Nació en Italia, hijo de Ida Melani y de Rafael Enrique Pantaleo (un industrial muy importante de principios de siglo, muy piadoso que ayudaba a todos cuanto podía).
A los cinco años, viviendo en Pistoia, un pueblo de la provincia de Florencia; el pequeño Mario conoció el dolor: su gato (el compañero inseparable) estaba muy enfermo y le habían dicho que moriría. Mario, con lágrimas en los ojos se acercó al felino que estaba tendido en el suelo, moribundo y le acarició el lomo como una amistosa despedida. Apenas dos horas después, el gato corría por la casa y por los techos, sin vestigios de enfermedad.
Este hecho, que para los miembros de la familia no dejaba de ser una coincidencia, fue la primera curación por imposición de manos del padre Mario.
José Mario Pantaleo se ordenó sacerdote católico en Mattera (Italia) siendo muy joven, también era Licenciado en Psicología y Filosofía. Viajó luego a la Argentina y aquí se quedó para siempre. Desarrolló su tarea principalmente en González Catán donde creó dos fundaciones para ayuda a los necesitados, un colegio primario, uno secundario, un taller para los de la “tercera ”, una panadería y fábrica de pastas manejada íntegramente por discapacitados, un centro médico, una guardería donde se cuida y se da alimento a hijos de mujeres que trabajan, una biblioteca con más de 5.000 libros y un taller textil, donde encontraron trabajo muchos hombres y mujeres a quienes la pobreza y la ignorancia marginaba.
Además de su obra benéfica para la gente carencia de su barrio, lo que dio fama al padre Mario fueron las largas “filas de la esperanza” como se llamó a la gran cantidad de gente que desde la madrugada se juntaba en González Catán y dos veces por semana en los fondos de una panadería del barrio de Floresta para buscar alivio a sus enfermedades y problemas, porque como ya dijimos, el Padre Mario era un Cura Sanador. Se calcula que atendió en los últimos treinta años un promedio de 2.000 personas por semana. Sus seguidores eran principalmente los humildes, pero también muchos famosos y de renombre, como el pintor Raúl Soldi, Amalia Lacroze de Fortabat, el escritor Ernesto Sábato, el ex-Presidente Arturo Frondizi, el empresario Francisco Macri (padre del Presidente del Club Boca Juniors), e incluso el propio Ex-Presidente de la República, Carlos Menem. Pero por supuesto que no siempre fue fácil la tarea del padre Mario.
Hay dos anécdotas que muestran no solo el interés de algunos en desacreditarlo y combatirlo, sino también la grandeza y piedad del cura para con quienes atacaban su obra: Un comisario de González Catán, quien había recibido “sugerencias” y algunas presiones para terminar con la obra del cura, varias veces lo amenazó con que lo llevaría preso si continuaba sanando. Cierta vez, uno de los hijos del comisario enfermó de gravedad y desesperado lo llevó hasta el cura, como un último recurso.
Por supuesto el padre Mario sanó a la criatura y esto llevó a que el comisario no solo lo dejara tranquilo, sino que hasta llegó a trompearse con alguien que acusó al padre Mario de mentiroso.
Cierta vez una mujer -aparentemente muy preocupada- fue a ver al sacerdote y le entregó una foto (en la que una mujer sonreía cálidamente) diciéndole que era una amiga afectada por una grave enfermedad (habitualmente el padre Mario curaba con solo ver fotografías o tener en sus manos alguna prenda). El padre Mario luego de tener la foto en sus manos, miró fijamente a la mujer a los ojos y le reprochó: Pero hermana ... ¿por qué me traes la fotografía de alguien que ya no está con la mujer se echó a llorar y confesó que efectivamente la mujer de la foto había muerto hacía un tiempo y que ella lo sabía. Su misión era tenderle una trampa para que alguien (nunca se supo quien) hiciera luego público el engaño y demostrar que los poderes del padre Mario no eran tal, sino solo charlatanería.
La mujer, arrepentida de su acción, quiso besar las manos del cura, pero él no lo permitió y tomándola de los hombros simplemente le dijo que fuera con Dios. Estos hechos tenían dos orígenes: Un sector del clero católico, su propia Iglesia (quienes presionaban, por ejemplo a los sectores policiales) y un grupo de médicos de la zona que intentaban acusarlo por ejercicio ilegal de la medicina. Increíblemente los médicos fueron quienes ayudaron en la obra del Padre Mario, cuando comprendieron que el cura no quería reemplazarlos, muy por el contrario, su obra ayudaba a salvar vidas. Un médico llevó cierta vez a su propia esposa atacada de una enfermedad terminal, hasta el padre Mario. En un portafolios tenía todo los estudios y análisis hechos a la mujer. Cuando quiso abrir el maletín, el padre Mario le dijo que no era necesario, puso su mano sobre el maletín cerrado y detalló al médico algunos exámenes que allí se encontraban. Luego de hablar a solas un tiempo con la mujer le comentó a su esposo que la mujer moriría al poco tiempo pero que lo haría sin dolor, plácidamente y con una fe renovada. Efectivamente, la mujer de este médico murió un mes más tarde, sin dolores, en paz, con su fe reconfortada y al decir de su esposo, murió con una sonrisa. Por el contrario, el clero nunca lo aceptó y solamente pudo desarrollar su obra gracias a la comprensión de Monseñor Bufano y a la muerte de éste de Monseñor Meinvielle (ambos obispos de San Justo, diócesis en la que trabajaba el Padre Mario Pantaleo).
A los cinco años, viviendo en Pistoia, un pueblo de la provincia de Florencia; el pequeño Mario conoció el dolor: su gato (el compañero inseparable) estaba muy enfermo y le habían dicho que moriría. Mario, con lágrimas en los ojos se acercó al felino que estaba tendido en el suelo, moribundo y le acarició el lomo como una amistosa despedida. Apenas dos horas después, el gato corría por la casa y por los techos, sin vestigios de enfermedad.
Este hecho, que para los miembros de la familia no dejaba de ser una coincidencia, fue la primera curación por imposición de manos del padre Mario.
José Mario Pantaleo se ordenó sacerdote católico en Mattera (Italia) siendo muy joven, también era Licenciado en Psicología y Filosofía. Viajó luego a la Argentina y aquí se quedó para siempre. Desarrolló su tarea principalmente en González Catán donde creó dos fundaciones para ayuda a los necesitados, un colegio primario, uno secundario, un taller para los de la “tercera ”, una panadería y fábrica de pastas manejada íntegramente por discapacitados, un centro médico, una guardería donde se cuida y se da alimento a hijos de mujeres que trabajan, una biblioteca con más de 5.000 libros y un taller textil, donde encontraron trabajo muchos hombres y mujeres a quienes la pobreza y la ignorancia marginaba.
Además de su obra benéfica para la gente carencia de su barrio, lo que dio fama al padre Mario fueron las largas “filas de la esperanza” como se llamó a la gran cantidad de gente que desde la madrugada se juntaba en González Catán y dos veces por semana en los fondos de una panadería del barrio de Floresta para buscar alivio a sus enfermedades y problemas, porque como ya dijimos, el Padre Mario era un Cura Sanador. Se calcula que atendió en los últimos treinta años un promedio de 2.000 personas por semana. Sus seguidores eran principalmente los humildes, pero también muchos famosos y de renombre, como el pintor Raúl Soldi, Amalia Lacroze de Fortabat, el escritor Ernesto Sábato, el ex-Presidente Arturo Frondizi, el empresario Francisco Macri (padre del Presidente del Club Boca Juniors), e incluso el propio Ex-Presidente de la República, Carlos Menem. Pero por supuesto que no siempre fue fácil la tarea del padre Mario.
Hay dos anécdotas que muestran no solo el interés de algunos en desacreditarlo y combatirlo, sino también la grandeza y piedad del cura para con quienes atacaban su obra: Un comisario de González Catán, quien había recibido “sugerencias” y algunas presiones para terminar con la obra del cura, varias veces lo amenazó con que lo llevaría preso si continuaba sanando. Cierta vez, uno de los hijos del comisario enfermó de gravedad y desesperado lo llevó hasta el cura, como un último recurso.
Por supuesto el padre Mario sanó a la criatura y esto llevó a que el comisario no solo lo dejara tranquilo, sino que hasta llegó a trompearse con alguien que acusó al padre Mario de mentiroso.
Cierta vez una mujer -aparentemente muy preocupada- fue a ver al sacerdote y le entregó una foto (en la que una mujer sonreía cálidamente) diciéndole que era una amiga afectada por una grave enfermedad (habitualmente el padre Mario curaba con solo ver fotografías o tener en sus manos alguna prenda). El padre Mario luego de tener la foto en sus manos, miró fijamente a la mujer a los ojos y le reprochó: Pero hermana ... ¿por qué me traes la fotografía de alguien que ya no está con la mujer se echó a llorar y confesó que efectivamente la mujer de la foto había muerto hacía un tiempo y que ella lo sabía. Su misión era tenderle una trampa para que alguien (nunca se supo quien) hiciera luego público el engaño y demostrar que los poderes del padre Mario no eran tal, sino solo charlatanería.
La mujer, arrepentida de su acción, quiso besar las manos del cura, pero él no lo permitió y tomándola de los hombros simplemente le dijo que fuera con Dios. Estos hechos tenían dos orígenes: Un sector del clero católico, su propia Iglesia (quienes presionaban, por ejemplo a los sectores policiales) y un grupo de médicos de la zona que intentaban acusarlo por ejercicio ilegal de la medicina. Increíblemente los médicos fueron quienes ayudaron en la obra del Padre Mario, cuando comprendieron que el cura no quería reemplazarlos, muy por el contrario, su obra ayudaba a salvar vidas. Un médico llevó cierta vez a su propia esposa atacada de una enfermedad terminal, hasta el padre Mario. En un portafolios tenía todo los estudios y análisis hechos a la mujer. Cuando quiso abrir el maletín, el padre Mario le dijo que no era necesario, puso su mano sobre el maletín cerrado y detalló al médico algunos exámenes que allí se encontraban. Luego de hablar a solas un tiempo con la mujer le comentó a su esposo que la mujer moriría al poco tiempo pero que lo haría sin dolor, plácidamente y con una fe renovada. Efectivamente, la mujer de este médico murió un mes más tarde, sin dolores, en paz, con su fe reconfortada y al decir de su esposo, murió con una sonrisa. Por el contrario, el clero nunca lo aceptó y solamente pudo desarrollar su obra gracias a la comprensión de Monseñor Bufano y a la muerte de éste de Monseñor Meinvielle (ambos obispos de San Justo, diócesis en la que trabajaba el Padre Mario Pantaleo).
TESTIMONIOS
Los testimonios que hablan de las milagrosas curaciones del Padre Mario se cuentan por miles; pero a modo de ejemplo, algunos relatos de personajes famosos y de anónimos fieles que recibieron el auxilio del cura sanador:
El periodista, historiador y escritor Félix Luna cuenta: “Apenas me miró me diagnosticó que tenía. Después fui al médico y me confirmó exactamente lo que el Padre Mario me había dicho”.
El humorista Jorge Ginzburg quien fue uno de sus amigos cuenta que cierta vez que lo vio ayudándose con nebulizador para respirar le preguntó porque si podía ayudar a tantos, no podía curarse él mismo, a lo que el cura le contestó: “Cuando alguien recibe un don, es para darle a los demás, no para uno”.También agrega Ginzburg: “El principal milagro del Padre Mario fue su obra para con los huérfanos y discapacitados. Ese tano tozudo y luchador era de los que pensamos que si podemos soñarlo, podemos hacerlo y lo hizo”.
Osvaldo Cocci, quien por años fue Director de Valuaciones de la Municipalidad de Buenos Aires dice que: “En enero de 1990 una tomografía computada determinó que tenía un tumor canceroso de dos centímetros en el pulmón derecho; por lo que los médicos decidieron operarme urgentemente en una semana. Fui al Padre Mario y con su péndulo me confirmó el diagnóstico diciendo que se podía curar en 60 días. Continúa Cocci su relato- Bajo mi responsabilidad, aplacé por dos meses la operación y visitaba diariamente al Padre Mario, quien sin tocarme, pasaba su mano por la zona afectada y oraba. A los 63 días me dijo que me hiciera una nueva tomografía la que arrojó como resultado que el tumor había desaparecido. Cuando mi médico vio la tomografía no podía creerlo y tuve que confesarle que tenía un asesor espiritual. Mi médico llevó el caso a la Academia de Medicina” . Por último dice Cocci: “A los seis meses me hice otra tomografía y no hubo dudas, el tumor ya no existía. Tengo toda la historia clínica a disposición de quien quiera verla ... “El Presidente Carlos Menem en los funerales del Padre Mario lo definió diciendo: “Es un santo”. Cuando meses más tarde los restos del cura fueron trasladados desde el cementerio de la Recoleta a González Catán, también estuvo presente el Presidente quien dijo: “Yo se que cuando se habla de curaciones hay muchos que desconfían. Se habló mucho del Padre Mario y de sus curaciones. Quiero decirles que yo soy uno de los que recibieron su palabra y su curación”. Menem fue atendido por el Padre Mario a raíz de problemas en sus cuerdas vocales (enfermedad ésta que hizo correr rumores de un cáncer en el primer mandatario).Irene de Pintos tenía un tumor en el cuello en 1984. Era inoperable. La quimioterapia no había resultado y la cobaltoterapia tuvo que ser suspendida. Estaba desahuciada y lo único que quedaba era esperar el desenlace. Cuando el Padre Mario la atendió pasando su mano (sin tocarla) por la zona y rezando, el tumor desapareció. En los años ‘86, ‘87 y ‘88 se le volvieron a hacer tomografías y se confirmó que el tumor ya no existía.
Nilda Fernández, una mujer de muy buen nivel social y económico que colaboró durante mucho tiempo con la Fundación, cuenta: “Una vez le pregunté al Padre sobre los enfermos de SIDA y él me dijo que con eso no podía hacer nada. Pero al tiempo, muy contento me dijo que ya tenía tres casos de SIDA en los que la enfermedad había cedido. Yo le dije: Pero Padre si Ud. me dijo que con eso no podía hacer nada y el me dijo: Si, pero ahora El De Arriba me dio permiso” Keikichi Utsumi, un empresario japonés radicado en Argentina, que fue gobernador del Rotary Club en 1988/89 cuenta: “A mi hija la curó de un problema de piel que no tenía solución médica y a mi esposa la sanó de las consecuencias de un ataque cerebral en apenas un mes. Somos católicos y agradecidos al Padre Mario, y sobre todo, a Dios”
PALABRAS DE UN MÉDICO
Las palabras del Dr. Daniel Trocki resultan muy importantes, no solamente por su condición de Director del Instituto Geriátrico Nazaret, sino también por que fue elegido por el Padre Mario como Director Médico del Área de Salud de l a Fundación en González Catán. Dice el Dr. Daniel Trocki sobre su experiencia de dos años junto al Padre Mario: “Presencié algunas cosas que eran increíbles. Si yo no las hubiera visto, confieso que me hubiera costado mucho aceptarlas. Antes de conocer al Padre Mario no creía “en esas cosas” de ninguna manera”. Dice luego refiriéndose a su profesión médica: “Uno no tiene por que encorsetarse en los parámetros médicos, esto lo digo como profesional. Nosotros somos profesionales, pero antes que eso somos seres humanos”.
SU ÚLTIMO MILAGRO CUANDO ESTABA A PUNTO DE MORIR
El último milagro del Padre Mario fue en la sala de Terapia Intensiva del Sanatorio de la Santísima Trinidad donde estaba internado en agosto de 1992 afectado de una deficiencia cardiaca, la que sumada a su crónico problema respiratorio sería el desencadenante de su fallecimiento. Según cuenta Laura Rodeghiero (en ese entonces secretaria de la Sala de Terapia) separada por un biombo, estaba junto al sacerdote, una joven norteamericana de 16 años: Amanda “Mandy” Salas, quien a raíz de un accidente automovilístico estaba cuadripléjica, sin poder mover ninguna parte de su cuerpo y con respirador artificial. Dice Laura Rodeghiero: “Cuando Mandy fue internada los estudios y las tomografías determinaron una lesión en la médula irreversible. No podría mover ningún miembro de su cuerpo. Cuando el Padre Mario se enteró le pidió a Perla (su secretaria y mano derecha en la Fundación) una foto de la chica y que gestionara para que retiraran el biombo y acercaran las camas. El biombo fue retirado, pero no se pudieron acercar pues los dos dependían de sus respiradores. Desde su cama el padre levantaba su mano que le temblaba, porque tenía que hacer mucha fuerza, y bendecía a Mandy. Era tan grande el esfuerzo de mover un poco su mano que teníamos miedo por su salud, ya que no podía más. Poco antes de morir, le dijo a Perla en un susurro que él “se iba a ir”,. pero que la chica “se iba a quedar”; agregando que volvería a caminar en un año y medio o dos”. Agrega la enfermera que Mandy, después de ser trasladada a su ciudad (San Diego) abandonó el respirador, y no solo pudo mover sus dedos, sino que logró pararse de su silla de ruedas. Mandy Salas, el último milagro del Padre Mario, se graduó al año siguiente como bachiller con todos los honores y con la fe inquebrantable de que muy pronto volvería a caminar. Un dato curioso: Cuando visitó junto a sus amigas a una famosa vidente de San Diego, esta (sin conocer su historia en Argentina), le dijo que “captaba muy claramente en sus videncias a un hombre mayor, un sacerdote ya fallecido, que la estaba cuidando y dándole ánimos permanentemente”Hasta aquí, parte de la historia de este cura sanador, el Padre Mario, quien a mi juicio se autodefinió, cuando dijo: “No hago milagros, solo tengo a Dios a mi lado”.
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