de diciembre.

Puesto el caso en manos de los más experimentados investigadores de Scotland Yard, volvieron a interrogar a Norman ante las nuevas pruebas. Sin inmutarse, el joven cambió su versión y dijo que sí, efectivamente, Elsie había llegado a su granja dispuesta a quedarse a vivir allí. Sin embargo, él la rechazó. Salió un momento, pero cuando volvió la encontró colgada de una viga. Se había suicidado, indicó, fríamente. Cuando le preguntaron por el cadáver, Norman Thorne dijo que nadie le creería lo ocurrido así que decidió que lo mejor era enterrarla cristianamente y callar lo sucedido. Sin embargo, la troceó, dejando solamente intacta la cabeza que guardó en una caja de galletas. Luego, todos los pedazos los enterró bajo su granja, entre el estrepitoso escándalo de las gallinas que corrían nerviosas.

La versión cayó por su propio peso. Cuando desenterraron los trozos y recompusieron el cuerpo, los forenses dictaminaron que ninguna cuerda había rodeado su cuello, y que la inflamación que presentaba en la garganta se había hecho con unas manos. Cuando tomaron pruebas de la viga donde supuestamente se había colgado, observaron que la misma tenía polvo acumulado desde hacía meses, por lo que era imposible que allí se hubiera anudado ninguna cuerda.

Tres meses después del asesinato, Norman Thorne fue juzgado. Era el 4 de marzo de 1925. La resolución fue rápida: el jurado lo declaró culpable del asesinato de Elsie Cameron. Apenas un mes después, Norman Thorne fue ejecutado.

Este crimen al que la prensa bautizó como “el asesinato de la granja avícola” se hizo famoso en su época en Londres, y sobre todo, en Sussex de donde eran los protagonistas de esta historia. De todo aquel truculento crimen queda el recuerdo de que en su última cena, Norman Thorne pidió para comer... gallina.

lunes, 30 de mayo de 2011

Lizzie Borden: La presunta asesina del hacha

Lizzie Borden se hizo tan famosa en Massachusetts que compusieron incluso una cancioncilla con su “hazaña”.
“Lizzie Borden cogió un hacha y le dio cuarenta hachazos a su madre.
Cuando vio lo que había hecho, le dio cuarenta y uno a su padre”.

Lizbeth Borden, a quien conocían cariñosamente por el seudónimo de Lizzie, era una mujer de cuarenta años que vivía junto a su padre y hermana. Cuando la madre de Lizzie murió, su padre Andrew Borden contrajo matrimonio con Abby Durfree. Ambas hermanas odiaban profundamente a ésta mujer, hasta el punto de intentar no cruzarse con ella por la casa.

El padre era un hombre tacaño y trataba a sus hijas, sobre todo a Lizzie, como si fuese una niña pequeña. No consentía que hablará con extraños y tampoco que saliese sola por las calles.

El 4 de agosto de 1892, sobre las 11 de la mañana, Lizzie atemorizada descubre el cadáver de su padre. Éste se encontraba tumbado en el sofá del salón con la cabeza totalmente desfigurada, tenía once hachazos en el cráneo. Rápidamente llama la atención de la criada para mostrarle tal crueldad. Según cuenta la criada escuchó gritar a Lizzie desde abajo: “¡Bridget, rápido, baja! ¡Padre está muerto! ¡Alguien ha entrado y lo ha matado! Deben haberlo hecho mientras yo estaba en el establo”…

Al momento llamaron al médico forense y avisaron a la madrastra que se encontraba en sus aposentos. Pero la encontraron de rodillas en el suelo con 21 hachazos en la cabeza. Los indicios del cuerpo (estaba frío y con la sangre coagulada) daban a entender que llevaba muerta unas horas antes que Andrew Borden, el padre de Lizzie.

Cuando llegó la policía buscaron por la casa para encontrar pistas. Y hallaron en el sótano cuatro hachas y una azada. La azada estaba recién cubierta de cenizas, algo curioso.

Todo hacía sospechar de Lizzie, su carácter, que fuese la primera en descubrir el cadáver, el poco trato para su padre y el odio hacia su madrastra y sobre todo, que no tenía una coartada muy definida. El 11 de agosto fue detenida, aunque ella siempre mantuvo su inocencia en el caso.

Massachusetts se conmovió por completo con el asesinato y con Lizzie. Muchos creían en su inocencia y la prensa la describió como una heroína y mártir a la vez. Se convirtió en un ídolo para las masas del pueblo y su juicio fue uno de los acontecimientos más grandes en los medios de comunicación de aquella época.

Lizzie era la única persona que podía haber matado a sus padres, y 21 componentes del jurado lo creían así. Todas las pruebas apuntaban en su contra.

Incluso reconoció su escarceo amoroso durante años con una hermosa joven, Nancy O’Neill. Y una versión aseguraba que el padre descubrió tal relación de su hija con otra mujer, y Lizzie lo asesinó para seguir viéndose con su amada.

Gracias al pueblo se salvó de la pena de muerte y quedó en libertad. Durante los años restantes Lizzie vendió la propiedad de su padre y se compró una mansión más grande, en donde vivió sus últimos años.

Jamás se averiguó que ocurrió aquel día en la casa de los Borden. Y seguramente jamás se sabrá.

Lizzie fuese culpable o no, convivió con la etiqueta de asesina toda su vida. Además su familia la abandonó dejándola completamente sola.

viernes, 27 de mayo de 2011

El misterioso estrangulador de Boston

Entre 1962 y 1964 trece mujeres fueron violadas y asesinadas en Boston. Según el sumario policial el conocido como estrangulador de Boston era Albert DeSalvo. DeSalvo era conocido por sus casuales robos y abusos sexuales sobre mujeres, hasta que en 1964 con la excusa de que era un detective logró entrar en la casa de Mary Shullivan. La amordazó, la ató y después la violó, colocando entre sus dedos una felicitación de año nuevo y según declaraciones de la propia víctima, DeSalvo se disculpó por lo que a continuación iba a cometer.

La descripción que Shullivan hizo del malhechor fue básica para descubrir a DeSalvo. Éste tenía esposa y dos hijos. Según contaba la propia policía, afirmaba que vagaba por las calles hasta que las gana de matar le poseían. Entonces escogía una casa al azar y atacaba. No se centraba en ningún tipo de persona en particular, solo que fuesen mujeres. Su apetito sexual era insaciable, y él mismo culpa su infancia y a su propia mujer de sus actos. El abogado de DeSalvo admitió que era un hombre aparentemente tranquilo y que por su forma de actuar era difícil que levantara sospechas. Pero según George Nassar, el compañero de celda de Albert, escuchó durante noches las confesiones de DeSalvo de hasta once asesinatos y algunos que eran desconocidos por la policía.

Pero dentro del propio caso hay algunas notas que pueden dar que pensar en la posibilidad de que DeSalvo no fuese el autentico o único estrangulador de Boston. Según la propia familia de Mary Sullivan sostenía que DeSalvo no era quién atacó a Mary. En 1993 el sobrino de Mary, Casey Sherman, pudo leer un libro escondido entre las sombras, Los estranguladores de Boston de Susan Kelly. El relato impactó en Casey tanto que preguntó a la madre de Mary su opinión al respecto. La sorpresa de éste se produjo cuando ésta le confesó que estaban casi seguros que Albert DeSalvo no era quién él mismo proclamaba ser. Esta confesión apoyaba la teoría aportada en el libro de Susan Kelly. En él se mantenía que no solo hubo un estrangulador, sino que fueron varios los asesinos que se imitaban mutuamente.

El misterio se hizo más grande cuando un fiscal del condado de Massachusetts, había hallado material genético de Mary Shullivan, y que, comparado con el que se aportó de Albert DeSalvo, no coincidía. Se investigó de nuevo pero no se llegaron a encontrar nuevas pruebas que pudiesen desestimar la acusación sobre DeSalvo y encontrar el culpable o culpables.

A pesar de esta investigación policial, que finalmente cargó todos los crímenes sobre Albert, el sobrino Casey no podía creer la versión de los hechos. Investigó la lista de testigos y se reunió con varios de ellos, pero su tía aportó que su sospechoso era el novio de la compañera de piso de Mary. Además un testigo vio una persona rondando la casa de Mary en horas cercanas al crimen. Coincidía con la descripción que hicieron del novio de aquélla. Lograron someter al nuevo sospechoso al polígrafo, y según los resultados la coartada que presentó era falsa.

No se pudo demostrar nada, la falta de pruebas desestimó al sospechoso, y el caso se cerró. Pero Casey en su empeño en demostrar que el caso no estaba cerrado localizó al novio de la compañera y pidió que se hiciera una prueba de ADN, lo que éste no aceptó.

El caso sigue cerrado, pero según estas últimas aportaciones, podemos pensar que posiblemente el autor de los hechos ha muerto impunemente, o sigue vivo sin levantar sospecha, ya siendo un abuelo. O incluso pensar que varios estranguladores continúan por ahí sin que se les reconozca. En el archivo policial a Albert DeSalvo se le acusó de trescientos ataques a mujeres, que posiblemente no cometió.

jueves, 26 de mayo de 2011

Ed Gein: El caníbal de Plainfield

Todo el mundo ha oído hablar de historias de canibalismo y asesinatos relacionados con este tema. Sin duda una de las historias más conocidas es la de Edward Theodore Gein, “Ed Gein”. Un sanguinario y despiadado asesino que pasaba por ser una persona aparentemente normal. Tan normal como que Gein era el encargado de hacer todo tipo de trabajos a los vecinos de Plainfield (Wisconsin), sin que ninguno de ellos sospechase la afición de este.

Nació en 1906 y fue criado en su granja por su madre, una mujer extremadamente religiosa. A causa de las peleas que esta tenía con su marido, hizo de Gein un hombre como ella siempre deseó: religioso. También quiso alejarlo del alcohol y la lascivia.

Así pues, desde joven Gein estuvo dominado totalmente por su madre, que infringía castigos a él y a su hermano, para mantener una dura disciplina sobre ambos.
El marcado complejo de Edipo que Gein sufría desde pequeño terminó cuando en 1945 su madre moría víctima de un ataque al corazón. Comenzaba entonces un duro camino para Gein, que se había educado bajo la férrea protección de su madre y que no tenía amigo alguno. En su granja comenzó a preparar todo su legado del terror.

En 1954 el pueblo quedaba conmocionado cuando se descubre la desaparición de Mary Hogan, la propietaria de una taberna del lugar. Se encontró un río de sangre que cubría el suelo del bar, pero la mujer no estaba por ningún sitio. La policía investigó el caso y determinó que Mary había sido raptada y posiblemente asesinada. Pero no había signos de violencia aparente, tan sólo sangre, mucha sangre.

El misterio de Mary quedó en el aire con las suposiciones de todos los vecinos de la zona.

Todo cambió cuando en noviembre de 1957, Ed Gein entraba en la tienda de Bernice Worden y le disparaba con su rifle. Se llevó el cuerpo de la mujer en su furgoneta, dejando de nuevo un enorme rio de sangre por el local. Pero esta vez Gein cometió un fallo. El libro del registro de contabilidad mencionaba su nombre, Gein había sido el último cliente antes de la desaparición de la señora Worden. Las miradas de acusación en ese momento se dirigieron contra él.

La detención de Gein fue rápida, y varios agentes de policía se dirigieron hasta la granja de Gein para realizar el registro rutinario de la casa del asesino. Pero ese registro esclareció la retorcida mente del granjero.

A primera vista el lugar era un vertedero con excrementos por toda la casa, basura, chicles pegados por todas partes, revistas pornográficas y de anatomía humana. Junto a esto descubrieron los atroces crímenes cometidos por su vecino. Un cuerpo colgaba del techo, rajado en canal con las tripas al descubierto. Esa fue la bienvenida al primer agente que llegó hasta la granja. Con los refuerzos descubrieron el resto de atrocidades que se guardaban en la casa. Encontraron la cabeza de Bernice Worden y su corazón amputados, la decoración de la casa eran cráneos, y la sillas y muebles revestidas con piel humana, además de la ropa que el propio Gein llevaba, elaboradas con piel humana.

Según algunas declaraciones que a posteriori se supieron, Gein quería encontrar una mujer que se pareciese a su madre para suplantarla tras su muerte. De ahí que las víctimas tuvieran un gran parecido a su madre. El resto de cuerpos o partes humanas que guardaba en casa eran fruto de las profanaciones de tumbas que Gein llevaba a cabo por las noches, en las que recogía los cuerpos enteros o se llevaba las partes que le interesaban.

Según los psicólogos Ed Gein tenía doble personalidad, incluso comento en sus declaraciones que pensaba hacerse un cambio de sexo para parecer a su madre. Fue encerrado en un Centro psiquiátrico, en el que estuvo décadas y murió en 1984 por una enfermedad respiratoria a los 77 años.

A modo de anécdota, la película Psicosis de Alfred Hitchcock está basada la novela de Robert Bloch, inspirada en el personaje de Gein. Además existe un grupo de rock llamado Ed Gein, y numerosos personajes de cine están inspirados en el asesino, por ejemplo “Buffalo Bill”, el de la película El silencio de los corderos de Jonathan Demme.

martes, 24 de mayo de 2011

Elizabeth Bathory: La condesa sangrienta

Desde tiempos ancestrales, la búsqueda del elixir de la eterna juventud o la vida eterna, ha llevado a la perdición a todos/as aquellos/as que se enzarzaron en una encarnizada lucha contra el envejecimiento y la muerte, incapaces de aceptar la suprema ley del ciclo vital. En sus delirios por alcanzar ese status quo, han cometido auténticas atrocidades. Como las perpetradas por uno de los mayores terrores que ha pisado el viejo continente: Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta.
Nacida en cuna oro, en la segunda mitad del siglo XVI, Elizabeth tenía importantes parientes que ocupaban puestos de relevancia, como el más importante: Steven, Rey de Polonia. Hasta los quince años, su vida transcurrió de forma normal, con las costumbres típicas de una joven de su posición. Sin embargo, a dicha edad fue desposada con el Conde Ferencz Nasdasdy, conocido como “El heroe negro de Hungaria”, ya que pasaba gran parte de su tiempo en batallas. En la soledad de su castillo, Csejthe en Nyitra, Bathory se introdujo en el mundo del ocultismo y magia negra, de la mano de un sirviente llamado Thorkon.

Una condesa torturadora.
Pronto empezaría Elizabeth a aflorar sus verdaderos instintos sádicos. Como detestaba a su suegra, quien era muy controladora y mezquina, empezó a desquitarse con sus sirvientas torturándolas con ayuda de su vieja enfermera. A la muerte de su marido, en 1600, la condesa se sintió plenamente libre de poder realizar impunemente todo aquello que se le cruzara por la cabeza. Envió muy lejos a su suegra y empezó a obsesionarse con su belleza -que ya de por sí era excepcional-.

Un día, por accidente, una sirvienta le dio un jalón al cepillarle el pelo y ésta, enfurecida, la abofeteó tan fuerte que la muchacha sangró por la nariz manchándole el rostro. Elizabeth, delirando, se autoconvenció de que la sangre de la chica había rejuvenecido su piel. Ordenó a Thorkon y a otro sirviente que la ataran y la desangraran. La condesa Bathory se bañó en una tina llena de sangre con la firme creencia que se mantendría eternamente joven…

El castillo sangriento.
Durante diez años, la condesa se aprovisionó de jóvenes muchachas, algunas de ellas de estrato social muy bajo, para desangrarlas mediante demoníacos rituales sirviéndose de complejos artefactos diseñados para tal fin. En las aldeas se le empezó a temer, y los campesinos estaban convencidos de que ella era una vampiresa -quizás lo fuera por su tremenda obsesión por la sangre-.

Sin embargo, una de las chicas consiguió escapar y avisó a las autoridades. Se ordenó una investigación al Conde Cuyorgy Thurzo, gobernador de la provincia y primo de Elizabeth. Cuando finalmente entraron a inspeccionar en castillo, el horror que habitaba en él los dejó sin habla. En diferentes cuartos había mujeres muertas, desangradas, algunas con partes del cuerpo agujereadas. Otras estaban encerradas en un calabozo esperando su turno para ir al matadero. Asimismo, exhumaron a más de 50 mujeres.

Encerrada de por vida.
Se celebró un juicio donde el mayordomo y otros participantes de las atrocidades declararon todo lo que vieron y experimentaron junto a la condesa. Describieron con detalle algunas de las torturas, como colocar a las mujeres boca abajo y cortarlas con tijeras. A todos los implicados en el caso se les sentenció a la pena de muerte -decapitar e incinerar-. La condesa, que nunca acudió al juicio, no se declaró ni culpable ni inocente. Ella había tenido dos ayudantes, sendas brujas, a las que se les partió los dedos de las manos y quemó en la hoguera. A Elizabeth se la confinó de por vida en el castillo con las ventanas y puertas selladas. Desterrada y sola, se le pasaba comida por un pequeño agujero. No se le condenó a la pena de muerte por ser su primo un primer ministro.

A los cuatros años de su confinamiento, un curioso soldado -quería verla en persona- encontró a la “condesa sangrienta” muerta. Su legado de terror había llegado a su fin.

lunes, 23 de mayo de 2011

Armin Meiwes: El caníbal de Rotenburgo

A priori quizás no os suene el nombre de Armin Meiwes, pero si os decimos “El caníbal de Rotenburgo”, ahí seguro que recordaréis su historia. Una espantosa historia que llenó cientos de páginas de sucesos en el año 2001. Su caso se sale de lo común, ya que perpetró un crimen “consentido”: asesinó, descuartizó e ingirió algunas partes, de un joven -que conoció por un chat de Internet- de forma autorizada por éste, ya que él quería devorar y ser devorado.

La historia del canibalismo tiene profundas raíces en los rituales paganos de tribus indígenas. El término es originario de una tribu “Caniba” o “Caribe” que conoció Colón en uno de sus viajes. Se ha acusado a muchas civilizaciones de esta práctica, a veces de forma justa y otras como forma de difamación para justificar masacres. En los casos que este acto es verídico, hay dos objetivos: por hambre -sobrevivir-, o por ritos y pulsiones.

El canibalismo afectivo.
Es en esta clasificación donde encaja Armin Meiwes. Este canibalismo persigue obtener la fuerza, por ejemplo, a través del consumo de la carne de un ser humano. En el caso concreto de Meiwes, su principal motivación era la sexual, ya que había conocido a su víctima en un foro donde compartían fantasías con respecto a devorar a un congénere. La infancia y adolescencia de Armin estaban profundamente estigmatizadas por la presencia de su madre (como en el caso de Ed Gein), que debido a su exacerbado proteccionismo lo convirtió en una persona introvertida. Pero, ¿un monstruo nace o se hace?

¿La biografía condiciona?
Muchos expertos en psicología indagan en los traumas psicológicos de asesinos para encontrar una razón, una causa de tal depravado comportamiento. Armin vivió toda su vida con su madre y a la muerte de ésta, que lo había educado de forma muy estricta, se sintió libertado y dio rienda suelta lo que tenía dentro de sí. Técnico informático, coleccionaba fotografías de cadáveres, leía libros sobre asesinos, etc. Asimismo, tenía en un cofre una tétrica colección: miembros de muñecas.

Pronto su colección privada de fotografías creció en morbosidad extrema. Empezó a frecuentar foros y chats para compartir experiencias y sentimientos comunes. Sería en uno de ellos donde conocería a Bernd Brandes, un ingeniero bisexual al que le encantaba las torturas en el acto sexual. En su primera cita se decidió uno de los asesinatos más escalofriantes: el canibalismo consentido.

¿Asesinato o eutanasia?
Se citaron un fin de semana donde compartieron sus estrambóticos gustos. La experiencia fue agradable para ambos, ya que justo cuando se iban a despedir, decidieron repetir. Allí fue donde, tras largas conversaciones, Bernd le pidió que le seccionara su miembro para que ambos los probasen. Drogado con medicamentos y alcohol no sintió dolor. Armin Meiwes, posteriormente, lo asesinó, descuartizó -en una mesa y lo grabó en vídeo-, y guardó trozos para comer en días posteriores.

Tiempo después, empezó a buscar nuevas víctimas en los foros. Allí fue donde un joven lo denunció, al afirmar éste que había probado la carne humana -dicen que sabe como el cerdo-. En respuesta a su declaración tenía cientos de ofrecimientos de personas que querían ser devoradas. Realmente escalofriante.

Actualmente, Armin Meiwes cumple cadena perpetua por asesinato en primer grado.

viernes, 20 de mayo de 2011

Tupac Amaru II: La muerte cruel del caudillo líder de la mayor rebelión indígena anticolonial

De nombre José Gabriel Condorcanqui Noguera, nacido un 19 de Marzo de 1738 en Tinta, Perú, pero más conocido como Tupac Amaru II, este revolucionario del siglo XVIII descendiente del último Inca de Vilcabamba y fue el pionero en la lucha por liberar a los pueblos del sur de América de la Corona española.

Desde temprana edad, y una vez finalizado sus estudios, Condorcanqui fue nombrado cacique y comenzó a administrar los territorios que había heredado. Poseía campos de coca en Carabaya, campos de maíz en Tinta, minas, y mulas.

Como era de esperarse, y debido a su éxito económico, las autoridades españolas comenzaron a presionarle, obligándole a pagar prebendas, al igual que los arrieros argentinos, quienes deseaban controlar el monopolio de los minerales a través del Alto Perú.

En 1776, Condorcanqui presentó una petición oficial para que los indios fueran liberados del trabajo obligatorio en las minas pero la misma fue rechazada lo cual desembocó en una rebelión a principios de 1780 encabezada por este prospero descendiente del último soberano inca Tupac Amaru, de quien luego tomaría el nombre.

Como primera medida, Tupac Amaru II capturó al Corregidor Arriaga, le hizo prisionero y ordenó su ejecución. Posteriormente se enfrentó a 1200 españoles en Sangarará, los venció y luego regresó a su ciudad natal en Tungasuca a fin de iniciar un tratado de paz con los mismos lo que acabó por ser una mala decisión ya que ésto les proporcionó el tiempo necesario para organizar una resistencia.

Lo inesperado sucedió. El 8 de enero de 1781 los rebeldes son vencidos y después el 5 y el 6 de Abril vuelven a caer ante las tropas del Mariscal del Valle. En consecuencia, Tupac Amaru es perseguido por Ventura Landa en Tatanico y capturado. Su fin sería cruel.

El 18 de Mayo de 1781 es obligado a asistir a la Plaza de Armas de Cuzco a fin de presenciar la ejecución de toda su familia, entre ellos su esposa Micaela Bastidas con quien había contraído matrimonio a la edad de 20 años, sus aliados y amigos.

Por último, solo faltaba Amarú a quien le cortaron la lengua y ataron sus extremidades, piernas y brazos, a cuatro caballos a fin de descuartizarlo vivo, una atroz idea que no lograron concluir por lo que decidieron decapitarlo, clavar su cabeza a una lanza, despedazarlo y enviar sus cuatro miembros a cuatro ciudades diferentes, Tungasuca, Carabaya, Livitaca y Santa Rosa.

Mas allá de su trágico final, la lucha por la independencia no cesó ya que luego de su muerte apareció en escena un medio hermano, Diego Cristóbal Tupac Amaru, para seguir sus pasos.

jueves, 19 de mayo de 2011

Alianza Anticomunista Argentina: La siniestra Triple A de los años setenta

La Alianza Anticomunista Argentina, más conocida como la Triple A, fue un grupo paramilitar de ultraderecha, creado a principios de la década del setenta, que tenía como fin silenciar a la oposición de izquierdas en la Argentina.

Este grupo terrorista, como también se lo consideraba, estuvo bajo la dirección de José López Rega, secretario personal y ministro en su momento del presidente Juan Domingo Perón. Durante el gobierno interino de Raúl Lastiri, Rega se asoció con el entonces comisario general de la Policía Federal Argentina, Alberto Villar, y juntos idearon esta sangrienta empresa. Por supuesto, precisaban de una suma de dinero considerable y para adquirirla López Rega, quien también se encontraba frente al Ministerio de Bienestar Social, desvío los fondos de esta para financiar la organización y el armamento del grupo paramilitar.

Además de su prestigiosa posición en el gobierno, López Rega pertenecía a logia masónica Propaganda Due, dirigida por Licio Gelli y reconocida, entre otras cosas, por ser una posible implicada en la misteriosa desaparición de las manos de Perón.

El primer atentado se llevo a cabo el 21 de noviembre de 1973 cuando se le instaló una bomba en el coche al senador radical Hipólito Solari Yrigoyen en venganza por el asesinato del sindicalista conservador José Ignacio Rucci a manos de los Montoneros un mes antes. Yrigoyen fue mutilado pero milagrosamente se salvó. Dos años más tarde la Triple A lo volvería a intentar.

Para mediados de los setenta, la oscura y larga lista de homicidios, atentados y amenazas que la Triple A poseía incluía a un sinfín de políticos, policías e incluso científicos y artistas como Manuel Sadosky y Héctor Alterio. En total, la CONADEP ha probado la intervención de esta organización en 19 homicidios en 1973, 50 en 1974 y 359 en 1975 entre otros.

El fin de la Alianza Anticomunista Argentina llegaría en 1976, cuando el general Jorge Rafael Videla derrocó a Martínez de Perón, la segunda esposa de Perón, de la presidencia. Para ese entonces, José López Rega ya se había exiliado del país.

Una vez que el poder había sido tomado por los militares, se ordeno a los Granaderos desmontar la sede de López Rega en la cual se hallaron un arsenal de armas de guerra, incluyendo ametralladoras, granadas y fusiles de francotirador.

Este hallazgo supuso un impacto inesperado a la sociedad argentina. En consecuencia, tanto Rega como Isabel de Perón, fueron implicados en acusaciones de corrupción por malversar fondos del gobierno mientras que las acciones de la Triple A fueron catalogadas como delitos de lesa humanidad por el juez federal Norberto Oyarbide en 2006.

miércoles, 18 de mayo de 2011

El "Petiso Orejudo”: Un criminal sin limites

A principios del siglo XX, Argentina fue testigo de uno de los criminales en serie más peligrosos de la época, el denominado “Petiso Orejudo”. De nombre Cayetano Santos Godino, nació un 31 de Octubre de 1896 en la ciudad de Buenos Aires. Su familia estaba compuesta de sus padres, Fiore Godino y Lucía Rufo, ambos de origen italiano, y otros siete hermanos.

De pequeño Cayetano sufrió de enteritis, una enfermedad que lo llevó a estar al borde de la muerte en varias ocasiones y que fue generada posiblemente por la sífilis que su padre, un hombre alcohólico y violento, habría contraído antes de su nacimiento.

Por otra parte, entre los cinco y diez años de edad su formación estuvo a cargo de distintos establecimientos educativos de los cuales siempre terminaba siendo expulsado. De esta manera, la cruel realidad que lo rodeaba lo arrastró a las calles, donde vagaba durante todo el día y donde comenzaría a desarrollar sus macabros crímenes.

El 28 de septiembre de 1904, y con sólo siete años, comete su primer delito: llevó a Miguel de Paoli, un niño de 21 meses de edad, a un terreno baldío donde lo golpeó hasta que fue detenido por un policía. Posteriormente, en marzo de 1906, volvió a llevar a una niña a un baldío donde intentó estrangularla y luego la enterró viva. Su conducta y las extrañas torturas que realizaba en animales con apenas diez años de edad lograron convencer a su padre de recluirlo en la Alcaldía Segunda División más de dos meses, lo cual no lo detuvo.

En 1912, el “Petiso Orejudo” incluiría en su larga lista de asesinatos el nombre del pequeño Jesualdo Giordano.

Considerado como uno de los crímenes más impactantes en su haber, el Petiso engañó al niño con caramelos. Se lo llevó y en un almacén cercano lo torturó hasta matarlo. De manera irreal, Cayetano asistió al velorio del niño y comprobó las heridas que el mismo le había causado. La policía logró reconstruir los hechos y mediante las declaraciones de diversos testigos logro capturar al Petiso y trasladarlo hasta el Hospicio de las Mercedes donde fue liberado tras haber sido declarado como un “imbécil incurable”.

Pero su vida de asesino serial llegaría a su fin en 1915, año en el cual fue condenado por la Cámara de Apelaciones a cadena perpetua de acuerdo al inciso 1º del artículo 81 del Código Penal.

En 1923, luego de ocho años, fue traslado a Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, a una cárcel diseñada para condenados por tiempo indeterminado. Allí fue alojado solitariamente en una celda luego de que los presos le propinaran una paliza por matar a las mascotas del lugar.

Su familia lo abandonó completamente y tiempo después, un 15 de Noviembre de 1944, el “Petiso Orejudo” murió en la oscura soledad de su celda en condiciones poco claras.

El penal de Ushuaia fue clausurado en 1947. Cuando el cementerio fue removido sus huesos ya no estaban.

martes, 17 de mayo de 2011

Peter Kürten: El vampiro de Düsseldorf

Peter Kürten nació en 1883 en Colina (Alemania) en una familia numerosa y muy, muy pobre. Era el tercero de trece hermanos, y su padre era alcohólico y maltratador. A la temprana edad de ocho años, asfixiado por el ambiente familiar y los malos tratos, intentó escaparse, demostrando un carácter fuerte y aventurero.

Cuando su familia se mudó a Düsseldorf, Peter inició la que sería una de las carreras criminales más sanguinaria de la historia. Se ausentaba días enteros de su casa, viviendo de la mendicidad y de pequeños hurtos, además de empezar una serie de actos de salvajismo tales como estrangular ardillas, maltratar a perros callejeros y actos de zoofilia con ovejas a las que luego degollaba para ver correr su sangre.

No contento con estas actividades, también intentó violar a una de sus hermanas menores, y con catorce años pisó por primera vez una cárcel. Pero sería en 1913 cuando cometería su gran primer crimen: violó y degolló a una inocente niña de 13 años. Su fascinación por la sangre iba en aumento.

Imprevisiblemente, y a la edad de cuarenta años, su vida sufre un giro radical: de vivir entre rejas pasa a formar parte de una acomodada familia al casarse con una mujer de buena posición social. Cambia su aspecto físico, vistiendo de forma elegante, usa gafas, un bigote corto, polvo facial e incluso brillantino en el pelo. Además, se convirtió en un hombre educado y atento, y parecía ser al marido perfecto que trabajaba conduciendo autobuses.

En ningún momento su mujer podría sospechar de un esposo tan ideal como Kürten. Pero éste llevaba una doble vida: durante cinco años (entre 1925 y 1930) en la pequeña localidad alemana se sucedieron una serie de crímenes espantosos que sólo podían ser obra de un psicópata depravado sexual. Incluso compararon los asesinatos con los de Jack el destripador, y apodaron a su autor como “el vampiro de Düsseldorf o “El rey del crimen sexual”.

Entre sus actividades predilectas, se encontraba la de beber la sangre de sus víctimas o, si no tenía ninguna a mano, la de animales. Igualmente, se complacía viendo arder casas abandonadas con la esperanza de que un vagabundo se encontrara dentro. A una de sus víctimas, una niña de ocho años, la roció con gasolina y le prendió fuego.

Afortunadamente, cometió un error al escaparse una posible víctima quien hizo una descripción de su rostro. Rápidamente, la policía elaboró un retrato robot que publicó en todos los medios de comunicación. Éste, presa del pánico, le contó todo a su mujer quitándole hierro al asunto. Su esposa, asqueada y asustada, acabó por delatarle a la policía quien tenía detenido a otro sospechoso.

Durante el juicio, escribió cartas a los familiares de las víctimas, disculpándose y alegando que su deseo de beber sangre era equiparable al de un alcohólico por la bebida. Fue condenado a nueve penas de muerte y sólo solicitó escuchar, durante su ejecución, el caer de las gotas de su sangre (se dice que padecía la enfermedad “hematodipsia”, una patología que consiste en obsesión compulsiva por beber sangre, siempre con connotaciones sexuales).

A las seis de la mañana del 2 de julio de 1931, en Colonia, Peter Kürten fue decapitado.

lunes, 16 de mayo de 2011

H. H. Holmes: Primer asesino en serie americano

Un coleccionista de Nueva Jersey compró en 1995, un lote de cilindros de cera (precursores de los discos de vinilo) de más de un siglo de antigüedad, pensando que se trataría de música. Cuando se dispuso a escucharlos se llevó una sorpresa. Una voz, carente de arrepentimiento, que narraba una historia terrible, nada menos que el asesinato de 29 personas (aunque según las investigaciones pudieron llegar a 200). En aquellos cilindros estaba la confesión del primer asesino en serie de la historia.

Herman Webster Mudgett nació en Gilmanton (New Hampshire) en 1860. Hijo mediano de un severo jefe de correos y una madre profundamente marcada por el catolicismo, desde niño mostró gran curiosidad por la ciencia y los artilugios mecánicos (que desmontaba y volvía a montar) y este aspecto marcaría de manera muy profunda su forma de actuar como asesino.

Aunque resulte irónico, uno de los peores asesinos en serie, comenzó su carrera ingresando en la facultad de medicina el 21 de septiembre de 1882. Durante su primer año en la facultad, se dio cuenta de que si quería conseguir el título de médico tendría que pagarse clases extra y no disponía del dinero, pero sabía que la facultad pagaba bien los cadáveres.

El conserje, que era también el encargado de la adquisición y conservación de los cuerpos, tenía fama de no hacer preguntas así que Herman pudo pagarse sus clases abriendo tumbas. Cuando consiguió el título de medicina (tuvieron que votar 2 veces para dárselo por sus malas notas) abandonó a su novia (que le había pagado el ingreso), ejerció poco menos de un año como médico y después se marchó a Chicago a buscar fortuna.

Tramó entonces un plan para estafar a la compañía aseguradora y embolsarse una buena suma de dinero, con apenas unas complicaciones. Su plan consistía en hacer beneficiaria a su nueva esposa (Myrta Belknap), de su seguro de vida y después fingir su propia muerte, sustituyendo su cadáver por uno parecido (robado del depósito) pero la larga espera en busca de un cuerpo adecuado le llevaron a plantearse la posibilidad de matar.

Tras largas semanas de espera, Herman llamó a su mejor amigo (que para su desgracia compartía un cierto parecido) y le envenenó. Tras algunos pequeños inconvenientes, cobró el seguro, abandonó a su esposa y, bajo el nombre de H. H. Holmes, comenzó a construir lo que él llamaría “El Castillo”.

El Castillo era un hotel de 3 plantas, con torreones y la peculiaridad de que poseía iluminación de gas, que también podía ser bombeado para adormecer a sus víctimas y fue construido por módulos, cada uno por un constructor distinto (los despedía o no les pagaba) de modo que nadie tuviera una idea general de su configuración.

También poseía pasadizos secretos y trampillas para poder mover los cuerpos sin ser detectado. Holmes, aprovechando el tirón de la Exposición Mundial de Chicago (1883) atrajo a su hotel a hombres de negocios, a los que torturaba para conseguir cheques por grandes sumas de dinero y posteriormente mataba para vender sus cadáveres o incluso sus esqueletos (que limpiaba sumergiendo en un recipiente con cloro), muy apreciados en las escuelas de medicina). No contento con esto, y tras descubrir que podía hacer lo que quería de sus víctimas antes de matarlas, subió un nuevo escalón, abusar sexualmente de ellas.

Creó la primera oficina de empleo para mujeres, aunque como está claro, no era por apoyar su integración en el mundo laboral, sino más bien para proveerse el suministro de víctimas. Pero por fortuna, tantas desapariciones relacionadas con el hotel y las sospechas de que cometía fraudes bancarios acabaron por atraer a la policía, así que Holmes incendió la planta superior del castillo, cobró el seguro y huyó de la ciudad. Cuando las autoridades registraron el lugar tras el incendio, encontraron en el sótano (dentro de un horno crematorio) los restos de casi 30 personas.

Un año más tarde (1894) Marion Hedgepeth pone en aviso a la compañía de seguros Fidelity Mutual Life Association de una posible estafa en relación a la muerte de Benjamin Pitezel en una explosión “accidental”. La compañía envía un detective a investigar al beneficiario de la póliza del seguro de vida de Pitezel (que murió en circunstancias demasiado extrañas). H. M. Howard es el encargado de indagar, y descubre, con sorpresa y horror, algo más que irregularidades.

En su último intento de estafa al seguro (esta vez pretendía matar a una familia completa), Holmes, ahora bajo el nombre de H. M. Howard, prendió fuego a Benjamin Pitezel (cómplice y víctima) y después se llevó a sus dos hijos, a los que dejó escribir varias cartas a su familia antes de matarlos, pero esas cartas nunca salieron de su casa.

Cuando dieron con él, semanas después, y registraron su apartamento, encontraron las cartas y la dirección del remitente llevó a la policía hasta su anterior vivienda, casa en cuyo jardín había enterrado a los niños. Así, por un descuido del asesino y atando cabos, el investigador de una compañía de seguros consiguió poner a la policía en la pista de uno de los peores asesinos en serie de la historia.

A modo de curiosidad cabría destacar que, durante su carrera criminal, Herman Webster Mudgett (alias Holmes, alias Howard) pasó 2 meses en un manicomio por intento de suicidio y varios meses en la cárcel por delitos de estafa menores. Fue condenado a muerte en Mayo de 1896, a la edad de 35 años, dejando tras de sí un legado de muerte y horror que esperemos, nadie pretenda superar.

viernes, 13 de mayo de 2011

Adolph Luetgert: El macabro Rey de las Salchichas

Adolph Luois Luetgert (de nombre original Adolph Ludwig Lütgert) nace, junto a su hermano gemelo Heinrich Friedrich Lütgert, el 27 de Diciembre de 1845 en Gütersloh (Alemania). Sus padres (Christian Heirich Lütgert y Margreta Sophia Severin), llegaron a tener 10 hijos, de los cuales Adolph era el tercero.

El trabajo de su padre como peletero costeó sus estudios hasta los 14 años, edad en que se convierte en aprendiz de Ferdinand Knabel, en el negocio del cuidado del cuerpo y la estética. Después de 2 años, Adolph comienza a viajar por Alemania y trabaja allá donde puede. A los 19 años, viaja a Londres donde se dedica a la limpieza de restaurantes pero, con 25 años (en 1870) decide emigrar a Estados Unidos, más concretamente a Chicago (Illinois) en busca de mejor fortuna.

Mientras va de un empleo a otro, ahorrando dinero para montar su propio negocio, conoce a Caroline Roepke con la que se casa y tiene dos hijos (uno de los cuales no llegaría a celebrar su segundo cumpleaños). Caroline también fallece prematuramente (en Diciembre de 1877) pero Louis, lejos de desanimarse, se casa en segundas nupcias con Louisa Bicknese (en Enero de 1878). Un año después, monta su negocio de embutidos.

Adolph tenía su meta muy clara, convertirse en el Rey de las Salchichas. Su marca, de rimbombante nombre (Hermitage & Riverside), pronto empieza a causar sensación entre la gente y su fama crece por momentos. Sus productos se venden en las mejores carnicerías de la ciudad, y todos quieren disfrutar de la gran calidad de las salchichas Hermitage & Riverside.

Y claro, la fama y el dinero permiten a Adolph desarrollar su faceta de hombre mujeriego. Frecuenta las compañías femeninas y los locales de alterne, cosa que no gusta nada a su mujer (con la que tiene 2 hijos más que mueren prematuramente). Horrorizado por la manera en que había engordado su esposa (que dicen era capaz de comerse entre 15 y 20 salchichas de una sentada) y decidido a darse la gran vida, ve en Louise un obstáculo, por lo que decide hacerla desaparecer.

En Abril 1897, Adolph hace un pedido de 150 kilos de potasa caustica y explica a sus empleados que quiere dejar la fábrica lustrosa, bien limpia, y va a fabricar personalmente el jabón. Después, separa una de las tinajas mas grandes (que usaban para almacenar salchichas). Los empleados se extrañan ante esta decisión, porque sabían que en el sótano había jabón de sobra para limpiar pero, como el que paga manda, deciden no hacer preguntas. El 24 de abril 1897 llega la potasa caustica a la fábrica. Adolph pide a Frank, uno de sus empleados, que le ayude a volcar el contenido de los sacos en la tinaja, para comenzar la elaboración del jabón.

Poco después, el 1 mayo 1897 Diedrich Bicknese acude a la policía para denunciar la desaparición de su hermana, alegando que hace varios días que no tiene noticias suyas. Cuando los agentes preguntan a Adolph por su esposa, éste les cuenta que Louise se había marchado unos días antes sin dar explicaciones, llevándose sólo 18 dólares y que no sabía nada de ella.

La policía abre una investigación y encarga el caso al capitán Stotler, un veterano en este tipo de casos. Comienza a interrogar a los empleados de la fábrica y cuando habla con Frank, éste le cuenta lo del extraño pedido de potasa caustica para hacer jabón y que le habían ordenado tirar los residuos de la mezcla junto a las vías del tren. Cuando Stotler llegó al lugar, descubrió con horror, que había restos de huesos.

Volvió a la fábrica, pidió que le dejaran examinar la tinaja (en la que se había hecho la mezcla) y vio que aquel jabón no era blanco, como debería ser, sino que tenía un tono marón. Cuando la policía filtró el contenido, encontró 2 anillos, en uno de ellos se podían leer dos iniciales: L.L. (Louise Luetgert).

Adolph fue encarcelado de inmediato, pero él insistía en su inocencia y gastó buena parte de su capital en contratar a los mejores abogados. Fue durante este periodo que empezaron a circular todo tipo de rumores, haciéndose muy popular el que insinuaba que posiblemente hubiera convertido a su mujer en salchichas y las habría distribuido por toda la ciudad, con objeto de librarse del (enorme) cuerpo. Este rumor no ayudó mucho al gremio de carniceros, que vieron sus negocios en la cuerda floja, nadie quería saber nada de embutidos.

Tras una batalla legal que duró varios meses, la balanza se inclinó de la forma más inesperada. La policía científica de finales del siglo XIX no estaba lo suficientemente preparada y no se confiaba demasiado en sus resultados (al menos, no como hoy en día), pero en este caso fue determinante la opinión de un arqueólogo. Entre los restos de huesos que se encontraron junto a las vías del tren, había sesamoideos (un pequeño hueso del pie) exclusivos de los humanos.

En Septiembre de 1897, Adolph Luois Luetgert fue condenado a cadena perpetua, de la que no llegaría a cumplir ni dos años ya que murió en su celda de un ataque al corazón.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Albert Fish: El Ogro de Nueva York

Cuando oímos hablar de asesinos en serie, normalmente nos vienen a la cabeza personas solitarias, obsesivas y de infrecuente trato con los demás, quizá viviendo en pisos mugrientos o vagabundeando por las calles. Cierto es que no se debe generalizar, puesto que casos como el de John Wayne Gacy (asesino de una treintena de adolescentes) o el de Peter Kurten (el Vampiro de Düsseldorf) los cuales tenían familia y una vida acomodada, nos demuestran que no se pude uno fiar de nadie. Albert Fish encajaría en uno de estos casos, viudo, padre y abuelo, que ocultaba una espeluznante doble vida y unas tendencias que harían palidecer al mismísimo Marqués de Sade.

Hamilton Fish, nace en Washington el 19 de Mayo de 1870. Queda huérfano de padre a la temprana edad de 5 años y es internado en un orfanato, ya que su madre debe dedicar todo el tiempo a trabajar para subsistir. Fish descubre que las frecuentes palizas que recibe de sus compañeros no le disgustan, al contrario, comienza a sentir cierto placer. Cambia legalmente su nombre por Albert, a la edad de 15 años en homenaje a un hermano fallecido.

Tras terminar la escuela pública, trabaja como decorador de interiores en una veintena de estados, siendo despedido en varias ocasiones debido a “problemas con niños”. Con 28 años contrae matrimonio con una joven de 19, con la que tiene 6 hijos, que le describirían como un padre cariñoso y atento aunque un poco... raro.
Aunque durante toda su vida practicó el masoquismo extremo y el abuso a menores, fue a los 40 años cuando comenzó la sangrienta carrera que le llevaría hasta la silla eléctrica.

En 1928, Albert Fish se presenta en la residencia de Albert y Delia Budd bajo el falso nombre de Frank Howard. Asegura ser un empresario y estar interesado en contratar a su hijo de 18 años (que había puesto un anuncio en el periódico buscando empleo). Es aquí donde conoce a la joven Grace Budd, de sólo 10 años de edad. En su segunda visita promete contratar al joven Eddie y convence a sus padres de que permitan a Grace acompañarle a una fiesta de cumpleaños de la que jamás regresaría. Aunque resulte increíble, Fish queda fuera de toda sospecha.

Seis años después, en 1934, Edward y Delia Budd (padres de Grace), recibían una carta anónima en la que un hombre relataba que, influenciado por un compañero de viaje, había decidido iniciarse al canibalismo. En este extraño y atroz relato también se describía con detalle el asesinato, desmembramiento y consumo de la carne de su desaparecida hija. Incluso explicaba varias recetas de cocina y sus preferencias en cuanto a las mismas. Inmediatamente se inició una investigación policial, al cargo de la cual estaba el inspector William F. King.

La única pista que tenía la policía era un pequeño símbolo hexagonal, impreso en el sobre, con las siglas de una aseguradora de chóferes de Nueva York (N.Y.P.C.B.A.). El inspector King se dirigió inmediatamente al lugar y comenzó a interrogar uno a uno a los trabajadores. Uno de los empleados confesó haber robado material de oficina y, viendo la que se le venía encima, se apresuró a decir que era inocente, que parte del material estaba en su casa y otra parte estaba en una pensión de la calle 52. Tras descartarle como sospechoso, el inspector decidió alojarse en aquella pensión para examinar a los inquilinos de primera mano.

Al cabo de tres semanas de observar, King había ido descartando sospechosos hasta que se fijó en un anciano de aspecto bonachón que vivía solo y recibía cheques de uno de sus hijos. El inspector aprovechó la ausencia de este hombre para revisar su habitación, y al principio no pudo dar crédito a lo que encontró. Un baúl lleno de recortes de prensa, en los que se hacía referencia a muchos niños desaparecidos y al famoso caso de Fritz Hartman (el Antropófago de Hamburgo). Horas más tarde, Albert Fish regresaba a la pensión y era detenido e interrogado, no sin antes oponer resistencia con un cuchillo.

Durante los interrogatorios confesó que había mantenido relaciones homosexuales desde los 12 años, que visitaba baños públicos en los que se prostituía, que llegaría a practicar la urofagia y la coprogagia como algo habitual, que el dolor físico le producía frecuentes erecciones y que desde los 20 años le gustaba abusar y torturar a muchachos jóvenes. Acudía a prostíbulos para ser azotado (por lo que su primera mujer le abandonó), le gustaba clavarse agujas bajo las uñas y en los testículos (en una radiografía, los médicos le encontraron 29 agujas oxidadas) y le había cogido el gusto al canibalismo. A Nueva York le esperaba un proceso judicial realmente tremendo.

En 1935, durante el juicio, no se pudo demostrar que Fish fuera culpable de los 400 casos que se le atribuían y cientos de familias buscaban respuestas sobre sus hijos desaparecidos. Por su parte, él se dedicaba a confesar crímenes y luego negarlos, ralentizando así el proceso judicial aunque este truco le valió de poco. Sus abogados trataron de que se le recluyera en una institución, alegando trastornos mentales y, aunque los psiquiatras le apoyaban en este sentido, el pueblo de Nueva York pedía justicia. Cuando supo que iba a ser ejecutado en la silla eléctrica exclamó: Éste será el mayor placer de mi vida.

El 16 de Enero de 1936, muere ejecutado Albert Fish, tras recibir la tercera descarga de la silla eléctrica (las 2 primeras no le mataron), poniendo punto y final a una de las historias más terribles de los E.E.U.U. Aun hoy en día perdura su leyenda, por su acentuada dualidad y por ser la personificación del Hombre del Saco.

martes, 10 de mayo de 2011

Richard Chase: El Vampiro de Sacramento

El psiquiatra norteamericano J.M. Mcdonald, publicó en 1963 un artículo en el que se identificaba por primera vez la “Triada Homicida” (también conocida como la Triada de McDonald). Se trata de 3 circunstancias que se dan (tanto en grupo como por separado) durante la niñez/adolescencia de la mayoría de asesinos en serie. Piromanía (u obsesión con el fuego y los incendios), Eneuresis (o incontinencia urinaria nocturna, pasados los 5 años de edad) y la crueldad hacia los animales.

Tales comportamientos suelen derivar de sucesos violentos (malos tratos) o episodios de humillación (por parte de los padres o los compañeros del colegio) y si no se le presta la debida atención a estos síntomas, pueden desembocar en sucesos tan terribles como el que nos ocupa hoy. Conozcamos a uno de los más terribles criminales de América.

Richard Trenton Chase nace el 23 de Mayo de 1950, en el Condado de Santa Clara, California. De pequeño sufrió malos tratos a manos de su madre, que posteriormente le describiría como “un niño muy pacífico”. Pronto desarrollaría tanto la Eneuresis como la Piromanía, conductas normales para un niño según sus padres. En una ocasión el pequeño Richard fue sorprendido destripando un conejo en el jardín y untándose la sangre sobre la piel. La explicación que dio fue: Es que me faltaba sangre.

En el colegio es rápidamente marginado, su aspecto sucio y desaliñado le hace blanco de las burlas de sus compañeros. Sin amigos, sin apoyo de sus padres y sin vías de escape, su adolescencia será un auténtico infierno. Con tan sólo 23 años, se le diagnostican “severas perturbaciones mentales” y además, el abuso continuado de drogas y alcohol le lleva a padecer de impotencia.

Poco después llegaría la Hipocondria. Richard afirmaba que alguien se había apoderado de sus arterias pulmonares, ocasionando el debilitamiento de su corazón (por lo que necesitaba beber sangre), se ponía naranjas en la cabeza para absorber la vitamina C (por osmosis) y creía que los huesos de su cráneo estaban sueltos y se movían a su antojo (durante un tiempo llevó la cabeza afeitada para seguir este proceso).

Con 25 años, ingresa en un hospital por envenenamiento sanguíneo, después de auto-inyectarse sangre de conejo. Muchas mañanas Richard aparecía cubierto de sangre, explicando que simplemente eran cortes que se hacía al afeitarse. Los médicos lo mandan ingresar (bajo el diagnóstico de Esquizofrenia Paranoica) en una institución mental, tras descubrir los cadáveres de varios pájaros junto a la puerta de su habitación. Después de un año a base de drogas muy duras, es puesto en libertad bajo la tutela de su madre, quien decide retirarle el tratamiento de anti-psicóticos por considerar que su hijo “parecía un zombie”.

Tras recuperar el vigor robado por las pastillas, decide independizarse y alquila un piso en Sacramento (California). No permite visitas en su casa, incluso sus padres tienen que quedarse fuera mientras Richard les habla tras la puerta, y no pasa mucho tiempo hasta que los vecinos comienzan a quejarse del olor que emanaba de allí.

En el año 1977, su madre le regala (por su cumpleaños) todos sus ahorros (unos 1450 dólares), dinero que Richard decide invertir en comprar mascotas para sus rituales de sangre. Unos meses después, insatisfecho por la escasa cantidad de sangre que obtenía de ellas, decide pasar a “recipientes” más grandes, y compra un rifle automático del calibre 22.

Su primera víctima conocida fue Ambrose Griffin, de 51 años, tiroteado mientras paseaba. Uno de sus hijos contó a la policía que había visto a alguien con un rifle huir del lugar, pero a pesar de que se buscó el arma entre los vecinos, ésta no fue hallada. Poco después sería acusado de allanamiento de morada y de defecar en la cama de los propietarios, que no cerraron la puerta trasera y afortunadamente estaban fuera de la ciudad. Como él mismo diría después “una puerta cerrada me dice que no soy bienvenido pero una puerta abierta es una invitación a entrar”.

En Enero de 1978, Teresa Wallin es hallada muerta en su casa, horriblemente mutilada. Según la policía, el asesino le disparó 3 veces y había signos de que se habían practicado la necrofilia y el canibalismo e incluso había usado un vaso de yogur para beber la sangre de su víctima. Se inicia la investigación policial, pero apenas una semana después aparece, en similares circunstancias, el cuerpo de Evelyn Miroth y sus dos hijos (de 2 y 6 años). A pesar de trabajar al máximo rendimiento, la investigación policial no parece dar frutos.

Afortunadamente, una niña de 6 años acudió a la policía diciendo haber visto a un hombre lleno de sangre, metiendo el cuerpo de un niño (el hijo de Evelyn Miroth) en su casa. Los agentes no dudaron ni un segundo y se dirigieron al apartamento de Richard Chase. Cuando éste les abrió la puerta, el olor y el terrible espectáculo de sangre (en las paredes, en el suelo y en la cama) y trozos de cuerpos (humanos y animales) hizo vomitar a más de uno. Cuando abrieron la nevera y se encontraron con un tupper-ware con 3 kilos de vísceras le preguntaron qué opinaba del canibalismo, a lo que Richard respondió “sí, he comido carne humana, como los nazis, ellos también comieron mucha carne humana”.

Durante el juicio se le acuñó el nombre de El Vampiro de Sacramento y las pruebas no dejaban duda de su culpabilidad. En su defensa alegó que existía un complot para acabar con él, un complot urdido por sus padres, por Frank Sinatra, la Mafia y los alemanes. Mientras esperaba la pena de muerte, siguió insistiendo en que necesitaba beber sangre, a la que se había vuelto adicto, pero la pena de muerte no le llegaría nunca. A escondidas de los médicos, dejó de tomar su medicación y fue acumulando, una a una, una cantidad de pastillas suficiente para suicidarse.

Richard Trenton Chase es hallado muerto por sobredosis, en su celda del corredor de la muerte de San Quintín, en la Nochebuena de 1979, cerrando uno de los episodios más terribles en la historia de los asesinos psicópatas.

lunes, 9 de mayo de 2011

José María Jarabo: La crónica negra de España

En la primavera de 1923 nace en Madrid, en el seno de una familia acomodada, José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez - Morris, alias “Jarabo”. 35 años más tarde, sería protagonista de uno de los episodios más cruentos de la crónica negra de España.

En 1940 su familia decide establecerse en Puerto Rico, donde se entrega con frenesí al mundo de la noche. Su incontinencia sexual también iba a ser una constante en su vida, pero a los 20 años contrae matrimonio con una rica heredera. Pronto, obtendría el divorcio y haría las maletas rumbo a Nueva York. Allí entra en contacto con el hampa, lo cual le costaría 4 años de cárcel. Luego, tomaría la decisión de regresar a Madrid. Era el 20 de Mayo de 1950.

En la capital, la noche madrileña se rinde a sus pies y contaba con diez millones de pesetas que le había dado su madre; toda una fortuna para la época que tardaría dos años en derrochar. Acuciado por las deudas propias de su estilo de vida, Jarabo iba a conocer a una ciudadana inglesa casada. Su nombre, Beryl Martin Jones. El dinero se acaba y recurre entonces a las casas de empeño, que se presentan como única vía de escape. Es así como Beryl cede a Jarabo un precioso solitario de oro con brillantes. Sin embargo, la casa de empeño a la que acuden, propiedad de Emilio Fernández Díaz y Félix López Robledo, sólo les conceden 4.000 pesetas.

Por aquel entonces, Beryl cae gravemente enferma y su marido no tarda en hacer acto de presencia con la intención de hacerla regresar. Sería la última vez que se viesen Jarabo y Beryl pero, ésta no deja de recordarle el anillo. Jarabo se promete recuperarlo y acude a la casa de empeño, donde los usureros niegan entregarlo a cualquier persona que no sea Beryl. Jarabo les comenta que traerá una carta firmada por ella. Al cabo de un par de días, se presenta con la carta y unas 2.000 pesetas. Emilio y Félix no dan por buena la cantidad. Jarabo, preso de la ira, comienza a urdir un plan.

A la semana siguiente, se presenta en el domicilio de Emilio Fernández y comprueba que se encuentran la criada y Emilio, que le dice que no son temas para tratarse en su casa y exige que se vaya. Jarabo recorre el pasillo de vuelta a la puerta y hace como que sale. Vuelve sobre sus pasos y se dirige al baño, donde sin mediar palabra dispara en la cabeza del usurero. Entonces resuelve asesinar a la asistenta. Le asesta un golpe brutal en la cabeza con una plancha quedando inconsciente la muchacha. Mientras trata de asfixiarla, se hace con un cuchillo y se lo clava en el corazón.

Jarabo se sienta con parsimonia y espera tranquilo. Iba a ser la esposa de Emilio la siguiente persona en ser asesinada. Entró en el piso y no le creyó cuando trato de tranquilizarla diciendo que era un inspector de Hacienda; unas manchas de sangre en su traje le delataban. La mujer emprende la huida hacia su dormitorio y es allí donde le son disparados dos tiros en la nuca. Faltaba dar muerte al otro socio de la casa de empeño, Félix López.

Un día más tarde, se dirige a la tienda con las llaves que sustrae de casa de Emilio. Espera paciente a su nueva víctima en el interior, que entra confiado y ni siquiera le da tiempo a volverse cuando, con el mismo modus operandi, le son descerrajados dos tiros en la nuca. Creyendo tener el asunto resuelto, marcha a una tintorería donde deja su traje manchado de sangre. Eso y el descubrimiento de los cuerpos, iban a producir su detención por la policía prácticamente 24 horas después de su último homicidio.

Jarabo sería condenado a muerte y ni siquiera utilizando sus contactos familiares (su tío era presidente del Tribunal Supremo) iba a conmutar su pena. Sería el último ajusticiado a garrote vil, ejecución digna de una auténtica carnicería debido al grosor de su cuello. Tardó 20 minutos en morir.

viernes, 6 de mayo de 2011

Henri Desiré Landru: El asesino de viudas

Henri Desiré Landru, el Barba Azul de Gambais, así se llamaba el que quizá haya sido el mayor asesino en serie de la historia. Para que os hagáis una idea, se piensa que las víctimas de aquel Jack que gustaba ir por partes no fueron más que cinco, mientras que a Landru oficialmente se le hizo responsable de 11 asesinatos, cifra que, oficiosamente, rebasa los 200.

Landru fue detenido en 1919. Su caso sorprendió primero a la policía y conmocionó después a la sociedad francesa. ¿La causa? Se trató de uno de los primeros ejemplos de asesino en serie que se conocían en Europa.

Entraremos ahora en detalle pero la cuestión no es tan simple como parece deducirse de algunas crónicas para las cuales Landru mataba por un motivo vulgar y conocido, el dinero (algo execrable y en absoluto justificable pero que, al fin y al cabo, resultaría comprensible para el resto de almas piadosas del conjunto social) en tanto que con Jack El Destripador se pone por vez primera sobre el tapete la figura de asesino psicópata en el que sexo, trauma y enfermedad aparentemente se entrelazan de modo inextricable.

Los datos que tenemos muestran, por el contrario, que por detrás de los crímenes de Landru persiste ese insidioso interrogante de los vínculos entre razón y locura (o, dicho de otra forma, qué significa la normalidad).

Henri-Desiré Landru nace en París, en 1869. Se casa joven con una prima. Muchos artículos sobre Landru en internet dan a entender que fue un casamiento no deseado, de penalidad y, que enseguida lo hizo infeliz. En realidad, no estamos muy seguros de tales datos. Según palabras de su esposa, recogidas durante el proceso, Landru era ya un perfecto caballero: dulce, amable, atento, aseado y bien vestido ni siquiera fumaba o bebía. Al parecer, de hecho, los primeros años fueron para la incipiente familia los más felices.

Lo que sí parece demostrado es que, sin embargo, a Landru no se le escapaba la necesidad de asegurarse un futuro económico para él y para los suyos. Así pasará por las más variopintas ocupaciones. Adviértase que Landru demuestra desde muy pronto una inventiva notable. Por momentos se considera inventor e inventa sobre todo aparatos mecánicos o relacionados con la mecánica. Por ejemplo, una bicicleta a motor.

Pero Landru no acababa de triunfar. Sus inventos no tenían éxito: parece que tales fracasos lo trastornaron. Con el nuevo siglo su situación empeoró: varias condenas por estafa dieron con sus huesos en la cárcel varias veces. El padre ya viudo, un hombre humilde pero de moral firme, creyendo que la sangre de su estirpe estaba condenada a languidecer en las venas de un delincuente, acabó por suicidarse. Posiblemente eso condenó a Landru sin remisión.

Así llega 1914. La Gran Guerra. Jóvenes que van al frente. Maridos que nunca vuelven. De repente parece que en París por cada mujer casada hay otra viuda. El ingenio de Landru recuerda una de sus estafas anteriores, pertenecientes a su etapa pre-asesina. Decide repetirla, pero a lo grande.

Pone anuncios en los periódicos. Se publicita como un viudo en busca de una alma gemela. Cientos de mujeres desconsoladas le responden. Él se cita solo con las que tienen un patrimonio pero, ojo, al parecer ni siquiera con las más ricas. De cada encuentro Landru sale triunfador. La impresión de las féminas es la misma que ya había tenido su esposa: cariñoso, suave, delicado, afable… ¡un ciudadano noble!

O más bien un doctor Jekyll. En cuatro años Landru atraerá a su estanque a diez viudas que, una tras otra, asesinará. En medio también el hijo de una de ellas, que estaba en medio. Se deshacía de los cuerpos quemándolos en el fogón de la cocina de una casa que se compró en el campo. Al final lo descubrieron, en 1919.

Durante los interrogatorios y en el juicio permaneció impasible. Acusado de 11 atroces crímenes, las investigaciones sobre los restos encontrados en su casa, junto a los datos de mujeres desaparecidas en esos años, llevó a algunos policías a considerar que la mano siniestra del antiguo inventor podía estar detrás de más de 200 asesinatos.

Un día de febrero de 1922 la guillotina separó la cabeza del cuerpo de Henri Desiré Landru, sin que policías, fiscales, jueces o médicos llegasen a desentrañar el enigma de aquel asesino de viudas, tan correcto, tan educado, tan normal. Y un escalofrío recorrió el espinazo de los observadores más lúcidos al darse cuenta de que Landru, loco, psicópata, monstruo, no parecía diferir en nada de ellos mismos.

jueves, 5 de mayo de 2011

William Burke y William Hare: Los vendedores de cuerpos

En los albores de la revolución industrial británica, la profesión de médico era la mejor pagada y por tanto, la más deseada. Numerosos estudiantes acudían a las facultades de medicina con la promesa de amasar una buena fortuna en poco tiempo. Pero para ser convertirse en un buen médico, un estudiante debía poder practicar con cuerpos de verdad para saber por dónde cortar, para poder intervenir sin riesgos.

Desde los tiempos de Enrique VIII, circulaban por Gran Bretaña una serie de cédulas que permitían el uso de cadáveres como objeto de prácticas, pero no se concedían a la ligera y tenían un límite de 4 cuerpos por médico. Esto planteaba algunos problemas a los estudiantes, que requerían constantemente de material para practicar.

En el año 1788 las cosas se pusieron aun peor, este sistema tan restrictivo dio paso a la clandestinidad. A finales del siglo XVIII, el precio de un cadáver en el mercado negro oscilaba entre las 7 libras, siempre dependiendo del tamaño del cuerpo. Por supuesto, los más codiciados eran los cuerpos de los atletas, que se podían pagar hasta a 12 libras. Algunos boxeadores escoceses llegaron a pagar fuertes sumas de dinero para ser enterrados a 6 metros de profundidad y evitar ser presa de los ladrones de cuerpos, pero siempre fue en vano. También se sabe que a principios del siglo XIX operaban en Londres al menos una docena de bandas que se dedicaban al saqueo de cementerios.

En el año 1827, llega a la ciudad portuaria de Edimburgo William Burke, nacido en Urney, condado de Tyrone, en 1792, con la intención de trabajar como bracero en el puerto. Se aloja en una pensión donde conoce al novio de la propietaria, el escocés William Hare.

Al calor de la hoguera, en una de sus frecuentes conversaciones sobre prosperar en la vida, Hare propone a Burke entrar en el lucrativo negocio de los cadáveres. Hacerlo durante un tiempo y después retirarse es su plan y además, Hare cuenta con un contacto que pagará a buen precio todo el material, el doctor Robert Knox.

Al poco de tomar esta decisión, mientras trazan sus primeros planes, un inquilino de la pensión sufre hidropesía y muere. Aprovechando este golpe de suerte, llevan el cuerpo envuelto en una manta al doctor Knox. El fallecido, llamado Desmond, era un hombre bastante corpulento y el doctor, complacido por este hecho, les paga la friolera de 7 libras y 10 chelines (el sueldo equivalente a 6 meses trabajando en el puerto). Burke y Hare, atónitos por la facilidad del trabajo, son invitados por Knox a seguir trayendo cuerpos.

Pero en aquellos tiempos, el cementerio de Edimburgo estaba ya bastante esquilmado y también se había levantado una torre para vigilar las entradas nocturnas de los ladrones. Las cosas no serían fáciles para ellos, que además, gastaban el dinero sin control. Pero a Burke se le ocurre una idea y propone a su amigo “fabricar” los cadáveres, buscando víctimas entre los más pobres y marginados de la sociedad, aquellos que nadie va a echar en falta.

Para no levantar las sospechas del doctor, debían matar de manera que no pareciese un asesinato. Durante días vigilan a Joseph el molinero, un hombre solitario, aparentemente sin familia y algo borrachín. Una noche, le invitan a una botella de excelente whisky escocés y cuando ya estaba ebrio le asfixian con un almohadón. Cuando le llevan al doctor Knox, le cuentan (para explicar que el cuerpo aun estuviera caliente) que acababa de morir en la calle y que no se preocupase, que nadie le reclamaría. Esta vez, por traer el cadáver en tan buen estado cobraron 6 libras.


Durante los siguientes meses, según confesaron, mataron a 15 personas. Se habían acostumbrado a la buena vida, pero las cosas en las calles (cada vez más vigiladas) se habían puesto feas. No era seguro salir a matar, así que decidieron usar la habitación de Burke en la pensión. Pero esta decisión pondría fin a su macabra carrera. Llegados a este punto, los asesinos estaban divididos, ambos sospechaban que el otro actuaba a sus espaldas y por si fuera poco, les gustaba mucho beber y fanfarronear, sin trabajo pero siempre con dinero. La gente comenzaba a sospechar algo raro.

Durante la noche de Halloween de 1828, Mary Doherty, una anciana irlandesa, es invitada por Burke y su novia Helen, a pasar la noche en la pensión con el pretexto de que son parientes. Durante la noche, la pobre señora Doherty pasa a ser la víctima número 16.

Al día siguiente por la mañana, otra inquilina de la pensión (Ann Gray) echa en falta a la señora Doherty y pregunta a Burke por ella. Le dice que ya se ha marchado, pero Ann sospecha que no es cierto ya que conocía las intenciones de la mujer de marcharse por la tarde. En el momento en que William Burke sale de la pensión, Ann aprovecha y se cuela en su habitación, para descubrir horrorizada el cuerpo inerte de la anciana. En ese momento llegan Helen y Burke y tratan de sobornarla (con 1 libra semanal) para que no les denuncie, pero Ann Gray no accede y va directa a la comisaría.

La policía primero acorrala a Hare, y le ofrecen inmunidad a cambio de una confesión contra Burke. Hare no se lo pensó dos veces y echó toda la culpa a su compañero de delitos.

En Enero de 1829, Burke fue ejecutado en la horca, con el nudo de recorrido corto. Debido a su pequeña estatura, tardó varios minutos en morir (Walter Scott estuvo presente y dejó buena constancia de ello). Por increíble que parezca, su piel fue vendida por trozos (que se pagaban a 2 chelines) y se usaron para hacer bolsos y monederos.

Hare y Helen McDougal fueron absueltos pero tuvieron que abandonar la ciudad. Años más tarde, mientras Hare trabajaba en una fábrica fue reconocido por uno de sus compañeros y lanzado por éstos a un depósito de cal viva. Quedó ciego y vivió como mendigo hasta la edad de 70 años.

Por otra parte, el doctor Knox (que tuvo que declarar en el juicio) fue desacreditado y se le prohibió ejercer la medicina. La última vez que se le vio fue trabajando de actor itinerante en compañía de unos indios, en Norteamérica.

En 1832 se prohíbe oficialmente esta práctica, se endurecen los castigos y se dedica una parte de las fuerzas del orden para la vigilancia de los camposantos, tratando de poner las cosas difíciles a los “resucitadores”, como ellos mismos se hacían llamar.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Hechizos vudú: Una variante teísta de un sistema animista de creencias, provisto de un fuerte componente mágico

El escritor y periodista Lafcadio Hearn fue un inquieto trotamundos. De madre griega y padre irlandés, nació en una de las Islas Jónicas y vivió en Dublín, Gales, Francia, Nueva York, Cincinnati, Nueva Orleans y Martinica, antes de encontrar un hogar en Japón, país del cual acabaría nacionalizándose. Se apasionó por la cultura, las costumbres y las creencias de cada uno de los lugares por los que pasó, y sobre muchos de ellos escribió artículos o volúmenes enteros en los que reflejó la vida cotidiana de sus habitantes con espíritu de antropólogo y alma de literato.

Entre los artículos que dedicó a Nueva Orleans, al menos un par versan exclusivamente acerca de la oscura magia vudú. Tras observar que, en la época (finales del XIX) y el lugar en que escribe, el vudú ha dejado de ser una religión para convertirse en una serie de prácticas mágicas, recoge las más difundidas y aceptadas por los vecinos de la ciudad, incluyendo los hechizos más temidos.

Terroríficos resultan los encantamientos que el escritor greco-irlandés agrupa bajo la etiqueta “magia de almohada” y que consisten en causar enfermedades o incluso la muerte de la víctima poniendo ciertos objetos en su almohada sin que se dé cuenta, sobre todo si es de plumas. Era creencia extendida en Nueva Orleans que si introduces en la almohada de alguien trozos del ala de un gallo sacrificado u objetos como huesos, pelo, cuerdas trapos, etc., este se pondrá enfermo. Sí la almohada pertenece a un niño y lo que se mete en ella son granos de maíz, el niño no crecerá más. Si pertenece a un adulto, mediante una serie de conjuros secretos, un pájaro monstruoso se formará a partir de las plumas de la almohada, creciendo poco a poco cada noche hasta que se desarrolle por completo. Entonces la persona muere, tal y como sucede en el relato “El almohadón de plumas”, del uruguayo Horacio Quiroga.

Pero las posibles víctimas no han de temer nada si adoptan las medidas adecuadas a tiempo. Para anular estos hechizos, basta con poner unas tijeras abiertas bajo la almohada momentos antes de ir a dormir, o mirar en su interior cada pocos días y, si se encuentra algo sospechoso, espolvorearlo con sal y quemarlo.

Otra categoría importante de conjuros estaría formada por los llevados a cabo en las cercanías de la casa de la víctima, generalmente arrojando objetos o sustancias ante su entrada. Una forma de hacerlo sería trazar una línea de aceite frente a la puerta de entrada. Si el dueño de la casa la cruza cae bajo la maldición del vudú. Una variante consiste en esparcir trocitos de hojas secas o simplemente suciedad. Otra, en dejar allí una tinaja llena de aceite con ciertos objetos flotando y una vela encendida. Una vez más, echar sal sobre los objetos empleados en el encantamiento supone una forma de anularlos, aunque no hace falta si tienes una o dos gallinas de una raza especial con plumas rizadas, porque, según la creencia popular, se comen las maldiciones.

Desde el punto de vista de la víctima, está claro que, más allá de que estos conjuros puedan o no tener algún tipo de efecto mágico real, suponen una agresión desagradable. En gran parte porque son anónimos: el afectado encuentra el objeto mágico destinado a hacerle daño, pero no sabe quién se lo ha dejado. La amenaza vudú no tiene rostro. Por eso y por el carácter casual de muchos de los objetos empleados habitualmente, los creyentes en esta forma de vudú pueden caer en la paranoia. Lafcadio Hearn cuenta casos de vecinos suyos convencidos, sin tener la menor prueba que apoyase tal idea, de ser las víctimas de poderosos brujos que conspiraban contra ellos.

La vida en Nueva Orleans a finales del XIX transcurría en un ambiente mágico en el que cualquier elemento cotidiano (desde el vuelo de una mosca a la molestia persistente en un oído) adquiría un significado que iba más allá de lo visible a primera vista. Desde entonces han transcurrido más de cien años y la ciudad ha sufrido vicisitudes diversas, incluyendo desastres casi bíblicos. ¿Siguen vivas allí las prácticas del vudú más allá de los espectáculos de carácter turístico? Si alguna vez visita la hermosa Nueva Orleans, cuando por la noche regrese a su habitación de hotel no olvide echar un vistazo al interior de la almohada. Por si acaso.

martes, 3 de mayo de 2011

Cnossos: Los misterios de la civilización minoica

Centro de la civilización minoica de Creta, entre los años 2000 y 1450 a.C., Cnossos es el lugar donde según la leyenda estuvo el legendario laberinto del Minotauro.

Los conocimientos que tenemos de esta civilización minoica son escasos porque aún no se han podido descifrar los escritos que dejaron aquellos habitantes de Creta. Solamente se puede suponer que llegaron procedentes de Asia Menor hacia el año 7.000 a.C.

Pero los enigmas de esta civilización no se quedan en su origen, sino que alcanzan a diversos aspectos de su sociedad. Así, sabemos que se trataba de una sociedad que vivió en torno a enormes palacios, bellísimos y de una riqueza extraordinaria, desde los que se administraba el gobierno de la ciudad. Sin embargo, estas ciudades que tantas riquezas acumulaban, no estaban fortificadas. ¿Por qué?. De todos éstos enormes palacios, el de Cnossos es el más conocido por encerrar entre sus paredes la leyenda del laberinto del Minotauro, y la historia de cómo Teseo lo derrotó gracias al hilo de Ariadna.

El palacio de Cnossos era un complejo que se disponía alrededor de un gran patio central. En el ala oriental estaban los aposentos, mientras que los almacenes en los que se acumulaban las riquezas se situaban en el ala contraria. En ese mismo lado se encontraban, además, los salones oficiales y la sala donde se celebraban las ceremonias públicas.

Este gran palacio fue construido sobre la ladera de la colina donde vivió el rey Minos. Y aquí es donde comienza la segunda incógnita, pues al no poder descifrar los textos, ni tan siquiera puede saberse cuál fue su auténtico nombre. Es en referencia al legendario rey Minos, cuando Arthur Evans acuñó el término de “civilización minoica”.

Un nuevo misterio surge con muchas de las pinturas que se han encontrado en los yacimientos arqueológicos y que revelan unas prácticas, cuando menos, intrigantes, como es el caso de “saltar el toro”. Podían ser prácticas directamente entroncadas con la religión minoica en la que se idolatraban a las divinidades femeninas. Entre las pinturas y restos cerámicos encontrados, había referencias a animales, flores y frutas. Esto revelaba su amor a la Naturaleza. Pero junto a estos dibujos, también se encontraron en los sótanos restos de niños cortados con cuchillos. Se ha pensado tanto en sacrificios humanos, como en asesinatos, como en actos de canibalismo.

Y, por último, el mayor misterio reside en la desaparición de esta civilización, bien por desastres naturales, por alguna invasión o bien por una crisis interna.

La tesis más apoyada es la del terremoto, según la cual, Creta, un lugar propicio para este tipo de desastres naturales, había sufrido ya varios de ellos poco antes de la desaparición de esta civilización. El definitivo fue el 1450 a.C. cuando se produjo la erupción volcánica de la Isla de Tera, producto de uno de esos terremotos. Cnossos quedó cubierto de cenizas, como ocurrió con Pompeya, y los restos de la erupción llegaron incluso hasta Creta. Sin embargo, se ha deducido que la población tuvo tiempo de escapar y que aprovechando su debilidad fue Micenas, un gigante belicoso cercano quien terminó con ellos.