Durante una concentración de diez mil fieles, el Papa Juan Pablo II hace un breve recorrido en un vehículo descubierto, saludando a la concurrencia. De repente, se escuchan unos disparos...
El Papa Juan Pablo II fue herido de gravedad.
13 de mayo 1981. Durante una concentración de diez mil fieles, el Papa Juan Pablo II hace un breve recorrido en un vehículo descubierto, saludando a la concurrencia. Los espectadores quedarían entonces estupefactos al ser testigos en directo de un atentado increíble: el Papa es tiroteado y ha de ser trasladado al policlínico de Genelli, donde es intervenido de urgencia en una operación de cinco horas de duración.
Se detiene al agresor, Mehmet Ali Agca, un turco con antecedentes extremistas que afirma haber actuado en solitario. Sin embargo, las investigaciones rápidamente ponen de relieve contradicciones y hacen saltar todo tipo de dudas…
Los rusos y los turcos en el punto de mira.
KGB ruso: El juez italiano Ferdinando Imposimato, uno de los encargados de desentrañar la realidad sobre este turbio asunto, sospechó desde el principio de la implicación de los servicios secretos rusos, deseosos de acabar con una figura de notoriedad mundial que no había dudado en desafiar el modelo soviético.
El diablo está en el Vaticano: el propio Ali Agca escribió en una carta desde la cárcel turca Kartal Maltepe que "sin ayuda de sacerdotes y cardenales nunca hubiese podido cometer el atentado". Con estas palabras el turco sembró la duda acerca de si el Vaticano era el responsable de la decisión de atentar contra el Santo Padre.
La "pista búlgara": Según esta teoría, serían los servicios secretos búlgaros los que idearon el asesinato de Karol Wojtyla, por el peligro que representaba en plena Guerra Fría para la supervivencia de la URSS. Las razones no serían otras que la alianza del Vaticano con el gobierno ultraconservador de Washington (encarnado por Reagan y Bush padre), impulsada por los lobbystas del Opus Dei.
KGB + servicio secreto búlgaro: Según esta teoría, un miembro secreto del KGB se habría infiltrado entre los búlgaros para promover el atentado y, en caso de que todo fuera descubierto, dejar al KGB libre de toda mancha. El propio Ali Agca, en unas declaraciones al diario La Reppublica en 1982, conectaba el ataque con los servicios secretos de Bulgaria, la mafia turca y los terroristas de los Lobos Grises, organización a la que él pertenecía. Así, los Lobos Grises recibirían el encargo de matar a Juan Pablo II de los búlgaros por medio de la mafia turca. El trabajo fue adjudicado a Ali Agca y disfrazado de fanatismo religioso y anti-imperialista.
El secretismo de la Iglesia impide profundizar en las investigaciones.
- No existen pruebas de la implicación de los servicios secretos rusos o búlgaros más allá de las insinuaciones del propio Agca en sus declaraciones a medios de comunicación. De tener algo que ver, los servicios de inteligencia actuaron al más puro estilo James Bond, dejando el camino limpio de pistas…
- Agca señaló que Sergei Antonov, que en 1981 ejercía como delegado en Roma de las líneas aéreas búlgaras Balkan Airlines, era su contacto y el que debía facilitarle la huída de la Plaza de San Pedro, una vez efectuado el atentado. Este hombre fue absuelto ya que no se encontraron pruebas verdaderamente concluyentes, a excepción de unas fotografías en las que un hombre con bigote y gafas, de aspecto similar al del delegado de Balkan Airlines, aparecía cerca del vehículo papal.
El Papa perdonó a Agca pero, ¿era él el verdadero ideólogo del atentado?
La realidad acerca de este caso es que la falta de pruebas ha mediatizado la opinión que cada uno quiera hacerse de las verdaderas razones del atentado. Cada país, en función de su imputación, ha querido ver el caso como definitivamente cerrado o no, pero la única verdad es que se cerró como el intento de asesinato en solitario de un fanático extremista religioso. Existen sospechas fundadas de la implicación de los servicios secretos búlgaros, pero carentes de pruebas que lo demuestren, y no hay nada que señale a la KGB.
El Papa Juan Pablo II visitó a Ali Agca el 27 de diciembre de 1983 para conocer de primera mano las razones por las que el turco intentó acabar con su vida. Tras una charla en la que se ganó el cariño del terrorista (o eso afirmó él), el Santo Padre le dio su perdón.
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