Hace algunos años en la calle del Monasterio en Madrid, más concretamente en un anticuario llamado El Baúl del Monje, comenzaron a suceder una serie de fenómenos extraños, muchos se atrevieron a llamarlos poltergeist.
En este negocio que anteriormente había sido la casa de un abogado que murió quemado al incendiarse su colchón, comenzaron a suceder una serie de hechos inesplicables, como escuchar golpes que no provenían de ningún lugar, raps, muebles que increiblemente se arrastraban solos por todo lo ancho y largo del local, relojes que, como en las películas de fantasmas, sus manecillas comenzaban a girar a altas velocidades y sin motivo aparente, mecedoras que se movían solas, objetos que caían al suelo, cristales que estallaban y como no podía ser menos, aportes.
Estos son materializaciones de objetos solidos, en diferentes lugares, sin que, por supuesto, nadie los haya tocado. Suelen ser trozos pequeños de objetos, como trocitos de madera o monedas. En el Baúl del Monje lo que ocurría era que trozos de pequeños cristales salían despedidos en todas direcciones, como si fuesen lanzados con mucha fuerza, y que al chocar contra el suelo o muebles rebotan. Otro de esos objetos eran pequeños trozos de madera quemada, que se podían atribuir al anterior propietario y a su desdichada muerte.
Paloma Navarrete, una sensitiva del grupo HEPTA, tuvo la visión de unos niños en un salón de principios de siglo, jugando a lanzar los cristales indistintamente.
Como ya se ha dicho anteriormente, algunos objetos cambiaban de lugar sin sentido, esto es lo que ocurría con el busto de un carnero, que cambiaba de lugar en la tienda y cuando los propietarios se deshacían de él, volvía a la tienda poco tiempo después.
Un buen día y sin ninguna explicación, los fenómenos dejaron de ocurrir, lo que dejó impactados tanto a los propietarios del negocio como a los distintos investigadores de esta historia. Hoy por hoy no se sabe que pudo haber pasado en el número 19 de la calle del Monasterio.
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