miércoles, 19 de marzo de 2008

LOS ESENIOS

ORIGEN
Durante el patriarcado de Moisés sobre el pueblo de Israel, época dura y conflictiva, donde había que conducir todo un pueblo por el desierto rumbo a la promesa de Jehová, la tierra de promisión, donde fluye leche y miel. Moisés, quien liberó a su pueblo del yugo egipcio, debía soportar y a su vez encarrilar ese pueblo rebelde, ansioso y temeroso de la ira de Jehová.
Día a día se le presentaban problemas y conflictos entre los integrantes de las diferentes tribus que conformaban el pueblo israelí. Durante los pocos momentos que disponía Moisés para el descanso y la meditación, lo acompaña un joven de una gran belleza, tanto física como espiritual, quien con su cítara ayuda al maestro en su relajación físico-espiritual.
Ese joven, de nombre Esen, bebió durante toda la vida de Moisés, su doctrina y enseñanzas, hasta el día en que su maestro subió solo al monte Nebo, situado en el valle de Beth-Peor para entregar su alma a Dios.
Esen, hijo de Nadab (hijo de Aaron), pertenecientes a la casta sacerdotal de Israel, sigue a su maestro, sin que este lo supiera; por lo que se convierte en el único testigo de la muerte de Moisés.
Esen sepulta el cuerpo de su maestro en una gruta del Monte Nebo, extrae de entre sus ropas cinco rollos escritos y prolijamente cubiertos, además de estar muy bien conservados, cada uno con su correspondiente título, así tenemos los originales y verdaderos textos del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomios, los que dan origen a lo que más adelante se denominó La Biblia..
Esen decide quedarse a vivir en el Monte Nebo para estudiar en profundidad los textos. En desacuerdo con la doctrina impuesta por la secta sacerdotal que gobernaba el pueblo israelí, un grupo de seis jóvenes siguen los pasos de Esen y suben junto a él al monte Nebo; donde además de dedicarse al estudio de las enseñanzas recibidas de Moisés, comienzan a estudiar e investigar las propiedades medicinales de los vegetales, preparando remedios en base a estos, para luego bajar y calmar dolores del cuerpo y alma de toda la gente necesitada, convirtiéndose así en los “Terapeutas Peregrinos”. Esta actitud llevó a mucha gente, también en desacuerdo con los sacerdotes israelitas, a seguir las verdaderas enseñanzas de Moisés a través de Esen y sus seguidores. Día a día se sumaban los hombres y mujeres que se plegaban a esta nueva casta donde la comunidad de bienes y el amor al prójimo eran virtudes sobresalientes.
Con el transcurrir de los años, se crean rangos para diferenciar los novatos de los que tienen un estudio avanzado. Así tenemos a quienes ceñían su túnica con una faja o cinturón con un nudo, estos pertenecían al primer grado y eran los integrantes de las familias de vivían entre el pueblo israelí, ofreciendo alojamiento y comida a quien lo necesitase.
Dos nudos era la marca para los de segundo grado, quienes tenían ciertos conocimientos terapéuticos.
Así iban ascendiendo hasta el grado máximo que era el séptimo, al que llegaban ya ancianos y que justamente formaban el “Consejo de Ancianos”. A esta altura eran verdaderos sabios.
Esen muere a una edad muy avanzada y es sepultado junto al cuerpo de Moisés. Sus seguidores, en su homenaje y como tributo a su memoria, deciden llamarse Esenios.

EL ADVENIMIENTO DEL CRISTO, BAJO LA ÓPTICA DE LOS ESENIOS
En esta parte del artículo tendremos otra visión de un hecho fundamental en la historia de la humanidad, como es el advenimiento de Cristo a la Tierra, como así también su vida y aprendizaje, bajo la óptica de los Esenios.
El estudio por parte de los Esenios no se limitó solamente a los pergaminos de Moisés. La investigación del pasado de la humanidad, hasta prácticamente los inicios de nuestra civilización actual, por medio de papiros. rollos o pergaminos antiquísimos, muchas veces conservados en muy buen estado, ya que al morir su autor, era sepultado con ellos, dejando así para las futuras civilizaciones, tesoros históricos y literarios de incalculable valor para las venideras generaciones.
Es así que los esenios en sus grados superiores, habían rastreado en el tiempo la presencia del “avatar divino” (como ellos denominaban al Hijo de Dios), por sus huellas dejadas en el tiempo, huellas marcadas a fuego en hechos y plasmadas en los documentos hallados.
Buceando en la profundidad de los tiempos, los sabios esenios detectan las ocho reencarnaciones del Hijo de Dios entre los humanos, a saber: Juno (el mago de las tormentas), Numu (y sus profetas médicos), Anfión (y sus profetas blancos), Antulio (rey atlante, fundador de la actual civilización europea), Krishna (fundador de la doctrina védica), Abel (hijo de Euana y Adamú, quien dio origen a la civilización adámica actual), Buda (con sus mendicantes) y por último Moisés (con sus profetas terapéuticos).
Ahora bien, la última y definitiva reencarnación del Hijo de Dios en la Tierra, estaba marcada por la conjunción de los planetas Júpiter y Saturno, hecho que se produciría en el año 747 de la fundación de Roma, o sea el año 8967 del comienzo de la civilización adámica.. Este hecho era conocido solamente por cuatro agrupaciones de sabios: Los Esenios en número de 70 en sus grados superiores.
En el monte Horeb (Arabia) un grupo de 84 sabios y astrólogos, quienes eran dirigidos por un príncipe moreno de nombre Melchor.
En Persia, donde había una escuela de meditación y sabiduría, la que era dirigida por el consejero Baltasar.
La cuarta agrupación se halla en los montes Suleimán, donde el príncipe de Bombay y señor de Srinaghar, Gaspar, se dedicaba al estudio del mundo sideral y los poderes internos concedidos por Dios a los hombres.
Al aproximarse la trascendental fecha, los tres príncipes desde sus lugares de origen se ponen en marcha hacia la región de Galilea, donde deberá producirse el más grande suceso del mundo cristiano, el nacimientos del hombre que con su sangre redimirá los pecados de la humanidad.
El nacimiento se produjo, según nuestro actual calendario, entre los días 4 y 6 de octubre, cuatro años antes del inicio “oficial” de nuestra era.
Al llegar los príncipes a la zona de Galilea debieron extremar cuidados ya que, enterados del suceso, tanto Herodes como los principales sacerdotes judíos, tenían espías diseminados por toda la región, con el fin de dar con el paradero del niño, para terminar así con el temor que les producía la venida del nuevo Mesías, con lo cual se les acabaría su reinado político-religioso y por ende, sus suculentos negocios.
Mientras se sucedían las vigilancias, indagatorias y crímenes de los niños menores a los dos años, Myriam y Joseph, junto a su hijo, al que le dieron el nombre de Jhasua, descansaban a buen recaudo en la casa de una familia esenia de primer grado, quienes advertidas del acontecimiento, dieron su hospitalidad y todo su amor a la familia del Niño-Dios.
Sabemos ya del nacimiento tan esperado por los sabios y astrólogos por un lado y por los miembros del Sanedrín Judío por el otro; quienes guiados por las sagradas escrituras, también lo sabían y pretendían conocer al niño, para así influenciarlo, dominarlo y por último, amoldarlo a sus costumbres y preceptos con el fin de preservar su privilegiada posición socio-político-religiosa.
La discreción era una de las virtudes fundamentales de los Esenios en todos sus grados, razón por la cual era casi imposible dar con el paradero del recién nacido.
Como dijimos anteriormente, los Esenios estaban diseminados por toda la región, incluso los había en las sinagogas y con el cargo de rabinos o sacerdotes. Myriam y Joseph debieron esperar hasta que uno de estos estuviera de turno, para así bautizar al niño.
La sencilla ceremonia se realizó según las costumbres judías, pero a la usanza esenia, es decir, sin sacrificio de animales, ni la consabida circuncisión, hechos a los que se oponían terminantemente por considerarlos tan inútiles como herejes.
Los primeros meses de vida Jhasua recibía todo el amor de sus padres y el respeto por parte de quienes conocían su verdadera identidad.
En los montes de Moab, Tabor, Carmelo y Quarantana, se hallaban los principales santuarios esenios. Estos eran grutas naturales acondicionadas y muchas veces ampliadas por ellos mismos,. Allí vivían los Esenios en sus grados superiores y se instruía a los de grados inferiores.
En esos meses se vivían días de gozo y esperanza, y más aún ante la llegada del Niño-Dios, a quien sus padres llevarían ante los ancianos-sabios (por expreso pedido de éstos), ya que por su avanzada edad, esta sería tal vez la única oportunidad de ver en persona al Hijo de Dios, antes de morir.
El ascenso se hizo difícil, ya que los caminos eran prácticamente senderos, por los que pasaba una persona por vez. Ya en el santuario, Myriam tuvo oportunidad de encontrarse con una prima suya, quien también tenía un hijo de meses, Johanán, el mismo al que luego llamarían el Bautista.
Fue esta la primera ascensión de Jhasua a los santuarios esenios, hecho que se repetiría muy a menudo, ya que los sabios, debían guiar el espíritu del Cristo, en los primeros años de vida en Jhasua.
Con el transcurrir del tiempo, Jhasua, ya joven debe aprender a dominar la increíble energía espiritual que posee, a la vez que se dedica a estudiar las escrituras archivadas y custodiadas por los Esenios, las que contaban con miles de años de antigüedad. Allí reconoce sus anteriores encarnaciones; como así también su papel ante los hombres en un futuro muy cercano y por supuesto, conocía cual sería su final.
Jhasua aprendió a dominar sus fuerzas tanto mental como física, y es así que tenemos que sabía utilizar lo que hoy conocemos como telepatía, viajes astrales, bilocación, clarividencia, etc..
Todo esto, sumado a su gran amor por los seres humanos, nos da una imagen de lo que fue su vida, no solo en sus tres años de apostolado, sino en el total de su vida, lo que lo llevó a producir curaciones increíbles, hechos catalogados como milagros.
Esta es una síntesis muy compacta de la vida de Jesús entre los Esenios. Estoy seguro que muy pocos la conocían, por lo que llevará a distintas opiniones y/o críticas.
Por último les dejo dos frases muy habituales en Jesús: “Amaos los unos a los otros” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo; y a Dios por sobre todas las cosas”.

LOS ESENIOS Y LA BIBLIA
Hasta aquí he puesto a su consideración una visión distinta de la vida de Jesús el Cristo (por supuesto desde el punto de vista de los Esenios).
Así pudimos apreciar su nacimiento y desarrollo entre los maestros Esenios, como así también el origen de los “tres reyes magos”.
Lo que nuestra actual Biblia no nos enseña con respecto a la vida de Jesús (ya que entre los diez o doce años y los treinta, Jesús “desaparece”), los Esenios lo explican de una manera sencilla.
En este lapso de tiempo Jhasua sube constantemente a los santuarios, que como ya dijimos estaban ubicados en los montes Tabor, Moab, Carmelo y Quarantana. Allí le son enseñados antiquísimos rollos donde se encuentra la historia de la humanidad; miles de años anteriores a su época. Jhasua pasa largas jornadas en los santuarios junto a su madre Myriam y por supuesto a los sabios Esenios, sus maestros.
El aprendizaje de Jhasua no solo se limitaba al estudio de los documentos, sino que también acompañaba a sus maestros cuando estos debían ir fuera de los límites de los santuarios. Es así que en uno de estos viajes Jhasua visita una biblioteca increíble, ya sea por la calidad de su contenido como por su ubicación: la mítica Esfinge egipcia, en cuyo interior se guardaban verdaderos tesoros literarios y a la cual solo algunos “elegidos” tenían acceso.
En una de sus visitas a los santuarios, Jhasua se reencuentra con alguien que desde hacía varios años no veía, su ;primo Johanás, al que hoy conocemos como “Juan el Bautista”. Allí comparten horas de aprendizaje y charlas con sus maestros.
En un acto tan sublime como reservado, se les muestra a ambos cual sería su misión y su final. Se les hace saber que en el camino de la vida siempre hay dos alternativas y que en ellos estaba la decisión de continuar sus caminos como se les ha mostrado, o tomar el camino sin los padecimientos que sufrirían. Ambos deciden continuar con su misión hasta las últimas consecuencias.
Por supuesto que la misión de Jhasua no se limitaba solamente al estudio de documentos o aprender a dominar la gran energía del espíritu del Cristo en su cuerpo, sino que, al bajar a su pueblo debía llevar alivio espiritual y físico a quienes lo necesitaban.
Es así que comienza a ser seguido por una muchedumbre que presentía que el Mesías anunciado en las antiguas escrituras estaba entre ellos.
Junto a Jhasua se encontraban hombres de poder, tanto político como económico, quienes contribuyen con alimentos, calzados y prendas de vestir. Estos elementos son entregados a toda esa gente que realmente lo necesitaba.
Estas entregas se realizaban en lugares reservados, donde el Cristo les enseñaba el verdadero significado de palabras como Amor, Justicia y Libertad; pero éste pueblo cansado de la dominación romana veía en él al nuevo Mesías guerrero anunciado por los profetas.
Jhasua recibía propuestas de sus allegados para que miles de hombres lo siguieran a fin de expulsar a los romanos de Jerusalén. ¡ Que lejos estaban del pensamiento de su maestro !..
Dijimos que las reuniones se realizaban en lugares secretos y reservados para así evitar los “espías” de las autoridades religiosas judías, quienes guiados por rumores, desean conocer al “nuevo profeta”, cosa que les resultaba sumamente difícil ya que sus amigos lo cuidaban y protegían y además los constantes viajes impedían que estos espías lo conocieran personalmente.
Los días de Jhasua transcurren entre viajes, curaciones y sermones a su pueblo; todo esto hasta casi los treinta años en que sus maestros le indican el comienzo de su misión, al menos en una forma más abierta.
Los sabios Esenios comprueban que Jhasua había aprendido todo lo que debía conocer, incluso dominar a voluntad esa enorme fuerza espiritual responsable de innumerables milagros.
Al bajar de su última visita al santuario principal se une a quienes serían sus discípulos haciéndoles saber que “a llegado la hora”. De aquí en más sus sermones no serán reservados, sino al aire libre, donde miles de personas con males físicos y espirituales acuden en busca de alivio.
Ahora sí, el Sanedrín Judío sabía quien sería su directo rival y por consiguiente a quien debían dominar o destruir.
Debían dominar a Jhasua, para así seguir con sus negociados con las ofrendas para Jehová, con las que comerciaban los carniceros de su confianza.
Por supuesto, esto falló. Ahora directamente debían acabar con él, es así que lo presentan como un auto-titulado “nuevo Mesías” ante las autoridades romanas, pero como respuesta reciben una negativa de parte del gobernador, ya que éste era un problema de los judíos.
Jhasua continúa con su prédica; cada día se suman nuevos seguidores, mientras las sinagogas ven disminuir el número de fieles, como así también las ofrendas para Jehová (becerros, cabras, ovejas, etc..).
El Sanedrín se juega su última carta: presenta a Jhasua como el nuevo Rey de los Judíos, tratando de desplazar la autoridad del César. Esto inclina la balanza en su contra.
Lo demás es historia conocida y aún hoy, después de dos milenios, nos llena de vergüenza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estaría muy bueno que pusieras en algun lugar la fuente de este material. De cualquier forma, esta de primera. Exelente trabajo.

Elu Iraya dijo...

Hola, agradecida por lo que acabo de leer, también me gustaría conocer las fuentes... gracias, dios te bendiga.