El miedo a la noche es algo que subyace en la condición humana. La oscuridad nos hace tejer imágenes imposibles, creer en cosas inexplicables y en espantos que salen de la negrura para devorarnos o llevarnos lejos. Quizás este mismo miedo a lo desconocido, a lo que se oculta tras las sombras fuera lo que hace ya bastantes años sirviera para crear la leyenda del chupacabras. Pero, ¿es realmente una leyenda?
Estados Unidos alertó, en 1974, de extraños sucesos que les estaban ocurriendo a algunos animales, los cuales aparecían muertos al amanecer, víctimas de alguna alimaña o de algún hecho oscuro en el transcurso de la noche. Sin embargo, no fue hasta el año 1975, cuando en Puerto Rico esos hechos comenzaron a prodigarse. Allí la cultura popular y las tradiciones, mucho más antiguas, así como unas creencias cristianas mucho más arraigadas hicieron que estas noticias se acabaran por convertir en sucesos casi paranormales.
La forma de morir de estos animales eran cuando menos peculiares. Aparecían sólo con unos pequeños orificios en el cuello, y lo más característico de todo, sin sangre alguna en el cuerpo, la cual había sido succionada. En algunos casos, incluso, habían perdido algunos de sus órganos internos. Sin embargo, y aún cuando en otras ocasiones eran mutilados, no aparecían rastros de sangre por ningún lado, ni huellas algunas a su alrededor.
Lo que en un principio comenzó ocurriendo con cabras, y de ahí su nombre, acabó por extenderse a otros animales, como en el caso de aquel perro al que encontraron con dos orificios en el cuello y con las cuencas de los ojos vacíos, pero como en los demás casos, sin sangre alguna en su cuerpo.
Evidentemente, el miedo se extendió por la población que veía en los acontecimientos poderes místicos, religiosos e incluso extraterrestres, según fuera la versión popular. Se comenzó a hablar, aún sin haberlo visto, que se trataba de un animal de entre 3 y 5 metros de altura, cubierto de pelo verde (otros decían que gris), que caminaba sobre dos patas como los humanos, que estaba deformado, e incluso que tenía a su espalda unas grandes alas que le permitían volar y por eso no dejaba huellas. Leyendas urbanas que se propagaban como la pólvora por todas las poblaciones de Puerto Rico.
A partir del año 2000, las misteriosas muertes se extendieron más allá del país, e incluso se dieron casos en las islas del Caribe, en México, en Chile y en el Sur de Estados Unidos. El miedo iba en aumento, y en la misma proporción crecían las teorías acerca de su aparición.
La mitología popular lo emparentaba con los demonios de la noche surgidos en los primeros tiempos bíblicos, cuando Lilith, la primera mujer de Adán, al ser repudiada por éste, se convirtió en uno de esos demonios malignos. Los más “científicos” optaban por aducir que se trataba de algún animal prehistórico que había conseguido sobrevivir hasta nuestros días. Y los más lanzados, cómo no, adujeron que se trataba de un animal extraterrestre, probablemente la mascota de algún ser de otro planeta, que se había escapado y que ahora buscaba alimento.
La gran noticia saltó a mediados del año 2000 cuando las autoridades chilenas afirmaron haber capturado a la fiera. Sin embargo, misteriosamente, desapareció, con los rumores de que había sido Estados Unidos quien se había llevado al animal para estudiarlo, acallando después el caso. No obstante, los que dijeron haber visto al extraño animal capturado afirmaban que tenía pelo largo y grueso de color gris, que sus patas inferiores eran mayores y muy musculosas, lo que le permitía no solo caminar sobre dos patas, sino además dar saltos de metro y medio. Que sus ojos cambiaban pero que eran muy brillantes, que tenía unos grandes colmillos y unas largas garras, además de unas enormes alas… Al tiempo, una imagen, de origen desconocido, comenzó a circular por internet, y al Chupacabras se le comenzó a llamar como “el fenómeno”.
Hoy día, la imagen del Chupacabras, o Chotacabras, como lo llaman en otros sitios de Centroamérica, permanece en la historia popular, no se sabe bien si como una leyenda urbana o como una realidad que no ha podido esclarecerse. Lo único cierto es que aún hoy siguen apareciendo cadáveres de animales muertos en extrañas circunstancias, pero todos con el mismo signo: los pequeños orificios del cuelo y totalmente desangrados...
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