Delfos, la ciudad sagrada más famosa de la antigua Grecia, descansa a los pies de los pronunciados riscos del monte Parnaso. Miles de personas acudían desde sitios remotos para consultar el oráculo de Apolo, cuya pitonisa entraba en trance para predecir el futuro. El más influyente y respetado oráculo de la Antigüedad se hallaba en la Grecia central, en el templo de Apolo en Delfos, centro del mundo para los griegos primitivos. Según el mito, Zeus, padre de los dioses, soltó dos águilas en extremos opuestos del planeta y el punto donde se encontraron -Delfos- fue juzgado el centro y señalado con una piedra llamada omphalos, u ombligo.
En 1400 a.C., Delfos era una ciudad consagrada a Gea, diosa de la Tierra. Cuenta la leyenda que el lugar era resguardado por una enorme serpiente pitón, que Apolo, hijo de Zeus, mató. Luego Apolo levantó su oráculo en el lugar, con una sacerdotisa, llamada pitonisa, como vidente. En los siglos vil y v1 a.C., en pleno esplendor del oráculo, miles de peregrinos, ricos y pobres, viajaban para consultar a Apolo por intermedio de la pitonisa.
La travesía hasta Delfos, a 570 m sobre el nivel del mar, en las laderas del sur del monte Parnaso, era ardua. Algunos viajeros recorrían a pie el camino desde Atenas. Otros llegaban por barco hasta un puerto (hoy llamado Itea) de la costa norte del Golfo de Corinto y cruzaban una llanura hasta el monte Parnaso. Una vez allí, bordeaban la cuesta y seguían el Sendero Sagrado hasta el templo de Apolo.
En el santuario, sentada en un trípode de oro sobre una profunda grieta, la pitonisa -mujer de mediana edad, nativa de la localidad- profería el oráculo entre los frenéticos e incoherentes gemidos del estado de trance, inducido por la masticación de hojas de laurel o por la inhalación de vapores volcánicos tóxicos procedentes de la grieta abierta a sus pies.
Apolo efectúa su ofrenda. Hermes el mensajero se halla detrás de él, y su hermana Artemisa, tan elegante como mayestático es Apolo, enfrente.
Quién está tras ella es posiblemente la sacerdotisa pitia.
Artemisa ha vertido un líquido en el cuenco de Apolo y este lo vierte sobre el ónfalo, la piedra umbilical de Delfos, que era el centro de la Tierra.
Quienes acudían a consulta debían purificarse antes en las aguas de la fuente Castalia. Seguía luego un ritual que consistía en rociar una cabra con agua fría; si el animal se estremecía, podía sacrificársele para leer augurios en sus entrañas. El peregrino pagaba un óbolo y exponía su pregunta, escrita en una tablilla, al sacerdote de turno, quien, a su vez, la hacía llegar a la pitonisa. Su confusa réplica, emitida en voz ajena, era interpretada por el sacerdote, quien daba la respuesta en verso al suplicante. En el apogeo del oráculo eran necesarias tres sacerdotisas para atender todas las solicitudes.
El oráculo délfico era consultado para cuestiones políticas, particularmente el establecimiento de las colonias griegas, y para asuntos cotidianos como matrimonio, fertilidad o problemas de dinero. En ocasiones los anuncios eran directos; a Sócrates, por ejemplo, se le dijo que era el hombre más sabio de Grecia. Sin embargo, muchas otras respuestas eran sumamente ambiguas. Creso, rey de Lidia, preguntó acerca de las consecuencias de un ataque a Persia. La críptica respuesta fue que caería un gran imperio. El rey atacó Persia, pero el imperio que resultó destruido fue el suyo.
La reputación de imparcialidad del oráculo comenzó a decaer en el siglo V a.C., pues sus intérpretes se aliaban a ciudades‑Estado como Esparta y Atenas. En el siglo n a.C., Roma extendió su dominio hasta Delfos, y la influencia del oráculo se debilitó aún más. Cuando el emperador Juliano consultó el oráculo en 360 d.C., obtuvo esta respuesta: "Decidle al rey que el hermoso templo está en ruinas; Apolo no tiene techo con qué cubrirse; las hojas de laurel callan y fuentes y manantiales proféticos fenecen".
El oráculo de Delfos fue clausurado oficialmente por el emperador cristiano Teodosio en 385 y el culto de Apolo sucumbió ante la nueva religión. El lugar quedó sepultado bajo una ciudad. Sin embargo, la urbe y sus habitantes fueron desplazados en 1892 para que el arqueólogo francés Théophile Homolle pudiera emprender las excavaciones que pusieron al descubierto las ruinas que pueden admirarse el día de hoy.
En 1400 a.C., Delfos era una ciudad consagrada a Gea, diosa de la Tierra. Cuenta la leyenda que el lugar era resguardado por una enorme serpiente pitón, que Apolo, hijo de Zeus, mató. Luego Apolo levantó su oráculo en el lugar, con una sacerdotisa, llamada pitonisa, como vidente. En los siglos vil y v1 a.C., en pleno esplendor del oráculo, miles de peregrinos, ricos y pobres, viajaban para consultar a Apolo por intermedio de la pitonisa.
La travesía hasta Delfos, a 570 m sobre el nivel del mar, en las laderas del sur del monte Parnaso, era ardua. Algunos viajeros recorrían a pie el camino desde Atenas. Otros llegaban por barco hasta un puerto (hoy llamado Itea) de la costa norte del Golfo de Corinto y cruzaban una llanura hasta el monte Parnaso. Una vez allí, bordeaban la cuesta y seguían el Sendero Sagrado hasta el templo de Apolo.
En el santuario, sentada en un trípode de oro sobre una profunda grieta, la pitonisa -mujer de mediana edad, nativa de la localidad- profería el oráculo entre los frenéticos e incoherentes gemidos del estado de trance, inducido por la masticación de hojas de laurel o por la inhalación de vapores volcánicos tóxicos procedentes de la grieta abierta a sus pies.
Apolo efectúa su ofrenda. Hermes el mensajero se halla detrás de él, y su hermana Artemisa, tan elegante como mayestático es Apolo, enfrente.
Quién está tras ella es posiblemente la sacerdotisa pitia.
Artemisa ha vertido un líquido en el cuenco de Apolo y este lo vierte sobre el ónfalo, la piedra umbilical de Delfos, que era el centro de la Tierra.
Quienes acudían a consulta debían purificarse antes en las aguas de la fuente Castalia. Seguía luego un ritual que consistía en rociar una cabra con agua fría; si el animal se estremecía, podía sacrificársele para leer augurios en sus entrañas. El peregrino pagaba un óbolo y exponía su pregunta, escrita en una tablilla, al sacerdote de turno, quien, a su vez, la hacía llegar a la pitonisa. Su confusa réplica, emitida en voz ajena, era interpretada por el sacerdote, quien daba la respuesta en verso al suplicante. En el apogeo del oráculo eran necesarias tres sacerdotisas para atender todas las solicitudes.
El oráculo délfico era consultado para cuestiones políticas, particularmente el establecimiento de las colonias griegas, y para asuntos cotidianos como matrimonio, fertilidad o problemas de dinero. En ocasiones los anuncios eran directos; a Sócrates, por ejemplo, se le dijo que era el hombre más sabio de Grecia. Sin embargo, muchas otras respuestas eran sumamente ambiguas. Creso, rey de Lidia, preguntó acerca de las consecuencias de un ataque a Persia. La críptica respuesta fue que caería un gran imperio. El rey atacó Persia, pero el imperio que resultó destruido fue el suyo.
La reputación de imparcialidad del oráculo comenzó a decaer en el siglo V a.C., pues sus intérpretes se aliaban a ciudades‑Estado como Esparta y Atenas. En el siglo n a.C., Roma extendió su dominio hasta Delfos, y la influencia del oráculo se debilitó aún más. Cuando el emperador Juliano consultó el oráculo en 360 d.C., obtuvo esta respuesta: "Decidle al rey que el hermoso templo está en ruinas; Apolo no tiene techo con qué cubrirse; las hojas de laurel callan y fuentes y manantiales proféticos fenecen".
El oráculo de Delfos fue clausurado oficialmente por el emperador cristiano Teodosio en 385 y el culto de Apolo sucumbió ante la nueva religión. El lugar quedó sepultado bajo una ciudad. Sin embargo, la urbe y sus habitantes fueron desplazados en 1892 para que el arqueólogo francés Théophile Homolle pudiera emprender las excavaciones que pusieron al descubierto las ruinas que pueden admirarse el día de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario